Fortificaciones costeras del Virreinato del Perú

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El presente artículo trata sobre el importante papel que jugó el virreinato del Perú en la conservación, por parte de la Corona española, de las riquezas y los territorios que ésta poseía en las costas del Pacífico sur de América.

Esa importancia se basaba en el supuesto de que si alguna potencia europea quisiera apoderarse de los dominios de España en el Nuevo Mundo, al cruzar el Estrecho de Magallanes, paso natural y lógico, tendría acceso a las costas del Pacífico sur para montar una colonia desde la cual podría organizar campañas por las costas occidentales del continente y así apoderarse de sus riquezas.

Para salvaguardar esta ruta y las costas del Pacífico, la Corona instaló un conjunto de fortalezas para proteger los puertos y accesos que llevan a las riquezas. Estas fortificaciones, de diferentes tamaños e importancia, tienen su propia historia y esto es lo que se busca presentar aquí.

De entrada, en este trabajo se esboza la importancia estratégica del océano Pacífico y de las colonias españolas en sus costas; luego se describe cada una de las fortificaciones y se muestra el papel que jugaban en los sistemas fortificados en que estaban insertas. Éstos se extendían desde Chiloé por el sur, pasando por Valdivia, Concepción y Valparaíso, hasta llegar al mismo corazón del virreinato, el Callao.

En cada sección se explica cuál es la importancia del territorio y su sistema defensivo, para luego dar paso a la descripción y función de cada una de las fortalezas, siguiendo el mismo orden —de sur a norte— que debía hacer cualquier embarcación que cruzase el estrecho de Magallanes para internarse en el océano Pacífico.

Importancia estratégica del océano Pacífico

El Océano Pacífico fue descubierto por el explorador español Vasco Núñez de Balboa el 25 de diciembre de 1513, tras cruzar el istmo de Panamá. Con su descubrimiento, la Corona española comenzó a delimitar sus fronteras por oriente, con el archipiélago de Filipinas, y por occidente con la fundación de una serie de colonias costeras desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Las grandes riquezas que la Corona española extrajo del Nuevo Mundo despertaron muy pronto la envidia de las demás naciones europeas, las cuales también querían obtener una parte de lo que veían se extraía de allí.

Al no poder conseguir por la vía diplomática una participación de los beneficios que entregaban estos nuevos territorios, las coronas europeas llevaron las relaciones al campo bélico. Primero mediante la intromisión indirecta a través de la contratación del servicio de corsarios, para luego lanzar declaratorias de guerra oficiales.

Mientras los conflictos principales se desarrollaban en el golfo de México y en el Caribe, el Pacífico gozaba de una relativa tranquilidad. Los productos de oriente eran llevados a la costa de Nueva España, donde se sumaban a las riquezas propias del virreinato, para luego ser transportados por tierra hasta el golfo de México y de allí dirigirse a España. Entretanto, el virreinato del Perú se convirtió muy tempranamente en el segundo baluarte que más riqueza comenzó a entregar a la Corona, pues conjuntaba la plata de las minas del Potosí y el oro proveniente del imperio Inca. Estas riquezas se embarcaban en el puerto de Arica para luego dirigirse al puerto del Callao y desde allí a su destino final en Panamá. En ese lugar se desembarcaban los productos para ser trasladados por tierra hasta Portobelo, donde eran reembarcados para su viaje final a España.1

El constante hostigamiento de los enemigos europeos forzó a la Corona española a tomar medidas para proteger sus dominios y recursos. La instalación de fortificaciones militares en los principales puertos y lugares de extracción de las riquezas, junto con la formación de convoyes de escolta llamados “galeones” y “flotas”, permitiría proteger las cargas hasta su arribo al puerto de Sevilla.

Chile

Ya en el siglo XVI resultaba claro que las tierras ubicadas al norte de la desembocadura del Estrecho de Magallanes eran claves para la protección del virreinato del Perú. Este territorio está constituido por una multitud de archipiélagos, islas y había potenciales puertos libres para su ocupación en todo el territorio continental. A todo este territorio se lo consideraba “llave del Pacífico y antemural del Perú”,2 ya que cualquier empresa para conquistar el Perú pasaba necesariamente por tomar el control de los territorios, y en especial los puertos del reino de Chile.

Mucha documentación de los siglos XVI y XVIII señala la importancia estratégica de resguardar el dominio de estas tierras, confirmando esta necesidad las incursiones de piratas y corsarios durante el siglo xvi, como los ataques realizados por Francis Drake (1578), y más adelante los de Cavendish, en 1587 y 1592; Merrick y Chidley, en 1590; Hawkins, en 1593 —todos ingleses. En 1599-1600 “Jacques Mahu y Simón Baltasar de Cordes, con cinco navíos dan harto quehacer ocupando temporalmente el último Chiloé”.3

Todas esas incursiones preocupan muchísimo a los virreyes del Perú, al punto de convencer a la Corona española de la importancia de destinar fondos para la construcción de fortificaciones en los principales puertos. Además, solicitaron crear la Flota del Mar del Sur para proteger las colonias, pero sobre todo a las naves que transportaban las riquezas. Es así que su “misión normal fue las más de las veces proteger el transporte del tesoro desde Arica al Callao y de allí a Panamá”.4 En resumen, más de 35 expediciones en 170 años demuestran que estas tierras se convirtieron en un objetivo estratégico para el Imperio español y una pieza clave para la supervivencia del mismo.

Como las costas y las bahías de los puertos son muy irregulares, fue necesario pensar no en una gran fortificación, como en el caso del Caribe o del Callao, sino en un complejo sistema fortificado para cada puerto. Por esta razón se construyeron algunos fuertes, pero sobre todo una serie de baterías que cruzando sus fuegos podrían abarcar una mayor área de las bahías, impidiendo de esta forma el ingreso de cualquier embarcación enemiga.

Sistema defensivo de Chiloé

El primer sistema fortificado con el que se encontraría una flota enemiga sería el de Chiloé. Chiloé es un archipiélago de 40 islas, siendo la isla Grande de Chiloé la de mayor tamaño, con cerca de 8 394 km2. En tiempos de la Colonia su jurisdicción territorial se extendía hasta Cabo de Hornos, lo cual obligaba a sus autoridades a enviar viajes de reconocimiento para verificar que no existiesen supuestos establecimientos enemigos en alguna de las islas o del territorio hasta Tierra del Fuego. Lamentablemente para sus habitantes, la prolongada y desgastante guerra de Arauco contra los mapuches había dejado postergado y casi en abandono el archipiélago.

