Juan Miguel Sarricolea Torres
Centro INAH Campeche.
Albertina Ortega Palma
Centro INAH Campeche.
Desde la metrópoli meridana hasta las cabeceras municipales, y aun en comunidades más pequeñas en el interior del estado de Yucatán, son celebradas fiestas de XV años. Éstas son comunes no sólo entre la clase alta de la población, sino también en sectores sociales con recursos económicos modestos, lo cual deja ver la extensión y la importancia que tiene el festejo entre las familias yucatecas. Muchas veces hemos asistido a este tipo de celebraciones, que se distinguen claramente de las festividades religiosas, patrias o deportivas, e incluso de otros festejos vinculados con el ciclo de vida de las personas.
La antropología clásica ha privilegiado los estudios relacionados con la economía, la política, la religión, la organización social, etcétera, dando menor importancia a las formas lúdicas en que se presenta la cultura, éstas son con frecuencia discriminadas y dejadas a un lado por los investigadores, con el argumento crítico de que ellas no aportan nada trascendente a la vida social ni relevante para el conocimiento de ésta.
Sin embargo, estamos convencidos de que lo lúdico en la cultura tiene muchas implicaciones y que por medio de un análisis minucioso de esta esfera de la vida se pueden descubrir múltiples facetas de la diversidad humana. El juego, el esparcimiento, las fiestas o el ocio se presentan separados simbólicamente del mundo social ordinario, pero son complementarios de éste. Es así que muchas de las actividades lúdicas ponen al descubierto valores, conductas, expresiones, interacciones e imágenes en las que vive y se desarrolla la sociedad; además, a través de lo lúdico suelen exponerse tanto justificaciones como críticas al sistema social, así como también se ponen en escena mundos alternativos al ordinario.
La fiesta de XV años, como un espacio lúdico-festivo diferenciado en tiempo y espacio del orden social cotidiano, posee una gran carga simbólica, a través de ella podemos conocer diferentes formas en que los participantes manifiestan su capacidad de interpretar, criticar y transformar su propio mundo. Por otra parte, las fiestas constituyen un canal privilegiado para acceder al lado subjetivo de los individuos, ya que en ellas —al igual que en el juego y otras diversiones— se liberan fantasías, sueños, anhelos, frustraciones y la propia experiencia de vivir en contacto con otros seres humanos.
El texto que a continuación presentamos se encuentra organizado de la siguiente forma. Primeramente se expone de manera breve el contexto y los sujetos de estudio; luego se hace referencia a los antecedentes en el estudio de los rituales festivos, se presenta un esbozo conceptual del ritual festivo como medio de comunicación que transmite mensajes, así como algunos datos etnográficos y sus respectivas interpretaciones; en la parte final se aborda, a manera de conclusión, el proceso festivo de XV años desde una perspectiva global.
Contexto y sujetos de estudio
La investigación que se presenta parte de un estudio etnográfico realizado en la ciudad de Tizimín, Yucatán,1 con jóvenes pertenecientes a un sector popular. Durante el verano de 2005 fue seleccionado un grupo de estudiantes de una escuela pública, particularmente mujeres, al que se le aplicaron entrevistas estructuradas, semi-estructuradas, pláticas informales y dinámicas de grupo. La intención de estas técnicas cualitativas tuvo como propósito conocer cómo percibían y qué significados otorgaban a las fiestas de XV años.
Como cualquier otra ciudad, Tizimín presenta desigualdades socioeconómicas entre sus habitantes. Los estudiantes pertenecen a familias de escasos recursos (clase media-baja o baja) provenientes de colonias populares. A través del trabajo de campo observamos que la mayoría de los padres se dedicaban a la agricultura (campesinos), se empleaban como obreros (albañiles, sastres y empleados de fábricas) u ocupaban trabajos que no requerían estudios profesionales (conductores del transporte público, policías, pequeños comerciantes), en tanto las madres se dedicaban generalmente a las labores del hogar. Una vez finalizadas las actividades escolares, los jóvenes regresan a casa para ayudar a sus padres. Por ejemplo, las señoritas tienen que hacerse cargo de la crianza de los hermanitos, ayudar con la comida y limpiar la casa, sólo hasta después podrán realizar la tarea y/o “gustar”2 con sus padres y hermanos. Cabe señalar que muchos de estos estudiantes dejan la escuela por falta de recursos económicos, para dedicarse al trabajo y ayudar con su sueldo al sostén de la casa y la familia.
Sin embargo, las carencias que pudieran existir en estas familias no son impedimento para realizar la fiesta de XV años de la hija; en dicho festejo no sólo se invierte gran cantidad de dinero, también se evidencian las desigualdades simbólicas en torno al ceremonial, ya que los familiares deberán “armar” una buena fiesta que los distinga y les dé prestigio social, al menos dentro del grupo socioeconómico de pertenencia. De igual manera, las jovencitas esperan ansiosamente sus quince años, donde podrán darse el lujo de ser el centro de atención de familiares, parientes y amigos, así como montar el festejo, lucir su vestido y acceder a ciertos objetos y recursos antes vedados: tacones, maquillaje e indumentaria atrevida (en el caso de los shows).
