Los trabajos de excavación arqueológica realizados en Tula,1 dirigidos por el arqueólogo Jorge R. Acosta desde comienzos de 1940, surgieron desde el seno del recién fundado Instituto Nacional de Antropología e Historia, y fueron impulsados por la Sociedad Mexicana de Antropología mediante la participación reflexiva de Wigberto Jiménez Moreno, Paul Kirchhoff, Ignacio Marquina, Miguel Othón de Mendizábal, Roberto Weitlaner y Alfonso Caso, entre otros. Los objetivos de estos trabajos eran investigar la correlación que podría existir entre la tradición asentada en los documentos históricos y las ruinas arqueológicas situadas al margen de la población de Tula de Allende en el estado de Hidalgo, conocidas por los residentes del lugar como El Cerro del Tesoro, un pasatiempo por la búsqueda de objetos con raíces ancestrales.2
En ese momento, la fuente del conocimiento y de la reflexión sobre la sociedad tolteca giraba en torno a los documentos históricos, en particular acerca de los personajes e historias que aparecen en los Anales de Cuauhtitlan y la Historia Tolteca Chichimeca; mientras que el proyecto arqueológico comenzaba a retirar el polvo de los monumentos y de la memoria histórica de la gran Tollan. Cincuenta años antes, don Desiré de Charnay había dejado truncas sus exploraciones de la Tula de los Toltecas, además de varios edificios.3 En esos diez lustros, la memoria del pueblo del Cemanahuac plasmada en los documentos de los primeros siglos de la Colonia en México, se dejó influir por las opiniones de los estudiosos del “momento”, transformándose en reflexión científica. El cambio de una a otra, del registro histórico a la opinión e interpretación de los hechos, propició al menos temporalmente el cambio de lugar de Tula a Teotihuacan, un cambio virtual a diez lustros de la aparición de la tecnología que lo hiciese posible.4
Luego de dos décadas de exploraciones, Jorge R. Acosta terminaba su labor para exponer las superficies de los edificios, de la etapa cuando Tollan había sido la gran urbe y el centro de un imperio. Además del mismo Acosta no faltó quien al observar los monumentos arqueológicos del Cerro del Tesoro opinara que lostoltecas, los grandes artesanos y artífices de la civilización mesoamericana, no hubiesen dejado plasmado su legado histórico en los edificios, debido a la calidad tan exigua de los materiales utilizados en la construcción de sus templos y palacios.5
Actualmente, los restos yacen olvidados, monumentos arqueológicos dejados al diseño de las fuerzas de la naturaleza y a la suela de las más prestigiadas marcas de proveedores de calzado, Tula también es parte de la globalización.
Hace nueve años, se conmemoraron cincuenta años desde los comienzos de las investigaciones arqueológicas en Tula por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia, otros cinco lustros han pasado y la memoria de quienes reflexionan sobre el hecho histórico Tollan parece estar adormecida, será mera coincidencia me pregunto, ¿porqué la semejanza que se observa en el espaciamiento de los momentos álgidos de reflexión sobre el hecho histórico, con el de las ataduras de los ciclos de la piedra, la caña, la casa y el conejo?
Una vez más, el olvido ha generado el movimiento desde el seno del INAH para remozar las fachadas de los monumentos arqueológicos y se ha comenzado nuevamente a desempolvar la historia. A partir de 1997 el Centro INAH Hidalgo ha planteado un Proyecto de Investigación y Mantenimiento Arqueológico en la Zona Arqueológica de Tula, Hidalgo6 y la sección de arqueología ha tratado de adelantarse a la acción destructiva generada por el proceso del urbanismo anárquico en Tula de Allende. Sin embargo, en la mayoría de los casos hemos llegado sólo a documentar la huella de la destrucción de los estratos arqueológicos; huesos, tepalcates, tepetates, adobes, algunas piedras y obsidiana arrumbados en las orillas de la oquedad del suelo, un hecho estratigráfico nuevo de destrucción y creación, una nueva fosa de deposición donde yacen para siempre los datos subyacentes de la historia, y que nos quita la oportunidad de documentar la secuencia estratigráfica, la única fuente de datos independientes que nos permite la evaluación de la memoria histórica.
