A lo largo de su existencia, la familia como grupo primario ha asumido un papel esencial en la sociedad, y al estudiar sus orígenes se identifica una serie de caracterizaciones que han variado en cada época en cuanto a su estructura, función social, construcción de bienes materiales y creencias. Esto ha traído como consecuencia la presencia de significados distintos a esta organización social, por lo que se llega a identificar como el marco de existencia de los hombres, constituyéndose a la vez como la fuente y base para su permanencia, proyección y potenciación.
Definir la familia se torna una condición compleja en el sentido de las diversas formas que este grupo presenta, considerando además los diversos enfoques y disciplinas que se han ocupado de su estudio. En sentido etimológico, la palabra “familia” proviene de la raíz latina famulus, que significa sirviente o esclavo doméstico, y aunque en la actualidad este concepto no es aplicable de forma lineal a los grupos familiares, algunas conductas reflejan características que permiten la aplicación del concepto.
Para Julia Chávez la familia “juega un papel importante en la reproducción biológica, económica, social, ideológica en donde se reproducen los patrones de poder-dominación-obediencia, establecidos por el sistema”.1 Por su parte, Jelin se refiere a la familia como un ámbito donde se crean y recrean relaciones sociales de producción y reproducción, de autoridad, solidaridad y conflicto, de intercambio y poder.2
La familia no es sólo un instrumento de control social, sino además un espacio educativo y protector, que busca los modos y medios de ponderar sus recursos y cubrir sus necesidades. En términos de Minuchin, para el cumplimiento de esta función resulta central la variada gama de actividades que se realizan en el hogar, dirigidas al mantenimiento de la familia. El autor explica a la familia como un grupo con demandas funcionales que favorecen la interacción de sus miembros, por lo que la familia constituye un sistema con capacidad para la solución de sus problemas.3
En función de sus recursos, la familia puede desarrollar capacidad para solucionar problemas y contribuir al desarrollo de la personalidad y el estado emocional positivo de sus integrantes. “La protección de la salud del individuo, su formación y la adquisición de su madurez emocional son en sí mismas procesos sociales, implican por necesidad la actuación recíproca de los individuos en grupos sociales”.4
Aunado a los problemas económicos y sociales que enfrentan las familias, las necesidades emocionales se suman como un factor determinante en la búsqueda de soluciones. La ausencia de valoración a los esfuerzos realizados para la satisfacción de las necesidades se refleja en los compromisos de los miembros que forman parte de los grupos familiares. Graciela Sánchez afirma que “la vida emotiva, cultural, económica, psicológica, política y social, está determinada por la estructura y dinámica del sistema familiar”.5 Para Aquín y Gattino, Las características que adopten ambos componentes del concepto ayudan a dibujar la identidad de un grupo corresidente en torno a la subsistencia y la reproducción social, a decir de Nora Aquín y Silvia Gattino:
En tanto estructura, la organización familiar constituye un campo de posiciones e intereses, que asume una morfología contingente (histórico- social), en el que se articulan las distintas posiciones de sus miembros en un sistema de uso, transferencia y de control de poder (sistema de autoridad) en torno a actividades cotidianas. En tanto la dinámica, la organización familiar va construyendo históricamente determinadas reglas de juego en base a las cuales se explican la comunicación, el afecto, la insatisfacción, la satisfacción, etcétera.6
La familia establece una compleja red que une y retroalimenta lo biológico y lo sociocultural, y para Chávez:
La familia como institución se presenta como un grupo constante en cuanto a su papel social y las funciones que desempeña. Su estructura se modifica para cumplir con esas funciones que le permiten adaptarse a las exigencias de cada época. La familia como tal pretende cubrir fundamentalmente el papel de reproductora de la vida social en sus componentes biológicos, jurídicos, ideológicos, económicos y sociales.7
Las funciones que realizan las familias están determinadas por el contexto en el que los grupos están insertos. Su organización interna refleja las reglas que rigen sus vidas, y parten de su cultura y necesidades. En ese sentido, agrega Chávez, “la familia se forma y desarrolla dentro del conjunto de tradiciones culturales de una comunidad”.8
La falta de empleo y los bajos salarios, que marcaron a la sociedad mexicana a partir de los años ochenta, orilló a las familias a realizar cambios en su estructura y en la organización de los grupos domésticos. El trabajo informal representó entonces la respuesta a sus necesidades: “la gente tuvo que trabajar más por salarios más bajos y en peores condiciones. Los grupos domésticos tuvieron que depender más de las actividades informales, ya que las formales se habían vuelto escasas y excepcionales”.9
En nuestros días la crisis económica ha provocado una serie de efectos en las distintas sociedades de todo el mundo, y tanto la pobreza como la migración son los principales indicadores de la inestabilidad económica de las familias. El desempleo creciente que viven los trabajadores, como consecuencia de la crisis económica, los lleva a implementar sus propias estrategias de sobrevivencia.