Las incursiones inglesas, con las expediciones de Lord Anson y la publicación de sus diarios “al ponderar su valor estratégico y su indefensión”,5 o la ocupación temporal de alguna isla solitaria por alguna expedición enemiga, terminaron por convencer a las autoridades administrativas de que era necesario revalorar esa zona. Por tal razón, la primera medida adoptada fue la de traspasar los territorios de la jurisdicción de la Capitanía de Chile a la administración directa del virreinato del Perú. Con esto, el poder y prestigio del gobernador de Chiloé se elevó bastante. Desde ese momento, los gobernadores de Chiloé intentaron que el virreinato del Perú les diera una mayor valoración incluso sobre el puerto de Valdivia, hasta llegar al extremo de solicitar convertirse en capitanía, como la de Chile.

Lo cierto es que el poder administrativo se dio cuenta de que la defensa de las tierras australes no podría ser real si la protección de esos territorios quedaba en manos de sólo una de esas plazas. Por ello optó por potenciar a ambas, para que pudieran auxiliarse y defender las tierras de la Corona en forma coordinada. Para hacer esto realidad se extendió el Camino Real que unía Concepción con Valdivia hasta el seno de Reloncaví, frente a la Isla Grande de Chiloé. Se refundó la ciudad de Osorno, la que resultó estratégica, ya que se convirtió en un punto de abastecimiento a medio camino entre ambas plazas.

Tomada esta decisión, se comenzó a planificar su fortificación, mas no sin antes encontrarse con dos grandes problemas que complicarían el levantamiento de las fortalezas: “las rigurosas condiciones del clima insular, al igual que la endémica pobreza del territorio”.6 El primero de ellos tenía relación con el clima inhóspito en esa latitud, ya que caían un poco más de 2000 mm de agua al año. El segundo era la pobreza existente, producto de largas décadas de abandono. La suma de ambos problemas desembocó en que todos los primeros intentos de levantar las construcciones fallaran al poco tiempo, ya que se desmoronaban por el exceso de lluvia y viento, además de que no se podían reparar por la pobreza existente, la escasa mano de obra y el poco interés de los ingenieros designados para permanecer en el lugar.

El sistema defensivo estaba organizado en tres frentes, los cuales debían actuar en etapas sucesivas y coordinadas. El primero se encargaba de defender el puerto de San Carlos (hoy Ancud), para lo cual se rodeó el ingreso a esa bahía con baterías y puestos de vigilancia en la isla de Chiloé y en el territorio continental, frente a la isla. La segunda defensa estaba en el canal de Chacao, puerta al golfo de Ancud, mientras la tercera defensa, la más débil, protegía la ciudad de Castro.

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Fuerte Real de San Carlos

Esta fortificación estaba localizada en Punta de Tique, al noroeste de la ciudad de Ancud. Su construcción se habría realizado entre 1767 y 1768, siendo proyectada por Carlos de Beranguer por real orden. “Se trata de una fortificación regular de planta cuadrada, con la cortina que da al mar quebrada en un ángulo saliente. Con cuatro baluartes iguales está rodeada de foso con sus correspondientes escarpa y contraescarpa, caminos cubiertos y glacis”.7 Su principal misión era defender la ciudad de San Carlos de Chiloé y proteger las rutas de comercio desde y hacia España. Fue declarada Monumento Nacional en la categoría Monumentos Históricos Inmuebles por decreto Supremo D. 16 del 27 de enero de 2009.

Castillo San Miguel de Agüí

Está ubicado en la península de Lacuy, frente a las costas de la actual ciudad de Ancud. Se considera uno de los últimos bastiones españoles de América del Sur. Fue construido entre 1776 y 1779, a partir de los planos del ingeniero español Miguel de Zorrilla. Su construcción de piedra cancagua contaba con doce cañones, una dotación de alrededor de 300 hombres y una lancha cañonera.

Era la “verdadera llave del puerto y consecuentemente de todo el sistema”.8 Su misión era la defensa de la ciudad de San Carlos de Chiloé, además de proteger el ingreso al canal de Chacao y a las embarcaciones que atravesaban desde el continente hacia la isla de Chiloé.

Entró en acción en 1820, durante la guerra de independencia de Chile. El castillo fue asediado por primera vez ese año por el ejército chileno, y en 1824 se lo volvió a asediar, pero en ambos casos los ataques fueron rechazados por la fortaleza. Sólo fue tomado en la campaña de 1826 por las fuerzas patriotas dirigidas por Lord Alexander Cochrane. Fue declarado Monumento Nacional en virtud del D. S. 127 del 29 de abril de 1991.

Fuerte San Antonio de Chacao

Fue construido en 1567 por el primer gobernador de Chiloé, Martín Ruiz de Gamboa. Se construyó de fajina, madera y piedra. Pero después de varias modificaciones, en 1742 se fortaleció con una muralla de cuatro metros de ancho y cuatro baluartes, varios edificios en su interior y cuatro piezas de artillería. Su finalidad era la protección externa del archipiélago. Desde ese emplazamiento se tenía una perspectiva completa de la entrada al canal de Chacao y podía cruzar fuego con las baterías de Remolinos y La Poza. Del inmueble hoy sólo se conserva una explanada. No está protegido por la Ley de Monumentos Nacionales.

Fuerte Santiago Apóstol

Esta fortaleza fue construida en 1775, como defensa interior o provisoria en el centro mismo de la ciudad de Castro. Se edificó con traza regular y de madera; contemplaba pequeños baluartes y seis piezas de artillería. Su objetivo era defender el interior del archipiélago.

Otras fortificaciones menores

El primer frente defensivo se dirigía desde el fuerte San Carlos. Éste era alertado por el puesto de vigilancia de Carelmapu, en el lado norte del canal de Chacao, por medio de un disparo o señales de humo.9 El sistema se activaba de inmediato y coordinaba los ataques entre cada una de las baterías con el Fuerte Real y el Castillo de Agüi. El orden en que estas fortificaciones enfrentaban al enemigo estaba dado por el ingreso al puerto desde el Pacífico: puesto de vigía de Carelmapu (continente), batería Corona, que iniciaba la defensa; castillo de Agüi, batería Chaicura, batería Baracura, batería de Campo Santo, batería de San Antonio, fuerte Real, batería Punta Teque, batería El Muelle y batería de Poquillihue.

El segundo frente defendía el ingreso al canal de Chacao. Este paso era muy importante, ya que a través de él se accedía al golfo de Ancud y, por ende, a la ciudad de Castro, su capital. El puesto de vigía de San Gallán10 alertaba a las baterías ubicadas a ambos lados del canal; por el sur, las baterías de la isla Grande de Chiloé y por el lado norte, en tierra continental, por otro grupo de baterías que no sólo debían defender el paso por el Canal, sino además tenían que hacer frente a los huilliches, enemigos internos que hostigaban con frecuencia estos puestos militares. La distribución de las baterías, siguiendo el orden de ingreso al canal, era el siguiente: por el lado sur del canal (isla Grande) primero abrían fuego la batería de Remolinos, seguía la batería de Pampa de lobos y la batería de Chacao. Por el lado norte (continente) abrían fuego primero la batería Carelmapu, la batería de Coronel (frente a la de Chacao) y el fuerte de San Miguel de Calbuco en la isla del mismo nombre, entre el canal y el seno de Reloncaví.

