Fray Diego Durán, un evangelizador conquistado

PDF
Para citar este artículo

Antecedentes

Para el conocimiento y la reconstrucción del proceso de desarrollo histórico del multiétnico y pluricultural mundo prehispánico, además de los datos y análisis que sobre sus vestigios materiales nos aporta la arqueología, contamos con las fuentes procedentes tanto de la tradición historiográfica indígena, como de los testimonios de los cronistas o historiadores españoles.

De la primera, que se remonta al siglo VII en la región mixteca y llega hasta el siglo XI en lo que al centro de México se refiere, tenemos los testimonios pictográficos -comúnmente llamados códices- y los escritos derivados de la tradición oral que los complementaban.

De los segundos, a partir del momento del contacto, en el caso de los soldados-cronistas disponemos de sus textos en los que nos refieren su participación y experiencias personales desde el punto de vista europeo, como observadores y posteriormente destructores de un mundo a todas luces ajeno. Aunque también contamos con los escritos de quienes, sin perder su trasfondo español, por intereses políticos, administrativos o religiosos, buscaron explicarse esa nueva realidad a la que se enfrentaban; éstos fueron los funcionarios de la Corona o los miembros de las órdenes religiosas. Particular importancia presentan los frailes, ya que al acudir a los indígenas enterados como informantes, tuvieron acceso directo a la antigua tradición oral; para el tema escogido, de entre ellos destacan los escritos del dominico fray Diego Durán, sobre todo su Historia…

Vida de Durán

Si bien es poco lo que se conoce actualmente acerca de la vida de fray Diego, con toda certeza sabemos que nació en Sevilla el 15 de junio de 1537 y que siendo muy pequeño -entre los 5 y los 8 años- llegó a la Nueva España, donde junto con su familia se estableció en Tetzcoco. Lo anterior, unido a lo bien que se expresa en sus escritos de dicho lugar -el que compara con la ciudad de Toledo, España-, en algún momento llevó a considerarlo oriundo de allí. Empero, como él mismo señala, en Tetzcoco “[…] no me nacieron los dientes, vínelos a mudar”.1 Sin embargo, su permanencia en la antigua capital acolhua indudablemente tuvo una profunda y decisiva influencia en su formación y desarrollo.

Del lapso entre su infancia y 1556, cuando a los 19 años profesó como fraile en la orden de Santo Domingo, se desconocen por completo sus actividades. Pronto, en 1559, alcanzó la dignidad de presbítero; dos años más tarde fue destinado a Oaxaca, de donde se trasladó a la ciudad de México en 1565. Parece ser que en esa etapa de su vida se estableció en Chimalhuacán Atenco, situado en las orillas del lago de Tetzcoco. En 1581 fue vicario de Hueyapan, Morelos; como predicador, entre otros pueblos de indios, se desempeñó en Ocuituco, Chiautla y Coatepec. En 1587 se le reporta muy enfermo (al parecer, nunca gozó de muy buena salud). Según algunos autores, falleció en ese mismo año o, de acuerdo con otros, en el siguiente.2

Génesis y ediciones de la obra de Durán

Su tarea como cronista, etnógrafo e historiador, estuvo íntimamente ligada con su labor evangelizadora, en el transcurso de la cual, ante la realidad que le mostraba la vigencia encubierta de las antiguas costumbres, se dio cuenta de que, de hecho, la empresa convertidora, festinada por los masivos pero poco firmes logros de sus iniciadores, había fracasado. Como solución al problema consideró -según apunta Rosa Camelo- que la única vía “[…] era penetrar profundamente en el conocimiento de los antiguos ritos y costumbres de los dioses indígenas, de sus ceremonias y de sus atributos”.3 Así una vez vencidas las dificultades para acceder a las fuentes y a los informantes necesarios para lograr su propósito, se dedicó a esa tarea con empeño. El resultado fue el Libro de los ritos y ceremonias terminado en 1579, seguido por el tratado relativo al calendario antiguo concluido en ese mismo año. En ellos, para nuestra fortuna, además de recuperar datos únicos sobre los temas que trata, superando sus propios límites, nos ofrece importante información sobre la organización social indígena, sus grupos y estratos, las normas que la regían, sus hábitos alimenticios, sus diversiones, etcétera.4

Como complemento indispensable de estas obras, escribió su Historia de las Indias de Nueva España y Islas de Tierra Firme concluida en 1581, cuyo contenido es en realidad más restringido que su título; se trata de la historia de los mexicas (tenochcas) desde su salida de Aztlán hasta la muerte de Cuauhtémoc, de la cual me ocuparé un poco después con mayor detalle.