Antecedentes en el estudio de las fiestas
La fiesta es un fenómeno de gran complejidad debido a los elementos que la conforman, por ello es necesario destacar de manera breve y analítica la postura que los diversos autores han tenido para abordarla. El recorrido que realizaremos en este sentido permitirá tener una visión general sobre las diferentes perspectivas y propuestas para el estudio de los rituales festivos.
El horizonte plural que presentan las fiestas ha provocado que sus estudiosos clasifiquen los efectos primordiales que propician; así, entre sus resultados se han encontrado la creación de identidades, el reforzamiento del orden social, los desgastes económicos. Otros autores hacen hincapié en los reflejos de la estructura social que se manifiestan a través de las fiestas y/o en su papel como transmisoras de mensajes simbólicos.
Reyes Domínguez3 expone de manera sintética tres grandes bloques de estudio. Reformulando un poco la clasificación que propone, pero siguiendo las características principales que ella considera, nosotros distinguimos cinco diferentes acercamientos a las fiestas:
a) Las fiestas reforzadoras del orden social. En tanto que ponen en evidencia o consolidan las relaciones sociales, o bien, permiten el renacimiento del orden después del caos y el conflicto.
Sobre este aspecto, Zarauz López4 argumenta que las fiestas de origen secular (como son las cívicas, familiares y laborales) refuerzan acontecimientos, trabajos o relaciones sociales que se presentan en la misma vida ordinaria, sólo que en el evento festivo éstos son resaltados a través de ciertos atributos cargados de un gran simbolismo. Por ejemplo, el Día de la Madre festeja el “deber ser” de su papel en la sociedad, y en el caso del día de la Constitución ésta se proyecta a sí misma para ser obedecida y respetada.
Díaz Vázquez5 menciona que las fiestas tienen la finalidad de identificar y distinguir tensiones que se presentan en el interior de la comunidad; reflejan lealtades y lazos sociales, pero también conflictos y soluciones previsibles. Por otra parte, Quiroz6 menciona que las fiestas del carnaval permiten el desorden y el caos, rompiendo con las normas de la vida ordinaria, pero solamente mientras dura la celebración, ya que una vez terminada la fiesta se regresa al orden habitual.
b) Las fiestas generadoras de identidad. Atienza7 dice que durante la fiesta reformulamos relaciones sociales con los demás, pues ella nos hace unirnos en una misma conciencia colectiva, aceptando orgullosamente nuestras tradiciones; la fiesta nos hace adherirnos por unos instantes a nuestras apartadas raíces; en suma, nos integramos a un todo colectivo, la sociedad presenta la esencia de su identidad.
En la misma dirección, Bolívar Rojas8 comenta que en los rituales festivos se reproducen imágenes de “nosotros” y de los “otros”. A través de mensajes simbólicos se dibujan las identidades culturales, en tanto que pueden renovarse al mismo tiempo que reafirmarse. La fiesta, según este autor, pone en escena la diversidad, la exclusión o la desigualdad, así “se desdobla o acentúa la pertenencia al género, la etnia, la ciudad, la región o la nación […]”.
Un ejemplo de la importancia de las fiestas para el reforzamiento de identidades colectivas lo presenta Camacho,9 quien analiza las fiestas en torno a Nuestra Señora de Guadalupe y destaca su dimensión colectiva a escala nacional. En estas fiestas, dice, “lo que se trata de resaltar es el orgullo de pertenecer a una institución religiosa, en este caso, a la religión católica, y por otra parte se exalta a la Virgen en tanto se ha conformado como un elemento simbólico que ha pasado a formar parte de la identidad mexicana”.
Otras fiestas que resaltan la identidad son las que conmemoran hechos históricos, reviviendo momentos que tratan de permanecer en la memoria de las personas como hazañas heroicas. Es menester mencionar que la identidad también puede ser reproducida en contextos más pequeños, como en el caso de los barrios o las fiestas patronales.
c) Las fiestas un medio de intercambio económico. Se concentran en ver los efectos económicos que éstas provocan; aquí el ejemplo más claro son las ferias, y en tanto son parte del calendario de las festividades —de ahí su constante repetición— pueden ser asumidas, por una parte, como eminentemente comerciales y, por otro lado, como festivas; es en la feria donde se dan grandes transacciones socio-comerciales.10
d) Las fiestas reflejos de la estructura social. En su análisis situacional, Gluckman menciona que el ritual-festivo es un tipo de conducta que la colectividad lleva a cabo en ocasiones especiales, en las que se aleja de comportamientos rutinarios.11 El análisis de estos eventos tendrá como resultado revelar la estructura social de la comunidad.
Por ejemplo, Fernández Repetto12 menciona que las celebraciones religiosas, que se organizan en Yucatán a través de gremios, cuentan con una estructura formalizada que incluye cargos específicos como los de presidente, secretario, tesorero, etcétera. Además, en los gremios se puede ver reflejada la estructura social de la comunidad, que depende en gran medida del estatus y de los recursos económicos con que cuentan los habitantes.
e) Las fiestas transformadoras o reforzadoras del orden social. Algunos investigadores consideran que los mensajes transmitidos durante las fiestas tienen el objetivo de llamar la atención sobre ciertos elementos de la realidad, ya sea para reforzarlos o transformarlos. En esta línea encontramos los trabajos de Reyes Domínguez13 y Da Matta;14 el primero relativo al carnaval de Mérida, en México, y el segundo al carnaval de Río de Janeiro, Brasil. Es desde esta última postura que se aborda la fiesta de XV años: como transmisora de mensajes ambiguos, alternativos, contradictorios y múltiples.
