Uno de los afanes de la antropología ha sido el de testimoniar el fenómeno de la alteridad, lo que la ha colocado como una disciplina de fronteras. Esto por el hecho de mirar, de recoger testimonios y de interpretar los fenómenos sociales desde un ángulo ajeno, desde la “otra orilla”. Porque una de sus vocaciones ha sido siempre la de “ofrecer un inventario razonado de las variaciones culturales”,1 independientemente de los fines que se atribuyan a tales indagaciones. Es tarea de la antropología, como lo ha señalado Kilani, 2 “jugar con el registro de la ‘invención’ de lo posible”, entendiéndolo como una práctica en la que los contrastes sean evidentes para poder construir configuraciones de sentido sobre un fondo de identidades y de diferencias.
Sin embargo, no obstante esta vocación, la antropología ha tenido pocos acercamientos, como herramienta analítica, a las historias de vida empleando el método biográfico. Se ha dado preferencia en nuestra disciplina, a que los datos recogidos en campo sean interpretados por el observador, dejando de lado las voces de los actores, y sólo hacer uso de frases aisladas de los informantes para validar el análisis del investigador y para reafirmar el “yo estuve ahí”. Aun así, esto no resta méritos a lo que hace la antropología, pues el hecho de acercarse a mirar otras culturas para entender al “otro”, requiere de un largo proceso de aprendizaje en el que el tiempo y la paciencia son indispensables, además de ir armado, por supuesto, del soporte teórico-metodológico para fundamentar este entendimiento; pues resulta de fundamental importancia que el antropólogo mantenga una buena relación con su objeto de estudio.
Entre otra de las cuestiones que han orientado la discusión antropológica desde hace algún tiempo, es el papel que el antropólogo ha ejercido siempre en la interpretación de los hechos observados, llegando a afirmar que el ejercicio que realmente hace el etnógrafo es una traducción de la cultura observada a la cultura del observador. Ya que, se asegura, lo que se muestra como realidad, no es sino la que el observador ha recreado a partir de su propia cultura. Ante este panorama, lo que se ha propugnado es el establecimiento de una verdadera relación dialógica entre el antropólogo y el informante, para que los hechos observados mantengan su objetividad, pues de lo contrario, se afirma, a lo que se llega es a su distorsión.
Este libro recoge ocho historias de vida; es uno de esos escasos textos antropológicos en donde se ha puesto a prueba esta relación dialógica, pues son los actores los que cuentan sus vidas, y los antropólogos sólo escriben unas breves reflexiones introductorias destacando los aspectos centrales de los personajes de las historias de vida, que como lo explica José Luis Anta en su “Para-introducción”, tuvo como uno de sus objetivos el “intento claro de poner ciertas epistemologías a prueba”. Como la de dejar que los actores que se encuentran en la “otra orilla”, sean los que cuenten con su propia voz sus experiencias, frustraciones, logros, inquietudes y esperanzas de su trayecto de vida. Ello, retornando las palabras que David Lagunas dice en su introducción, como “resultado del diálogo con el antropólogo, un diálogo idealmente paritario, que intentara minimizar la acción hegemónica del lenguaje del antropólogo sobre el lenguaje de los interlocutores, evitando caer en una metahistoria urdida por el antropólogo”. Pero además, colocando a los ocho personajes hidalguenses como actores de su propia historia de vida y como parte de una historia mayor en la que cualquiera de nosotros podrá reconocerse.
Por tanto, comprender al “otro” implica, en contraparte, comprendernos a nosotros mismos a partir de una forma de vida para construir un “mundo posible”, mundo que construimos a partir de las analogías y las diferencias, como un movimiento dinámico entre el observador y el observado, es decir, entre el adentro y el afuera, entre lo idéntico y lo diferente, entre lo que se encuentra cerca y lo que está lejos; todo esto para acercarnos al aspecto fundamental del conocimiento, el cual se revela sólo mediante la exterioridad con respecto al objeto de estudio. 3
El resultado de este libro, considerado por los coordinadores de la obra corno un “recorrido de experiencias”, así corno un “trabajo experimental”, son ocho largos relatos, contados por igual número de personajes muy diversos, no sólo porque habitan en distintas regiones de la geografía hidalguense y forman parte de diferentes sectores de la población sino porque sus historias han seguido caminos diversos, incluso enfrentados a una problemática similar.