Tomando en cuenta los propósitos que lo llevaron a redactar estas obras, principalmente sus tratados sobre los dioses, fiestas y calendario, es de suponerse que Durán haya esperado su pronta publicación. Desgraciadamente, por razones aún no especificadas, éstas no se imprimieron sino cerca de 300 años después de concluida la primera, gracias al celo y al esfuerzo de don Fernando Ramírez, quien en 1867 vio materializado -a medias- su intento de dar a conocer la obra de Durán, con la aparición de un primer volumen que contenía la mayor parte de la Historia… Los dramáticos y fundamentales sucesos de la época llevaron a la obligada salida de Ramírez del país, por lo que hasta 1880 se completó la edición de la Historia… y de los tratados, merced al apoyo brindado por Gumersindo Mendoza (en aquel entonces director del Museo Nacional), segundo volumen que, con paginación propia, cierra un apéndice de Alfredo Chavero. La edición, en tamaño reducido, diferente paginación y calidad de papel, fue reimpresa por la Editora Nacional en 1951, la cual, al parecer sin registro, volvió a imprimirse en 1965.

Considerando como base la cronología de los escritos de nuestro autor, en 1967 Ángel María Garibay realizó una nueva publicación -con su propia transcripción- en la editorial Porrúa (a la que están referidas las citas de este trabajo en su reimpresión de 1984). La publicación -edición de Ramírez se basó en la transcripción de Francisco González Vera. Recientemente, en 1990 y 1991, apareció una nueva edición -española en este caso- auspiciada por el Banco Santander con prólogo y presentación a los volúmenes I y II, de José Rubén Romero Galván y Rosa Camelo, la cual conserva la versión de González Vera. Las obras de Durán, en forma compendiada, fueron traducidas al inglés por Fernando Horcasitas y Doris Heyden.5 De manera aislada, también las ilustraciones han sido publicadas.6

Por razones básicamente económicas, las dos primeras ediciones en español (Ramírez y Garibay) desmembraron el original.7 La de Ramírez presenta las ilustraciones en un “Atlas” independiente en blanco y negro, aunque con algunas láminas coloreadas, modalidad seguida con bastante peor calidad por la Editora Nacional. A su vez, la de Garibay incluye pequeñas reproducciones fotográficas a color que se ofrecen al final del segundo volumen, también separadas del texto. Por su parte Romero y Camelo presentan magníficas fotografías de las láminas en tamaño original, las cuales están colocadas respetando el orden en que aparecen en el manuscrito o, si esto no es posible, en el lugar más cercano;8 desafortunadamente se trata de una edición poco accesible.

El ordenamiento pensado por Durán para su obra

Así, según se entiende, en cuanto al ordenamiento de los materiales se refiere, hasta ahora contamos con una edición lógica, la de Ramírez, otra cronológica, la de Garibay, y otra muy cercana al original, la de Romero y Camelo. Lo que nos lleva a la pregunta: ¿qué pensó y quiso Durán a este respecto?

La clara respuesta a dicha interrogante se encuentra en dos lugares de la Historia… Al relatar cómo Moctezuma Xocoyotzin, a raíz de la celebración de su entronización, decidió invitar a los gobernantes de los señoríos enemigos tres veces al año, señala: “Las cuales fiestas [a las que los invitaría] hallarán en la Segunda parte de este libro escritas muy a la larga.”9 Más adelante, al referirse al sacrificio de los tlaxcaltecas en la fiesta de Toci dice: “que esta nación en su infidelidad celebraba cada año y con gran multitud de ceremonias, hállase escrita muy a la larga en la segunda parte de este libro”.10 Después, cuando describe la venganza de los huexotzincas ante la crueldad del sacrificio de sus amigos y aliados tlaxcaltecas acota que éstos:

celosos de la amistad con Tlaxcala […] fueron una noche y quemaron el templo de la diosa [Toci] y juntamente los cuatro maderos altos donde estaba armado el tablado, donde la efigie y semejanza de la diosa tenían encaramada y subida, porque según la historia y relación de los ritos y sacrificios que en la segunda parte de esta historia tenga escritos, eran los mayores árboles que en el monte hallaban.11