Por último, el tercer frente lo conducía la ciudad de Castro, la cual poseía vigías en dos puntos hacia el Pacífico, que alertaban al Fuerte de Santiago o Fuerte de Castro, “de buena disposición con sus baluartes y planchadas para la artillería”11 en la misma ciudad. Desde allí se realizaba un disparo que alertaba a toda la provincia, movilizando a las tropas acantonadas. Este fuerte era en realidad una pequeña fortaleza que nunca cumplió con su objetivo defensivo por ser de campaña, estar construido sólo de tierra y madera y encontrarse la mayor parte del tiempo deteriorada. La ciudad también contó con la batería de Tauco, “en la margen sur del estero de Castro”,12 también deteriorada y prácticamente inútil por no complementarse con ninguna otra cercana. Se menciona en los textos que habría existido un pequeño fuerte en las cercanías de Quinchao, pero no debe haber tenido mucha importancia al no existir más datos sobre él.

En resumen, el sistema defensivo de Chiloé era percibido como importante, pero en la práctica sus defensas, escasas y mal ubicadas o en mal estado, eran un reflejo del abandono en que se encontraba el archipiélago por parte de la Corona.

Hoy en da la mayor parte de las baterías ha desaparecido, y las que se conservan son destino para los turistas que recorren Ancud y el canal de Chacao. El estado de conservación de esas fortalezas es lamentable, razón por la cual en 2013 el gobierno de Chile inició los estudios y trabajos para rescatar y restaurar ese patrimonio.

Sistema defensivo de Valdivia

La autoridad española en Chile tuvo que lidiar con un frente interno, el enemigo “doméstico”,13 constituido por los naturales del país que defendían sus tierras y su cultura. Eso obligó a la Corona a construir una serie de defensas contra sus enemigos, improvisadas y precarias al principio, mejor diseñadas después.

El enemigo interno estaba constituido por los mapuches, que se extendían desde el Itata hasta el Toltén, y más allá; por los huilliches, al sur de aquéllos; por los pehuenches hacia la cordillera; y más al sur por los cuncos, asentados entre el río Bueno y el canal de Chacao.

Pero la Corona también tenía un enemigo externo, constituido por piratas y corsarios al servicio de Inglaterra, Holanda y otros países, interesados no sólo en arrebatarle la riqueza obtenida en América, sino también en romper el monopolio comercial que los excluía.

La destrucción de la ciudad de Valdivia en 1599 —apenas fundada en 1552—, como resultado del gran alzamiento general indígena en que además cayeron otras seis ciudades españolas, representó un fuerte revés para España pero no constituyó una real amenaza a su poderío; de hecho la ciudad fue abandonada y aun cuando no faltaron los intentos por repoblarla, trascurrirían más de cuarenta años para que tal propósito se hiciera efectivo.

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Sólo hasta 1643, y debido a la ocupación temporal de los holandeses a las órdenes de Hendrick Brouwer —“a commander of a fleet of ships and he was the Opperhoofd (Governor) of the Dutch post in Deschima/Japan”14 y “the leadership of the expedition”—,15 la Corona comprendió que era necesario enfrentar una verdadera amenaza, por lo que decidió refundar y fortificar la ciudad. Lo anterior se realizó dos años después por orden del virrey del Perú, Pedro de Toledo y Leiva, primer marqués de Mancera. La ejecución del proyecto correspondió a su hijo, Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar.

Situada en un lugar estratégico dentro del contexto de la guerra interna, por constituir el centro de poblamiento continental en el extremo sur del país, y dotada de una envidiable bahía con un puerto que Francisco Ponce de León —en su Descripción del Reino de Chile— señala como “el mejor y más fuerte que yo he visto ni hay en América”,16 Valdivia era clave para evitar el desembarco y asentamiento de población y tropas enemigas, las cuales desde ahí podrían controlar todo el tráfico proveniente del sur y con destino al Callao.

Eso también les daría vía libre hacia los territorios situados más al norte, en especial Nueva Granada y Nueva España. Este último propósito fue el que en definitiva prevaleció en la monarquía española, por ello no resulta extraño que sus planes defensivos concernientes a Chile estuvieran enfocados, en primer término, hacia su política internacional. De allí que Valdivia fuera conocida como la “llave del Mar del Sur” y el “antemural del Pacífico”,17 y que hubiera consenso en que su caída significaría la caída del Perú y, a la larga —aunque suene exagerado—, del imperio español, dado que sería el primer objetivo de cualquier plan enemigo que pretendiese amenazar el dominio español y sus fuentes de riqueza en el reino de Chile y el virreinato peruano.

Sin embargo, nunca hubo suficiente dinero ni tropas para mantener las fortificaciones de Chile y del resto de América en buen estado permanente, de modo que las sucesivas reparaciones y modernizaciones efectuadas a las fortificaciones de la bahía para enfrentarse al enemigo externo respondían en rigor a la reacción de la Corona frente a los planes de ataque y ocupación de Valdivia por parte de los ingleses, holandeses y franceses, planes conocidos oportunamente por España.18

Este sistema defensivo, junto con las fortalezas del Real Felipe del Callao y San Diego de Acapulco, constituyó en los hechos el eje defensivo español en el océano Pacífico.

Dicho de otra forma, la construcción de las fortificaciones portuarias de Valdivia obedeció a un objetivo estratégico clarísimo de España: impedir el paso al enemigo externo, ansioso de apoderarse de los virreinatos del Perú y de Nueva España, que se habían constituido en las dos más importantes fuentes de riqueza para la Corona española.

Emplazamiento

Ciertamente, el carácter tan irregular y poco accesible de la geografía del estuario obligó a ingenieros, constructores y maestros de obra a multiplicar fuertes y baterías ante la imposibilidad de concentrar la defensa en una o dos fortificaciones poderosas, como la del Real Felipe del Callao, San Juan de Ulúa en Veracruz o la Real Fuerza de La Habana.

Se podrá ver que, de hecho, todas las defensas son costeras o de ribera, razón que explica la preocupación preponderante por el frente marítimo o fluvial de las mismas. La geografía abrupta que llevaba a construir castillos y fuertes en promontorios naturales, y sobre todo el hecho de que aquellos defendían la entrada del puerto, el fondeadero o la bocana de algunos ríos, explicaría la escasa preocupación por construir frentes de tierra de mejor calidad en las fortalezas.