El prólogo está escrito por Joan Prat, un connotado antropólogo de la Universidad de Tarragona, España, y un conocedor de la materia. Él reitera la relevancia de este trabajo colectivo orientado a recopilar historias de vida a profundidad, resultado de un proyecto de investigación conjunto entre la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y la de la Universidad de Jaén, España. Se trata de un proyecto que convocó a un grupo de antropólogos de ambas instituciones, quienes lograron reunirse en Pachuca, Hidalgo, entre los meses de julio y agosto de 2001. El trabajo de investigación contó con la participación de antropólogos y estudiantes de antropología de la citada Universidad de Jaén, coordinados por el profesor José Luis Anta, y por parte de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el doctor David Lagunas, quien además actuó como guía del grupo durante todo el tiempo que duró el trabajo. El objetivo inicial era realizar una estancia en campo para llevar a cabo observación participante en diversos lugares del estado de Hidalgo, en los que realizaron la recopilación de historias de vida y que posteriormente salieron a la luz publicadas en este libro.
En este “recorrido de experiencias”, el lector advertirá que si bien las historias nos muestran hombres y mujeres que expresan en algunos casos, sus más íntimas reflexiones, no todo queda al descubierto, como Joan Prat afirma “la memoria es selectiva y los olvidos y las lagunas del recuerdo ocupan un papel estratégico en la presentación del propio self’.
El primer relato que presenta David Lagunas, “Don José Romero y el poder de Dios: curanderismo en la Sierra otomí-tepehua”, nos lleva de inicio hasta Huehuetla, en la sierra otomí-tepehua, una región marginal colindante con el estado de Veracruz, de donde es originario don José Romero, un curandero tepehua. En su relato reflexiona sobre su trayecto de vida, y se siente afortunado por el don que Dios le dio: el de curar, el de ser un hombre de conocimiento. David Lagunas lo califica como una autoridad carismática. Su rol rebasa el de ser únicamente un curandero. Es un chamán que tiene la capacidad de “ver” más allá del común de la gente, por lo cual ostenta el poder que otros no poseen. Desarrolla una multiplicidad de funciones que se fusionan en una cosmovisión, ya que se mueve por distintos campos de la sociedad en la que vive: el de la religión, el de la medicina, el de la política, el del arte; por ello, cabe destacar el papel que juega en la preservación de las tradiciones y costumbres de su sociedad, al propiciar que se mantengan sólidos los lazos de reciprocidad. Pero además, tiene la capacidad de negociación con las fuerzas sobrenaturales que acechan el mundo del hombre, y por ende el de poder controlarlas y apaciguarlas para vivir en armonía, pues don José, como todo hombre de conocimiento, transita al margen de dos mundos. Por todo ello, se coloca como un ser excepcional. Esto lo reitera David Lagunas al afirmar que “Don José creaba, recreaba y reforzaba una realidad socialmente construida. Sus discursos y sus prácticas eran, sin duda, vehículos de valores, de estructura moral”, que indudablemente ha incidido en su propia sociedad.
La segunda historia de vida es presentada por Patricia Sanabria-Vargas, “Jamil El-azis: la identidad compartida entre México y Líbano”. En ésta, el narrador es un hombre nacido en la ciudad de Tulancingo, de padres libaneses que llegaron a México en 1910, digamos que de forma accidental pues su destino originario debía ser Estados Unidos. A lo largo de la narración, este hombre manifiesta una doble identidad: la libanesa y la mexicana; y reitera con nostalgia que “todo tiempo pasado fue mejor”; a pesar de sus limitaciones durante su niñez. La vida le cambió a partir de un acontecimiento que transformó dramáticamente la vida de muchos mexicanos: el terremoto de 1985. En aquel entonces, él vivía en la Ciudad de México; después decidió regresar a la tierra que lo vio nacer, Tulancingo, aun cuando no sufrió en carne propia la furia de la naturaleza, y que además tenía una situación económica holgada. Por otro lado, si bien reitera a lo largo de su narración el valor de la tolerancia al “otro” -cuando niño conoció la discriminación por ser libanés en esta parte de su vida adulta, expresa su intolerancia hacia la sociedad actual y los valores que la modernidad encarna.