Fuentes relacionadas con la Historia… de Durán

Antes de entrar de lleno en la Historia… de Durán, debe señalarse que dada la gran semejanza de ésta con los escritos de Tovar, Tezozómoc, Ramírez12 y el libro VII de Acosta -similitud notada por Ramírez y otros autores y puntualizada por Barlow-,13 se supone que debió existir una “Crónica X”, en cuando menos dos versiones, base de los escritos de los autores señalados, crónica que de no haber existido, de acuerdo con Barlow, “sería necesario inventar”.14 Sin pretender profundizar en el asunto, sólo quiero apuntar que a pesar de sus indudables semejanzas -por ejemplo en el caso de Durán y Tezozómoc-, sus diferencias en el detalle hacen necesaria su consulta por separado, lo cual claramente nos indica su complementaridad. Asimismo, como apunta Garibay,15 en este interesante y aún no completamente resuelto problema historiográfico, sería necesario incorporar a la discusión la comparación de las obras referidas con otras fuentes, como por ejemplo: Unos Annales Históricos de la Nación Mexicana y Los Anales de Cuauhtitlán.

Fray Diego Durán: historiador de los mexica-tenochcas

Durán, ante la diversidad del universo indígena y la imposibilidad de escribir la historia de cada uno de sus componentes, y considerando a los mexicas (tenochcas) como el más claro ejemplo de los logros prehispánicos, decidió relatar la historia de este grupo, impulsado por un sentido de rescate de un pasado ya ido, que era necesario recuperar para que los extraños “[…] de diversas naciones y religiones”, al conocerlo perdieran “[…] la mala y falsa opinión con que condenaban la barbaridad que a estas gentes atribuían”.16 Siendo que:

si en los ritos e idolatrías mostraron ceguedad y engaño diabólico, al menos, en las cosas de gobierno y pulecía, sujeción y reverencia, grandeza y autoridad, ánimo y fuerza no hallo quién los sobrepuje, y en querer señalarse en todo para que su memoria durase para siempre.17

De esta forma, su principal presupuesto será relatar su historia. Al hacerlo, los que la lean “[…] no dejarán de recibir gusto y contento de saber sus antiguallas, en lo que a la nación mexicana tocare”, siempre y cuando sea digno de mención.18

Para llevar adelante su intento, además de sus limitaciones las cuales exagera, ve como principales obstáculos la destrucción de los “[…] libros y escritos”, a los que supone todos perdidos, y la falta de los “[…] viejos ancianos antiguos”, es decir, manifiesta un sentimiento de desaliento frente a la carencia absoluta de fuentes de información. Pasado el ataque de pesimismo, poco más adelante señala que, con todo, “no dejan de quedar algunos vestigios, por donde podemos tomar rastro de lo que sucedió entonces”.19

Las fuentes de Durán

Como él mismo manifiesta a lo largo de su obra, su fuente principal fue una historia o relación mexica (tenochca) escrita en náhuatl, y una pintura que la acompañaba, de la cual, dada su prolijidad y repetitividad en algunos pasajes, sólo toma de ella lo que considera conveniente.20 Pero también, en muchos casos, confronta y usa datos de otras relaciones, historias o pinturas, no siempre mexicas, e incluso, cuando le es posible, recurre al auxilio de informantes. En las fuentes, según su lugar de procedencia, encuentra contradicciones expresadas también en las tradiciones orales respectivas; con cierto reproche señala: “entre las relaciones […] hallo a cada paso gran diversidad entre los ancianos que las dan […] contándolo uno de una manera y otro de otra”.21 Por ejemplo, al hablar de la asistencia o ausencia de Nezahualpilli a la campaña contra Xoconochco “[…] dicen algunos autores que fue a esta guerra […] otros dicen que no fue”.22 Sobre este mismo gobernante tetzcocano y su caracterización apunta: “aunque en una pintura Texcucana lo vi pintado”.23 Cuando en tiempos de Ahuízotl, los tenochcas por mandato de éste intentan traer el agua de Coyoacán -con los desastrosos resultados que conocemos-, en contra de lo consignado en su fuente base, menciona lo asentado en las relaciones de Azcapotalco y Coyoacán.24 Su conocimiento de ambos componentes de la tradición historiográfica indígena lo llevan a emitir la siguiente opinión sobre sus autores:

