Marie-Odile Marion. El poder de las hijas de Luna, México, CONACULTA-INAH/Plaza y Valdés, 1999.

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DA200901Podría decirse que el tema central de esta obra de Marie-Odile Marion es el grupo lacandón, tema al que se dedicó la mayor parte de su vida profesional. La obra es tan amplia como profunda, y aborda de una manera sencilla -pero con una prosa elegante- la historia de este grupo étnico desde su dinámica prehispánica hasta la época moderna, tocando la mayor parte de sus manifestaciones culturales: relaciones hombre-mujer, organización sociopolítica, el universo cotidiano, los ritos de paso, los rituales y su cosmología.

Marion trata de comprender la historia y los diversos conceptos que tejen la realidad lacandona mediante el estudio de las estructuras que regulan las relaciones hombre-hombre, hombre-naturaleza y hombre-divinidades en relación a la trama de su universo social, intentando comprender los fundamentos de su sistema de relaciones de parentesco, asimismo establecer las nomenclaturas de afinidad y consanguinidad y definir las normas de acceso a la autoridad y al poder, todo ello por medio de la lógica de sus formas de residencia y filiación.

Describe también el lugar reservado a cada persona en el seno del sistema de intercambios, en función de las prerrogativas y deberes inherentes a los hombres, a las mujeres, a los adultos y a los niños a lo largo de las actividades que realizan en el ciclo de su vida cotidiana, y en el ciclo completo de su vida biológica y social. Del análisis anterior, emerge el postulado vertebral de Marion: los hombres y las mujeres se encuentran relacionados con los grandes ciclos de la actividad humana con la finalidad de asegurar la reproducción de su historia y, por tanto, de su sociedad. Esta hipótesis le permitió a la autora demostrar, sobre todo, la pertinencia de un modelo de pensamiento que aparecía en las diversas formas de la vida social e igualmente en las representaciones imaginadas del cosmos, de la naturaleza y del mundo sobrenatural por medio de los mitos de la tradición oral, ofreciendo, además, la posibilidad de proponer una interpretación -que la misma autora reconoce como rigurosa- del complejo ritual.

Marion fundamentó parte de su trabajo en el modelo interpretativo propuesto por Graulich, y reconoce que este autor ha demostrado la pertinencia de un análisis comparado de los mitos y rituales mexicanos prehispánicos. Como la misma Marion señala:

[Graulich] ha esbozado un gigantesco esquema de las formas de pensamiento antiguas al subrayar el origen de los grandes esquemas conceptuales mesoamericanos en el seno de un crisol cultural común. Su saga admirable, de la filosofía india precolombina es, a nuestro parecer, la aportación antropológica más importante de los últimos años al estudio de las religiones antiguas de la América Media, cuyas implicaciones, por otra parte, deben aplicarse, para todos los fines que pudieran ser útiles, al estudio interpretativo de las culturas indias contemporáneas (p. 13).

De acuerdo con Graulich, el modelo principal utilizado por los antiguos mexicanos para interpretar su historia, se funda en un movimiento perpetuo de unión y, posteriormente, disyunción de principios contrarios que se alternan para asegurar la restauración consecutiva del equilibrio cósmico. El orden se instaura por la unión de los contrarios, a la que se oponen la ruptura y el desorden introducidos por la disyunción: el restablecimiento del movimiento cíclico del cosmos y de la idea de historia humana que se le asocia, son el fruto de la alternancia de esos principios. De esta manera se han explicado las grandes etapas de la historia de los hombres, el origen de sus fracasos y de sus conquistas sucesivas, la pérdida de la inmortalidad, el descubrimiento del fuego, la aparición de los Cuatro Soles que marcan los cataclismos de los cuales fueron testigos y víctimas los hombres, el advenimiento del maíz y la instauración progresiva de un sistema ritual destinado a asegurar la reproducción de un mundo amenazado por la fuerza de los astros y por la potencia de los dioses a los que están vinculados.

Lo anterior constituye un paradigma interpretativo con el que Marion está de acuerdo y, por ello, señala que:

De tal manera explican los antiguos mexicanos su propia filosofía de la historia, a la que se someten, tanto ideológica como socialmente, mediante la creación de mecanismos susceptibles de satisfacer las exigencias de la restauración de un equilibrio siempre amenazado, siempre inseguro. A partir de ahí se deriva el establecimiento de un prodigioso sistema ritual, que se alimenta de un patrimonio mitológico, de igual modo impresionante, cuyo propósito es el de inmortalizar la historia pensada y vivida a fin de asegurar la continuidad de las sociedades que se reivindican herederas de esa clase de legados (p. 14).