El proceso comunicativo en la fiesta de XV años
Las fiestas de XV años se presentan como un ritual que posee una gran carga simbólica y es portador de mensajes sociales que intentan comunicar algo a sus participantes.15 Todo ritual se presenta como un fenómeno de comunicación en la medida en que transmite algo (cierta información, recordatorios, ideas, valores, sentimientos, expresiones, deseos, fantasías, etcétera), hace un llamado de atención para resaltar elementos importantes que se presentan en la vida social.16
La fiesta o los rituales festivos “comunican” ciertos aspectos de la realidad cotidiana, pero éstos se presentan de manera distinta a la habitual, en un tiempo y espacio extraordinario (los contextos rituales o ejecuciones culturales). En ese sentido, Leach17 señala que “la cultura comunica; la misma interconexión compleja de los acontecimientos culturales transmite información a quienes participan en estos acontecimientos”. La fiesta del décimoquinto aniversario no sólo transmite mensajes relacionados con el cuerpo, el género y el prestigio, sino además éstos son comunicados —a los participantes en el evento en particular y a la sociedad en general—a través de la difusión de las noticias de la celebración, es así que “la fiesta es la voz de la comunidad, que se congrega festivamente para hablarse a sí misma de sí misma por boca de su propia transfiguración festiva; pues en efecto, toda fiesta implica la transfiguración de una comunidad: una metamorfosis de lo más relevante y significativo de su estructura social”.18
En el proceso comunicativo no únicamente lo verbal es portador de mensajes, sino que toda conducta comunica, desde los aspectos netamente biológicos hasta el movimiento corporal, el manejo de objetos, los desplazamientos en el espacio, etcétera. Las acciones expresivas son una manera de comunicar “algo” sin necesidad de recurrir al lenguaje verbal, y es así que por diversos canales los individuos transmiten información, empleando para ello señales, signos y símbolos.19 De igual forma, Gil Calvo20 menciona que “la comunicación es toda transmisión de información, o todo intercambio de signos o mensajes, susceptibles de modificar las conductas”. Este autor distingue en el proceso dos tipos de comunicación: la instrumental y la expresiva; la primera hace referencia a “objetos externos a la relación comunicativa, sin que pueda nunca modificar la estructura interna de esta relación comunicativa establecida entre los interlocutores”, es decir; puede llegar a modificar la realidad externa “objetiva” pero no puede transformar la realidad interna, “intersubjetiva”. En cambio, la segunda —la expresiva— sí afecta la relación entre las personas que participan en la comunicación; es por ello que la comunicación expresiva recrea de algún modo las relaciones interpersonales, creando nuevas, espontáneas y efímeras realidades culturales. Uno de los mejores ejemplos de las acciones expresivas es la creación de nuevas comunidades o grupos sociales y relaciones sociales en los contextos rituales.
Formas, contenidos y medios comunicativos
Pero ¿cuál es el contenido de los mensajes festivos? ¿Cómo y de qué manera se presentan y transmiten éstos? Los rituales festivos, u otros tipos de ejecuciones culturales, presentan una serie de medios por donde se transmiten los mensajes, a través de ellos no se expresa un único mensaje sino varios, cada uno de los cuales pueden tener diversas interpretaciones, y a veces uno de ellos puede llegar a contradecir lo que parece estar diciendo otro.21
El contenido de estos mensajes puede reflejar por una parte envidias, frustraciones, conflictos, cóleras, angustias (sean individuales o colectivas) y, por otra parte, hacer alusión a alegrías, emociones, fantasías, ilusiones, cohesiones grupales e identidades colectivas, e incluso se pueden proponer relaciones sociales no acostumbradas en la vida ordinaria. En relación con el contenido de lo que comunican los mensajes, Reyes Domínguez argumenta: “[…] información acerca de la estructura social, pero también sobre las fantasías sociales y las formas de relación social no basadas en distinciones de roles y status; da lugar a comentarios en los que aflora la visión que la sociedad tiene de sí misma, de los sectores que la integran y de su continuidad en tanto grupo”.22
Para que la colectividad se hable a sí misma durante la celebración, debe hacerlo, como dice Gil Calvo, por medio de su propia transfiguración festiva.23 Es por ello que la fiesta de XV años presenta aspectos pertenecientes a la vida social ordinaria, pero de manera distinta a la habitual; los elementos culturales (objetos, personas, lugares, relaciones sociales) adquieren nuevos atributos simbólicos durante su presentación en el contexto extraordinario del festejo.
Tiempo, espacio y mecanismo de comunicación ritual
El ritual debe realizarse en un tiempo y espacio extraordinario, es decir, permanecer fuera de la vida ordinaria o al menos al límite de ésta. Bajo el concepto de ejecuciones culturales, Turner24 menciona que éstas contienen un tiempo bien delimitado. Las ejecuciones culturales cuentan con un comienzo y un final, un programa organizado, una serie de ejecuciones, un público, un espacio, y por supuesto una ocasión para llevar a cabo la ejecución.