La experiencia de Jamil Lases (su nombre actual ya modificado), es la experiencia de muchos otros inmigrantes que se establecieron en México a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX; contrariamente a lo que hoy ocurre, México fue un país receptor de hombres y mujeres de diversos y lejanos lugares, quienes llegaron para contribuir al desarrollo de un país en incipiente crecimiento, pero otros en búsqueda de mejores condiciones de vida. Es también, la historia de una ciudad -Tulancingo, la segunda en importancia de Hidalgo-, de sus procesos sociales en los que inmigrantes extranjeros tuvieron un papel destacado en su construcción. Patricia Sanabria-Vargas destaca como uno de sus objetivos el de
relacionar la historia de vida de un descendiente de inmigrantes con la historia local, siguiendo la propuesta histórica de poner una atención cada vez más creciente a los procesos sociales en pequeña escala y los grupos minoritarios, y a los problemas metodológicos y analíticos relacionados con ellos.
El tercer relato de historia de vida, “Don Lorenzo: un relato minero”, es presentado por José Luis Anta Félez; al igual que las otras narraciones, expresa el sentir, las vivencias de hombres y mujeres anónimos, pero que pueden ser las experiencias de vida de muchos otros, en los más recónditos lugares. Es un relato en estilo literario, de una vivencia particular del narrador que tuvo como escenario una mina de Real del Monte, en el estado de Hidalgo, ocurrida hace más de 30 años. Pero que retrata lo que es la vida en las minas de México. Una vida dura y llena permanentemente de peligros. Por ello, nos dice José Luis Anta: “el trabajo minero tiene que ser fuente de inspiración literaria: personajes, acciones, anécdotas y sentido espacio-temporal no faltan, los ingredientes están presentes”
El personaje central de esta experiencia dramática, un hombre que fue minero durante muchos años, hijo y nieto también de mineros nacido en Real del Monte, narra con destreza literaria lo acontecido un día común de lo que se vive dentro de las minas. En donde el compañerismo es fundamental para sobrellevar los riesgos que están siempre amenazantes sobre los trabajadores de las minas. Don Lorenzo cuenta con detalle cómo se inician las labores de los mineros, pero también advierte sobre el peligro y la dureza de una profesión. En la actualidad es un minero ya retirado y dedicado a la actividad literaria. En este texto cuenta con extrema claridad y paso a paso el trabajo de la mina, a partir de su propia experiencia acaecida un determinado día (que puede ser cualquier día en cualquier mina). Esto lo expresa cuando responde a la pregunta de uno de los mineros que los esperaban para transportarlos hacia la salida de la mina: “y ora ¿por qué se tardaron?”, su respuesta escueta fue: “por la chamba”; con lo cual estos peligros se colocan no como excepcionales, sino que forman parte de lo cotidiano. Las palabras que escribe don Lorenzo cuando regresaba a su casa, son testimonio del valor que para él tiene la vida después de los acontecimientos dramáticos que casi le cuestan la vida y que logró felizmente superar:
En la oscuridad de la noche, los luceros los veía brillar con la intensidad. Me pareció de lo más hermoso que había visto en mi vida. ¿Y quién no? Después de estar casi a punto de morir y salvarse, uno ve mejor la vida, se valora mejor y más.
La historia de vida siguiente es la de una mujer que actualmente vive en Pachuca, se trata de “Contar historia(s)/ recoger historia(s)/(re)contar historia(s): caminando en espiral. La historia de vida de Mercedes”, y fue recogida por José Palacios Ramírez. En su reflexión introductoria, el autor retoma el propósito general que orientó el proyecto: establecer un verdadero diálogo con el informante, para tender un puente de intersubjetividad entre éste y el académico y lograr así que la historia de vida aparezca con la mínima interferencia posible. José Palacios reconoce, sin embargo, que ha debido guiar la narrativa hacia los aspectos que creía relevantes: “…en todo el proceso he sido yo quien ha decidido de forma más o menos clara, los aspectos que me interesaban abordar, y qué partes del material incluía o excluía del texto final, además de haber montado (y aquí la metáfora cinematográfica se torna sacramental) la historia, aunque evidentemente cuento con la aceptación del texto por parte de mi informante”. El resultado, es una narración que desvela por momentos sentimientos encontrados de una mujer, socióloga de profesión y educada con mucha libertad para elegir el camino a seguir, procedente de una clase media que lucha por mantenerse en pie, muchas veces sin lograrlo, pero sin darse por vencida. La forma en que las mujeres cuentan su vida es muy distinta a la de los hombres, y en esto concuerdo con lo señalado por Joan Prat en el prólogo. Esto es muy cierto, el caso de Mercedes es un buen ejemplo de ello. Ella expresa sin rubor sus sentimientos más íntimos, dando la sensación de que su interlocutor es una amiga muy cercana. Retrata a su familia con mucha claridad, detallando aquellos momentos importantes que implicaban el enfrentarse con problemas, como todos los intentos de su padre de emprender nuevas aventuras en el ámbito de los negocios, con resultados siempre negativos. Arrastrando inevitablemente a su familia, siendo ellos, los hermanos los que siempre resolvían los problemas económicos. Resultado de una falta de orientación fue la conversión al metodismo de ella y toda su familia, que reconoce Mercedes: “conocemos la religión evangélica, nos volvimos evangélicos,… Después de todo el desorden que traíamos, en términos emocionales, psicológicos también, porque mi mamá no podía mantener un orden con nosotros”. Su vida de casada tampoco es muy estable, no es sino cuando decide volver a trabajar impartiendo clases en un bachillerato, cuando se encuentra finalmente, a ella misma.