Sin embargo, al final este sistema defensivo llegó a infundir respeto y terminó por cobrar fama de inexpugnable, pues en teoría era imposible burlar la totalidad de las unidades defensivas que protegían el acceso a la Plaza de Valdivia, ya fuera desde la bahía o a través de los ríos tributarios.

El propósito disuasorio19 que se busca en primer término con toda fortificación se cumplió ampliamente, ya que entre 1645 y 1820 no hubo ataque extranjero alguno al complejo defensivo.

Sin embargo, fue precisamente el descuido del frente de tierra —ya denunciado en 1810 por una Comisión real20 para el estudio de las defensas del territorio, en razón de que muchos de los reductos y fuertes eran abiertos o mostraban una débil empalizada— los que provocaría en buena parte su pérdida, como demostró Thomas Cochrane con su desembarco en la playa de la Aguada del Inglés el 3 de febrero de 1820,21 y la subsiguiente rendición de las defensas del estuario y la Plaza de Valdivia.22

Con todo, el que no se hayan levantado debidamente las defensas de tierra —que ciertamente aparecían en los proyectos— no fue la mayor debilidad de este formidable sistema defensivo, sino que la falta de dotación militar, artillería y fondos económicos ayudó a la caída de todo el sistema.

En cuanto a su emplazamiento, las torres, baterías, reductos, fuertes y castillos que conformaron el sistema defensivo del puerto y la ciudad de Valdivia aparecen construidos en terrenos elevados, en cumplimiento del primer condicionante físico esencial al que obedecía la defensa de “un paso, o entrada” a un territorio, como es la boca de la bahía. Los cuatro castillos del puerto: Corral, Mancera, Niebla y Amargos pueden dar fe de ello, lo mismo que el fuerte de San Carlos y otras obras defensivas, en especial las de Chorocamayo.23

En zonas llanas se aprovechan las elevaciones de terreno, como ocurrió con el fuerte de Baides en la isla de Mancera o el castillo de Cruces, junto al río del mismo nombre.

Etapas de construcción de las fortificaciones en Valdivia

Fortificación de transición medieval a moderna

En Valdivia pertenece a este primer periodo el fuerte fundado en 1552 por Pedro de Valdivia, con el propósito de asegurar la nueva ciudad que lleva su nombre.

Inicio del sistema abaluartado

A este segundo periodo pertenece el fuerte de la Santísima Trinidad, de 1602, que refunda la ciudad devastada en años anteriores; también el fuerte holandés de 1643, levantado por Elías Herckmans, aun cuando de ninguno de ellos quedan rastros. A este periodo pertenecen también las fortificaciones mayores del sistema defensivo de la Plaza de Valdivia, sus cinco castillos.

Esplendor del sistema abaluartado

Durante este periodo se levantaron la mayor parte de los reductos o baterías y algunos fuertes, pero sobre todo fueron ampliados y reestructurados algunos de los más importantes castillos del puerto, como los de Corral y Niebla; por tal motivo, estos últimos también podrían adscribirse a tal periodo.

Evolución del complejo defensivo

Las reparaciones o reestructuraciones a que fueron sometidas gran parte de las fortificaciones de la bahía a lo largo de los años dan cuenta de una evolución del complejo defensivo valdiviano, en el que se pueden establecer cuatro etapas:

1645-1650, etapa fundacional de las primeras obras defensivas en el estuario, consistente en el levantamiento de cuatro baterías provisorias en Mancera, Corral, Amargos y Niebla, protegidas por fuertes fajinas a modo de muro defensivo.
1650-1655 es la etapa de construcción en los mismos emplazamientos de las defensas levantadas entre 1645 y 1650 de cuatro castillos de murallas sólidas, defendidas por fosos y por los mismos acantilados de las explanadas naturales donde fueron construidos:
1675-1680 marca la tercera etapa de perfeccionamiento de las defensas de la Plaza de Valdivia, misión que asume el maestre de campo Diego Joaquín de Martos, gobernador de la plaza.
1764-1773 constituye la cuarta y última etapa, con la llegada de Juan Garland, quien se aboca a los trabajos de mantenimiento y consolidación de las obras; entre ellas destacan el castillo de Corral como la obra militar más acabada del estuario, la más poderosa y mejor artillada, que combina un rico despliegue de recursos del arte de las fortificaciones con un seguro sentido de la arquitectura.24

Todo este sistema defensivo obedecerá a un criterio funcional fundado en las posibles rutas que tomaría el enemigo para ingresar a la bahía. El sistema estaba dividido en cuatro líneas defensivas, cada una de ellas pensada para obstruir el acceso a la ciudad de Valdivia, el botín principal.

La primera de ellas era la que defendía la entrada a la bahía tanto como el fondeadero de las incursiones de corsarios y piratas.

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En la figura 3 puede observarse la disposición de la primera línea de defensa:

Las fortificaciones costeras de segunda línea de defensa (figura 4) tenían como propósito impedir a las embarcaciones enemigas el acceso a la Plaza de Valdivia desde el mar a través de los ríos Valdivia y Tornagaleones.

El objetivo de las dos primeras líneas era evitar el ataque a la ciudad desde el mar. Había otras que bloqueaban el acceso del “enemigo interior”, los huilliches y mapuches, ubicadas en las vías de comunicación con el norte (camino de la costa hacia Concepción) y con el oriente (camino interior hacia la cordillera, a través de Quinchilca), denominadas fortificaciones del interior, que comprendían el fuerte de Antilhue, por río Calle-Calle; el fuerte de Las Ánimas, orilla norte del río Valdivia, y el castillo San Luis de Alba de Cruces, en la orilla del río Cruces que llega muy cerca de la ciudad.25

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Por último estaba la línea defensiva constituida por las defensas de la Plaza de Valdivia, que comprendía cuatro fortificaciones urbanas: la Plaza de Valdivia, la Ciudadela amurallada, la muralla de Valdivia —junto con la curva del río, esta muralla cierra un triángulo que fortifica la ciudad—, y dos torreones que protegían los dos accesos a la ciudad, El Canelo y El Barro.26

En 1820, después de la Toma de Corral (puerto de Valdivia)27 por las fuerzas republicanas, las fortificaciones fueron dejadas en desuso. Su abandono repercutió en su estado de conservación, pues comenzaron a deteriorarse rápidamente. Para evitar un mayor deterioro, por los efectos naturales y por la acción antrópica, el gobierno de Chile nombró a las fortalezas monumentos nacionales, en la categoría de Monumentos Históricos.

Entre 1953-1954 se realizaron los primeros informes técnicos para la restauración de los cuatro castillos. Veinte años después, en 1972-1973 se hicieron exploraciones, levantamientos arquitectónicos y topográficos, y un estudio general para su restauración, tarea que fue terminada a comienzos de la década siguiente.