Este tiempo y espacio especiales en los que se transmiten mensajes utilizando diferentes medios o canales, y en los que se juega con los roles de emisor y receptor al grado de confundirlos, es lo que hace de los rituales sucesos extraordinarios, en la medida en que éstos se presentan como “momentos especiales de convivencia social”,25 que no siempre se llevan a cabo en el acontecer diario de la vida.26
Debido a lo anterior, ¿de qué manera se comunican los mensajes que desean expresar los ritos?, ¿cuál es el mecanismo fundamental de dicha comunicación? Siguiendo los postulados de Da Matta,27 el mecanismo trascendental es el de transferir elementos de la vida ordinaria a la vida ritual; el autor apunta que los rituales no deben verse como momentos distintos “en forma, cualidad y materia prima” de aquellos que forman parte en la estructura social ordinaria, sino más bien como aspectos o elementos que se encuentran presentes en ambas, sólo que en los rituales, se presentan de manera distinta. Los elementos triviales o mundanos del mundo ordinario se trasladan a contextos rituales, donde se convierten en símbolos extraordinarios al matizar o llamar la atención sobre aspectos que el ritual desea resaltar.
Para Da Matta, los mecanismos básicos de la comunicación ritual son el refuerzo, la inversión y la neutralización; a continuación se expone cada uno de estos “modos básicos”, ya que sirven de ejes para analizar las fiestas de XV años:
1. Refuerzo: éste se presenta como el realce y exageración de diversas relaciones sociales o categorías que se encuentran en el mundo social ordinario; de lo que se trata es de “llamar la atención en lo que respecta a las reglas, posiciones o relaciones que realmente existen y cuya posición no cambia mucho”.28 Debe aclararse que mientras se lleva a cabo el reforzamiento, en el contexto ritual se aíslan elementos sociales y se subrayan las fronteras entre ellos.
2. Inversión: aquí los elementos son desplazados radicalmente de su lugar ordinario para ubicarse en otros ámbitos, donde adquirirán significados nuevos; se pretende “juntar lo que normalmente está separado, creando continuidades entre los diversos sistemas de clasificación que operan de manera discreta en el sistema social”.29 Así, mientras se lleva a cabo la ejecución ritual se crean espontáneas, y a la vez efímeras, comunidades sociales e interacciones entre distintos sectores o sujetos sociales que habitualmente se encuentran separados.
3. Neutralización: este mecanismo se encuentra en situaciones basadas en el extremo respeto y en el alejamiento de comportamientos inesperados y espontáneos, por ello no hay comunicación social de ningún tipo, al menos no de manera visible.30 En este caso los sujetos optan por una relación fundada en la obediencia, sumisión, el silencio y/o la falta de contacto. El autor presenta como caso específico la celebración de la misa.
Haciendo uso de estos tres modos básicos de llamar la atención sobre ciertos aspectos de la realidad social, las fiestas de XV años como rituales festivos trasmiten múltiples y variados mensajes, mismos que pueden ser expresados a través del lenguaje verbal y no verbal; en el primer caso destacan los diferentes discursos formales emitidos por el sacerdote, los padrinos, el coreógrafo, los padres, e informales (los pronunciados por la quinceañera, los chambelanes, amigos e invitados durante las charlas espontáneas que tienen lugar durante el proceso festivo); en el caso de los mensajes no verbales, éstos se encuentran en diversos símbolos que servirán de vehículo a un sinnúmero de ideas y valores que se desean transmitir, por ejemplo, a través de bailes, movimientos corporales y objetos materiales, entre otros.
Etnografía del proceso festivo de XV años
A continuación exponemos brevemente algunos datos etnográficos importantes del proceso festivo de XV años, haciendo hincapié en los mensajes relacionados con el prestigio, la imagen corporal y el género.
Prestigio y distinción social. Los preparativos selectos del buen gusto
Cuando la joven ha decidido, en mutuo acuerdo con sus padres, efectuar la fiesta, comienza a elegir, de acuerdo con su criterio, cómo y de qué manera deberá realizarse la celebración. En este apartado nos enfocamos en lo que las personas asocian con el “buen o mal gusto” de la quinceañera, y se manifiesta en la elección del vestido y los “recuerditos”.
Bourdieu menciona que para que puedan existir los gustos es necesario que hayan bienes u objetos clasados; es decir, categorías específicas de buen y mal gusto, vulgares o refinados. Los gustos, afirma el autor, son “el conjunto de prácticas y propiedades de una persona o de un grupo, son el producto de un encuentro (de una armonía preestablecida) entre bienes y un gusto”.31 Uno de los aspectos más importantes que justifican los gustos es la clase social, de ahí deriva que algunos grupos sociales consideren “legítimos” algunos bienes e “ilegítimos” otros, es decir bienes con clase y sin clase.
El buen gusto del vestido
La madre de una de las jovencitas, al comentar sobre los preparativos de la fiesta, mencionaba que iban lentos porque su hija no estaba muy decidida: “ya la veo más interesada, ya eligió su vestido en una de esas revistas de quinceañera […] lo que tengo que ver, es a la costurera para que se lo haga a la de ya, que no ves que ya está muy metido el tiempo […] además ella quiere que sea pintado, bueno así fue el de su hermana”.