La historia de vida siguiente, “E.C.M. Nosotros somos de familia muy humilde”, también es narrada por otra mujer que vive en Pachuca; fue recopilada por es José Cerezo. Es la historia de E.C.M., hija de un minero, que desde niña tuvo la necesidad de ayudar a su madre en la venta de pollos en un mercado. Su historia, puede ser la historia de muchos niños que desde temprana edad sólo conocen lo que es el trabajo duro, al lado de sus padres, para tener lo mínimo para subsistir, y no conocen lo que es jugar con otros niños. Ella debe levantarse todos los días a las dos de la madrugada para ayudar a su madre, y al terminar irse a la escuela. Confiesa que le gustaba ir a la escuela ya que así no tenía que seguir ayudando a su mamá. A pesar de las carencias, no evoca su niñez con amargura, si bien no tuvo amigos, jugaba con sus hermanos, cosa que realmente le gustaba. Se casó a los 21 años, pero su vida no fue muy grata, pronto empezaron los problemas, sobre todo cuando quedó embarazada pues su esposo no deseaba tener hijos. Los problemas continuaron cuando nació su primera hija; a la llegada del segundo, éstos se agudizan, por lo que decidió separarse y regresar a casa de sus padres. Aquí logró estabilizar su vida encontrando un trabajo haciendo la limpieza en una universidad, si bien precario, pero que le ha permitido vivir tranquila.
Las dos historias siguientes tienen mucho en común, pues se trata de relatos en los que los protagonistas asumen, sin reservas y con orgullo, su identidad hñahñu. La primera “Sobre el ‘acá’ y el ,allá’ en la identidad. Una historia de vida”, la presenta Francisco Jiménez Melero. Su reflexión inicial versa sobre lo que es ser hñahñu, tratando de entender este concepto en un sentido dinámico.
La historia es la de un hombre al que no le ha sido fácil salir adelante, pues se fue al D.F. a trabajar siendo casi un niño -a los 14 años- debido a que su padre falleció, aunque aclara él empezó a trabajar para ayudar en su casa desde antes. A pesar de su precaria situación, siempre tuvo deseos de estudiar y logró terminar la secundaria. Él, como muchos otros, tuvo que recurrir a la migración a Estados Unidos después de casarse, fenómeno que en la región donde se desarrolla esta historia -el Valle del Mezquital-, tiene ya muchos años en virtud de que esta región ha sido duramente castigada por la naturaleza. Algunos de los problemas que desde hace mucho enfrenta esta región son la alta marginalidad, la escasez de recursos vitales como el agua y el suelo poco fértil. Sin embargo, después de dos estancias forzadas en el “otro lado”, experiencia que lo fortaleció interiormente, el protagonista decidió que ésta no era la mejor solución. Entre las consecuencias que él considera derivadas de la movilidad está la desintegración familiar; en su caso particular, él enfrentó en carne propia, la inadaptabilidad de su hija cuando él regreso de una estancia de un par de años. En la actualidad, su trabajo en la radiodifusora indígena del INI en el municipio de Cardonal, le permite aprovechar este medio para que sus mensajes lleguen a mucha gente; a través de ellos propugna por los valores de la familia, la importancia de su identidad al enaltecer lo hñahñu, incluida la lengua como un orgullo, y señala los riesgos que la migración trasnacional conlleva.