La explicación del hecho estratigráfico es el objeto de estudio arqueológico. La excavación, el registro del ordenamiento de las relaciones en una secuencia de unidades estratigráficas y la interpretación de las abstracciones de la secuencia, es la labor más importante del quehacer arqueológico, y que una vez dado a conocer, se convierte en un documento histórico y pasa a ser parte, a incrementar la memoria de un aspecto de la historia del lugar. La culminación del trabajo de excavación arqueológica y su comunicación, pertenecen al ámbito de los hechos históricos, más allá del dominio de la tradición y de la reflexión que se pueda suscitar al tratar de ser incorporado en una explicación.
Cuando el arqueólogo da a conocer el orden de la secuencia estratigráfica, expone ante el resto de la comunidad académica, un aspecto de la historia que subyace en el suelo del paisaje transformado por la acción social. Es la comunidad académica quien se encarga de incorporar el hecho estratigráfico en la reflexión sobre un aspecto particular o general de la sociedad. El aporte arqueológico en el proceso de investigación de la sociedad tolteca está supeditado al estudio, difusión y conservación del hecho estratigráfico, es decir, de aquellas localidades donde todavía se conservan depositados aspectos de nuestra historia.
Arqueología de objetos
¿Cuál es el legado histórico recuperado en Tula por la labor arqueológica?, y ¿cuál ha sido el aporte arqueológico acerca de la sociedad tolteca? son dos preguntas que a continuación trataremos de responder.
La evaluación crítica que emprendemos intenta ir más allá de asentar los aciertos o desaciertos de quienes han intervenido en el proceso de investigación de la zona arqueológica de Tula, Hidalgo. Mediante la formulación de estas preguntas se trata de examinar uno de los aspectos más importantes para la investigación de la sociedad tolteca y que concierne a la justificación teórica del método científico en la labor arqueológica, ¿cómo se establece la relación entre la investigación y la explicación científica acerca de la sociedad tolteca?
No se pretende incursionar en el discurso de la filosofía de las ciencias, la evaluación está dirigida al proceso de investigación arqueológica para clarificar que elementos distinguen a la excavación arqueológica de las excavaciones que realizan los ingenieros, geólogos o arquitectos en su quehacer científicamente fundamentado, y cómo estos datos son utilizados para explicar a la sociedad tolteca. Además de las valiosas interpretaciones, ¿cuáles son los datos substantivos que los arqueólogos han compartido con la comunidad académica dedicada al hecho Tollan?
Para responder estas preguntas recurriremos a los informes arqueológicos, dados a conocer por Jorge R. Acosta, y analizaremos el proceso de excavación que dejó al descubierto el Edificio 3, o Palacio Quemado, mediante la consulta del registro gráfico de las fotografías, diagramas, planos y la observación de las superficies de los vestigios restaurados y reconstruidos. Las excavaciones de estos vestigios proporcionaron en su momento al arqueólogo y a todos los historiadores el tipo de evidencia necesaria para responder a uno de los cuestionamientos más importantes de la época, y que siempre será motivo de investigación: ¿qué sucedió con los toltecas? Acosta debe haber estado convencido de que sus descubrimientos revelaban que los enunciados de los documentos antiguos tenían un trasfondo histórico real. Mientras más se extendían sus exploraciones, mayor era el número de evidencias que concurrían en la creación de la imagen del mundo tolteca.
Cuando se visita la zona arqueológica de Tula, se observa la labor del arqueólogo Jorge R. Acosta. Las superficies de los monumentos arqueológicos y la localización de las cariátides y las columnas de piedra labradas sobre el Edificio B fueron desenterradas por el equipo de trabajo del investigador, y el diseño de su colocación fue realizado por Acosta, como una demostración de la existencia arqueológica de los toltecas y para dar veracidad a las historias que afirman que la civilización tolteca fue destruida por las incursiones bárbaras de los chichimecas. Utilizamos el término diseño, porque en varios lugares se removieron los estratos arqueológicos de las etapas aztecas, para reconstruir las superficies de la arquitectura tolteca, incluidas las cariátides.