El concepto de estrategias se emplea por primera vez por Joaquín Duque y Ernesto Pastrana a principios de 1970, en un trabajo al que intitularon “Las estrategias de supervivencia económica de las unidades familiares del sector urbano: una investigación exploratoria en el contexto de los sectores populares”. El estudio se realizó en dos campamentos del Gran Santiago de Chile, y en el mismo se analizó la sobrevivencia económica de las familias con más bajos ingresos, sin prestar atención a su reproducción biológica.
Más tarde Susana Torrado retoma el concepto de estrategias de supervivencia, y plantea llamarlo las estrategias familiares de vida aplicable a las relaciones de las clases sociales, las familias y los comportamientos sociodemográficos, sin reducirse al contexto de un solo grupo o clase social, como planteaban Duque y Pastrana “con base a las condiciones de existencia que les impone su pertenencia de clase, las unidades familiares en cada clase social desarrollan estrategias de sobrevivencia encaminadas a asegurar la reproducción material y social del grupo y de cada uno de sus miembros”.10 Las estrategias son empleadas por las familias para hacer frente a los cambios económicos y sociales; permiten la producción y reproducción material de la existencia social de sus miembros.
Cuando los ingresos locales no son suficientes para elevar la calidad de vida de los grupos familiares, la migración surge como una estrategia para sobrevivir, consciente de que al migrar quien lo hace puede perder todo, o bien la mayoría de sus ingresos. Para Casalet, “el lapso que transcurre entre su partida y las primeras remesas se convierte en un periodo de mucho temor y escasísimos ingresos, en el que se duda fuertemente de la capacidad de sobrevivencia de la familia”.11
Las estrategias presentan una progresión cronológica que responde a la gravedad de la crisis. J. von Breaun menciona que conforme se agrava la crisis, la vulnerabilidad aumenta y las estrategias se van revelando progresivamente insuficientes, lo cual hace que las familias se vean obligadas a aplicar estrategias cada vez más extremas.12
La adopción de patrones migratorios y distribución del trabajo por edad y sexo, son estrategias empleadas frecuentemente por las familias como respuesta a los requerimientos y necesidades del grupo social al que pertenecen. Los hombres emigran en busca de recursos económicos para las familias, las madres asumen roles y funciones que corresponden a ambos padres, los hijos cumplen funciones que antes de los procesos migratorios jamás realizaron.
En muchos de los casos estas acciones no son planeadas, se asumen como salida a las múltiples necesidades de los grupos familiares; así, para Oliveira y Salles “las estrategias se conciben como prácticas sociales realizadas consciente o inconscientemente para mantener o cambiar la posición social de los sujetos que las ejecutan”.13
La familia ante las necesidades cotidianas requiere de la búsqueda de fuentes de ingresos para poder adquirir satisfactores; cualquiera que sea el sentido que le dé a éstos, es una realidad ante las escasas posibilidades. En términos de Susana Hintze, la unidad familiar genera o selecciona satisfactores para alcanzar sus fines reproductivos por medio de la combinación de las posibilidades a su alcance a través de un entramado de actividades.14
Las funciones que ejerce la familia están en estrecha dependencia con el lugar que la familia ocupa en la organización social y en la economía, y estas condiciones se tornan más complejas cuando, dentro del marco de las estructuras monoparentales, la mujer va en busca de las oportunidades del mundo exterior —para obtener los recursos que le permitirán la subsistencia familiar—, y además se ocupa de las funciones tradicionales que le corresponde por ser el progenitor responsable del grupo. Sin embargo, las normas culturales de cada región en algunos casos suelen ser una de las principales causas por las que ellas no alcanzan su objetivo.