los historiadores y pintores pintaban con historias vivas y matices, con el pincel de su curiosidad, con vivos colores, las vidas y hazañas de estos valerosos caballeros y señores, para que su fama volase con la claridad del sol, por todas las naciones.25

El etnocentrismo y el regionalismo de sus fuentes los expresa en la siguiente frase: “Y como la historia mexica no cura de hazañas ajenas, sino de las suyas, pasa por las que no le tocan.”26 Debido a que considera necesario no abusar del lector con etimologías, ni confundirlo con excesivos nombres de personajes y lugares, o no ofenderlo con torpedades, Durán omite cierta información que encontramos, en parte, en Tezozómoc27 Su principal, por no decir único, punto de comparación es la Biblia, lo cual junto con otros argumentos hacen suponer a Garibay que Durán era de origen judío.28

Nuestro autor, con la humildad que lo caracteriza, expresa: “mi intento no ha sido sino traducir el mexicano a nuestra lengua castellana”29 y, curándose en salud, al respecto reitera: “Dado que el que traduce alguna historia no está más obligado de volver en romance lo que halla en extraña lengua escrito como yo en ésta hago.”30 No obstante que la fuente principal es una sola, su manejo y crítica de las demás, sus reflexiones sobre los temas tratados y su preocupación por hacer que su Historia… consigne lo que considera verdaderamente acontecido, hacen que ésta, como lo expresó Ramírez, sea una historia radicalmente mexicana con fisonomía española”.31

La periodificación del devenir
mexica-tenochca en la Historia… de Durán

Como señalé antes, la Historia de las Indias de Nueva España y Islas de Tierra Firme en realidad se concreta a la historia de los mexicas (tenochcas), desde su salida de Aztlán hasta la muerte de Cuauhtémoc. Dado que el momento en que Moctezuma Xocoyotzin recibe noticias fidedignas de la presencia de los españoles en las costas del actual Golfo de México, puede considerarse como el principio del fin de ese desarrollo independiente al que me referí al principio, ése fue el punto de corte seleccionado. En sí, la división propuesta es la que, con excepción del capítulo LXVIII, dio Ramírez a su edición, quien, después de algunas consideraciones técnicas y personales, nos dice lo siguiente acerca de su decisión:

Por lo demás la participación no es violenta […] dándonos a lo menos, completo, el primer periodo de nuestra historia. El [primer volumen] termina en el capítulo LXVIII, donde se relatan las inquietudes que causaron a Motecuhzoma los rumores vagos y alarmantes de la venida de gentes singularmente extrañas.32

En su Historia…, la versión que del devenir rnexica-tenochca nos transmite, Durán presenta algunas variantes cronológicas con otras fuentes. Decisivas son para él las principales acciones de los gobernantes tenochcas, fundamentalmente sus campañas militares, aunque también consigna sus preocupaciones por el engrandecimiento de la “República” en lo que a obras religiosas y civiles se refiere. No obstante que en una primera lectura su relato parece demasiado lineal, desde mi punto de vista, en él implícitamente, tornando como base los acontecimientos políticos y militares, nos ofrece la siguiente periodificación del proceso de desarrollo histórico de los mexica-tenochcas hasta el momento inmediatamente anterior a la conquista.33 Considero que este proceso puede dividirse en las siguientes fases o etapas fundamentales:

1. Un periodo migratorio en busca de su asentamiento definitivo, también llamado “peregrinación”. Para Durán el punto de partida fue Aztlán-Teoculhuacán, y se inició en 820. La migración duró 82 años, pues él supone que llegaron (como novena y última de las tribus originarias de Aztlán-Teoculhuacán) a la región lacustre central en 902. En este periodo tuvieron lugar importantes aunque provisionales estancias en Coatepec, Chapultepec y Tizaapán-Culhuacán. Hasta antes de la fundación de México-Tenochtitlan se dieron varias separaciones de grupos: la de los tarascos, ocasionada muy posiblemente por diferencias étnico-lingüísticas-culturales, y la de Malinalxóchitl y su grupo, que nos habla de una lucha interna por el poder. Como resultado de las agresiones externas, justificadas o no, es importante señalar las dispersiones sufridas en Chapultepec y en Tizaapán-Culhuacán. De este precario y conflictivo periodo surgieron poblamientos mexicas en lugares tan diversos como: Azcapotzalco, Chalco, Cuauhtitlán, Huexotzinco y Matlatzinco.