La siguiente historia también procede del Valle del Mezquital, y del municipio de El Cardonal. Es “Bernabé. Yo nací aquí en el Valle del Mezquital”, presentada por Juan Cruz, quien advierte que la narración de Bernabé no es una historia de vida en forma, lo cual es cierto en alguna medida, aunque muchos de los datos que proporciona este personaje contienen pasajes de su experiencia a lo largo de su vida, con lo cual se da una idea clara de la vida de Bernabé y sus valores. Lo que se presenta son las preguntas y las respuestas emitidas en una entrevista. En la narración se tocan muchos temas de las costumbres, vida cotidiana, política, el choque cultural, la migración, las sectas y la radio indígena del INI que funciona en Cardonal. La historia de Bernabé es también la de una vida en la que el ingrediente principal es la pobreza, que en el contexto del Valle del Mezquital, es aún más agudo porque el entorno no ofrece muchas posibilidades de desarrollo, aunque advierte también que no todo se debe al entorno, como el abandono del maguey que no se explota con la misma intensidad de antaño. El protagonista aduce este abandono a la emigración a Estados Unidos y advierte que aspectos como éste van modificando la cultura. Bernabé, como muchos hidalguenses del Valle del Mezquital, entendía poco la lengua hñahñu, y cuando niño y adolescente no le daba mucha importancia, incluso hablarlo se consideraba un elemento estigmatizador para la gente. Sin embargo, más tarde, cuando asumió el máximo cargo político en su comunidad, se dio cuenta que había gente mayor que no hablaba el español, entonces se percató de la importancia de la lengua hñahñu; ahora que la habla, aunque con cierta dificultad, siente orgullo.
La última de las historias de vida se desarrolla en un municipio, también de mayoría indígena nahua, ubicado en la Sierra Oriental, Acaxochitlán; su autor Javier Bueno, la tituló: “H.P. Allí también estaba occidente”. Su introducción es una reflexión acerca de la experiencia de encontrarse con el “otro”, el que se ubica en la otra orilla, experiencia que antes del encuentro imagina como una empresa inquietante y difícil de enfrentar. Sin embargo, Javier Bueno reconoce que: “En México encontré un lugar muy parecido a mi ciudad, es decir, encontré un lugar más cercano a occidente que a esas ideas exóticas que tenemos en Europa sobre los lugares de fuera“; de ahí el título que eligió para definir que Acaxochitlán bien puede ser cualquier ciudad española. El personaje H. P., un mestizo de la cabecera municipal, tuvo una infancia infeliz, el hueco dejado por su madre nunca pudo ser llenado; su padre contrajo nupcias por segunda ocasión y él y su hermano pasaron a segundo término. Y aun cuando reconoce que su primera infancia no fue lo mejor para un niño, no deja de recordar con nostalgia esos tiempos. No pudo continuar sus estudios y a los catorce años empezó a trabajar; de ahí en adelante su vida fue cambiando poco a poco, y aunque no tuvo estudios logró trabajar de maestro. Sin llegar a tener mucho, la vida si le proporcionó lo suficiente para vivir más o menos holgadamente; se confiesa buen administrador. Ha disfrutado las cosas que le gustan, como asistir a partidos de futbol, corridas de toros, paseos, incluso visitó Europa. En su relato expresa lo que fue su vida: “En el resumen que hago ahora pues es muy agradable, claro que he tenido dificultades, grandes adversidades, apuros, también sé mucho del placer de vivir, bendito sea Dios que así me lo ha permitido”.
Para concluir, sólo señalaré que uno de los aspectos que se logran vislumbrar en todos estos retratos de hombre y mujeres hidalguenses, es que si bien algunos de ellos viven en las regiones marginales del estado, como el valle del Mezquital, la sierra Otomí-Tepehua o la sierra Oriental, todos los protagonistas son un ejemplo de cómo superar adversidades; pero además muestran como se encuentra configurada la topografía social de diversas regiones hidalguenses. Los personajes centrales de estas historias, son en efecto, hombres y mujeres valientes que han tenido la capacidad de superar la volatibilidad a la que han estado expuestos por los motivos más diversos; viviendo y contando sus experiencias con plena creatividad. Así, se confirma, como lo señala Joan Prat en el prólogo, “cómo la propia vida es algo que no sólo merece ser vivida sino también contada”.
Sobre la autora
Lourdes Báez
Museo Nacional de Antropología, INAH.
Citas
- Rodrigo Díaz Cruz, “Los hacedores de de mapas: antropología y epistemología. Una introducción”, en Alteridades, 1, México, UAM Iztapalapa, 1991, p. 3-12. [↩]
- Mondher Kilani, L’invenzione dell’altro. Saggi sul discorso antropológico, Bari, Italia, de Dedalo, 1997, p. 24. [↩]
- Mondher Kilani, op. cit., p. 23. [↩]