Una de las primeras elecciones en torno a la celebración es seleccionar el vestido que usará la quinceañera; esta decisión preferentemente es hecha por la hija (los padres, en especial la madre si acaso, opinan pero no determinan el vestuario a utilizar). La mayoría de las jóvenes comentaban que ellas querían que su vestido fuera original y diferente al de otras quinceañera; al respecto Griselda señalaba: “mi vestido fue de color gris metálico, nunca he visto uno así, bueno hasta ahora; mi ramo era de novia, lo elegí de una tienda de novias, estaba muy bonito, grande; sólo le agregué unas flores de color gris para que fuera de acuerdo con el color del vestido, a mí me encantó como quedó”.
La madre de una quinceañera, comentaba fascinada sobre el vestido de una de sus hijas que ya había celebrado sus XV años: “El de mi hija fue blanco con negro, pero fue pintado; al principio sus tíos pusieron el grito en el cielo; le dijeron —cómo qué blanco con negro, los vestidos de las quinceañeras deben de ser alegres, con colores vivos—, ella no hizo caso y me dijo —mamá yo quiero mi vestido en ese color—. Vieras que bonito quedó, además yo tampoco había visto uno de ese color, pero qué bueno que quedó bien, sus tíos quedaron fascinados”.
Por otra parte, cuando se mostraban fotos de quinceañeras debutantes a otras jovencitas,32 los comentarios no se hacían esperar: “que bonitos están sus vestidos”; “se ve que tienen dinero, esos vestidos no cuestan baratos”; “me encanta ese vestido, nunca había visto uno de esa manera, ni parece de quinceañera”.
En suma, se puede argumentar que existe una lógica en la elección del vestido, pero se busca la “diferencia” dentro de algo que aparentemente es igual para todas. Dado que el vestido, presenta por lo general un modelo estándar (entallado a la cintura, escotado, sin mangas, largo, con pliegues de la cintura para abajo), se busca que sea diferente para así distinguirse de las demás; y no sólo eso, de lo que se trata también es de poseer algo que denote estatus. Lo anterior se da en el momento que se escoge “algo que no se haya visto”, a través de la calidad del vestido, su forma, color, diseño, lugar de compra, etcétera, elementos que generan ciertos gustos de clase; de no ser así se critica al vestido y en especial a la quinceañera, a quien se le considera vulgar.
A partir de la imitación de los vestidos que presentan las revistas, de la elección de un color no tan usual, e incluso el costo, se establecen los marcadores de la diferencia. Se espera que los invitados evalúen toda la puesta en escena, pero sobre todo el vestido; como mencionaba una de las madres de familia: “hay que dejar que la gente hable, por eso hay que darle algo para que hable”; éste es el fin último que busca la joven y su familia, que los invitados hablen correctamente de lo que se presentó. Realmente lo que se pone en evidencia es el estatus simbólico de la familia, es decir, ser diferentes ante los demás miembros dentro de su grupo socioeconómico. De lo que se trata es de invertir o remarcar a través de los elementos que componen el ritual festivo, su estatus y posición social dentro del colectivo: mostrar más de lo que se tiene, demostrarlo a través del derroche excesivo y de la impecabilidad del evento. Se trata de una búsqueda de reconocimiento por parte del grupo y de ascender en la posición social, aunque sea de manera efímera y simbólica.
El buen uso de los “recuerditos”
Otro elemento importante que deben elegir, en este caso madres e hijas, son los llamados “recuerditos”, ya que se espera ingenio y dedicación para la elaboración de los mismos.33 Algo que muchas veces se da por sentado son los floreros y servilleteros, pero requieren presencia física que denote nuevamente diferencia; en consecuencia, deberán decorarse o confeccionarse de acuerdo con los gustos de la familia para tratar de hacerlos únicos y especiales, diferentes a los usados en las demás fiestas. Una madre de familia comenta: “nosotras aprovechamos que su papá trabaja en una maderería, así que le pedimos que nos consiguiera unos tronquitos para hacer los servilleteros […], pues así lo hizo, nos trajo madera de la buena, nosotras nos encargamos de barnizarlos y ponerles el vidrio, a toda la gente le gustó”.
De igual forma, una de las quinceañeras señalaba que ella había dado unas muñecas Barbie ataviadas con vestidos de quinceañeras y del color que ella había elegido: “yo decidí dar unas muñecas, yo misma las hice, me gustó mucho porque nunca había visto que entregaran muñecas”.
Lo lógica social es la misma que la del vestido, demostrar diferencia y que la gente hable, una entrevistada comentaba al respecto sobre un recuerdito que vio: “la otra vez dieron en unos XV años unas muñecas de porcelana bien bonitas, así como las que venden en las tiendas […], grandes con sus vestiditos, a mí me gustaron mucho […] no creo que sean baratas, se veían costosas […] te digo estaban grandes y bien bonitas”.
Actualmente los recuerditos empiezan a asociarse con la utilidad de los mismos; sin embargo, no pierden la originalidad que esperan tener: “mi mamá dijo —vamos a dar algo que sirva, que sea útil, no cosas que después la gente tire a la basura—, así que dimos unos joyeritos de madera, muy bonitos por cierto”.
En los relatos de diferentes participantes del evento los recuerditos tienen la misma finalidad que el vestido: mostrar diferencia dentro de la igualdad y que los invitados queden conformes con lo que se dio, sin perder de vista que se busca un reconocimiento por parte de los invitados. La familia pone en juego todos los medios posibles para alcanzar el objetivo, que en este caso es la distinción social al interior de su grupo.
