La colección de libros a la cual pertenece esta obra es una excelente serie historiográfica, muy adecuada para los maestros de ciencias sociales de nivel medio y superior, así como para el público no especializado. En el caso de este pequeño libro, su temática está centrada en el mundo antiguo de México, de ahí que resulte de sumo interés e importancia. La obra, especialmente diseñada como texto de divulgación, será de particular interés para los maestros de historia y les permitirá contar con una serie de referencias bibliográficas actualizadas relativas a los trabajos más importantes sobre el pasado prehispánico de nuestro país.
El libro se encuentra dividido en 10 capítulos y un epilogo, que abarcan desde el periodo Preclásico al Posclásico en la zona de la Altiplanicie Central, y se enfoca en los estudios relativos a la cultura y las fuentes nahuas, el pasado prehispánico de las regiones del Occidente de México, Guerrero, Oaxaca, la zona del Golfo y el vasto norte del país.
Distintos especialistas de la época prehispánica y colonial temprana escribieron los capítulos, lo cual permite contar con un resumen y análisis de las aportaciones historiográficas más importantes para cada región. En el primer capítulo, “Obras generales sobre Mesoamérica”, Pablo Escalante Gonzalbo realiza un breve pero nutrido recorrido de la historiografía sobre el México prehispánico, desde el siglo XVIII hasta la época actual. Sin duda en este apartado destacan varias figuras pioneras en el estudio de las culturas precolombinas, que en ocasiones son olvidadas por algunos especialistas contemporáneos; un ejemplo de ello es el lugar principal en que coloca al maestro Wigberto Jiménez Moreno, erudito especialista que escribió pocas obras pero sin duda construyó, en palabras de Escalante Gonzalbo, “una visión de la historia de Mesoamérica que, en lo fundamental, sigue vigente y ha sido el punto de partida de centenares de investigaciones” (p. 17).
En los capítulos dos y tres —“La altiplanicie central, del Preclásico al Epiclásico” de Felipe Ramírez Sánchez, y “La Altiplanicie central en el posclásico (900-1521): economía, sociedad y política”, de Santiago Ávila Sandoval— se aborda el análisis de los trabajos de diversos estudiosos acerca del México antiguo, desde el Preclásico hasta el periodo Posclásico, ofreciéndose en ambos un breve recorrido completo y muy interesante acerca de los descubrimientos, avances y metodología de numerosos especialistas en estos periodos, tanto mexicanos como extranjeros.
En el capítulo cuatro, “Los estudios sobre la cultura náhuatl” de Pablo Escalante Gonzalbo, podemos observar un balanceado estado de la cuestión relativo a los estudios de la religión e historia de los pueblos nahuas de México. Este apartado se complementa muy bien con los dos siguientes: el de Miguel Pastrana (capítulo cinco), titulado “Las fuentes documentales de tradición nahua”, donde el autor realiza un breve recorrido por los códices y fuentes coloniales más importantes que nos acercan a esa cultura; y el del propio Pablo Escalante Gonzalbo (capítulo 6), quien aborda el “Estudio y edición de las fuentes de tradición nahua, desde fines del siglo XIX a fines del XX”, en el cual elabora un muy buen resumen de las fuentes indígenas nahua publicadas en los dos últimos siglos —especialmente interesante es su apartado acerca de los manuscritos de fray Bernardino de Sahagún.
Sin duda, fundamentales en este libro son los artículos que tratan acerca de regiones más distantes del área central de México; así, en “El Occidente y Guerrero” (capítulo siete) Verónica Hernández Díaz nos ofrece un resumen de los más destacados avances en la arqueología y la historia para esas zonas. En igual sentido, Marie–Areti Hers presenta en el capítulo 8, “El norte de México y la Mesoamérica septentrional”, un muy interesante balance historiográfico acerca de la historia antigua del norte de Mesoamérica. La autora destaca que la “periodización vigente para Mesoamérica no opera en el norte” (p. 96), toda vez que esta periodización se basa en una visión evolucionista, mientras en el norte los grupos de nómadas, cazadores y recolectores coexistían con agricultores. Asimismo, señala que a los estudiosos de la Mesoamérica septentrional les resulta indispensable consultar obras coloniales acerca de la región y estudios etnográficos modernos.
En el capítulo nueve, “La región oaxaqueña”, Saeko Yanagisawa destaca que los estudios acerca del pasado prehispánico de esta región se centran mayoritariamente en el Valle de Oaxaca, especialmente Monte Albán y Mitla, y que los trabajos acerca de otras regiones del estado, como por ejemplo la Mixteca Baja, son más bien tardíos y menos numerosos.
En el capítulo diez, Arturo Pascual Soto nos ofrece un panorama de los estudios arqueológicos de “La Costa del Golfo de México”, destacando las obras acerca de los olmecas y de la zona de El Tajín.
Cabe resaltar que el libro contiene al final una muy útil y completa bibliografía actualizada acerca del México antiguo. También vale la pena señalar que todos los ensayos son amenos, claros y están muy bien escritos, presentan un tamaño adecuado para utilizarse en el aula por maestros de educación preparatoria y primeros años de la universidad.
Debido a su excelente narrativa, seguramente los textos llamarán la atención de un público más amplio e interesado en conocer la literatura más relevante acerca del México prehispánico.
Sobre la autora
Ethelia Ruiz Medrano
Dirección de Estudios Históricos, INAH.