En los informes arqueológicos presentados por Acosta se menciona que las excavaciones se hicieron de forma estratigráfica, y aunque las comunicaciones son los únicos registros que existen del proceso de remoción de los estratos, el discurso se limita a la presentación de los hallazgos de los objetos, los utensilios y los elementos arquitectónicos. En ningún momento se detiene a describir el hecho estratigráfico. Mediante el análisis de los objetos de cerámica, Acosta propone una interpretación de los hallazgos. La cerámica Azteca se encuentra por encima de la mayor parte de las superficies restauradas y reconstruidas del entorno de la zona arqueológica; los vestigios aztecas se sobreponían a los edificios destruidos por el fuego, y eran contemporáneos a los saqueos en el Edificio B, C y el número 3.
Acosta logró ordenar los datos de las excavaciones y los integró en el discurso explicativo de los hechos acaecidos en Tula, siguiendo los acontecimientos asentados en los escritos históricos. Para el autor, no había duda de que los edificios quemados eran una prueba irrefutable de la destrucción de los toltecas por los Chichimecas.7 Desde que se realizaron los descubrimientos hasta la fecha, se han utilizado los hallazgos y las explicaciones de la investigación sin un examen donde se reflexione acerca de la correlación entre el registro y la interpretación arqueológica.
Arquitectura y objetos del Palacio
El gran incendio acaecido en el Edificio 3, es una de las evidencias arqueológicas que ha sido utilizada para explicar la desaparición de los toltecas. Sin embargo, al revisar el contenido de los informes arqueológicos, aparecen una serie de datos que sugieren que la explicación de las causas que destruyeron el edificio fueron enunciadas de forma rápida, mientras se completaba el análisis reflexivo de todos los datos, aunque éste nunca terminó por darse a conocer. Los datos de las excavaciones indican que los acontecimientos siguieron un orden distinto al de la destrucción por incendio y abandono del lugar. A continuación presentaremos un resumen del registro de las excavaciones realizadas en las Sala 1 y 2 del Edificio 3 en pos de tan postergada explicación. No se toman en cuenta los informes de la Sala 3, porque este espacio había sido destruido casi por completo.
El Palacio Quemado fue un edificio de planta rectangular, localizado en la parte superior de la gran plataforma que conforma junto con el Edificio B, el límite norte de la plaza principal de Tula Grande. El espacio arquitectónico del Palacio fue concebido para erigir tres salas amplias, en cuyos centros se les habilitó un patio. La amplitud del espacio interno de las salas fue logrado mediante el uso de columnas y vigas para el sostén de las techumbres. Adosados al muro norte de las tres salas se construyeron varios cuartos, y alrededor del conjunto se edificó un vestíbulo con columnas. Las labores de exploración comenzaron a partir de 1942, y no fue hasta que se había terminado de consolidar y reconstruir los paramentos de los cuerpos de la Pirámide B y el Vestíbulo Sur, cuando se explorarían extensivamente los vestigios.8
Las excavaciones comenzaron desde el pasillo de acceso hacia la plaza principal de Tula Grande y se extendieron hacia el interior del Edificio 3. A continuación se resumen los procedimientos efectuados en las distintas localidades.
El pasillo de acceso
Formado en el espacio que existe entre el Edificio B y el Edificio 3, por muros de adobes que en algunos lugares alcanzaban los 4 m de altura, aplanados con barro y recubiertos con estuco. Ambos lados del pasillo se encontraban decorados con bandas de colores paralelas, y había vestigios de otras facias de pintura superpuestas.9
Figura 1. Planta arquitectónica del Edificio 3 o Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
Figura 2. Palacio Quemado. En el centro de la gráfica se observa el muro, esquina de la plataforma Azteca removida por las excavaciones de Jorge Acosta (Foto: Juan Carlos Equihua).
