En la Montaña de Guerrero, México, se realizan ritos agrícolas en espacios sagrados relacionados con la deidad del monte y de la lluvia. Allí se erigen altares donde impera san Marcos, deidad dual; la Santa Cruz o cruz del cerro, de filiación prehispánica más que cristiana, es también objeto de culto. La orientación de los altares, relacionada con los puntos cardinales, confiere un significado particular a las ofrendas. Un aspecto importante de los altares entre las etnias me phaa’ —tlapanecos— y na savi es la presencia de ofrendas en manojos contados, que implican continuidades culturales. Otra de esas continuidades entre los nahuas y los me phaa’ es la existencia de paquetes sagrados (teótl entre los nahuas, saku’ entre los tlapanecos), así como los tamales, tzoalli entre los nahuas. El objetivo de este artículo es delinear la conformación de estos espacios sagrados.
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