En esta fase, Durán relata la incipiente fundación de México-Tenochtitlan que tuvo lugar, según él, en 1318, señalada por la erección de un precario altar a Huitzilopochtli, su deidad tutelar. Importante resulta la separación de los tlatelolcas ocurrida poco después de la fundación de México-Tenochtitlan. La supuesta causa de los descontentos fue básicamente el sentirse menospreciados y deshonrados. Dado que el islote escogido por los tenochcas estaba situado en los linderos entre Tetzcoco, Culhuacán y Azcapotzalco y los tepanecas eran el poder dominante en la región lacustre, los tenochcas se vieron sometidos a su férula.34

2. Etapa del surgimiento de los mexica-tenochcas como tlatocáyotl, iniciada con la elección de su propio gobernante pero bajo el poder tepaneca. Cubre la elección de su primer tlatoani, Acamapichtli (1364) -tronco de la nobleza mexica-, los gobiernos de Huitzilíhuitl (1404) y de Chimalpopoca (+1417). De acuerdo con Durán, las principales preocupaciones de estos tlatoque giraron en torno al mejoramiento de la ciudad. Acamapichtli tuvo que enfrentar en particular las exigencias tributarios de los tepanecas. Con Huitzilíhuitl se da un cierto acercamiento con Azcapotzalco al casarse con una hija de Huehuetezozómoc, lo cual redundó en una rebaja de los tributos. Durante el corto gobierno de Chimalpopoca se aprecia un intento por parte de los tenochcas de liberarse del yugo tepaneca. La muerte de Huehuetezozómoc complica la situación. Chimalpopoca es asesinado y Maxtla usurpa el poder en Azcapotzalco. Accede al gobierno tenochca Izcóatl (1420); a pesar de la oposición de ciertos grupos mexicas y gracias a la ayuda de Nezahualcóyotl, logran la derrota de los tepanecas de Azcapotzalco y Coyoacán. Mediante el repartimiento de tierras y títulos se establecen las bases para contar con un aparato de gobierno propio. De hecho, al terminar la sujeción a Azcapotzalco se inicia de manera independiente el desarrollo de los mexica-tenochcas.35

Dentro de esta etapa es necesario considerar una fase de consolidación de su posición en el área circunvecina, como respuesta a la violenta reacción de los señoríos comarcanos de la región lacustre central, ocasionada por la derrota del poder tepaneca a manos de los mexicas. Los principales opositores fueron Xochimilco, Cuitláhuac y Mixquic señoríos finalmente sometidos, posterior fuente de tierras, tributos y servicios personales. Lo anterior dejaba abierto el camino para el enfrentamiento definitivo con la poderosa coalición chalca, barrera infranqueable para los tepanecas. A su muerte, Itzcóatl fue sucedido por Moctezuma Ilhuicamina (1439), quien de acuerdo con Nezahualcóyotl y después de una guerra fingida, fijan los términos de sus relaciones futuras. Implícitamente, con la aparición de Tlacopan se señala la formación de la Triple Alianza.36

3. Fase relativa a la guerra contra Chalco. Tal vez el principal logro de Moctezuma Ilhuicamina, ya que la derrota de este importante tlatocáyotl permitió la expansión de los mexicas y sus aliados allende la región lacustre central, principalmente hacia la costa del Golfo, Morelos y Oaxaca. Durán se ocupa de las campañas contra Tepeaca, la región huaxteca, Orizaba, Coaixtlahuaca y Oaxaca. Lo anterior evidentemente se reflejó en una gran afluencia de tributo y en un notable aumento del ámbito de influencia tenochca. Como un medio para ejercitarse en las prácticas guerreras y capturar prisioneros para ser sacrificados con fines rituales se establece la “guerra sagrada” contra Tlaxcala, Huexotzinco, Cholula y otros tlatocayoque. Al interior, mediante las “leyes Moctezuma”, se busca el fortalecimiento del estrato dominante.37

