Este libro nos ofrece un enfoque original del desarrollo y perfil de la clase empresarial mexicana, o por lo menos de una parte muy característica, aquella que corresponde al sector más tradicional de dicha clase; un tipo de empresarios que poseen una profunda identificación con su grupo familiar, sinónimo de la empresa misma. Como una aparente paradoja, este sector capitalista antepone, por en cima del rendimiento, la productividad y la ganancia, los intereses y las actividades de la familia. Tales intereses son sustentados por un conjunto de valores y normas que constituyen una “ideología” que se traduce en diversas acciones cotidianas, estrategias y rituales, en un estilo de vida, en una identidad y una subcultura distintiva de estos grupos de parientes; que a su vez se hayan inmersos en el amplio contexto histórico, cultural y socioeconómico de la nación.
El patrón cultural denominado de “la gran familia trigeneracional”, en el cual enfatizan las autoras como elemento predominante del sistema de parentesco en México, es la categoría en que se apoya la tesis central del estudio. La preeminencia de la gran familia de tres generaciones, como “unidad significativa básica de solidaridad”; como mecanismo de cohesión para la reproducción y sobrevivencia del grupo. Según su opinión, este modelo no es exclusivo de la clase burguesa más añeja, por el contrario, se le reconoce en las sociedades tradicionales rurales, entre los grupos indígenas y entre los migrantes de los barrios populares de la gran ciudad. Tampoco es privativo de México, ya que se han observado rasgos comunes en sus principios y organización en varios países de Latinoamérica, muy posiblemente como producto de una historia colonial con sustantivas semejanzas. ¿Es válida tal generalización? ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas del ejercicio y reproducción de estas familias-empresas basadas en tal patrón trigeneracional? ¿Qué significa su presencia y su estilo en el desarrollo del capitalismo en México? ¿Cómo se traducen sus pautas ideológicas, su tradición, en los sucesos cotidianos? ¿Cuáles son sus predilecciones, su proceder privado y aun sus manías? Esperamos que esta reseña ofrezca un acercamiento a esta interpretación y cuestionamientos, y despierte la inquietud por leer cada una de las páginas de esta obra.
La adquisición y lectura acuciosa de esta obra, con seguridad es una buena inversión tanto para los especialistas como para los lectores interesados en el mundo social en que nos encontramos parados. Los autores han escogido a una gran familia burguesa como un ejemplo representativo: los “Gómez”. Ellas tuvieron que bautizar con apellidos y nombres ficticios a sus integrantes para conservar en el anonimato la identidad de esta familia dada su condición social.
Además de ser un estudio con perspectiva histórica, se han empleado los recursos teórico-metodológicos para una interpretación sociológica y antropológica, con una visión innovadora acerca del parentesco aplicada a una sociedad compleja y de clase burguesa mexicana, a partir de una reconstrucción etnográfica de esta familia; en la descripción del entorno y dinámica diaria de sus miembros, de cómo estos hombres y mujeres concretos reinventan la realidad, reelaboran una visión de sí mismos y de las épocas y personajes familiares del pasado y del presente. Las autoras se aproximan a la historia de la vida privada y de las mentalidades (aunque no hacen ninguna afirmación explícita acerca de su adhesión a dichas corrientes). De hábil manera entretejen un microuniverso con la totalidad, la historia particular de una familia con los grandes procesos. Esta investigación tiene que ver con una pregunta básica que se hacen los científicos sociales respecto a la relación existente entre el nivel macrosocial de análisis y la vida de la gente, de la que se presentan dos opciones: una, es tratar de entender cómo ha afectado la historia, la economía y la cultura de una sociedad en la existencia de los individuos y los pequeños grupos. Otra, la influencia que estos últimos han tenido en la historia y la sociedad en general. Las autoras aclaran que han optado por un camino intermedio entre el enfoque particularista y el determinista de la historia. La gente, nos dicen, toma decisiones en el contexto histórico, social y cultural específico que se vive. Este contexto es básico para comprender las acciones individuales y la evolución de los grupos sociales. La comprensión de la arena del parentesco puede salvar la distancia entre la macro y la microestructura. El parentesco es también el terreno de acción en que convergen las fuerzas económicas y los valores abstractos de la sociedad.
Del capítulo 1. “Los Gómez y la formación social mexicana”. El origen de la familia Gómez se remonta a colonos españoles del siglo XVI, asociados con la vieja aristocracia criolla y católica. Pero rastreando en su pasado menos lejano, se ha encontrado que hacia mediados del siglo XIX, se habían convertido en comerciantes y ciudadanos destacados, que más tarde se harían industriales. Los Gómez disfrutaron de un “estatus” y una educación superior al promedio. Recordaban a ciertos protagonistas de su pasado familiar como hombres altos, rubios, de piel muy blanca, ojos azules, masculinos, muy bien parecidos y elegantes, también asumían que la segunda esposa del viudo Carlos Gómez fue una muchacha indígena y pobre con quien procreó siete hijos nacidos entre 1862 y 1874 en algún lugar de Puebla. Mientras los hijos de su primer matrimonio obtuvieron una educación universitaria, sus medios hermanos mestizos sólo concluyeron la primaria.