La Sala 1
El escombro que cubría al edificio tenía un espesor de 1.5 m y los materiales encontrados eran restos de un techo desplomado, construido con vigas de madera, otates, piedras y adobes de los muros.10 Había indicios de un gran incendio. Debajo del escombro se encontraron cerca de 200 vasijas, la mayoría completas, arregladas por lotes de tipos de acuerdo con la forma, aunque en el informe no se menciona si el incendio las había afectado.11 También aparecieron:
1. Los muros de adobe que delimitan el cuarto por sus cuatro lados y el acceso desde el este.
2. Varios muros levantados entre los claros de las columnas, al parecer los espacios de la Sala 1 del Palacio fueron sellados mediante los muros de adobe.
3. Un piso de estuco, que recubría el espacio de la sala.
4. Dos tlecuiles.
5. Las huellas del incendio sobre el piso de estuco.
6. Las huellas de las columnas circulares que sostenían la techumbre.
7. La huella de una viga de madera carbonizada en posición vertical, en el centro de una columna. El soporte de madera tiene ocho maderos de diferentes gruesos con aristas redondeadas, quedando una oquedad en el centro.
8. Un patio hundido y un drenaje.
9. Varias lápidas que adornaban los frisos de la techumbre del patio de la Sala, aunque había muchos faltantes.
10. Más aplanados de barro dentro de la sala con los mismos colores encontrados en el pasillo de acceso.
11. Los lugares donde estaban las jambas de madera de la entrada, las espigas y las pilastras de los muros.
12. Las banquetas y el respaldo alrededor de toda la sala, que sólo en una sección del lado este estaban bien conservadas, faltando las cornisas en el resto de las banquetas.
13. Se encontraron tres banquetas altares y las del lado norte y el oeste estaban totalmente destruidas, sólo el altar del lado sur estaba bien conservado con los restos de algunas de las losas esculpidas policromas que lo decoraban.
14. Una ofrenda en el altar sur, donde se descubren tres pisos.
15. La esquina sudoeste de la sala estaba destruida.
16. Un basurero localizado en la esquina sudoeste de la sala, con fragmentos cerámicos de la cultura Azteca III y una maqueta de un templo.
Figura 3a. Adobes quemados, acceso a la Sala 1 del Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
La Sala 2
La Sala 2 fue explorada a partir del año 1950, removiendo los estratos del basamento en forma de talud de un edificio azteca, que se encontraba a 1.10 m sobre el nivel del piso de la gran sala. A semejanza de la Sala 1, también se hallaron las banquetas alrededor de toda la sala, y algunos bajorrelieves que decoraban el talud de las banquetas, localizando un grupo en una sección de la banqueta norte y otra en la sur. Procedemos al recuento de los hallazgos:
1. Los muros de una plataforma azteca de 1.60 m de altura, construida sobre el piso de la Sala Tolteca. En la parte superior había restos de pisos y cimientos de muros, que tapaban más o menos la mitad de la superficie de la sala. Acosta advierte que durante la construcción de la plataforma, en tiempos aztecas, sólo se removieron los estratos donde se cimentarían los muros, dejando los estratos de la parte central de la plataforma sin perturbar.
Figura 3b. Acercamiento de los adobes quemados, acceso a la Sala 1 del Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
2. Los muros de adobe de la sala y la entrada hacia la parte sur. En el muro norte había huellas de una escalera de acceso a un cuarto.
3. Los pisos de estuco de la sala, un patio hundido y un tlecuil.
4. Las huellas en el piso de estuco de 30 pilares cuadrados.
5. Las banquetas adosadas a los muros de la sala destruidas, aunque en la banqueta norte aparecieron en el talud los bajorrelieves de trece personajes en procesión y seis serpientes esculpidas en las cornisas de las banquetas. Se encontraron también las huellas de otras lápidas que fueron arrancadas.
6. Un altar en la parte este que conservaba restos de estuco pintados de rojo, junto a un Chac Mool y un tlecuil.
7.Varias ofrendas en cajas de piedra.
8. Varias losas esculpidas en el relleno de la parte central de la plataforma azteca, semejante a la Sala 1. Una de ellas tiene un personaje asociado a una serpiente con nubes.
