Para hablar de 100 fotografías de Juan Rulfo voy a dividir la reseña en dos secciones: primero hablaré de las cuestiones formales, es decir de la materialidad del libro, de las cosas que están a simple vista, como son las portadas, el título y la composición tipográfica de éste. Y en segundo lugar abordaré los textos y las imágenes.
El hacer un breve comentario sobre los elementos que conforman los forros no resulta en lo absoluto un ejercicio ocioso; por el contrario, es un acto reflexivo sobre diferentes etapas, tanto del trabajo fotográfico de Juan Rulfo como de la difusión que ha tenido su obra gráfica, veamos por qué digo esto.
El título 100 fotografías de Juan Rulfo y la tipografía que ha sido utilizada para éste tienen la clara intención de trasladar al lector a febrero de 1949, momento en que la revista América, editada por el departamento de divulgación de la SEP, hizo pública la primera muestra fotográfica de Rulfo. Ésta apareció en el número 59, bajo el título “11 fotografías de Juan Rulfo.”
Si observamos el tipo de letra de ambas publicaciones, de la de 1949 y de la que hoy nos ocupa, vemos que es la misma y no sólo eso, sino que en el título lo único que cambia es el número de fotografías a mostrar. Con ello los hacedores de este libro nos llevan a los inicios de Juan Rulfo como fotógrafo.
En el mismo título, el número cien no es una mera casualidad. Podríamos preguntar por qué sólo se muestran tales fotografías y no 150, 200 o 300. El libro está conformado por 100 imágenes como lo estuvo el primer libro dedicado a la fotografía de Juan Rulfo, aquel que se hizo en 1980 en el marco de su homenaje nacional, realizado por el INBA en el Palacio de Bellas Artes.
El 30 de septiembre de 1980, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio se inauguró la exposición El mundo de Juan Rulfo, compuesta por cien fotografías, de la cual surgió el libro-catálogo Juan Rulfo Homenaje Nacional. Por mucho tiempo se creyó que ésta era la primera vez que se daba a conocer el trabajo fotográfico del escritor, pues se desconocían el artículo de la revista América de 1949 y una exposición realizada en la Casa de Cultura de la ciudad de Guadalajara en 1960.
Por varios años el libro del homenaje nacional fue la referencia más importante y obligada sobre la fotografía de Juan Rulfo. Sin embargo, los textos que acompañan la muestra fotográfica sólo aportan cuestiones anecdóticas sobre la vida del escritor, y cuando se habla de su fotografía es en función de su mundo literario, colocando a Rulfo en el terreno de los fotógrafos aficionados y como el gran escritor que en sus ratos libres hacía fotografía.
Si bien 100 fotografías de Juan Rulfo retoma la esencia del libro-catálogo Juan Rulfo Homenaje Nacional, que es la de mostrar una parte de la vasta producción fotográfica de Rulfo, lo hace con otros ojos. En 100 fotografías se toma y valora de manera crítica la información dada en publicaciones previas en torno a la fotografía de Juan Rulfo, se incluyen datos e imágenes nuevas, pero sobre todo se trata de manera independiente y autónoma al Rulfo fotógrafo del Rulfo escritor.
Volvamos a la portada del libro. Para los conocedores de las publicaciones de fotografía de Juan Rulfo, al tener entre las manos y ante los ojos 100 fotografías resulta imposible no vincularlo con Juan Rulfo, letras e imágenes, publicación del año 2002 en que se abordan exclusivamente las imágenes de arquitectura. Ambos libros comparten la tela azul marino en los empastes, así como el diseño sobrio y elegante.
Con ello una vez más el nuevo ejemplar está haciendo referencia o citando una publicación previa sobre el mismo tema. Sin duda, esto refleja la intención de ser el muestrario fotográfico mejor documentado y realizado hasta ahora sobre Juan Rulfo, pues en él se compilan tanto datos antiguos como la información más reciente.
Para concluir mis comentarios sobre la portada y la contraportada del libro, es importante mencionar que las fotografías que las cubren son inéditas, nunca antes habían sido publicadas. La imagen que está al frente entra totalmente en la estética y temática rulfiana a la que estamos acostumbrados: construcciones y mujeres del México rural, encuadrados en un ambiente de desolación y deterioro. Mientras en la fotografía de la contraportada hallamos a un fotógrafo interesado en captar elementos del México moderno, como es el automóvil convertible en diálogo o en convivencia con el pasado colonial. Es decir, el lector de este libro encontrara aspectos e intereses fotográficos conocidos y desconocidos del Rulfo fotógrafo.
