La persistencia en nuestros tiempos de un mito tan arcaico como el del hombre lobo o el del hombre oso —que han adquirido su fisonomía actual a través de muchas superposiciones culturales— demuestra, a pesar del inevitable proceso de desculturización, la vitalidad de ciertos elementos míticos del folklore. Estos elementos, por medio de un oportuno y delicado trabajo de interpretación y comparación, permiten al antropólogo relacionarlos con las raíces culturales ancestrales.
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