Desde Pedro Dib, primer inmigrante libanés llegado a México en 1882, hasta Carlos Slim, magnate cuya sola presencia suele desviar cualquier análisis equilibrado acerca del papel multifacético que ha ejercido esta comunidad en la historia, los mexicano-libaneses no han estado ajenos a los estereotipos populares, como tantos grupos étnicos. Definidos como “emprendedores, trabajadores, honestos y confiables”, en una visión creada por el cine de los años cuarenta mediante personajes interpretados por el actor Joaquín Pardavé El baisano Jalil y El barchante Neguib, la imagen apenas habla de la muy importante participación que han tenido los libaneses en la vida profesional, política y académica de México; destacando en este último rubro como profesores, investigadores, presidentes de sociedades, directores de revistas, jefes de departamentos, subdirectores y directores de hospitales, institutos, facultades, juntas de gobierno, patronatos universitarios y fundaciones; inclusive, obteniendo premios nacionales y universitarios o formando parte de El Colegio Nacional. Una presencia virtuosa y exitosa de esta comunidad en México.
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