Del total de 17 fortificaciones costeras —esto es, cuatro castillos, tres fuertes y diez baterías— hoy en día quedan construcciones o vestigios de únicamente siete: los cuatro castillos, los fuertes San Carlos y Chorcamayo, y la batería de Carbonero en Isla del Rey.

De las fortificaciones del interior sólo están las ruinas del castillo San Luis de Alba de Cruces, el cual fue reconstruido íntegramente en la década de 1970. A comienzos de esta década el castillo, construido en madera y mampostería, se derrumbó por el abandono en que lo dejaron quienes lo tenían a su cargo. En cuanto a las defensas de la ciudad, sólo se mantienen en pie los dos torreones que marcaban los antiguos accesos a la urbe.

Estado actual de los castillos

Castillo de Niebla

Posee un museo in situ cuyo edificio es la reconstrucción de los cuarteles y casa del capitán. Su uso es turístico, pero no cuenta con todos los servicios básicos para atender al flujo de visitantes. En 2013 se iniciaron las obras para reforzar los cimientos que dan al mar, debido a que podría haber un eventual derrumbe de la batería costera por la destrucción de su base provocada por el oleaje; ese mismo año también se puso en marcha un trabajo arqueológico en la mayor parte del recinto.

Castillo de Amargos

Está en abandono, por lo que no hay servicios para los visitantes. Tiene seis cañones sin cureña y sus cañoneras están bastante dañadas. Tiene el mismo problema que el castillo de Niebla, la destrucción de una parte del frente marítimo a consecuencia del oleaje. Es necesario reparar las murallas, limpiar el foso y mejorar los accesos.

Castillo de Corral

Este castillo se encuentra en mejores condiciones, pues cada año el municipio realiza una reanimación histórica que genera mucho empleo en la ciudad y altos ingresos a las arcas fiscales. Es necesario reparar las escaleras interiores, demolidas a principios del siglo pasado por la Compañía de Aceros del Pacífico para fabricar un túnel en el sector sur de la fortaleza. No tiene servicios higiénicos ni tiendas, pero resulta de fácil acceso desde el muelle.

Castillo de Mancera

Es la más bella de las fortalezas y está ubicada en la isla Mancera, al centro de la bahía de Corral. Sus edificaciones, bastante derruidas, son las más antiguas entre todos los castillos, aun cuando su diseño corresponde al siglo XVII. Se debe despejar de vegetación que crece en las laderas de las murallas que dan al frente marítimo, además de restaurar la construcción interna. No existe ningún museo ni oficina informativa, sólo una taquilla, y carece de servicios higiénicos. Cabe destacar que la comunidad, pescadores y sus familias, viven del turismo, sobre todo de visitantes que van a conocer el castillo, pues la actividad pesquera ha disminuido en la bahía durante los últimos quince años.

El esfuerzo que realiza el gobierno de Chile para restaurar las fortificaciones tiene por objetivo lograr su declaratoria de Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, y así poder proteger un elemento de la identidad de la nación, además de atraer visitantes al lugar para que puedan valorar la historia y el legado dejado en la zona.

Sistema defensivo de Concepción

La ciudad se fundó en 1550 por Pedro de Valdivia, justo donde hoy se encuentra la ciudad costera de Penco.28 Durante el primer siglo de su existencia ostentó el título de Gobernación de la Capitanía de Chile, hasta que la distinción pasó a la ciudad de Santiago. Desde su fundación ha experimentado terremotos y constantes ataques de los mapuches, por ello se mantuvo como una zona muy inestable hasta el siglo XVIII. La región era conocida como La Frontera, pues durante 300 años funcionó como zona de choque por encontrarse en el límite entre los territorios españoles y los de los mapuches, situados al otro lado del río Biobío.

En fecha temprana se construyó una fortaleza de adobe para defender la ciudad no del enemigo europeo, sino de las flechas de los mapuches, enemigo permanente. Este fuerte era muy básico y no cumplía con los lineamientos señalados por la poliorcética. Su objetivo era tan sólo detener el avance de un enemigo con armas sencillas.

Pero en 1615 la naciente ciudad fue atacada por el corsario Spielbergen, para quien el fuerte no presentó problema alguno. Ese ataque alertó a las autoridades y las llevó a edificar una fortificación más sólida, con palizada, terraplenes, cestones, fajinas, trincheras y otras defensas similares.

Fuerte de Garro o fuerte de Penco

En 1687 se funda el fuerte de Garro o fuerte de Penco (conocido como La Planchada), única fortaleza de carácter permanente en ese lugar y construida de mampostería. Su construcción fue considerada urgente, ya que el puerto se encontraba indefenso, y quizá por eso fue edificada junto a la playa.29

En 1721 fue remozada y expandida al agregarle un almacén, mientras en 1763 contaba con ocho piezas de artillería de diferentes calibres; una última reparación fue realizada en 1797.

El fuerte aún existe y fue declarado Monumento Histórico con el Decreto Supremo D.S. 803, del 26 de octubre de 1977. El municipio ha presentado en fecha reciente un proyecto para su restauración, ya que al ponerlo en valor lo quiere convertir en un elemento importante para el desarrollo turístico de la comuna.

En 1751 la ciudad fue trasladada al Valle de Rosas, para evitar que se siguiese inundando por el mar, como había ocurrido en anteriores ocasiones. En su nueva ubicación no había necesidad de fortificaciones, pues el nuevo emplazamiento se consideraba seguro.30

Castillo San Clemente

La nueva ubicación contaba con un muy buen puerto y con la profundidad necesaria, al abrigo de los vientos. Apenas instalada la ciudad se oficializa la denominación del puerto de Talcahuano como puerto de Concepción en 1764. Con ello se facilitaría la construcción de la primera fortaleza que lo protegería, el Castillo de San Clemente. Éste se ubicaba en un cerro, en la misma ensenada donde anclaban los barcos.

Fuerte de Gálvez

Para complementar el trabajo del Castillo San Clemente se construye el Fuerte Gálvez, al poniente del surgidero y en la falda del cerro. Se construyó con mampostería de cal y ladrillos. Contaba con todas las edificaciones necesarias de un fuerte y poseía 13 piezas de artillería. Desde su posición protegía toda la ensenada y el fondeadero.

Fuerte de San Agustín

Este fuerte se situaba al oriente de la bahía, en la playa. Estaba edificado de fajina y tierra, con murallas muy anchas —de más de cinco metros de espesor— y equipado con los edificios propios de un fuerte; en 1793 contaba con ocho cañones.

Del Castillo San Clemente y los fuertes San Agustín y Gálvez no quedan vestigios, pues fueron construidos con materiales ligeros; sin embargo, en 1817 la capacidad defensiva de las tres fortificaciones fue incrementada con la instalación de once baterías a lo largo de todo el istmo.31

Las fortalezas señaladas son importantes en su función, pero insignificantes en número frente a las decenas de fortines de avanzada levantados tierra adentro. Cada tantas leguas se fundaba un fuerte para apoyar el avance que se realizaba dentro de los territorios hostiles, con el fin de ganar tierras y fundar nuevas ciudades que permitieran a la Corona tener el control total de sus posesiones, sus habitantes y sus riquezas.

