Los 18 artículos que integran esta obra presentan los avances más recientes en el estudio de la región geográfica y cultural del Gran Nayar, específicamente sobre coras y huicholes. Los textos son el resultado de un renovado esfuerzo en el estudio de las culturas de esa región, llevado a cabo por especialistas en diversos temas durante la década de 1990, misma en la que se conformó el seminario Antropología e historia del Gran Nayar, coordinado por el doctor Jesús Jáuregui, y al cual se encuentran vinculados la mayoría de los autores.
Flechadores de estrellas es, además, un tributo a la obra del etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss, cuyo enfoque teórico ha guiado, desde su “redescubrimiento”, los trabajos del seminario del Gran Nayar. En consecuencia, se trata de un regreso a un enfoque regional y comparativo, es decir, sistémico, en el que las reconstrucciones históricas deben tener como base la comprensión puntual del complejo presente etnográfico. Uno de los intereses fundamentales de Preuss era el de profundizar en la interpretación del ciclo festivo anual de los antiguos mexicanos, planteando como necesario el estudio de los ritos y los textos indígenas contemporáneos. A partir de ese enfoque, se han incorporado nuevas temáticas desarrolladas en este libro, tales como el análisis de textos y procesos rituales, organización social, patrones coreográficos y expresiones artísticas, entre otras.
La obra está dividida en ocho secciones que corresponden a las temáticas generales abordadas por los distintos autores. Éstas son: I Preámbulo, II Etnohistoria, III Parentesco y organización social, IV Actividades económicas, V Ritual y cosmovisión, VI Mitología, VII Música y danza y VIII Arte y artesanías.
La primera sección corresponde en su totalidad al artículo intitulado “El pasado prehispánico y el presente indígena: Seler, Preuss y las culturas del Gran Nayar”, bajo la autoría de los coordinadores. Este primer capítulo nos recuerda las contribuciones a la mexicanística de Eduard Seler y de Preuss, su alumno, a partir de los estudios que realizaron sobre las culturas del Gran Nayar. Centrados en la biografía intelectual de Preuss, fuertemente influenciada por su relación y posterior distanciamiento con su maestro, Jáuregui y Neurath explican los planteamientos de la teoría de este investigador sobre la religión y del México antiguo, reconociendo su importante contribución a la antropología mexicana y otorgándole el lugar que le corresponde como uno de los precursores en los estudios de corte estructuralista.
La segunda sección cuenta con dos artículos de carácter etnohistórico sobre los coras y uno sobre los huicholes. En “Los coras entre 1531 y 1722. ¿Indios de guerra o indios de paz?” (capítulo 2), Laura Magriñá nos ofrece un resumen de su tesis de licenciatura (1999) del mismo nombre publicada en el año 2002. En este texto, la autora expone las principales temáticas y la metodología utilizadas en su investigación de tesis, la cual, constituye la primera fase de un proyecto a largo plazo sobre la historia de los coras, enfocada, particularmente, en el periodo 1531 y 1722, periodo transcurrido entre la aparición “oficial” de los coras en la escena regional y su reducción oficial. Magriñá muestra cómo el carácter bélico de los coras “constituyó una estrategia para preservar y adaptar su cultura durante 200 años”.
“La guerra de la independencia, la rebelión de Lozada y la formación del ‘costumbre’ cora”, constituye el tercer capítulo, a cargo de Philip E. Coyle, uno de los investigadores estadounidenses asociados al seminario del Gran Nayar. Coyle nos muestra cómo, durante la segunda mitad del siglo XIX, en las comunidades coras (el autor se enfoca en Santa Teresa) se conformó un ceremonialismo público integrado por los rituales católicos y las ceremonias nativas, en especial, los mitotes. La Guerra de Independencia y posteriormente, el periodo de la rebelión del líder agrarista Manuel Lozada (1856-1873), proporcionó a los coras el contexto adecuado, lejos de los forasteros -principalmente del clero- para la integración de una tradición ritual única, en la que “el ceremonialismo católico proporcionó el punto de convergencia para el mitote de grupos dispersos; esto es, un conjunto ‘superior’ de ceremonias vinculadas con autoridades políticas y religiosas también superiores, responsables del bienestar de la comunidad.”