9. Pedazos carbonizados de madera sobre el piso de la sala.
10. Una trinchera excavada en la parte norte de la sala, y dentro de ésta pedazos de un Chac Mool, aunque la cabeza de la escultura se encontró en el relleno de la plataforma mexica. Acosta denomina a la trinchera como violación.
De acuerdo con los hallazgos, Jorge Acosta ampliaba el registro de los datos referentes a las destrucciones e incendios, dando mayor soporte a la hipótesis acerca de la destrucción de la urbe por los chichimecas.12 Por otra parte, cuando reflexiona sobre los vestigios del periodo Tollan, afirma que la urbe sufrió constantes reformas que cambiaron muchas veces su fisonomía, dejando entrever que las remodelaciones se debían a la dinámica de cambios del desarrollo impulsado por el Estado tolteca.13
El proceso de excavación seguido por Acosta y sus asistentes sólo les permitió observar dos etapas en la deposición de los estratos: construcción y destrucción. Las referencias al uso y abandono de las superficies, es decir, las interfacies, son mencionadas cuando se interpretan las funciones probables del edificio. No obstante, las interfacies de periodos o el conjunto de superficies en uso en una determinada etapa, las cuales representan el 50 por ciento del proceso de deposición arqueológica, no han sido documentadas con propiedad hasta el momento en Tula.14 Todo el diseño arquitectónico se genera en función del uso de los espacios y las superficies.
Es importante señalar que las exploraciones se realizaron mediante excavaciones arbitrarias, y cuando se habla de excavaciones estratigráficas se hace alusión a la búsqueda de objetos de cerámica, para establecer si los depósitos pueden ser fechados en una u otra época: Tolteca o Mexica.15 Pero aún así, no se contemplaron los registros de las características de las unidades estratigráficas a no ser de que los estratos tengan forma de muros o pisos de estuco. Las unidades interfaciales son ignoradas sistemáticamente, salvo el caso de la trinchera que Acosta localiza en la parte norte de la Sala 2, y no precisamente por reconocerla como una unidad estratigráfica, sino porque en el relleno apareció un Chac Mool, un hallazgo.
En los informes presentados por Acosta acerca de las excavaciones realizadas para investigar el Edificio 3, nos llama la atención lo siguiente:
• En las gráficas de los informes arqueológicos se observa que el proceso de remoción de los estratos fue lateral, atendiendo a los hallazgos y no a las unidades de estratificación arqueológica.
• No se registraron las interfacies de destrucción, ni los elementos interfaciales como unidades de estratificación arqueológicas.
• El proceso de excavación arbitraria sólo les permitió obtener datos arqueológicos para evaluar los procesos de construcción y destrucción de los monumentos arqueológicos.
• Los datos acerca del uso y abandono de las superficies de los espacios arquitectónicos no fueron registrados, a excepción de aquellos ejemplos que sirvieran para apoyar los argumentos de la invasión chichimeca. La falta de registro ocasionó la pérdida del 50 por ciento de los datos arqueológicos en el momento de la excavación, dejando al libre albedrío del investigador o de quienes lean los informes, la identificación de estos procesos en la secuencia estratigráfica.
Figura 4. Adobes quemados, Sala 2, Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
Estratigrafía del Edificio 3: evaluación e interpretación
La estratigrafía del Edificio 3 no fue registrada por Acosta ni por sus asistentes en el momento de la excavación, sólo quedó plasmada en la memoria de quienes estuvieron presentes durante las distintas temporadas de exploraciones arqueológicas. El registro estratigráfico consiste en la descripción de las características de los depósitos e interfacies y el ordenamiento de la secuencia estratigráfica para establecer los periodos y fases; una vez analizados los hallazgos se trata de asignar a la secuencia una cronología histórica.
¿Cómo valorar las interpretaciones que se desprenden de las excavaciones? Es innegable que hubo un incendio en el Edificio 3 y en algunos de los edificios que se encuentran ubicados en el límite norte de la plaza central de Tula Grande, sin embargo, ¿el incendio fue provocado por la acción bélica o la causa radica en algún incidente fortuito?