Segalen refiere que a la mujer se le reconoce generalmente la autoridad sobre las cosas domésticas, pero su papel fuera de la casa varía ampliamente según las culturas, y está determinado por la importancia relativa de lo doméstico.15
El número de hogares con mujeres que realizan trabajo extradoméstico “sobrepasa las explicaciones económicas (la búsqueda de un salario o ingreso) e ilustra no solo un cambio en las prácticas de confinamiento femenino y la persecución de rutas de autonomía sino también una transformación en los roles o papeles de género”.16
En el uso de estrategias, la participación de la mujer ha sido determinante; su dinámica ante la búsqueda de recursos para satisfacer las necesidades de la familia la ubican en algunos hogares como jefa de familia.
Las capacidades y potencialidades propias del ser humano no han sido suficientes para que la mujer se desenvuelva en el espacio social. Su capital económico no es bueno, en algunos casos está limitado a una vivienda y herramientas de trabajo en pésimas condiciones, lo cual —aunado a la carencia de un ingreso— coloca a la familia en total desamparo; sólo en el caso de que hubiera redes sociales de apoyo podría depender de ellas.
Las redes sociales se conciben como las “relaciones externas de parentesco y amistad, basadas en vínculos de intercambio y normas de reciprocidad que constituyen recursos fundamentales para satisfacer las necesidades de la unidad doméstica”.17
El capital cultural —que en términos de Bourdieu es tan importante como el económico— coloca a las mujeres en una situación difícil cuando se trata de buscar un empleo que le permita obtener ingresos para satisfacer las necesidades de su familia. En el caso de las mujeres rurales, la falta de un título que las acredite para la realización de un trabajo las deja al amparo del capital social, referido a todo tipo de apoyo que constituyen las redes sociales.
A partir de estos capitales, las mujeres de la zona rural priorizan el trabajo informal como una estrategia para poder satisfacer las necesidades básicas. El trabajo informal se caracteriza por ser irregular e involucra a segmentos significativos de la población, especialmente en las grandes ciudades.
De acuerdo con el INEGI, se entiende por trabajo informal “todas aquellas actividades económicas de mercado que operan a partir de los recursos de los hogares, pero sin constituirse como empresas con personalidad jurídica independiente de esos hogares”.18
Aun cuando el trabajo informal se presenta como una estrategia, las familias no logran vivir dignamente: las necesidades persisten, los problemas se agravan y cada vez es mayor el número de familias que colectivamente enfrentan las consecuencias de los múltiples procesos sociales. Los bajos salarios, el desempleo y la falta de capacitación de las mujeres rurales que buscan ingresar al ámbito laboral no son procesos sociales ajenos a las unidades domésticas:
La unidad doméstica es una unidad económica en la que se llevan a cabo diferentes actividades productivas, trabajo doméstico, trabajo industrial doméstico, trabajo para la producción y conservación de las redes de relaciones sociales, además de las actividades de consumo, obliga a considerar un concepto de ingreso familiar amplio cuyas fuentes son múltiples, tanto como pueden involucrar a más de un miembro de la familia, porque pueden originarse en un conjunto de actividades que no se limitan necesariamente a las remuneradas.19
Para González de la Rocha las estrategias constituyen un concepto útil para analizar y entender la dinámica de la organización interna de las unidades domésticas, y cómo ésta reacciona ante los diferentes procesos e instituciones sociales.
Se han encontrado pocos estudios sobre las formas en que las familias mexicanas intentan resolver sus necesidades; con esta investigación se busca ofrecer información que permita enriquecer sustancialmente la comprensión de las nuevas formas de vida en el núcleo familiar, pues ante la necesidad de responder a sus demandas económicas, y en ausencia de los jefes de familia (proveedores tradicionales), recurren a estrategias de sobrevivencia que dejan atrás la dinámica y estructura familiar tradicional.
Planteamiento del problema
En México, la calidad de vida de sus habitantes refleja que tanto en los sectores primario, secundario y terciario como en las zonas poblacionales urbana, rural e indígena se aprecian indicadores de pobreza y marginación. La falta de oportunidades en relación con el empleo, aunado a los bajos salarios y a la poca inversión económica para la producción, ha originado que la región sur-sureste de México se caracterice por ser netamente expulsora de población, ofreciendo la migración como una estrategia que si bien representa una inversión para algunos y dificultades para otros —quienes carecen de los recursos económicos para el movimiento—, lo ven como la solución al conjunto de problemas que las familias refieren.