George Otis nos presenta un novedoso trabajo que se aparta de las temáticas tradicionales de la antropología e historia del Gran Nayar. En “La nueva conquista espiritual del Nayar: el conflicto religioso entre los huicholes de Zoquipan” (capítulo 4), Otis nos muestra las consecuencias de la presencia de los huicholes conversos al protestantismo dentro de las comunidades tradicionales. El autor explica cómo esa conversión significa, para los tradicionalistas, rechazar el sistema de cooperación y romper con la red social establecida. En este caso, el pueblo de Zoquipan, municipio de El Nayar, Nayarit, se presenta como un ejemplo particular de las pugnas entre los huicholes tradicionales y los protestantes. Otis explica que más allá de las fricciones cotidianas hay un verdadero conflicto entre la gran mayoría, que está preocupada por la reproducción cultural del grupo, y los protestantes, que pugnan por ser reconocidos como miembros plenos de sus comunidades, tanto social como culturalmente. “Para ellos ha llegado el momento de que la sociedad huichola admita el multiculturalismo, y que se de fin al monopolio de la costumbre como único referente de la identidad huichola”.
En la sección sobre parentesco y organización social contamos con un artículo de Magriñá, “Sistema terminológico de parentesco cora del siglo XX” (capítulo 5), en el que nos muestra cómo los coras actuales de Jesús María del Nayar mantienen una clara continuidad estructural con el sistema terminológico registrado por el padre Joseph de Ortega en la primera mitad del siglo XVIII. Las permanencias más importantes comprobadas por la autora son: la existencia sistémica de la poliginia sororal y la bilateralidad, como regla en la descendencia cora.
En el sexto capítulo, Johannes Neurath plantea en “La Maison de Lévi-Strauss y la casa grande Wixarika”, que es posible explicar la organización social de los huicholes de Santa Catarina Cuexcomatitán, con base en los planteamientos del etnólogo francés sobre las sociedades á maison, también conocidas corno “sistemas de casa”. De los tres niveles de organización comunitaria -los centros ceremoniales comunitarios tipo tukipa, la cabecera y los adoratorios parentales tipo xiriki-, es el tukipa el que operaría bajo los principios de las sociedades á maison. Lo anterior queda manifiesto, principalmente, en las características fundamentales de los distritos tukipa. Éstas son: que el tukipa opera tanto bajo la lógica de una unidad territorial como del parentesco (genealógicamente no demostrable con las deidades); y el simbolismo de la arquitectura del tukipa, que expresa, al mismo tiempo, la cohesión del grupo y las contradicciones internas de la sociedad huichola.
Arturo Gutiérrez cierra esta sección con “El sistema de los tukipa de Tateikie” (capítulo 7). Aquí expone cómo, entre los huicholes de San Andrés Cohamiata (Tateikie), los numerosos sacrificios de reses presentes durante las ceremonias, así como el autosacrificio practicado por los huicholes, no invocan “otra cosa que su inverso, la vida”. Este autosacrificio se manifiesta de múltiples formas, pero Gutiérrez destaca dos en particular: el intrincado, pero bien organizado sistema de intercambio de peyote, realizado entre los diferentes centros tukipa de Tateikie, y el sacrificio que los grupos de parentesco deben hacer donando a algunos de sus miembros a las brigadas de trabajo o a otro grupo de parentesco. Todo por el bien comunitario.
La sección dedicada a actividades económicas, abre con una segunda participación de George Otis: “Clasificación y aprovechamiento del paisaje entre los coras” (capítulo 8). En este artículo, Otis logra identificar la clasificación cora de los distintos nichos ecológicos y sus respectivas subáreas. La división básica es entre zonas altas –mu’utsita (lugares de ocote)- y zonas bajas –ütsitá (lugares de vegetación espesa)-. Éstas, a su vez, se subdividen según la vegetación, las fuentes de agua y el tipo de cultivo o técnica agrícola que permiten.