Figura 5. Banqueta con frisos afectados por el fuego localizada sobre la entrada sur de la Sala 2 del Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
Figura 6. Sala 1, Palacio Quemado (Foto: Juan Carlos Equihua).
El incendio pudo haber sido un factor determinante en el derrumbe de las techumbres del Edifico 3 y en palabras de Acosta:
Desde el principio, nos dimos cuenta de que se trataba de una ciudad que fue arrasada por un gran incendio y luego sufrió un saqueo desenfrenado […] Todo al parecer, revela que la destrucción de la capital de los toltecas fue intencional y consumada por gentes que fabricaban la cerámica llamada “Tenayuca” o sea la “Azteca II”.16
Mediante la lectura detenida de las descripciones de los hallazgos tal y como aparecen en los informes, resaltan entre líneas los indicios de que el edificio estuvo abandonado antes de que ocurriera el incendio. De ser así, el incendio no contaría a favor de la hipótesis de la destrucción de la capital de los toltecas, y habría que buscar los datos adecuados para sustentar tal propuesta.
La afirmación de que el saqueo ocurrió después de la destrucción del Palacio no parece tener sustento en los hallazgos de la excavación. Cuando Acosta excavó el edificio, encontró los vestigios de las techumbres quemadas y los muros desplomados sobre los pisos, y en el depósito de más de un metro de espesor no asienta haber hallado muchas evidencias de alteración que indicaran que una vez que se colapsó el edificio se abrieran aproximadamente 120 metros lineales de trincheras, para substraer la mayoría de las cornisas y los frisos que adornaban las banquetas de las salas 1 y 2. Sólo en la Sala 2 se descubrieron 8 m de frisos y cornisas in situ, y los colores de las imágenes esculpidas no parecen haber sido afectadas por el fuego, aunque alrededor existen adobes transformados en ladrillos por la intensidad del calor. No ocurrió lo mismo en el lado sur de la sala donde los frisos si están quemados.
Por otra parte, Acosta describe el hallazgo de un numeroso lote de vasijas en la Sala 1, acomodadas de acuerdo con las formas y aplastadas en el momento de caer el techo, además, reporta haber encontrado los vestigios de las lápidas que decoraban los frisos del techo del patio interno de la Sala 1 y unos muros de adobe entre las columnas. En los informes no se especifica si las vasijas encontradas en la Sala 1 y las canterías de la techumbre fueron afectadas por el fuego, y de haber habido indicios Acosta lo hubiera asentado.
¿Qué indican estos hallazgos, los faltantes y cómo interpretarlos?, ¿porqué, habiendo tantas indicaciones de un gran incendio, estos vestigios y objetos no fueron alcanzados por las llamas?
El escenario plausible que nos imaginamos para que se conservasen las esculturas, prevé que algunas secciones del edificio se colapsaran antes del incendio, quedando sepultadas y protegidas del calor. Esta interpretación implica que el edificio no tuvo el mantenimiento adecuado por varios años, y las lluvias provocaron el deterioro de las techumbres, hasta que los materiales se debilitaron y ocurrieron los derrumbes. Así quedaron sepultados los frisos de la banqueta norte de la Sala 2, mientras que el acceso de la sala estaba todavía en pie cuando ocurrió el incendio.
La mayoría de las piezas de cantería que formaban las banquetas de las dos salas fueron removidas antes de que ocurriera el incendio, y probablemente las precarias condiciones del edificio no permitieron extraer todas las piezas. Tal vez quienes desmontaron las canterías habían recolectado y acomodado las vasijas en la sala para su transporte, y fueron sorprendidos por el colapso repentino de la techumbre, y al no contar con los pegamentos, decidieron abandonarlas a la suerte de los arqueólogos del futuro. Al parecer las canterías que se desplomaron de los frisos que adornaban el patio de la Sala 1 se desprendieron también antes del incendio.