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Sistema defensivo de Valparaíso

La importancia de Valparaíso no descansaba en un papel estratégico de defensa del reino de Chile ni del virreinato del Perú. No podía compararse con los complejos fortificados y la importancia estratégica de Chiloé, Valdivia y Concepción, pero tenía a su favor el ser el puerto natural de Santiago. Por él circulaba el comercio de los fértiles valles del interior, lo que con el paso del tiempo comenzó a impulsar el crecimiento del puerto y de la población que lo habitaba.32

No se trataba de un puerto propiamente, ya que no reunía las condiciones para prestar refugio a las embarcaciones por estar expuesto a los vientos norte y noreste. Esto se convertía en un gran problema cuando se desataban temporales que en invierno son muy fuertes, al grade de que se perdían algunas naves.

A pesar de la desventaja, este lugar creció en importancia desde el siglo XVI gracias al aumento del flujo del comercio de frutos entre Santiago y el Perú. Este movimiento atrajo a piratas y corsarios, quienes en innumerables ocasiones atacaron el puerto para robar las cargas ahí almacenadas. Esos ataques, además del aumento de la población, llevaron a las autoridades a plantear la necesidad de fortificarlo.

El problema político que se presentó para las autoridades coloniales fue que el poblado y el puerto eran tan pequeños, y su jurisdicción tan reducida, que no alcanzaba para nombrar a su gobernador comandante de una plaza. Sólo hasta 1802 pudo recibir el título de ciudad y se le permitió tener su propio cabildo.33

Las fortificaciones

Castillo de San Antonio

La primera fortificación construida data de 1594, levantada pocos meses después del ataque perpetrado por Richard Hawkins. Esta pequeña fortaleza fue instalada en un alto, a seis metros sobre el nivel del mar, y en un lugar desde donde podía defender el fondeadero. No se hizo ninguna intervención en el lugar durante los siguientes 169 años.

Castillo de La Concepción

Fue construido en 1676 a solicitud del Cabildo de Santiago, ya que los dueños de las bodegas de frutos querían protegerlas de los enemigos europeos, en especial de los corsarios. Se aprobaron los fondos y se lo dotó de ocho cañones y un destacamento de 176 hombres. Se emplazó en el lugar que hoy ocupa el Paseo Atkinson, dominando el fondeadero. Se transformó y modernizó en 1774, pero ya a principios del siglo XIX se encontraba en muy mal estado.34

Castillo de San José

Este castillo se comenzó a construir en 1682 y tardó diez años en ser terminado. Se trató de la principal fortaleza del puerto y se dividía en dos partes: la baja estaba a casi cuatro metros sobre el nivel del mar y la superior se ubicaba sobre el actual cerro Cordillera. Hacia 1718 estaba equipado con once buenas piezas de artillería de tiro tenso y dos obuses en la parte superior. Fue remozado en 1717, pero en 1723 fue dañado seriamente por un terremoto, por lo que se encuentra en condiciones deplorables en 1774. Se le repara a comienzos del siglo XIX, pero el terremoto de 1822 termina por destruirlo completamente. Los predios son vendidos a particulares en 1840.35

Batería La Cabritería o El Barón

Esta batería fue construida en 1794 y se le dotó con diez piezas de artillería para apoyar a la ya existente; como la balística y otras técnicas “tormentarias” evolucionaban rápidamente, en las embarcaciones navales era imprescindible mejorar y desplegar las defensas de tierra para impedir el ataque marítimo. Su nombre oficial era La Cabritería, por su ubicación en el cerro con ese nombre; se la llamaba también El Barón, en homenaje al presidente de Chile y promotor de su construcción, Tomás Álvarez de Acevedo, barón de Vallenary.36

Batería El Espaldón

Se construyó en 1760 a flor de agua, al poniente de Playa Ancha, para evitar el desembarco del enemigo en esa zona costera. Se reconstruyó en 1794, al mismo tiempo en que fue construida la batería La Cabriería.

Batería o reducto del Cerro del Chivato

Construida en 1805 en el camino que unía Cruz de Reyes con el convento y Hospital de San Juan de Dios, esta batería se encontraba casi

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a nivel de agua, ya que su objetivo era defender el muelle Villaurrutia, a escasos 53 metros. Estaba dotada de seis piezas de artillería.

Fuerte de Playa Ancha

Esta pequeña fortaleza tenía planta irregular, aunque contaba con dos baluartes completos hacia tierra y medio baluarte hacia el mar. Estaba dotada con doce piezas de artillería. Fue levantada por los españoles a principios del siglo XIX, pero pocos años después fue capturada por las tropas republicanas y le cambiaron el nombre a Independencia.37

Funcionamiento. Hacia 1763 se instaló una serie de puestos de vigías en los puntos estratégicos más altos para dar aviso de velas enemigas: Curauma la Alta, Curaumilla, Centinela Alta y El Torreón. Todos ellos contaban con banderas y gallardetes para comunicarse y así prever cualquier ataque al puerto. Alertados por los vigías, los fuertes y baterías se preparaban para recibir al enemigo. A pesar de toda esta organización, el sistema no funcionó en la práctica porque no lograban cruzarse los fuegos, dejando mucho espacio libre por el que el enemigo podía introducirse sin ser dañado. Prueba de ello es que en agosto de 1805 el puerto fue sitiado durante un mes por tres fragatas y un bergantín inglés, sin resultar dañados por las fortalezas.38 Hoy en día no existen vestigios de ninguna de las fortalezas mencionadas.

Perú

Sistema defensivo del Callao

El Callao era el puerto principal del virreinato del Perú para embarcar las riquezas con dirección a España. Ésta era la causa de que el puerto fuera constantemente atacado por piratas y corsarios al servicio de las coronas de Inglaterra, Francia y Holanda, entre otras.

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Ante esta situación, el virrey Pedro Álvarez de Toledo y Leyva, primer marqués de Mancera, ordenó construir una muralla en torno a la ciudad, la cual se concluyó en 1647.39 Lamentablemente, fue destruida 99 años más tarde, en 1746, por un terremoto y un maremoto40 que destrozó gran parte del puerto y lo dejó desprotegido.

Fortaleza del Real Felipe

En 1747, un año después del terremoto, al encontrarse el principal puerto del Pacífico Sur en tan penoso estado, el virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, decidió construir una gran fortaleza más sólida —para resistir los embates de la naturaleza— y más grande, de modo que pudiera disponer del continente y armamento suficientes para defender al puerto del ataque de sus enemigos. Las obras finalizaron en 1774.