4. Una última etapa de gran expansión bajo la indiscutible hegemonía mexica-tenochca dentro de las tres cabeceras (Triple Alianza). Comprende de 1469 a 1520 y tiene que ver con los gobiernos de los siguientes tlatoque tenochcas:

Axayácatl (1469), durante cuyo mandato tendría lugar la guerra civil entre los mexica-tenochcas y los mexica-tlatelolcas. Con la derrota de los últimos por el momento se resolverían antiguas diferencias. A partir de los logros de sus antecesores, Axayácatl avanzó hacia los valles de Toluca por la región matlatzinca hacia Tajimaroa, delimitando la frontera ante los tarascos, frente a quienes sufriría tremenda derrota. También afianzó posiciones en los actuales estados de Puebla y Veracruz donde sofocó algunas rebeliones en la región huaxteca.38

De su sucesor Tízoc (1481) es poco y malo lo que se dice, debido principalmente a su carácter pusilánime. En todo caso, sobresale su campaña contra Metztitlán.39

Ahuízotl (-+1486), hermano del anterior tlatoani, se nos presenta como un buen gobernante y un gran guerrero que expandió enormemente, en todas direcciones, los dominios mexicas. Además de la obligada labor de afianzamiento de los logros de sus antecesores, alcanzó la Costa Chica de Guerrero en la región localizada entre Yopitzinco y Tototepec. Por el norte conquistó la zona entre Metztitlán y el Golfo, después dirigió sus esfuerzos a la región de Tehuantepec y, por la costa del Pacífico, al Soconusco. Por el norte llegó hasta la frontera chichimeca, en la confluencia de los límites entre los actuales estados de México, Querétaro e Hidalgo. De acuerdo con Durán, “si la muerte no le atajara, [hubiera sido] […] el mayor señor que en esta tierra ha habido”.40

Finalmente tenemos al último tlatoani independiente de los mexica-tenochcas, Moctezuma Xocoyotzin (1502), quien si bien realizó algunas conquistas y sofocó diversas rebeliones en varias regiones, dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a la dominación de los mixtecos y zapotecos serranos. Sin embargo, Tototepec y los señoríos mixtecos de la costa permanecerían inexpugnables. Personaje multifacético, Moctezuma Xocoyotzin llegó a la cumbre del poder y, al mismo tiempo, vio derrumbarse todos los logros de los tenochcas y sus aliados de la Triple Alianza, a lo que seguiría el colapso del mundo prehispánico.41

Dadas las características de la Historia… de Durán, en la que hemos visto que los individuos -mientras más alta sea su posición, mejor para Durán- y sus hazañas son los hechos más dignos de ser recordados, no se puede dejar de mencionar a Tlacaelel. Eficiente y misterioso personaje quien, desde la época de Itzcóatl, y según Durán hasta los inicios de la de Ahuízotl, fue la eminencia gris, verdadero gobernante detrás del icpalli, que inició y consolidó la grandeza mexica-tenochca.42

Más allá de las aplastantes victorias, las alucinantes celebraciones y las afrentosas derrotas, como insuperablemente señala Ramírez:

La particularidad de esta historia es, que ella nos representa al vivo el pueblo mexicano: le vemos mover, le oímos discurrir, sentimos lo que siente; y cual si nos encontráramos en medio de él, podemos mejor apreciar las buenas y malas calidades de los individuos, los aciertos y errores de sus instituciones y de sus gobernantes […] Ninguno ha retratado más al natural el carácter del indio. Además, entra en minuciosas pormenores relativos á las prácticas religiosas y civiles, usos y costumbres públicos y domésticos que han desdeñado los escritores como impropios á la gravedad de la historia […] Ninguna de las historias que poseemos dá una idea más cabal y perfecta del influjo que el sentimiento religioso, aunque gravemente extraviado, ejercía en la administración pública y en el carácter individual, y cómo por él, un puñado de miserables proscritos, amontonados en estrechos islotes, medio anegados y rodeados de enemigos, se levantó hasta constituir el más regular y poderoso imperio del Nuevo Mundo”.43

Durán, ¿un evangelizador conquistado?