También es necesario señalar que la gran mayoría de los relatos provienen de jovencitas de sectores medios y bajos; recordemos que en este grupo social de lo que se trata es de generar prestigio y aumentar —brevemente— su estatus social para con los demás miembros de su grupo socioeconómico. Para Da Matta, ocupar un lugar distinto al habitual, como en el caso de los sectores bajos, refiere a una inversión simbólica de papeles —de pobre a rico—, de ahí el esmerado derroche de dinero y la búsqueda de objetos, bienes o prácticas que les permitan distinguirse del resto del colectivo.
Escenificaciones corporales de género. Corporalidades e ideales de género en el festejo
En toda celebración de XV años es importante la puesta en escena del vals y el baile moderno (show). Sin embargo, para que estos bailes puedan realizarse la quinceañera debe invertir gran parte de su tiempo en los ensayos, que llevan meses de dedicación y desgaste físico. Durante los mismos se genera una diversidad de mensajes relacionados con la imagen corporal y los ideales de género de los ejecutantes, es decir, quinceañeras y chambelanes.
Por ejemplo, los discursos corporales y los movimientos de danza que propone el coreógrafo para que la quinceañera realice son de carácter eminentemente femenino. Durante el vals destacan las posturas elegantes y refinadas, movimientos más relacionados con el ballet. El coreógrafo regaña a la joven cuando no hace las cosas como él desea; por ejemplo se escuchan frases como: “niña, pon un poco más de suavidad en tus manos”; “trata de verte plantada, elegante como si fueras a dar una pasarela”; “trata de sonreír, no pongas cara de sería o de ‘ah! me confundí'”; “lo que le importa a la gente es que tengas gracia, que te veas como toda una bailarina”. Durante el vals se erigen movimientos delicados y mayor disciplina.
En contraste, los ensayos para el show presentan movimientos más atrevidos y sensuales, incluso es válido bailar de la manera más provocativa. Algunas personas juzgan incluso demasiado atrevidos los movimientos cuando se trata de los shows; la hermana de una quinceañera mencionaba: “mi hermanita se mueve como una puta, ya la verán… ya la alzan, se abre, la tiran, la vuelven a cargar, toda una teibolera”.
La exigencia del maestro se presenta sólo en la técnica de los pasos, pues aquí —en contrapartida con lo que sucede con la práctica del vals— tanto las chicas como los maestros ponen mayor entusiasmo; al respecto una joven mencionaba: “ya estoy harta del vals… mejor vamos a ensayar el show, el vals ya me lo sé de memoria y es aburrido”. Durante los ensayos del show las frases del coreógrafo suelen ser más agresivas y fuertes, ya que se pone énfasis en la sensualidad de la joven: “muévete más, más sexy”; “te tienes que ver como Britney, más atrevida”, e incluso los coreógrafos son los que más se desviven por este tipo de bailes, como señalaba un maestro: “es más difícil poner un show, porque requieres de más pasos y más movimientos, es cansado pero es más divertido que un vals […]”.
Como puede verse, es posible encontrar patrones distintos en cada baile; en el vals se pone el acento en la feminidad, entendida como delicadeza, elegancia, “porte distinguido” aun cuando la chica no pertenezca a un sector económico alto, se resalta el ser una dama. El deber ser de mujer que aquí se exalta se relaciona con la vanidad, la dulzura, los buenos modales y el apego a la tradición del baile. Lo contrario del show, donde de lo que se trata es de romper con la seriedad de la dama del vals y dar rienda suelta al atrevimiento de toda mujer joven: la explosión, el reventón, la sensualidad, son los elementos a destacar. Se resalta a la mujer pero en cuanto símbolo que denota juventud, belleza, sensualidad, dinamismo, apertura a lo nuevo. Estas idealizaciones de feminidad propias de las mujeres de Occidente son reforzadas durante las fiestas de XV años mediante el baile, la música, los vestuarios y las palabras. Lo que Octavio Paz reconoce como un dualismo ideológico-cultural de la mujer en la sociedad mexicana: se es virgen, es decir, recatada, moral, buena: idealizaciones que el mexicano(a) hace de la mujer, debido al apego cultural a la Virgen, en especial a la de Guadalupe. O se es puta, es decir, la que siempre sale “chingada” y la que representa “los deseos más bajos”. “Se trata de dos figuras pasivas. Guadalupe es la receptividad pura y los beneficios que produce son del mismo orden: consuela, serena, aquieta, enjuga las lágrimas, calma las pasiones. La chingada es aún más pasiva. Su pasividad es abyecta: no ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo”.34
Por otra parte, los chambelanes son un caso excepcional, primero por la dificultad que muchas jóvenes tuvieron para encontrarlos, lo cual se debe al hecho de que al aceptar participar en un baile serán objeto de presiones sociales, pues algunas personas consideran que ser bailarín les quita ‘masculinidad’, e incluso serán objeto de burlas por el resto de los muchachos. Sin embargo, a los chicos que aceptan ser chambelanes se les exige (al menos durante el vals) demostrar atributos propiamente masculinos-elitistas: ser caballerosos, educados y respetuosos, con elegancia y porte, con movimientos firmes y fuertes.