La fortaleza del Real Felipe, nombre elegido en honor del rey Felipe V de la Casa de Borbón, es una fortificación abaluartada permanente de planta regular, similar a las utilizadas en Europa en el siglo XVIII. Su forma es la de un pentágono irregular, en cuyos cinco vértices posee un baluarte.41 Cada uno de los baluartes fue bautizado —como era habitual— con el título de los soberanos de la Corona o el nombre de un santo: El Rey, La Reina, San Felipe, San Carlos y San José.42

El edificio posee dos puertas de acceso, a la más importante se le conoce como “La Principal”; su fachada está marcada por un arco escarzano acompañado de dos pilastras por lado. Sobre las pilastras se encuentra el entablamento que soporta el frontis liso. Coronando la puerta se encuentran asentados tres nacientes pináculos que imitan la parte superior de una garita. La puerta tiene además un puente levadizo para cruzar el foso de agua que antes rodeaba a la fortaleza. El segundo acceso es conocido como la “Puerta del perdón”.43

El “Torreón del rey” se ubica sobre el baluarte del mismo nombre y consiste en un edifico de traza circular de tres cuerpos. El primer cuerpo o planta baja poseía 24 cañones de fierro, mientras el segundo está equipado con ocho cañones de bronce. El interior del edificio está atravesado por corredores distribuidos en forma de laberintos, mientras la edificación en sí fue construida para resistir cualquier ataque. Su único acceso es mediante un puente levadizo. Para la Guerra del Pacífico fue modificado en el segundo cuerpo, en el cual se instalaron dos plataformas para cañones giratorios.

El “Torreón de la reina” consiste en una construcción circular ubicada en el baluarte del mismo nombre, semejante a la del “Torreón del rey”, pero con sólo dos cuerpos, los cuales también fueron modificados para enfrentar el mismo conflicto con Chile. En su lugar se instalaron cuatro plataformas para cañones giratorios Vavasseur.

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Poseía un polvorín, depósito de provisiones y un pozo de agua, además de un calabozo semicircular.44

El Real Felipe contaba con otras edificaciones, como la Casa del Gobernador, la torre “Caballero de los Doce Cañones”, los cuales apuntaban en cuatro direcciones opuestas, haciendo del edificio —al igual que las torres antes mencionadas— un último refugio en caso de invasión de la fortaleza; además, contaba con una serie de edificios menores habilitadas como habitaciones y almacenes, entre otros.45

Se trata de una de las pocas fortificaciones construidas por la Corona en el Perú, pero a su vez representa la de mayor tamaño construida por los españoles en América, con una superficie de 70 000 m2. Con el proceso de independencia republicana, José de San Martín le cambió el nombre por “Castillo de la Independencia”.

A lo largo de los años, el Real Felipe albergó las oficinas de Resguardo, la Capitanía de Puerto, la Comisaría del Cuerpo de Seguridad de la República, que más tarde funcionó como cárcel para presos políticos (entre 1826 y 1833), aduana portuaria (1839),46 sede de la Escuela de Suboficiales del Cuerpo Aeronáutico del Perú, depósitos del Ministerio de Aeronáutica y cuartel del Batallón de Infantería Paracaidista “3 de Octubre” del Ejército del Perú hasta 1987.47

Actualmente es asiento del Batallón de Infantería Motorizada “Legión Peruana” Nº 1 y de la Batería de Artillería Volante de la “Legión Peruana de la Guardia” del Ejército del Perú, y también sede del Museo del Ejército del Perú.

El museo cuenta con varias áreas de exhibición: en La Casa de la Mujer se rinde homenaje a la mujer peruana por su participación en tiempos de guerra; en la Oploteca se muestra una colección de armas portátiles, como pistolas, fusiles y ametralladoras, entre otras; en el Parque de Vehículos Blindados48 se exponen tanques de distinta procedencia; en el Parque de Artillería49 se muestran cañones utilizados por el ejército en diversas etapas de su historia, así como la réplica del Monumento al Soldado Desconocido.

En 1962 se realizó una segunda restauración, aunque resultó mal hecha y produjo mucho daño a la construcción. Recién en 2007 se emprendió una nueva restauración por parte del Servicio de Ingeniería del Ejército, en coordinación con la Dirección de Museos del Ejército y bajo la supervisión del Instituto Nacional de Cultura, la cual corrigió los errores anteriores y conserva la fortaleza en buen estado hasta nuestros días.

Desde 208 el recinto cuenta con un Centro de Convenciones que posee un auditorio con capacidad para 1 500 personas, además de sala de prensa, restaurantes y stands para la venta de artesanías. Fue declarado Monumento Histórico Nacional el 19 de mayo de 1952, y desde entonces funge como sede del Museo del Ejército Peruano. Actualmente su uso es turístico.

Para evitar que la fortaleza quedara vulnerable por sus flancos, el virrey Manuel Guirior mandó construir dos pequeños fuertes al norte y oeste del Real Felipe, con el fin de proteger los accesos desde esas direcciones. Sus nombres eran San Miguel y San Rafael. Las tres fortificaciones juntas fueron conocidas en la época virreinal como los Castillos del Callao.

Fuerte San Miguel50

Tenía una forma cuadrada de 84 metros por cada lado, y se ubicaba al norte del Real Felipe. Contaba con sólo un acceso. Durante el proceso de independencia se le cambió el nombre a Fuerte El Sol. En el combate del 2 de mayo de 1866 contra una flota española, se instaló allí la batería Ayacucho. Las tropas chilenas lo destruyeron durante la ocupación de Lima en la Guerra del Pacífico.

Fuerte San Rafael

Se trataba de un fuerte con forma de triángulo equilátero de 85 metros por lado, ubicado al oeste de la fortaleza y al borde del mar. Al igual que al fuerte San Miguel, con la llegada de la naciente República se le cambió el nombre por Santa Rosa. También estuvo activo para la batalla del 2 de mayo, ya que contaba con la batería del mismo nombre. Fue destruido por el ejército chileno durante la ocupación de Lima. En su emplazamiento hoy en día se encuentra la plaza Santa Rosa.51

Fuerte de Santa Catalina (Lima-Perú)

El cuartel o fuerte de Santa Catalina es una construcción que fue utilizada como cuartel de artillería y de la Policía Militar. Su nombre oficial era Cuartel de Artillería de Santa Catalina de Lima. Fue edificado en adobe en la primera década del siglo XIX.52 Cumplía las funciones de cuerpo de artillería en el que se resguardaba material pesado de guerra, como cañones, morteros y obuses. En sus talleres también se fabricaba pólvora. Este cuartel no sólo era ocupado por la artillería del ejército español, sino también por la infantería y la caballería, que se alternaban en su ocupación.

