En 1964, al construirse la Presa Adolfo López Mateos en El Infiernillo, entre los estados de Guerrero y Michoacán, la arqueóloga autora de este libro participó en el rescate de los restos materiales de pueblos mesoamericanos en el área que sería afectada por el embalse. A raíz de ello, le fue encomendado clasificar los abundantes objetos elaborados por esos pueblos con conchas de moluscos y crustáceos ahí reunidos. Desde entonces, le entró tal gusto por ellos que elaboró un manual sobre las técnicas antiguas para producirlos, una tipología de los mismos y una obra general sobre las conchas de México. Además, ha impartido a estudiantes de arqueología el conocimiento y clasificación de dichos objetos, razón por la cual fue apodada Concha Suárez por sus alumnos. Haciendo justicia a esta fama, ha preparado este libro de divulgación general para trasmitir su visión arqueológica de las conchas usadas y trabajadas en la antigüedad. Ahora bien, como cosa “sin pero” no la hay en el mundo entero, véase primero las tachas de esta publicación para luego reparar en el beneficio que reporta su lectura.
[Texto completo].:: DIFUSIÓN
Evitar la difusión de textos prohibidos era una de las tareas centrales de la Inquisición, y en particular la de un grupo específico de sus miembros: los calificadores. Ellos eran los especialistas en doctrina religiosa, mayormente en teología, y como tales les estaba cometida la tarea de delatar los textos sospechosos de contener ideas contrarias a la doctrina religiosa y política, y evaluar los contenidos de los escritos confiscados y las declaraciones de los procesados. La acción del calificador era, pues, esencial dentro del sistema censorio del Santo Oficio.
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