La migración es una realidad que durante mucho tiempo ha representado la opción para dar respuesta a las demandas y necesidades de muchas familias, principalmente aquellas en las que el proveedor principal no tiene, dentro de su contexto, la oportunidad de colocarse en trabajos donde reciba un salario y obtenga prestaciones.
En el caso de las familias en que el hombre es el pilar —no sólo por ser proveedor sino por ser jefe de familia—, es importante conocer cómo su ausencia —al emigrar a otros ámbitos en busca de un mejor ingreso— ha llevado a la familia a buscar e implementar estrategias para responder a las necesidades demandadas por el núcleo familiar, a la vez que construye estructuras familiares distintas a las ya establecidas por tradición cultural. Sin embargo, es importante identificar cómo responden las familias a sus necesidades ante la ausencia del jefe de familia, y cómo se organizan para resolver esas carencias. Porque incluso considerando que tal situación es un efecto de la globalización, cabe mencionar que su impacto en los distintos sectores sociales en el mundo es diferente; mientras a unos los ha beneficiado, a otros los ha sumergido en la pobreza. Así, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable se afirmaba que:
Existen 1 200 millones de personas que viven con menos de un dólar diario y cerca de 50 por ciento de la población mundial vive con menos de dos dólares diarios. Debido a la falta de oportunidades y de alternativas, estas personas están condenadas a una vida donde proliferan el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, el desempleo y la desesperanza. Frecuentemente, carecen de acceso a alimentos, agua potable segura, saneamiento, educación, servicios de salud y servicios modernos de energía.20
En el caso de la situación económica en Veracruz; el desempleo lo posiciona entre los 10 estados más pobres de la República mexicana; si se hace referencia al desempleo en los sectores ligados al campo, se puede observar que las actividades productivas no han sido atendidas por programas o políticas públicas; lo que genera una escasa participación en ese sector y un crecimiento cada vez mayor del número de pueblos abandonados, a consecuencia de movimientos migratorios de mexicanos que buscan empleo más allá de las fronteras, arriesgándolo todo por conseguir algo que mitigue su hambre y su pobreza.
Por otra parte, Garza refiere que, desde los años setenta —y de manera más importante en la última década—, la frontera norte de México ha sido un destino ideal para trabajar, debido a la instalación de plantas maquiladoras. En el caso de las comunidades pertenecientes al municipio de Minatitlán, Veracruz, esta situación ha sido una opción laboral. Minatitlán es una ciudad con una población de 151 983 habitantes; sus coordenadas son 17° 59’ latitud norte y 94° 33’ longitud oeste, con una altitud promedio de 20 msnm. Tiene una superficie de 4 123.9 km², que ocupa 0.054 por ciento del total del estado. Limita al norte con la ciudad costera de Coatzacoalcos y Cosoleacaque; al sur con el estado de Oaxaca, al oriente con Ixhuatlán del Sureste, Moloacán y Las Choapas, y al poniente con Hidalgotitlán y Cosoleacaque. Por su actividad petrolera está considerada líder en economía del sureste de Veracruz. Su área rural es extensa, cuenta con 277 comunidades y entre ellas se ubica Las Ánimas, donde habitan cerca de dos mil habitantes.
Las Ánimas colinda al norte con la congregación de Limonta y al sur con la congregación de Las Lomas; al este con la congregación de Potrillos y al oeste con el río Coatzacoalcos. Cuenta con un camino federal identificado como la calle principal, que comunica a la comunidad con otras congregaciones: Limonta, Salinas, Hidalgotitlán, Ojo Chapa y Minatitlán.
La comunidad se formó el 9 de diciembre de 1897, y de acuerdo con la historia oral se identifica como fundadores a las familias Torres-Lara, Martínez-Hernández y las señoras Josefa Martínez y Tomasa López.
Las Ánimas es una población que anteriormente se dedicaba principalmente a las labores del campo y elaboración de redes para la pesca, además de las labores domésticas y la cría de animales. Por su condición rural y baja producción agrícola, es posible observar la movilidad de la población masculina, sobre todo jóvenes y adultos, hacia los estados del norte.
En el diagnóstico presentado por el Plan Veracruzano de Desarrollo, se sitúa a Veracruz en los primeros lugares de marginación, haciendo mención que los estados de Oaxaca y Chiapas superan tal situación. Se calcula que en la actualidad más de 300 mil veracruzanos radican al norte de la frontera, según datos del Plan Veracruzano de Desarrollo 2005-2010.