La razón para su construcción obedeció a la necesidad de organizar el cuerpo de artillería virreinal y convertirse en un baluarte para defender la ciudad de los ataques enemigos. Desde allí se enviaba a las demás gobernaciones del virreinato, y también al virreinato del Río de la Plata, armamento y tropas para detener cualquier levantamiento contra la Corona española. En ese momento histórico inició el movimiento independentista y el Fuerte de Santa Catalina se convirtió en el mejor bastión español de América del Sur.

En la Guerra del Pacífico, el ejército chileno ingresó a Lima y se apropió del cuartel de Santa Catalina, del que saqueó todo el material bélico disponible, apoderándose de armas de inestimable valor histórico.

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Por Resolución Suprema N° 2-CM, del 19 de enero de 1946, el cuartel es declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional, encargándose de su administración el Instituto Nacional de Cultura (INC). El 28 de diciembre de 1972 la declaratoria es confirmada por la Resolución Suprema N° 2900. Sin embargo, en 1963 fue demolida la sección intermedia del inmueble, y entre 1980 y 1985 se hizo lo mismo con la sección sur.

Durante el resto del siglo XIX y la mayor parte del siglo XX fue utilizado para instalación de diferentes unidades militares, policiales o como presidio. Fue testigo de motines populares, asesinatos políticos, golpes de Estado y rebeliones de las tropas del ejército.

Desde finales del siglo pasado la Escuela Taller de Lima, subvencionada por la Asociación Española de Cooperación Internacional (AECI)53 se encarga de la restauración integral del monumento. Hoy en día la edificación es propiedad del Instituto Nacional de Cultura, aun cuando sólo permanece la quinta parte del edificio original.

Conclusión

Las fortificaciones del virreinato del Perú sufrían graves problemas: se deterioraban con frecuencia por el clima hostil del Pacífico sur; no se terminaba de reparar algún castillo o batería en Chiloé cuando ya debían iniciar las reparaciones en Concepción o el Callao. Siempre escaseó el dinero para completar el diseño original, por eso en la mayoría de inmuebles sólo se completaba una parte del proyecto y lo demás eran parches para cerrar las obras.

Con todo, su función disuasiva se cumplió bastante bien, ya que en Europa se corría la voz de lo inexpugnables que eran los puertos del virreinato y no persistieron los intentos de enviar nuevas flotas a conquistar dichos territorios. Prueba de esa fama es que estas fortalezas no fueron conquistadas por las potencias europeas y sólo cayeron por los movimientos revolucionarios independistas de las mismas colonias.

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Sobre el autor
Alejandro J. Wagner Seguel
Universidad de San Sebastián-Chile.


Citas

  1. Gabriel Guarda, Flandes indiano: las fortificaciones del reino de Chile 1541-1826, 1990, p. 6. []
  2. Ibidem, p. 8. []
  3. Ibidem, p. 2. []
  4. Ibidem, p. 311. []
  5. Ibidem, p. 129. []
  6. Ibidem, p. 131. []
  7. Ibidem, p. 133. []
  8. Ibidem, p. 137. []
  9. Ibidem, p. 132. []
  10. Idem. []
  11. Ibidem, p. 145. []
  12. Idem. []
  13. Ibidem, p. 182. []
  14. Robert Kock, “Dutch in Chile: Hendricks Brouwer’s Expedition to Valdivia”, en Colonial Voyage Web Page, disponible en http://www.colonialvoyage.com/dutch-chile/. Acceso: 6 de julio de 2015. []
  15. Idem. []
  16. Gabriel Guarda, op. cit., p. 62. []
  17. Javier Vargas Guarategua, “El antemural del Pacífico y el archipiélago de isla Grande de Chiloé en el periodo indiano”, en Cuaderno de Historia Militar, núm, 2, diciembre 2006, disponible en http://www.ejercito.cl/archivos/departamento_historia/cuaderno_2.pdf []
  18. Alejandro Wagner, Fortificaciones históricas de Valdivia, 2010, p. 26. []
  19. Gabriel Guarda, op. cit., p. 126. []
  20. Roberto Montandón, Los castillos españoles en el estuario del Río Valdivia: estudio de restauración, 2001, p. 53. []
  21. Ricardo Cox Balmaceda, La gesta de Cochrane, 1975, p. 111. []
  22. Roberto Montandón, op. cit., p. 53. []
  23. Alejandro Wagner, op. cit., p. 32. []
  24. Ibidem, p. 42. []
  25. Gabriel Guarda, op. cit., pp. 222-225. []
  26. Ibidem, pp. 99-105. []
  27. Gabriel Guarda, OSB, La toma de Valdivia, 1970, pp. 83-105. []
  28. Gabriel Guarda, op. cit., p. 162. []
  29. Idem. []
  30. Ibidem, p. 163. []
  31. Ibidem, pp. 165-166. []
  32. Ibidem, p. 150. []
  33. Idem. []
  34. Ibidem, p. 151. []
  35. Ibidem, p. 133. []
  36. Ibidem, p. 154. []
  37. Ibidem, p. 157. []
  38. Ibidem, 159-161. []
  39. Franco Giannuzzi, “Las fortificaciones del Callao y el virreinato del Perú”, en World Heritage Papers núm. 19, p. 261. []
  40. Humberto Cotos, “La tragedia de 1746 y Manso de Velasco”, Web Chim Pum Callao, disponible en http://www.chimpum-callao.com/historia/manso.html []
  41. José de la Puente Candamo, “La Fortaleza del Real Felipe”, en Revista Moneda, núm. 152, 2012, pp. 49-51. Disponible en http://www.bcrp.gob.pe/docs/Publicaciones/Revista-Moneda/moneda-52/moneda-152-13.pdf []
  42. Miriam Enciso Huamán et al., “Enriquecer nuestra cultura visitando un atractivo turístico: Fortaleza del Real Felipe”, disponible en www.academia.edu/5574368/Monografia_editada_del_real_felipe []
  43. Idem. []
  44. Ibidem, p. 8. []
  45. Idem. []
  46. Alberto Regal, Historia del Real Felipe del Callao (1746-1900), 1961. []
  47. “Fortaleza del Real Felipe”. Wikipedia, disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Fortaleza_del_Real_Felipe#cite_note-28. []
  48. Miriam Enciso Huamán et al., op. cit., p. 10. []
  49. Idem. []
  50. “Castillos del Callao”. Wikipedia. Diponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Castillos_del_Callao []
  51. Ibidem, p. 16 []
  52. Roxana Supo Diaz, “El cuartel o fuerte de Santa Catalina”, Lima Antigua.blogspot, 18. Disponible en http://limaantiguaweb.blogspot.com/2013/04/el-cuartel-o-fuerte-de-santacatalina.
    html []
  53. Idem. []

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