Grosso modo, éste es el modelo conceptual empleado por Graulich y compartido por Marion, o dicho en otras palabras, el propósito vertebral fue interpretar el sistema simbólico de los mayas lacandones. En este sentido, Marion examina numerosas muestras de la tradición oral y de las prácticas rituales y fueron surgiendo constataciones de diversa importancia. Una de ellas, se refiere a las relaciones que existen, a pesar de que tanto espacial como temporalmente se encuentran separadas, entre las representaciones colectivas de los lacandones contemporáneos y las de las sociedades mayas vecinas (chol y yucateca), o bien las de los antiguos mayas (los quichés coloniales), o de sociedades mucho más alejadas por la geografía y la historia (los toltecas y mexicas de la altiplanicie central) o, todavía más, las de los lejanos ancestros de los mayas: los olmecas, de mucho mayor antigüedad pero no por ello menos determinantes.

Los diversos paralelismos que establece Marion reforzaron, según la autora, su hipótesis inicial; esto es, su análisis subrayó la homogeneidad que existe entre todas esas formas de expresión cultural a lo largo de los siglos y de las regiones (idea, sin duda, coherente con las propias de Lévi-Strauss), lo cual traduce la continuidad de las formas de pensar mesoamericanas en el seno de las culturas indias del México actual.

Este esfuerzo interpretativo permitió, también, descubrir las especificidades del pensamiento maya, la originalidad intelectual de los lacandones y su apego a ciertos conceptos que heredaron e incorporaron elegantemente a su visión del mundo actual para satisfacer las condiciones particulares de su inserción en un medio ecológico hostil, al mismo tiempo que les han servido para explicar las modalidades de su sistema de parentesco. De esta manera, precisamente, surgió la imagen poderosa de la Madre-Luna, protectora de las mujeres y de sus esfuerzos de parturientas, decana de esa pequeña sociedad matrilocal en la que el poder simbólico se transmite por vía uterina para contrabalancear la potencia del Sol, el fecundador universal, al que los hombres aseguran el recorrido, el reposo y la alimentación.

De acuerdo con Marion, los intentos que los lacandones han hecho para organizar su cosmos, ordenaron también su sistema social. Lo hicieron sobre la base de un modelo antiguo, aunque no obsoleto, y demostraron de ese modo que la lógica de su organización se apoya en la de su pensamiento.

Marion no sólo analiza sincrónicamente la dimensión simbólica del mundo maya lacandón, sino que también realiza una ubicación y revisión crítica de la información disponible, tarea que la llevó al análisis de diversos autores. Su análisis histórico comienza con los trabajos de principios de siglo (Desiré Charnay y Alfred Tozzer), por investigadores que vivieron con ellos durante las primeras décadas del siglo XX y, aunque no tuvieron la oportunidad de conocer a todas las familias, por la gran dispersión existente entre sus unidades de residencia, si pudieron observar a esos indios cuando apenas comenzaban a establecer relaciones estrechas y constantes con la sociedad occidental. Esto les permitió transmitir una gran cantidad de informaciones de un interés estimable para los etnólogos que les siguieron; destaca, especialmente, las aportaciones hechas por Soustelle acerca las familias de San Quintín.

Marion señala que a partir de la década de los años cincuenta, los estudios de los lacandones se vieron estimulados por los trabajos que realizó Bruce, quien emprendió, antes de explorar la mitología, la tarea de elaborar una gramática lacandón (1958) gracias a la familiaridad que supo establecer con su informante Chank´in viejo, el narrador de Nahá. Bruce, transcribió los mitos (1974–1976) y los sueños (1979) de los indios del grupo septentrional y debe ser considerado el pionero de los estudios del sistema simbólico lacandón. Sus libros tienen la inmensa ventaja de exponer los textos en maya y en español, lo que facilita a los investigadores el trabajo de interpretación.

También se señala que Baer realizó trabajos similares en el seno del grupo meridional, pero sus resultados no tuvieron la misma difusión que los de Bruce, y sus aportaciones se limitaron al estudio de las relaciones interpersonales y a la historia reciente de las familias del medio de Lacanjá (1972).

Estos trabajos, junto con aquellos desarrollados en la década de los setenta, por ejemplo, J. Nordike (1973) y J. Nations (1979), son señalados por Marion como los más importantes que se hicieron acerca de la sociedad lacandona y sirvieron de punto de partida para el trabajo de la propia autora. Aunque ya existía un gran número de informes muy variados sobre las formas de organización social, la cultura material, la mitología y los rituales, hacía falta un análisis sintético para deducir la lógica del sistema social construido y estructurado sobre un armazón conceptual que, a pesar de la opinión de ciertos autores (como Thompson), continúa dándole orden a categorías del pensamiento indígena con vistas a la orquestación de los grandes momentos de la actividad colectiva de dichos grupos.

La aportación de Marion al estudio de los mayas de la selva tropical, consiste en un esfuerzo encomiable por descifrar esa “selva de los símbolos” (la autora retoma gustosa la expresión de Turner), en donde los árboles llevan la savia de vida, al mismo tiempo que son los pilares de la organización social donde los lagos de aguas tranquilas albergan poderosas representaciones míticas, como la de la Luna, cuyas rasgos y características analizó, dejándonos como herencia académica, este bello libro.

Sobre el autor
Adrián Medina Liberty
Facultad de Psicología, UNAM.

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