Al realizar un estudio sobre condiciones de vida en la comunidad de Las Ánimas, se encontró que 60 por ciento de la población muestra la ausencia del jefe de familia, de los hijos varones o de ambos. La migración y la escasez de oportunidades sin duda propician que las familias empobrezcan cada vez más, viviendo al día y con menos de lo necesario. En este sentido cobra importancia identificar cómo los integrantes de este grupo resuelven sus necesidades ante las demandas de los mismos y la ausencia del jefe de familia, y hasta dónde este proceso afecta a la estructura familiar.
El objetivo general consiste en conocer de qué manera las familias de la comunidad de Las Ánimas resuelven las necesidades del grupo ante la migración del jefe de familia. Los objetivos específicos son: a) identificar la principal estrategia de sobrevivencia empleada por las familias para responder a las demandas económicas en ausencia del jefe de familia; b) describir la forma en que la familia, principalmente la mujer, asume los cambios que implica dicha ausencia.
Metodología
El estudio conjuga los enfoques cualitativo y cuantitativo. Es cualitativo en cuanto describe las experiencias que las mujeres construyen en su vida cotidiana, tales como ideas, creencias y sentimientos en torno a las estrategias de sobrevivencia. Es cuantitativo en tanto mide la relación que existe entre la migración y las familias.
Se consideró como unidad de análisis a 60 familias que tienen como características ser originarias de esta comunidad y sufrir los estragos de la ausencia del jefe de familia por formar parte del gran número de migrantes que buscan mejores condiciones de vida. La muestra se tomó de un estudio sobre condiciones de vida realizado a cien familias de Las Ánimas, donde el resultado mostró que 60 por ciento de esta población tenía las características antes mencionadas.
No hubo manipulación ni estímulos donde se expusieran a las familias, sólo se les observó en su ambiente natural, por lo que el tipo de diseño es no experimental. En cuanto a la recolección de datos, se utilizó como técnica la encuesta, en la cual se empleó como instrumento un cuestionario de preguntas cerradas. Por otra parte, se utilizó la entrevista semiestructurada para conocer las experiencias que los integrantes de las familias construyen en la cotidianeidad respecto a las estrategias empleadas para responder a sus necesidades.
Resultados
Los jefes de familia de la comunidad de Las Ánimas recurren a la migración hacia el norte del país como una alternativa para responder a las demandas de los miembros de su familia. La ilusión de ver resueltos sus problemas con la migración se desvanece al llegar a la ciudad, donde creían encontrar un empleo que les ofreciera un ingreso suficiente para cubrir las necesidades de la familia, y descubren que el ingreso no alcanza para enviar dinero a la familia y, al mismo tiempo, satisfacer las necesidades que enfrenta por separado el padre de familia: vivienda, alimentación, lavado de ropa, etcétera.
En la mayoría de los casos la prioridad recae en la satisfacción de las necesidades personales, dejando a la familia sin apoyo económico. Esta realidad, aunada a los bajos salarios —que distan mucho de ser suficientes para mejorar sus condiciones de vida—, agrava los problemas de las familias de los migrantes, que ahora no sólo enfrentan problemas económicos por la ausencia de ingresos del jefe de familia, sino también estructurales, por la necesidad de implementar estrategias que respondan a las demandas económicas de los integrantes del grupo.
Las Ánimas es una comunidad de tipo rural, y después de la movilidad de los varones hacia el norte del país transforma su estructura familiar, caracterizándose por hogares con un jefe de familia, por lo general una mujer, induciendo al grupo a una redefinición de roles y responsabilidades que implica una creciente intervención de las mujeres en el ámbito laboral, especialmente actividades de servicios.
La participación de la mujer en el ámbito familiar es determinante no sólo para mantener la unión del grupo, sino para la manutención de los mismos. Ante este nuevo rol como jefa de familia, la mujer no ha considerado como opción regresar a su núcleo familiar de origen para resolver las necesidades básicas de su familia; por el contrario, busca alternativas que permitan responder a las demandas de alimento, vestido, salud y educación con recursos obtenidos de las diversas actividades desarrolladas por ellas en diversos contextos, y al mismo tiempo buscan mantener la unidad familiar, aunque esta última meta resulta difícil de alcanzar.