A manera de conclusión y volviendo al título de este trabajo creo que existen bases suficientes para proponer la siguiente hipótesis. Si bien Durán pensó su obra con evidentes fines pragmáticos, al adentrarse en el conocimiento del mundo indígena en general y del mexica-tenochca en particular fue en buena medida absorbido por ellos. Incluso en sus textos parece percibiese una extraña y encubierta fascinación hacia los dioses, religión y ritos que combatió. Su entrega no exenta de admiración al ocuparse de los diversos aspectos políticos, militares o cotidianos tiene, en su recreación, un cierto sentido de apropiación, el cual, sin hacerle olvidar su origen y obligaciones hacia su monarca y su orden, lo convierte en un predicador conquistado por ese mundo al que, “purificándolo” quisiera conservar.

A diferencia de Durán, aunque en parte gracias a él, actualmente sí estamos en posibilidad de conocer las tradiciones e historias de los diversos segmentos que integran nuestras raíces. Lo anterior no como mero y, en todo caso, entretenido aunque ocioso ejercicio intelectual, sino como un medio importantísimo y necesario para apoyar su robustecimiento entre las comunidades de los actuales -aunque lejanos- descendientes de los indígenas prehispánicos. Decisiva forma de enriquecer con su conocimiento nuestro multifacético caudal cultural y, al asimilarlo, fortalecer nuestra identidad nacional.

Bibliografía

Barlow, Robert H., “La ‘Crónica X’: versiones coloniales de la historia de los mexica-tenochcas”, en jesús Monjarás-Ruiz, Elena Limón y María de la Cruz Paillés, editores, Los mexicas y la Triple Alianza,z vol. 3 de las obras de Robert H. Barlow, Puebla, INAH/UDLA, 1990, pp. 13-32.

____________, y George T. Smisor, “Duran in English”, en Tlalocan, t. I, núm. 2 (N61), California, The House of Tlaloc, 1943.

Camelo, Rosa, “Fray Diego Durán”, en Roberto Moreno de los Arcos, coordinador, El inicio de la Nueva España, edición privada de Cartón y Papel de México, México, 1987, sin número de páginas.

Durán, fray Diego, Historia de las Indias de Nueva España y, Islas de Tierra Firme, introducción y notas de José Fernando Ramírez, 2 tomos y un Atlas, el segundo, con numeración propia que contiene un apéndice de Alfredo Chavero, México, Editora Nacional, 1967.

____________, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, edición de Ángel María Garibay K., 2 tomos, el segundo incluye apéndices y 116 láminas, México, Porrúa (Biblioteca Porrúa, 36 y 37),1984.

____________, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, prologo de José Rubén Romero Galván y Rosa Camelo, España, Banco Santander/Ediciones El Equilibrista, 1990, t. I.

____________, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, presentación de José Rubén Romero Galván y Rosa Camelo, España, Banco Santander/Ediciones El Equilibrista, 1991, t. II.

Garibay K., Ángel María, “Diego Durán y su obra”, en Durán, 1984, t. I, pp. xi-xlvii.

Jiménez Moreno, Wigberto y Luis González, “Historiografía prehispánica y colonial de México”, en Enciclopedia de México, México, 1972, t. VI, pp. 537-556.

Ramírez, José Fernando, “Introducción”, en Durán, 1967, t. I, pp. iii-xvi.

Romero Galván, José Rubén y Rosa Camelo, “Prólogo”, en Durán, 1990, t. I, pp. xi-xxxiii.

____________, “Prólogo”, en Durán, 1991, t. II, pp. xi-xvii.

Sobre el autor
Jesús Monjaras-Ruz
Dirección de Etnohistoria, INAH.