En el noveno capítulo, Stacy B. Schaefer presenta “El telar como objeto de poder sagrado en la cultura huichola”. La autora nos muestra cómo las mujeres huicholas, durante el proceso de aprendizaje de las técnicas de hilar y tejer, son “iniciadas en el ámbito de las mujeres” adquiriendo la “sabiduría cultural acerca del entorno y el mundo”. Asimismo, la adquisición de habilidades en el tejido es equiparable a la iniciación chamánica. De tal forma que tejer es una actividad que hace partícipe a las mujeres de una cualidad casi reservada a los hombres: la comunicación con las deidades.
Paulina Faba y Angel Aedo participan con un trabajo intitulado “La destilación del tuchi entre los huicholes de Tateikita (San Miguel Huaistita)” (capítulo 10), en el cual describen puntualmente el proceso técnico de la elaboración de una bebida fermentada y destilada de agave que los huicholes llaman tuchi. Asimismo, clarifican las asociaciones simbólicas establecidas por los huicholes, por medio de un sofisticado juego de analogías, entre dicho proceso y los ciclos de la naturaleza, tales como la evaporación, la condensación y la precipitación de la lluvia.
El onceavo capítulo, “El mitote parental de la chicharra (metineita tsikiri) en Chuísete’e”, de Paulina Alcocer, inicia la quinta sección, dedicada al ritual y a la cosmovisión. En este documento, Alcocer describe y explica un mitote parental de la familia de Jesús, de la comunidad cora de Jesús María, Chuísete’e, a partir de los planteamientos de Preuss sobre el “modo mágico de pensar de los coras”, el cual es “producto de un principio cognitivo fundamentado en la identificación entre los objetos de una misma categoría. La eficacia simbólica del pensamiento mágico radica en la identificación de las palabras con las acciones, de tal forma que las oraciones, los cantos y los pensamientos equivalen al actuar. Este texto es particularmente importante ya que Preuss no presenció esta ceremonia, no obstante que registró un texto alusivo a ella.
Johannes Neurath presenta, en el duodécimo capítulo, “Cosmovisión y sexualidad en la fiesta de namawita neixa en Keuruwitia”. En éste, el autor explica que en la ceremonia de namawita neixa, fiesta de la lluvia y de la siembra, coinciden “las fuerzas antagónicas del universo: el agua y el calor del sol”. Esta fiesta corresponde a la temporada del solsticio de verano, cuando el calor del sol es extremo e inicia la temporada de lluvias. Namawita neixa es una fiesta de la fertilidad y se manifiesta en múltiples acciones con connotaciones sexuales que enfatizan el dominio de “lo femenino” durante la temporada de lluvias. En esta ceremonia también se reafirma la relación entre el hombre y el maíz, la cual es concebida como un matrimonio.
En “La región más oscura del universo: el complejo mítico asociado al kieri de los huicholes y al toloatzin de los antiguos nahuas” (capítulo 13), Angel Aedo demuestra que los principios taxonómicos de la botánica moderna resultan insuficientes para la identificación de un conjunto de plantas que entre los huicholes se clasifican bajo el nombre de kieri, y esclarece la confusión en que han estado diversos especialistas, al menos desde la década de 1930, cuando Zingg la identificó erróneamente. Asimismo, expone el enorme paralelismo, no sólo clasificatorio, que hay entre las plantas llamadas kieri, entre los huicholes, y aquellas identificadas bajo los nombres de toloatzin o toloache y ololiuqui de los antiguos nahuas, sino también en la “región” a la que hacen referencia y están asociadas: la más oscura del universo.