En el caso particular de estas familias, las mujeres son las principales aportadoras y administradoras del ingreso, una responsabilidad adquirida por la ausencia del hombre, ya que en la comunidad ese rol correspondía al jefe de familia.
En este nuevo papel desempeñado por las mujeres, el trabajo informal representa la principal estrategia de sobrevivencia para las familias. Las actividades o trabajos que realiza la población encuestada determina que 36.7 por ciento son empleadas domésticas; 16.7 por ciento vendedoras ambulantes; 6.7 por ciento realizan actividades agrícolas; 8.3 por ciento son vendedoras de productos por catálogo; 3.3 por ciento se dedican a la artesanía, y 28.3 por ciento realizan otro tipo de actividades (tabla 1).
Del 28.3 por ciento que corresponde a otras actividades, algunas de ellas son costureras, se dedican a la crianza de pollos, son empleadas de mostrador, trabajan en limpia pública, son obreras o venden antojitos (1.7 por ciento en cada caso). Otro 18.3 por ciento no especificó el tipo de actividad realizada.
En relación con el espacio geográfico donde las mujeres trabajan, los resultados muestran que 56.7 por ciento trabaja en la ciudad de Minatitlán; en la comunidad de Las Ánimas trabaja 41.7 por ciento, y en la comunidad rural vecina sólo trabaja 1.7 por ciento. Esta situación permite identificar que las estrategias frente a las crisis que viven las mujeres pueden ser muy diversas, determinadas por características como el hábitat rural o urbano, el medio agro-ecológico, las actividades económicas desempeñadas, y las capacidades de la familia (recursos materiales, técnicos, sociales, sicológicos, etcétera) (tabla 2).
Por otra parte, las redes sociales establecidas por los habitantes de la comunidad representan otra estrategia empleada por las jefas de familia estudiadas. Esta relación permite satisfacer sus necesidades básicas, mas no en la cantidad y calidad deseada. Las expresiones manifestadas por las mujeres durante la entrevista descubren el sentir en relación con su experiencia como jefas de familia y responsables del bienestar familiar: “el dinero no alcanza por más que trabajo y trabajo”; “y el dinero no alcanza […] vivimos al día”; “me siento mal cuando alguno de mis hijos se enferma o le piden algo en la escuela y no tengo con qué”; “cuando salgo y no vendo lo suficiente me siento muy mal porque sé que hay que comer.”
Las acciones instrumentadas por el gobierno distan mucho de ser suficiente y equitativas, en el sentido que no todos los que requieren de ese apoyo son beneficiados. En el caso del programa social Oportunidades, sólo 15 por ciento del total de las 60 familias estudiadas recibe apoyo, y bajo ciertas condiciones:
“Mis hijos tienen becas de Oportunidades, sólo hay para la escuela, pero los hijos necesitan más cosas […]”; “necesitamos dinero, casa, empleo digno […]”; “son insuficientes”; “[…] no alcanzan, todo lo quieren solucionar con pláticas”; “pero esto no alcanza”; “dan muy poco apoyo a las mujeres solas […] y lo condicionan, tienes que asistir a pláticas y ese día es perdido, ya no sales a trabajar”; “que ayuden más”; “[…] ese de Oportunidades pero son complicados ya que estás obligada a ir a las reuniones y mi patrona se enoja porque tengo que pedir permiso ese día”.
Las relaciones externas establecidas por las familias muestran que existe un apoyo que aun cuando no lo ven como una estrategia para sobrevivir, la forma en que se presenta permite satisfacer necesidades inmediatas. En ocasiones el vínculo establecido por relaciones de parentesco, trabajo o amistad ha sido fundamental para salir del problema momentáneamente: “[…] mi patrona me regala comida […] y a veces el papá de mis hijos ayuda cuando dice que puede (sonríe)”; “[…] cuando puede mi hijo me manda dinerito, también con eso […]”; “[…] y cuando no tengo dinero le pido prestado cosas a mi vecina o yo le presto a ella frijol, azúcar […] ya cuando no me va bien, pido prestado […]”.
