Desde hace ya unas décadas, el análisis histórico e historiográfico se ha dado a la tarea de romper con los antiguos esquemas explicativos lineales y mecánicos. En gran medida, la producción más reciente se fundamenta en una propuesta distinta y renovada: los hechos históricos en sí son irrecuperables —en realidad, no susceptibles de expresar— y lo que nos llega de ellos es sólo una narrativa. Esto tiene implicaciones importantes, pues si bien el relato o documento tiene un autor (o varios), también refiere una secuencia de acontecimientos y supone la intervención de uno o diversos actores o protagonistas.
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Al mismo tiempo, sin embargo, el libro Hablemos purépecha. Wantee juchari anapu es un llamado que abre la posibilidad para su rescate efectivo como lengua viva. Ya Parlons purépecha había hecho este llamado, pero a un público mucho más limitado, el francés y académico, apareciendo en una serie de manuales de todas las lenguas del mundo, con limitaciones de tamaño y diseño (en la colección titulada Parlons). Antes Claudine Chamoreau había realizado trabajos dirigidos también a un público restringido, el de los lingüistas profesionales, en su voluminosa tesis de doctorado, de 1998, en su Grammaire du purépecha parlé sur les îles du lac de Pátzcuaro, de 2000, que resume la tesis, así como en su descripción de El purépecha de Jarácuaro, de 2003. Pero sólo ahora que Parlons purépecha se hizo Hablemos purépecha, la búsqueda del rescate científico —aunado a la búsqueda de un rescate efectivo, al invitar a hablar el purépecha— se vuelve radical y muy ambiciosa.
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