De manera similar sucede en el caso de los bailes modernos, a pesar de involucrar pasos más sensuales y con mucho más movimiento corporal, el varón debe verse como hombre —en el sentido dominante del término masculino—. Todo paso que ejecute debe estar masculinizado, debe excluir movimientos delicados y exaltar la fuerza; proyectar una imagen corporal de un ser capaz de sostener, impulsar y levantar a la mujer. Cualquier movimiento o gesto suyo que evoque imágenes femeninas será reprimido e inmediatamente es regañado por el coreógrafo, de quien recibe una llamada de atención: “así no, con fuerza, eso está bien para ella, pero tus movimientos no”.
Podemos apreciar, de manera general, que los ensayos sirven para dotar al cuerpo de significados genéricos, es decir, se introyectan conductas claramente asociadas a la feminidad o masculinidad, en especial a la primera, quien requiere de mayor exigencia porque es la figura principal en el ritual; se aprende no sólo a ser mujer sino un tipo de mujer que muchas veces escapa de su realidad inmediata, al idealizar la feminidad con cánones puramente elitistas. Además, se presentan contradicciones que pueden convivir sin mayor crítica durante el ritual, pero que en la vida cotidiana se manejan como excluyentes u opuestos, es decir, la dama y el deber ser de la mujer buena que representa el vals y la mujer, atrevida, provocativa, e incluso puta, que representa el show.
Los chambelanes, por su parte, son cargados de significados masculinos que refuerzan la virilidad y la fuerza del macho mexicano, aunque de igual manera el galán caballeroso que presenta el vals no siempre responde a su realidad; el baile moderno presenta la misma forma con pasos más sensuales y dinámicos, mas a pesar de ello el chambelán no debe perder lo masculino, e incluso se reprime a muchos chambelanes homosexuales por bailar ‘más femenino que las mujeres’; al respecto un maestro susurraba: “estos chambelanes son más mujeres que la quinceañera”.
Cabe destacar que si bien la función de los chambelanes pasa a ser secundaria, no por ello es menos importante, en tanto que son quienes refuerzan el deber ser femenino de la quinceañera; es decir, ellos son los que la acompañan en todo momento, aunque desde un segundo plano. Aquí se presenta otra inversión con respecto a la vida social ordinaria: incluso en nuestros días el hombre suele ocupar los papeles dominantes, ya sea como padre, esposo, novio, jefe, dirigente; sin embargo, en este ritual particular dicho papel dominante corresponde a la joven. Al invertir las posiciones dominante/subordinado se muestran maneras alternas de ser mujer y hombre, de ser femenino y masculino. Paradójicamente, esto se hace a la vez que se refuerzan por otros medios, la idea del deber ser de la mujer como persona sumisa, que deberá seguir la guía y camino trazado por otros.
Consideraciones finales
A lo largo de este trabajo se hace un recorrido por las diferentes posturas que se han encargado del estudio de los rituales, enfatizando los festivos como procesos simbólicos. De acuerdo con ello, el simbolismo del ritual habla de la realidad social y cultural de los sujetos que participan en el acontecimiento, y refiere al contexto inmediato del que proviene o se origina el ritual, es decir, la vida ordinaria.
Sin embargo, el ritual no se muestra de manera idéntica a la vida cotidiana; por el contrario, suele jugar con los elementos de ella al ensamblarlos de forma diferente a la habitual. De esta manera, la “realidad” a la que hace alusión el ritual muchas veces parece contradecir lo que cotidianamente se muestra como el orden social preestablecido.
En suma, los rituales festivos, como en el caso de las fiestas de XV años, son representaciones transformadas de la realidad social; los mensajes que simbolizan suelen llamar la atención sobre ciertos aspectos presentes en la vida ordinaria de los grupos sociales y, por lo tanto, los significados que despliegan las fiestas están asociados a unos cuantos elementos y no a toda la realidad social cotidiana. El simbolismo del festejo a través de los mensajes puede reforzar, invertir o neutralizar la realidad escenificada. A lo largo de este trabajo hemos expuesto que entre los múltiples mensajes de esta celebración destacan aquellos relacionados con el prestigio, el cuerpo y el género.
Se pudo apreciar cómo ciertos elementos triviales (recuerditos, vestido e incluso el montaje escénico del festejo) se transforman en símbolos que implican estatus. Tener todos los elementos acordes al “ideal festivo”, que por lo general proviene de otros contextos socioeconómicos, son la guía a seguir que proporcionará un mayor reconocimiento por parte de los invitados, ya que son ellos quienes evalúan el acontecimiento ritual y le otorgan “distinción social” a la familia, si es que ésta logra la perfección del evento. Debido a lo anterior, se puede concluir que en dicha festividad se trata de mostrar más de lo que se tiene, aunque sea al interior del grupo social de pertenencia. Por otro lado, también se demostró cómo durante los ensayos previos a la fiesta social se escenifican comportamientos y actitudes que refuerzan, en las quinceañeras y chambelanes, las normatividades y estereotipos de género impuestos por el sistema binario y patriarcal imperante en nuestras sociedades.
