En la cárcel de San Pedro los reclusos autogestionan muchos aspectos de su vida en cautividad, puesto que el Estado no les provee de suficientes insumos y facilidades. Además de otras anomalías, existen puestos de comida, pensiones y restaurantes que quedan a cargo de los mismos presos que tienen fondos para poder emprender actividades comerciales de este tipo. En este escenario paradójico, consumir la comida proporcionada por la institución penitenciaria, es decir el rancho, se vuelve un indicador de pobreza, pero sobre todo esta tipología de comida esconde, según los reclusos, sustancias dañinas, los “tranquilizantes”, cuya compleja simbología les vuelve metáfora de las dramáticas condiciones vividas en la cárcel.
[Texto completo].:: VIOLENCIA SIMBÓLICA
Diversos fueron los factores que influyeron en el desarrollo y consolidación de la Orden de frailes menores capuchinos durante el siglo XVII. Quizá uno de los más importantes fue el uso y defensa que hicieron del hábito con capucho y de las barbas largas, elementos con los que se autorrepresentaban no sólo como nuevos san Franciscos sino como imágenes vivas de Jesucristo, como hombres despreciados del mundo en constante búsqueda de los valores celestiales. En este artículo se destaca la importancia de la representación de los frailes capuchinos por medio de su indumentaria, (re)presentación creada discursivamente desde sus filas y expuesta al mundo como una manifestación de penitencia, santidad y protección divina: el hábito capuchino resultó una prenda prodigiosa, sin parangón.
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