Tomando como guía la síntesis argumentativa del libro Tamoanchan y Tlalocan de López Austin, en el capítulo catorce, intitulado “El Cha’anaka de los coras, el Tsikuri de los huicholes y el Tamoanchan de los mexicas”, Jesús Jáuregui nos muestra diversas y recurrentes manifestaciones del cosmograma indígena nayarita en forma de quincunce, equivalente al Tamoanchan mexica. Así, Jáuregui no sólo presenta los múltiples paralelismos entre las actuales culturas del Gran Nayar y la de los antiguos mexicanos, sino que demuestra que es posible, como sugería Preuss, la mayor comprensión de éstos a partir del conocimiento de las culturas actuales del Gran Nayar. Ello permite plantear, difiriendo de la propuesta de López Austin, que la cosmovisión autóctona no sólo es dualista, sino también jerarquizada y otorga diferentes valores a las partes del conjunto según las circunstancias ceremoniales.
La sección de mitología cuenta con un único y extenso artículo (capítulo 15) a cargo de Johannes Neurath y Arturo Gutiérrez. En “Mitología y literatura del Gran Nayar (coras y huicholes)”, los autores nos presentan un amplio panorama sobre el estado actual de las investigaciones en esos temas, tras un recuento de su desarrollo a lo largo del siglo XX. Asimismo, nos ofrecen algunos de los textos más representativos de los dos grupos nayaritas, enfatizando algunas de sus diferencias y semejanzas más importantes. Los grandes grupos temáticos en que se agrupan la mitología y literatura nayarita son: la creación del mundo, el origen y la domesticación del fuego, el nacimiento del sol, mitos astrales y cacería del venado, el diluvio, la boda del maíz, el origen de la lluvia y el mito de Cristo.
La séptima sección, dedicada a música y danza, cuenta con los artículos “Cómo los huicholes se hicieron mariacheros: el mito y la historia”, de Jesús Jáuregui (capítulo 16) y “La danza de los ‘urraqueros’ (ve’eme): ritual de petición de lluvias” de Maira Ramírez (capítulo 17). En el primero de ellos, el autor rescata valiosos testimonios y narraciones mitológicas, así como las observaciones de distintos viajeros y los etnógrafos clásicos, sobre la conformación de los mariachis tradicionales huicholes integrados por el complejo raweri-kanari-zapateado (de tarima), desarrollado localmente en la zona huichol a partir de la llegada de instrumentos musicales provenientes del Mediterráneo. Asimismo, Jáuregui explica cómo este sistema musical huichol ha sido incorporado a la cosmovisión del grupo, estableciéndose vínculos rituales, principalmente, en cuanto a las formas de iniciación como músico a partir del pacto con seres poderosos como el árbol del viento kieri o el señor de Huaynamota.
En el decimoséptimo capítulo, Maira Ramírez presenta un novedoso análisis de las danzas coras ejecutadas por los “urraqueros” o ve’eme. A partir de -un detallado registro de los desplazamientos coreográficos de este grupo de danzantes, cuyos integrantes representan a las deidades pluviales dirigidas por la estrella de la mañana (Hatzikan), Ramírez logra interpretar los “dibujos coreográficos” que describen fenómenos meteorológicos como el ciclón, el remolino, el torbellino y el huracán. Asimismo, la autora demuestra cómo las narraciones -no verbales- coreográficas constituyen un continum de narraciones verbales, para lo cual, se fundamenta en la comparación de sus registros coreográficos y los discursos registrados por Preuss.
Flechadores de estrellas cierra con la sección dedicada a arte y artesanía con el texto “El arte wixarika, tradición y creatividad” de Olivia Kindl y Johannes Neurath. Los autores ofrecen un extenso panorama respecto de las obras plásticas huicholas, los contextos sociales en que se producen y los materiales utilizados en su elaboración. El documento nos muestra cómo el arte y las artesanías tradicionales huicholas han debido adaptarse a un cada vez más demandante público occidental, el cual ha favorecido la generación de nuevas formas de expresión artísticas tales como los cuadros de estambre y las jícaras comerciales adornadas con chaquira. No obstante el auge del arte y artesanía huichola, las tradiciones están a salvo, pues las expresiones visuales plasmadas en el arte y la artesanía son medios por los cuales los huicholes afirman y valoran su identidad, manifestando la capacidad de adaptación a nuevas condiciones socioeconómicas sin perder el vínculo con el modo de vivir y la estética tradicionales.
Sobre el autor
Antonio Reyes
Centro INAH, Durango.