Las fiestas de XV años celebradas en sectores populares de la ciudad de Tizimín han incorporado elementos de prestigio y distinción social en tanto buscan acercarse a la urbanización y modernidad que perciben en las clases altas, lo anterior como consecuencia de la contradictoria realidad social en que viven estas familias. Nieto Calleja, en su estudio de las fiestas de XV años en la ciudad de México, menciona que “tal ritual representa una manera de resolver simbólicamente la desigualdad presente”.35
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Bibliografía web:
http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/yucatan/municipios/31096a.htm [consultado el 12 de diciembre de 2006].
Citas
- La ciudad de Tizimín se encuentra en el noreste del estado de Yucatán; posee la mayor extensión territorial, representando 11 por ciento del territorio yucateco. Ocupa el segundo lugar en la entidad en cuanto al número de habitantes (sólo superado por Mérida). La cabecera municipal de Tizimín concentra el 60 por ciento del total de habitantes del municipio, esto es, la mayor parte de la población, poco más de cuarenta mil personas [http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/yucatan/municipios/31096a.htm]. [↩]
- Palabra de uso coloquial que se emplea para hacer referencia a ver la televisión en compañía de sus familiares. [↩]
- Guadalupe Reyes Domínguez, “Las fiestas vistas desde la antropología”, en Temas antropológicos, vol. 21, núm. 2, septiembre, 1999, pp. 176-179. [↩]
- Héctor Zarauz López, México: fiestas cívicas, familiares, laborales y nuevos festejos, 2000. [↩]
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- Max Gluckman, “El análisis de una situación social en Zululandia moderna”, en Bricolage, núm. 1, 2003, pp. 38-39. [↩]
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- Guadalupe Reyes Domínguez, Carnaval en Mérida. Fiesta, espectáculo y ritual, 2003. [↩]
- Roberto Da Matta, Carnavales, malandros y héroes. Hacia una sociología del dilema brasileño, 2002. [↩]
- Sobre este punto, Millán argumenta que el ritual “es un proceso de comunicación, su organización debe basarse en un código, y el conjunto de los actos rituales debe de articularse según la lógica de las unidades básicas del código […] el rito aparece como una categorización no verbal de la realidad, destinado a almacenar y transmitir informaciones complejas, relativas tanto al ámbito natural como a las nociones sociales que regulan las relaciones entre los individuos”; Saúl Millán, “El poder como lenguaje ritual: prácticas ceremoniales entre huaves y chontales de Oaxaca”, en Jesús Jáuregui, María Olavarría y Víctor Frano Pellotier (coords.), Cultura y comunicación. Edmund Leach. In memorian, 1996, p. 234. [↩]
- Rodrigo Díaz Cruz, “De los rituales extirpables a los rituales como actos de resistencia. Rituales indígenas a fines del milenio”, en Guillermo de la Peña y Luis Vázquez León (coords.), La antropología sociocultural en el México del milenio. Búsquedas, encuentros y transiciones, 2002, p. 243; Guadalupe Reyes D., op cit., 2003, p. 24. [↩]
- Edmund Leach, Cultura y comunicación. La lógica de la conexión de los símbolos, 1993, p. 2. [↩]
- Enrique Gil Calvo, Estado de fiesta, 1991, p. 39. [↩]
- Edmund Leach, op. cit., p. 14. [↩]
- Enrique Gil Calvo, op. cit., p. 37. [↩]
- Victor Turner, La selva de los símbolos, 1999, p. 24. [↩]
- Guadalupe Reyes Domínguez, op. cit., 2003, p. 23. [↩]
- Enrique Gil Calvo, op. cit., p. 39. [↩]
- Victor Turner, op. cit., p. 23. [↩]
- Roberto Da Matta, op. cit., p. 87. [↩]
- Por lo general, las fiestas de XV años se realizan los fines de semana; es claro que la elección no es arbitraria porque estos días se consideran de descanso, relajación y diversión, son la descarga emocional después de una semana rutinaria. Además, se espera que al ser un momento relativamente corto de “libertad”, los sujetos pueden disponer de tiempo y decidirán de manera no obligatoria acudir al festejo, sin pretexto alguno. La mayoría de las fiestas se realizan los viernes o sábados. [↩]
- Roberto Da Matta, op. cit., p. 87. [↩]
- Ibidem, p. 89. [↩]
- Ibidem, p. 90. [↩]
- Ibidem, pp. 92-93. [↩]
- Pierre Bourdieu, La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, 2003, p. 162. [↩]
- Cada año se celebra en Tizimín una cena baile, conocida como baile de debutantes, donde los grandes ganaderos, importantes comerciantes o destacados profesionales de la ciudad “presentan en sociedad” a aquellas de sus hijas que en el transcurso del año cumplirán quince años. Bailes semejantes se realizan en otras ciudades yucatecas, incluida la capital del estado; los bailes son exclusivos de la elite, aunque la edad de las debutantes pueda variar: en algunas ciudades se festeja a las chicas al cumplir quince años, en otras hasta tener 18. [↩]
- Por “recuerditos” nos referimos a todos los accesorios creados para la ceremonia, como son floreros, servilleteros, copas, entre otras cosas; así como a los objetos que la familia entrega al final del evento a los invitados, los cuales pueden variar según los gustos de la familia. [↩]
- Octavio Paz, El laberinto de la soledad, 2005, p. 94. [↩]
- Raúl Nieto Calleja, “Ritualidad secular, prácticas populares y videocultura en la ciudad de México”, en Alteridades, año 11, núm. 22, 2001, p. 53. [↩]