El estructuralismo británico pierde su inocencia

El punto de partida del texto es el año 1922, con varias noticias: no solamente se doctoraron Radcliffe-Brown y Malinowski, pues en la obra del primero nació un “estructuralismo inocente”. En la siguiente sección se explica lo que se quiere definir con dicho concepto: la idea de una estructura social empíricamente existente, pero invisible, como el esqueleto en nuestro cuerpo. En la subsiguiente generación de antropólogos sociales británicos se pierde la inocencia de este estructuralismo, en el sentido de que los antropólogos descubren que la estructura social no es lo mismo que la organización social. Enseguida se presentan algunos de esos estructuralistas británicos no inocentes, y en la breve conclusión se plantea la pregunta de si los estructuralistas británicos, a diferencia de sus colegas franceses más filosóficos, han mantenido su alto nivel de trabajo de campo.

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Las mujeres en la antropología social británica

El texto presenta una serie de antropólogas que lograron entrar al mundo masculino de la antropología social británica. En la primera generación se encuentran dos de ellas completamente opuestas: Daisy Bates, que provenía de las clases populares, y Camilla Wedgewood, hija de un juez. Las mujeres de la siguiente generación —Audrey I. Richards, Lucy Mair y Phyllis Kaberry— recibieron una formación académica más regular y pertenecen al mundo profesional de los antropólogos. Al filo de esta generación encontramos a Monica Wilson, Hortense Powdermaker y Elizabeth Colson, quienes trabajan en África y con su labor aseguran el espacio que su género ha ganado en la antropología social británica, un espacio que posteriormente defenderán Mary Douglas y Shirley Ardener, esta última una antropóloga feminista militante.

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