Vayamos al contenido del libro. En la introducción a 100 fotografías de Juan Rulfo, el arquitecto Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, habla sobre las diferentes publicaciones que han difundido y abordado el quehacer fotográfico del escritor. Inicia la lista con aquellas realizadas en vida del fotógrafo, como son: “11 fotografías de Juan Rulfo” (1949), Juan Rulfo Homenaje Nacional (1980) e Inframundo (1983), un libro en español e inglés que retoma los textos y la mayoría de las fotografías del de 1980, con la finalidad de dar proyección internacional a la obra gráfica del escritor. Para la década del año 2000 se suman México: Juan Rulfo fotógrafo (2001), Juan Rulfo. Letras e imágenes (2002), Juan Rulfo (2005), Tríptico para Juan Rulfo (2006) y Juan Rulfo: Oaxaca (2009). Jiménez hace este breve recuento para anotar que a diferencia de los libros previos, en 100 fotografías se encuentran representados los diversos géneros fotográficos que cultivó Rulfo.
El archivo fotográfico de Juan Rulfo asciende a más de seis mil negativos, divididos en cuatro grandes categorías: arquitectura, paisaje, retrato y fotografía indígena/etnográfica. Sumándose tres colecciones, una de ellas es sobre el ferrocarril, otra abarca los rodajes de las películas La Escondida y El Despojo y finalmente una sobre danza. Cuantitativamente, la mayor parte de las imágenes se encuentran bajo el rubro de arquitectura, seguido por la fotografía indígena/etnográfica, después por las de paisaje y finalmente por las de retrato.
En la realización de 100 fotografías se respetó la división temática y cuantitativa del archivo. Primero se presentan treinta y ochos imágenes de “edificios”, seguidas de treinta y cinco fotografías de los pueblos y sus habitantes, es decir las comprendidas en la sección de fotografía indígena/etnográfica del archivo. Posteriormente vienen dieciocho de paisaje, para finalmente cerrar la muestra con ocho retratos.
Con excepción de la serie de danza, la cual no estuvo contemplada para dicha selección, las imágenes que conforman las colecciones de ferrocarriles y la de las filmaciones quedaron comprendidas en los cuatro grandes rubros antes mencionados. Cada sección del libro viene acompañada de un breve texto, en el que acertadamente se hace alusión a las imágenes presentadas y en el que se narra algún aspecto de la vida de Rulfo que nos lleva a una reflexión sobre su fotografía; también se hacen apuntes sobre cuestiones técnicas, estéticas y/o de difusión de alguna imagen en particular.
Para hacer más explícito lo que acabo de decir, veamos una o dos fotografía de cada tema y la explicación que se da de ellas. El apartado de construcciones o edificios quedó a cargo de Víctor Jiménez, especialista en la fotografía de Rulfo, pero muy particularmente en la de arquitectura, quien al referirse a dos imágenes captadas por el fotógrafo en Tlaxcala, dice:
Las fotos de un pequeño templo de Actipan, Tlaxcala, rodeado por un incendio y la ruinosa hacienda del mismo lugar fueron tomadas en 1955 al visitar Rulfo el lugar de la filmación de la película La Escondida. Las publicó por primera vez, ya juntas, en la revista Sucesos para todos (3 de diciembre, 1963), repitiéndolas, en pareja también, en Homenaje Nacional.
En este breve párrafo se está vertiendo información tanto del momento y las circunstancias de la toma como de los medios en los que han sido difundidas, llamando sobre todo nuestra atención en la participación de Juan Rulfo como fotógrafo del semanario Sucesos para todos.
Andrew Dempsey realizó los textos de las secciones: pueblos, paisaje y retrato. Sobre una imagen captada por Rulfo muy cerca del poblado de Apulco, en el sur de Jalisco, anotó: “La foto tomada cerca de Apulco, donde la familia del padre de Rulfo tenía una hacienda, es probablemente una de sus primeras fotografías e incluso puede datar de la década de 1930.” En estas breves líneas Dempsey está hablando de los inicios fotográficos de Rulfo en la década de 1930, cuando aún vivía en el estado de Jalisco.
Al abordar el paisaje, Dempsey vinculó algunas imágenes rulfianas con la obra de pintores y fotógrafos europeos, para así denotar su valor estético: “[…] hay fotografías que evocan a los paisajistas de siglo XIX, como el inglés John Constable, o las fotografías de árboles del surrealista inglés Paul Nash. Estas conexiones pueden no ser específicas, pero, al mismo tiempo, tampoco son accidentales. Rulfo estaba bien informado en los campos del arte y la fotografía.”