Citas

  1. Durán, 1984, t. II, cap. II, p. 23. []
  2. Cf. Rosa Camelo, 1987; Ángel María Garibay K., 1984, pp. xii-xiii; Wigberto Jiménez Moreno y Luis González, 1972, p. 543; José Fernando Ramírez, 1967, pp. iii-iv y xi y Rubén Romero y Rosa Camelo, 1990, p. xvi. []
  3. Rosa Camelo, 1987. []
  4. Para mayor información véase: Garibay, 1984, pp. xvii, xxxii y xlv-xlvii. []
  5. Como ejemplo véase la edición, resumida, de: Book of the Gods and Rites and theAncient Calendar, Universidad de Oklahoma, 1971. Barlow (1943) hizo una nota junto con Smisor sobre una traducción completa de Durán al inglés de August H. Mihsfeldt, la cual, hasta donde sé, sigue inédita. []
  6. Los tlacuilos de fray Diego Durán, prólogo y textos de Gonzalo Obregón, edición privada de Cartón y Papel de México, 1973. []
  7. Ramírez (1967, p. xi), siempre pensó que se trataba de una copia; sin embargo Garibay (1984, p. xi) deja en claro que era el original. []
  8. Romero Galván y Camelo, 1990, p. xiii. []
  9. Durán, 1984, t. II, cap. LIV, p. 416. []
  10. Ibid., cap. LXII, p. 463. []
  11. Ibid., p. 464. []
  12. Ramírez, 1967, p. xii. []
  13. Barlow, 1990, pp. 13-32. []
  14. Ibid., p. 13. []
  15. Garibay, ref. cit., pp. xxxv-xxxvii. []
  16. Durán, 1984, t. II, cap. III, p. 28. []
  17. Idem. []
  18. Ibid., t. I, cap. II, pp. 26-27. Para un mejor entendimiento de las razones de Durán para escribir y su sentido de, en cierta forma, percibir como “propio” ese pasado perdido, véase en particular el cap. III, pp. 27-35, y también, por ejemplo, t. II, cap. V, p. 53; cap. XI, p. 99. []
  19. Ibid., pp. 27-28. []
  20. Sobre el idioma en que estaba escrito, cf. t. II, cap. XVIII, p. 158; como ejemplo de que era una crónica mixta (un texto acompañado de pictografía), t. II, cap. I, p. 13; como una pequeña muestra de menciones de Durán a su “fuente base” véase: t. II, cap. XXI, p. 177; t. II, cap. XXXIV, p. 265, y t.II, cap. LXV, p. 479. Acerca de su carácter repetitivo, véase: t. II cap. LVIII, p. 441. []
  21. Ibid., t. II, cap. I, p. 15. []
  22. Ibid., cap. L, p. 385. []
  23. Idem. []
  24. Ibid., t. II, cap. XLVIII, pp. 372-373. []
  25. Ibid., t. I, cap. XI, p. 99. []
  26. Ibid., cap. L, p. 385. []
  27. Ibid., cap. I, p. 15; cap. II, pp. 23-24; cap. V, p. 50; cap. VI, p. 56; cap. IV, p. 83, etcétera. []
  28. Sobre puntos de comparación véase: t. II, cap. I, pp. 13-14; cap. IX, p. 73; cap. XI, p. 101; cap. XVI, p. 133, etcétera. Acerca del presupuesto de Garibay (1984), t. I, pp. xii-xvii. []
  29. Ibid., t. II, cap. XVIII, p. 158. []
  30. Ibid., t. I, cap. XLIV, p. 345. []
  31. Ramírez, 1967, p. xii. []
  32. Ibid., p. xv. []
  33. Como preámbulo necesario en el capítulo primero se ocupa, sin llegar a ninguna conclusión, del posible origen de los indios. Asimismo, en el capítulo segundo trata del arribo y establecimiento en la región lacustre central de los grupos que antecedieron a los mexicas, para terminar con la mención de la salida de éstos de Aztlán-Teoculhuacán y las causas que la provocaron (Durán, 1984, t. II, pp. 13-26). []
  34. Durán, 1984, t. II, pp. 27-51. []
  35. Ibid., pp. 51-104. []
  36. Ibid., pp. 105-124. []
  37. Ibid., pp. 125-248. []
  38. Ibid., pp. 249-293. []
  39. Ibid., pp. 295-312. []
  40. Ibid., pp. 313-395. []
  41. Ibid., pp. 397-511. []
  42. Passim., pp. 75-370. []
  43. Ramírez, 1965, pp. xii-xiii. []

Los comentarios están cerrados.