Al hacer las interpretaciones es cuando la lectura de la estratigrafía juega un papel decisivo. La falta del registro y la ambigüedad de las descripciones permiten varias interpretaciones del hecho estratigráfico. De acuerdo con lo expresado en el informe, los datos indican que hubo una etapa de abandono y saqueo que no concuerda con la hipótesis de la invasión y la destrucción de los toltecas a manos de las huestes chichimecas. El fuego puede haberse originado de forma intencional o fortuita después de que los edificios fueron abandonados y, tal vez la quemazón se deba a la acción preventiva de quien tuviera conciencia del peligro que representaba un edificio en ruinas para su comunidad.
A falta del registro de la secuencia y ordenamiento de la estratigrafía, cualquier interpretación es plausible. Es aquí, cuando se valora la importancia del proceso estratigráfico. En el acto reflexivo arqueológico se deben distinguir dos procesos independientes para llegar a la explicación de un hecho estratigráfico. El primero es estrictamente estratigráfico y tiene como objetivo ordenar la secuencia de los depósitos e interfacies, correlacionar los estratos y establecer los periodos en función de la deposición. El segundo proceso se refiere al análisis de todos los hallazgos y la interpretación.17
Acosta identificó el saqueo y el incendio ocurrido en el Edificio 3, sin embargo mediante la reflexión de los hallazgos presentados en los informes arqueológicos, se ha podido deducir que la remoción de las canterías no parece haber ocurrido precisamente después de que se quemara y colapasara el techo. Los datos indican que a la hipótesis del incendio – colapso- saqueo se debe enriquecer con otra hipótesis alternativa donde se consideren también el uso – abandono – saqueo – colapso – incendio – colapso – saqueo.
El Palacio Quemado de Tula: estratigrafía y explicación arqueológica
Hasta aquí se han presentado una serie de consideraciones acerca de las investigaciones realizadas en el Palacio Quemado por el equipo de trabajo del arqueólogo Jorge R. Acosta, mediante la contrastación de las interpretaciones contenidas en los informes arqueológicos y las observaciones realizadas cuando se visitó el monumento habilitado al público en la zona de Tula Grande.
Con esta labor se ha pretendido valorar el estado actual del conocimiento de la sociedad tolteca desde la perspectiva estratigráfica. Se trata de contestar a dos cuestiones: ¿cómo se establece la relación entre la investigación arqueológica y la explicación científica? y ¿cuáles son los datos sustantivos que los arqueólogos han compartido con el resto de la comunidad académica? La propuesta intenta evaluar la explicación de un hecho estratigráfico, el de los depósitos tal y como fueron encontrados durante las excavaciones realizadas por el equipo de trabajo de Jorge R. Acosta. Los estratos se removieron bajo la supervisión arqueológica y depositados de nueva cuenta en otros lugares para formar una nueva secuencia estratigráfica.
Un Palacio Quemado, nombre tal vez apropiado si se tienen en cuenta las huellas de la quemazón que consumió las vigas y otates de la techumbre, así como también el alma de madera de los postes que sostenían las vigas dentro de los muros de adobe, pero que no puede ser considerada como evidencia directa de un proceso de conquista y destrucción, tal y como propuso Acosta.
Los principios de estratigrafía arqueológica proporcionan el marco conceptual y la nomenclatura indispensable para poder conducir un trabajo de excavación que permite registrar las características de los depósitos y hallazgos creados por los seres humanos. Así, se puede definir la secuencia de eventos concomitantes en la creación de los depósitos y se puede llegar a establecer con relativa precisión el orden en que ocurrieron los procesos y el tiempo de formación de los estratos.
Mediante una estrategia de análisis estratigráfico se puede también valorar las correlaciones que se establecen entre los datos y las explicaciones arqueológicas. En el caso de las deducciones e inferencias presentadas por el arqueólogo Jorge R. Acosta en sus informes, llama la atención la forma de tratar el problema de la destrucción de la sociedad tolteca, al fundamentar sus argumentos en las evidencias del fuego que destruyó el Palacio. Cuando se revisan los informes y se observan las superficies excavadas, surgen una serie de preguntas acerca de la gran cantidad de materiales faltantes, como las losas esculpidas y las cornisas de las banquetas de las salas y de la forma diferencial con que fueron afectadas algunas superficies por el fuego. Los faltantes en la investigación arqueológica del Palacio Quemado, son tan o más importantes para el estratígrafo que las evidencias del fuego y el descubrimiento de los grabados policromos de las banquetas, porque la falta de integridad de los estratos, tal y como fueron depositados originalmente, hacen referencia a una serie de sucesos naturales o actividades humanas relacionadas con la remodelación de las superficies y de los componentes estructurales de los edificios y los espacios arquitectónicos.