La jefatura femenina en las familias de Las Ánimas es ya una realidad. La búsqueda de estrategias para la satisfacción de las necesidades familiares recae sobre todo en la mujer, quien ha quedado al frente del hogar. Ante su rol como jefa de familia la mujer ha venido desarrollando el papel protagónico como proveedora de los recursos dirigidos a la satisfacción de las necesidades básicas, lo que ha traído como consecuencia modificaciones en los patrones familiares que no son aceptadas con facilidad, unas veces por una parte por la sociedad y otras por los propios miembros de la familia. Las mujeres afirman que realizar actividades que antes realizaban los hombres ha significado un desequilibrio en la organización familiar:
“he descuidado mi familia y mi casa […] no estoy mucho tiempo en casa […]”. “Cuando regreso tarde a veces ya están durmiendo, uno de ellos ya reprobó”; “híjole […] no hablo mucho con mis hijos, casi no veo ni platico con mis hijos”; “estoy perdiendo respeto, no me hacen caso a veces”; “no hay horarios para la comida […] no puedo darme cuenta si hacen sus tareas y cuando llego a casa ya están durmiendo”.
En ausencia del jefe de familia varón, la mujer se ve forzada a una redefinición de roles; ahora tiene que realizar un doble papel, de madre y padre. Su función de proveedora la convierte —a partir de este nuevo rol— en jefe de familia mujer en una comunidad donde prevalecen paradigmas culturales que sitúan a la mujer en el hogar, realizando actividades dirigidas al cuidado del esposo y de los hijos (alimentarlos, vestirlos, educarlos, etcétera).
Ante el doble papel que debe asumir la mujer, se enfrenta a una familia que no responde favorablemente a estos cambios. El apoyo de los hijos no es voluntario, se resisten a realizar actividades que antes no hacían, induciendo a las jefas de familia a manifestar necesidades emocionales: “es triste ver que tus hijos no entienden; quizás como son jóvenes, piden, piden y piden y pues no hay y se enojan conmigo, eso es difícil para mí”; “[…] hay semanas difíciles y hasta dan ganas de llorar”; “me siento sola en esto […] con la única que hablo de esto es con mi comadre, terminamos llorando las dos, ya que ella también es sola.”
La mujer asume su rol de proveedora, pero espera que los otros miembros valoren su esfuerzo contribuyendo al bienestar familiar. La falta de recursos para satisfacer las necesidades del grupo provoca disgustos y reclamos que inducen a conflictos familiares. La necesidad de apoyo emocional se manifiesta en los miembros del grupo cuando la preocupación y desesperación es provocada por algún comportamiento que en la estructura familiar anterior no se había manifestado. “Las cosas se complicaron mucho […] es un desorden; sólo echo pleitos con mis hijos porque no me ayudan”; “todo es un relajo no hay disciplina, mis hijos no obedecen”.
Desaparece el orden establecido con el jefe de familia ausente y se asignan nuevos roles; la hija mayor realiza el papel de la madre durante su ausencia, es la encargada de preparar los alimentos, mandar a sus hermanos a la escuela y mantener limpia la casa; los hijos menores cumplen con actividades de menor responsabilidad, pero importantes para la familia, como cuidar las plantas, alimentar los animales domésticos y hacer mandados. La modificación de roles en los hijos ha llevado a la realización de actividades en que no hay una actitud cooperativa, traduciéndose en una ayuda coercitiva.
Discusión
El fenómeno de la migración no es característico de un país, sino de todas las sociedades cuyos integrantes buscan mejores condiciones de vida. Su presencia en todo el mundo denota preocupación, al grado que pareciera ser un movimiento que se presenta por primera vez, pero en realidad es un proceso que data de la prehistoria y se dio por motivos diferentes, por ello la caracterización de la migración actual es diferente.
En México ha cobrado tanta fuerza que es posible ver cómo algunas comunidades están abandonadas, sus viviendas reflejan la ausencia y el abandono total de las pertenencias de quienes alguna vez se preocuparon por ellas. Frecuentemente es posible encontrar familias en las que un miembro, sobre todo jefe de familia, se ha ido a buscar nuevas oportunidades de empleo, esperando encontrar un ingreso seguro y suficiente para la manutención de él y los suyos. La mayor preocupación que envuelve a los grupos familiares es la satisfacción de necesidades básicas. La migración se plantea como una estrategia de solución, como una salida rápida para obtener recursos.
La decisión de emigrar efectúa cambios importantes en la estructura familiar. Las transformaciones que inesperadamente enfrenta la familia tienen efecto en sus condiciones de vida y se refleja en cada uno de sus integrantes. Por una parte las mujeres deben asumir el rol que deja el varón ausente —aunado al que ya desempeñaba—, aunque éste no sea el que los hijos desean. Por otra parte, los hijos intentan realizar acciones en función del beneficio personal, no de las necesidades de la familia, lo cual se evidencia al mostrar una falta de solidaridad para el trabajo requerido en el hogar.