En el último apartado, sobre retratos, Dempsey realiza una explicación de las probables razones que pudieron motivar a Rulfo para hacer una fotografía de Margaret Shedd, apuntando:
La cuentista estadounidense Margaret Shedd tiene un lugar especial en la vida de Rulfo, pues fue ella quien inició el Centro Mexicano de Escritores, que dio a Rulfo tanto un lugar para trabajar en la preparación de sus cuentos y novela para publicarlos, como una beca. Esto le permitió dejar la compañía Goodrich- Euzkadi. Este retrato es aparentemente sencillo, pero combina respeto y formalidad en un atractivo reflejo de la relación entre escritor y mecenas.
Los textos de Víctor Jiménez y de Andrew Dempsey son un claro ejemplo de cómo pueden abordarse las fotografías de Juan Rulfo, sin caer en la fórmula sencilla y recurrente de relacionar las imágenes con sus narraciones. La información vertida en 100 fotografías muestra que la faceta fotográfica de Rulfo es tan rica y autosuficiente como la del escritor.
Como se hace en 100 fotografías, el acervo fotográfico de Juan Rulfo puede ser estudiado desde dichos grupos temáticos. Sin embargo, el libro también invita a adentrarse en aspectos puntuales del trabajo de Rulfo con la cámara; por ejemplo, se podría revisar, investigar y analizar de manera más detallada las series de los ferrocarriles o las de las filmaciones de La Escondida y El despojo.
Este libro es apenas un aperitivo del banquete que nos ofrece los más de seis mil negativos producidos por Juan Rulfo durante los treinta años de su carrera como fotógrafo. Casi todas las imágenes que se exponen forman parte de una secuencia fotográfica, nuestro fotógrafo acostumbraba hacer varias tomas del mismo asunto arquitectónico, del mismo árbol, del mismo paisaje marítimo o de las mismas personas, desde diferentes ángulos, realizando composiciones a veces similares y otras muy distintas.
100 fotografías de Juan Rulfo invita a los interesados en Rulfo a construir ensayos críticos y documentados sobre su fotografía. Sólo por mencionar uno de los tantos temas que me surgieron al revisar el libro, creo que podría hacerse un estudio sobre la secuencia fotográfica de “Los ahuehuetes”, realizada por Rulfo en los años cincuenta y compuesta por lo menos de quince fotografías, de la que forma parte la imagen Alicia en los ahuehuetes exhibida en este libro. Seguramente el estudiar y analizar la secuencia completa arrojaría información relevante sobre la manera de hacer fotografía de Juan Rulfo, y sobre aspectos formales y estilísticos de su obra.
Daniel De Luigi es el tercer autor de este libro, y quien junto con Andrew Dempsey realizó la selección de imágenes después de haber revisado todo el archivo fotográfico de Rulfo. De Luigi realiza uno de los textos introductorios a la muestra fotográfica, donde hace una serie de disertaciones en torno al por qué es necesario desvincular la obra gráfica de Juan Rulfo de su narrativa. Para aventurarse con gran sentido crítico a marcar notables diferencias entre la obra de Rulfo con la de los fotógrafos Paul Strand y Edward Weston, así como grandes afinidades con el estadounidense Walker Evans.
De Luigi hace énfasis al decir que el trabajo fotográfico de Rulfo no es el de un mero aficionado; por el contrario, es el de un profesional que cultivó este arte por años. Lo hizo desde la práctica, realizando fotografías por gran parte del territorio mexicano, así como a través de la teoría, como bien lo muestra la vasta bibliografía sobre fotografía depositada en su biblioteca personal.
Por ello no resulta extraño que Juan Rulfo se haya ocupado de realizar dos escritos sobre fotografía mexicana. El primero de ellos es de 1981 y fue utilizado como presentación del catálogo de una exposición del fotógrafo Nacho López. El segundo versa sobre las fotografías que Henri Cartier-Besson realizó en México, las cuales fueron exhibidas en París en 1984. Ambos textos son presentados en 100 fotografías de Juan Rulfo, al igual que una fotografía que Cartier-Bresson le regaló y dedicó.
100 fotografías de Juan Rulfo permite a su lector u observador comprender a Juan Rulfo como un profesional de la lente. Cada una de las imágenes y los textos que lo conforman nos hacen ver a Juan Rulfo ya no sólo como un gran escritor, sino también como un extraordinario fotógrafo, que sabía muy bien del juego de las luces y las sombras, es decir que manejaba a la perfección la escritura con luz.
Sobre la autora
Paulina Millán