Al visitar el Palacio Quemado y al considerar con detenimiento el orden de los sucesos se deduce que hubo algunas intervenciones para extraer materiales antes de que acaeciera el incendio, así como varias afectaciones producidas por la falta de mantenimiento y la erosión que debilitó la estructura de los techos y paredes del edificio. La evidencia arqueológica indica que el proceso de destrucción del Palacio se debió a una serie de causas y por lo tanto es importante que, antes de adoptar una conclusión de tipo histórico para explicar el hecho, se deben de tener en cuenta la suma de evidencias estratigráficas de cómo los espacios arquitectónicos fueron refuncionalizados, además de evaluar si los materiales faltantes fueron extraídos para ser reusados o reciclados durante el transcurso del tiempo.
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Sobre el autor
Osvaldo J. Sterpone
Centro INAH, Hidalgo.
Citas
- Este artículo fue presentado como ponencia en la XXIII Reunión de la Sociedad Mexicana de Antropología y editado para su publicación. [↩]
- Sociedad Mexicana de Antropología, XX Mesa Redonda de Antropología 1987, pp. 16, 34 y ss. [↩]
- Blanca Luz Paredes Gudiño, Unidades habitacionales en Tula, Hidalgo, 1990, pp. 13-4. [↩]
- Xavier Noguéz, "La zona del Altiplano Central en el Posclásico: la etapa Tolteca" en Historia antigua de México, volumen III: el horizonte Posclásico y algunos aspectos intelectuales de las culturas mesoamericanas, 1995. [↩]
- Miguel Covarrubias, Arte indígena de México y Centroamérica, 1961, pp. 301-302. Acosta afirma que la arquitectura es de concepción majestuosa, pero de realización mediocre. [↩]
- Esta información será motivo de análisis en un próximo artículo. [↩]
- Jorge Acosta, " Informes de las Temporadas de Exploración Arqueológica en Tula, Hidalgo" 1947-1948, pp. 47. [↩]
- Ibidem, 1944, p. 5, fig. 30. [↩]
- Ibidem, 1946, p. 10. [↩]
- Ibidem, 1942, p.8. [↩]
- Ibidem, 1944, p. 6. [↩]
- Ibidem, 1953, p. 29; 1954, p. 18; del mismo autor el artículo “Interpretación de los datos obtenidos en Tula relativos a la época tolteca”, en Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, t. XIV, 1956-1957, p.75. [↩]
- Ibidem, 1953, p. 27. [↩]
- Por interfacie se entiende los límites físicos de una unidad estratigráfica, o la superficie. Por elemento interfacial se entiende el área de una unidad estratigráfica que exhibe una pérdida de integridad o de las características originales que tuvo al originarse el depósito. [↩]
- Por arbitrario se entiende el proceso de remoción de los estratos sin respetar el orden de los depósitos y sin registrar o describir sus características. La naturaleza del trabajo de excavación arqueológica es destructiva. Al comenzar a investigar se remueven los estratos, causando la alteración irreversible del objeto de estudio, de ahí la importancia de proceder mediante un registro detallado del proceso de excavación, describiendo los estratos, las interfacies y los elementos interfaciales y asentando la naturaleza del ordenamiento de la secuencia estratigráfica, en concordancia con los principios de estratigrafía arqueológica (véase Harris, Principles of Archeological Stratigraphy, 1992). [↩]
- Jorge Acosta, op.cit., 1956-1957, p. 75. [↩]
- Edward Harris, op.cit., 1992, p. 111. [↩]