Al quedar al frente de los hogares, con la responsabilidad de proveer y mantener la unión familiar, la mujer se encuentra con que jamás estuvo preparada para enfrentar esta situación; que no sabe organizarse y que no está preparada para moverse en un medio en donde su trabajo no es valorado, ni al interior de su familia ni en el contexto donde labora para obtener recursos económicos.
Los empleadores de la mano de obra femenina, específicamente en áreas rurales, las requieren para trabajo doméstico, espacio en el que se priva a la mujer de sus derechos como trabajadora. El empleo para las mujeres de campo dista mucho de ser bien pagado, aun cuando ese tipo de actividad provoca un desgaste físico, de ahí que muchas opten por hacer actividades menos agotadoras y que las mantenga más tiempo en su casa: venta de productos elaborados por ellas (tamales, dulces, panes, artesanías), venta de productos por catálogo, limpieza de casas eventualmente (una o dos veces a la semana).
Las familias enfrentan dos realidades: la migración y la redefinición de roles, ambas necesarias pero que implican un compromiso responsable de los grupos familiares y del gobierno, este último dirigiendo una serie de acciones que beneficien la calidad de vida de los mexicanos.
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Sobre la autora
Elizabeth Perry Cruz
Facultad de Trabajo Social, Universidad Veracruzana, campus Minatitlán.
Citas
- Julia Chávez Carapia, “La familia, una instancia de reproducción de la fuerza de trabajo”, en El papel de la mujer en la reproducción de la fuerza de trabajo, 1995, p. 27. [↩]
- Elizabeth Jelin, “Las familias en América Latina”, en Familias, siglo XXI, 1994. [↩]
- Salvador Minuchin, Familias y terapia familiar, 1999, p. 13. [↩]
- José Antonio Moyano y Alejandro Colás, Teoría de las necesidades humanas, 1994, p. 112. [↩]
- Graciela Sánchez Bedolla, El papel de la mujer en la familia. Seminario sobre la participación de la mujer en la vida nacional, 1989, p. 92. [↩]
- Nora Aquín y Silvia Gattino, Las familias de la nueva pobreza; una lectura posible desde el trabajo social, 2002, pp. 14-15. [↩]
- Julia Chávez Carapia, op. cit., pp. 29-30. [↩]
- Ibidem, p. 39. [↩]
- Enrique de la Garza Toledo (coord.), Teorías sociales y estudios del trabajo: nuevos enfoques, 2006, p. 169. [↩]
- Susana Torrado, “Clases sociales, familia y comportamiento demográfico. Orientaciones metodológicas”, en Demografía y Economía, vol. XII, núm. 3, 1978, p. 345. [↩]
- Mónica Casalet, “La construcción institucional del mercado en la economía del conocimiento”, en Enrique de la Garza Toledo (coord.), op. cit., p. 173. [↩]
- J. von Braun, T. Teklu y P. Weeb, “Famine as the Outcome of Political Production and Market Failures”, en ids Bulletin, vol. 24, núm. 4, 1993, pp. 73-79. [↩]
- Orlandina de Oliveira, “Acerca del estudio de los grupos domésticos. Un enfoque sociodemográfico”, en Orlandina de Oliveira, Grupos domésticos y reproducción cotidiana, 1989, p. 27. [↩]
- Susana Hintze, Estrategias alimentarias de sobrevivencia: un estudio de caso en el Gran Buenos Aires, vol. 2, 1989. [↩]
- Martine Segalen, Antropología histórica de la familia, 1992. [↩]
- Rodolfo Tuirán, “Estructura familiar y trayectorias de vida en México”, en Cristina Gómez (comp.), Procesos sociales, población y familia, 2001, p. 34. [↩]
- Orlandina de Oliveira, op. cit., p. 19. [↩]
- INEGI, Guía de conceptos. Uso e interpretación de la estadística sobre fuerza laboral en México, 2010, pp. 51-52. [↩]
- Mercedes González de la Rocha, Los recursos de la pobreza. Familia de bajos ingresos de Guadalajara, 1986, pp. 17-18. [↩]
- Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, 2002. [↩]