Con el efecto negativo que tuvo sobre el comercio en Puebla, la apertura del ferrocarril México-Veracruz en 1873, uno de los negocios de la familia se mudó a la Ciudad de México, donde establecieron una tienda en sociedad con catalanes, la cual se convirtió en uno de los centros más reconocidos. Por medio de los vínculos de uno de sus miembros se aventuró en la industria textil, siendo contactado con la comunidad empresarial española. Hacia 1890, la mayoría de la familia ya residía en la capital de la república, diluyéndose la relación con los parientes que se quedaron en Puebla. En 1909, Leopoldo se había convertido en importante propietario de empresas e inversiones diversificadas: fábricas textiles, aserraderos, bancos, compañías de seguros, bienes raíces urbanos y rurales, fábricas de tabaco, y además tenía acciones en varias empresas mineras, industriales y comerciales. “Era demandado para asociarse con empresas nacionales y extranjeras y con la Iglesia que gozó de su colaboración como prestanombres y administrador. La estrecha amistad que se estableció entre la familia y los dignatarios eclesiásticos se conserva hasta nuestros días”.1
Al término de la Revolución de 1910, la familia Gómez ya tenía conexiones con el nuevo grupo en ascenso de criollos y mestizos. Entre 1910 y 1925, la familia Gómez había seguido un patrón: el primer migrante, un soltero, sale con parientes de su ciudad natal. Ya asentado lleva a su familia nuclear, donde viven juntos, después conforman una familia extensa. Se casan con miembros de familias urbanas; de esta manera fueron rompiendo los lazos con los parientes rurales. En los años de adaptación a la gran ciudad se mudaron varias veces de un barrio a otro, después comienza un proceso de fragmentación y estratificación. En 1928, la ciudad comienza a modernizarse, algunos de los Gómez se mudarían a una de las zonas residenciales de nueva creación, las Lomas de Chapultepec.
El segundo hijo de Leopoldo, Pablo Gómez, a diferencia de su hermano mayor, fue un empresario agresivo cuya filosofía era comprar lo que pudiera pagar: fábricas, bienes raíces, etcétera. Los historiadores del periodo Cardenista lo identifican como uno de los empresarios más poderosos y “un soporte del cardenismo.2 Más allá de sus relaciones con banqueros, empresarios, industriales y eclesiásticos, también cultivó la amistad de la nueva élite política y militar, con lo que rompió los precedentes de la familia. Pablo aumentó la fortuna familiar y su hermano mayor, Leopoldo hijo, se convirtió en un venerable patriarca cuya esposa procedía de la antigua clase criolla hacendada, éste creó una imagen conservadora e incrementó el prestigio de la familia.
Del capítulo 2. “Los Gómez en el México contemporáneo”. Las autoras distinguen tres factores clave para entender la permanente solidaridad familiar:
a) La empresa familiar como fuente de relaciones patrón-cliente e intercambio económico generalizado;
b) La presencia de varones dominantes… como figuras públicas prominentes, como empleadores y protectores de sus parientes;
c) La influencia de mujeres centralizadoras, que reúnen y propagan información acerca de la familia tanto dentro de su rama como con mujeres centralizadoras de las otras ramas.3
Un cuarto factor para conservar “la cohesión… en el ambiente industrial urbano es la conservación de la subcultura Gómez por medio de la ideología y el ritual. En el cruce entre el negocio familiar y la socialización de la familia se encuentra la reunión ritual de la familia, una arena donde circula información y se reafirma la identidad distintiva que confiere la pertenencia a la familia”.4 Nos preguntamos, por cierto, qué tanto esta red de parientes donde predominan en número los que pertenecen a la clase media sobrevivirían sin el interés económico que los aglutina a través de la rama burguesa. ¿Acaso, despojados de sus empresas, persistiría su identidad como grupo de parentela y continuarían impulsando su reproducción?
Vale la pena hacer algunas observaciones acerca de la segunda mitad del siglo XX y como contrapunto, destacar ciertas afirmaciones propias de lo que denominan la ideología de los Gómez referente a la visión que esta familia se ha formado de los acontecimientos y sus protagonistas sexenales.
México disfrutó de un acceso privilegiado en el mercado estadounidense, gracias al efecto de la segunda guerra mundial. El proceso de industrialización se intensificó como producto de la paz social, la tasa de crecimiento, que aumentó a partir de 1940, fue en buena medida, resultado del ahorro y de las inversiones internas. Con la administración de Ávila Camacho, la política económica se orientó hacia el desarrollo industrial. Se ocupó de hacer énfasis en la unidad nacional, en el compromiso entre trabajo y capital, Iglesia y Estado, reforma agraria y productividad, socialismo y capitalismo. Los Gómez consideraron a Ávila Camacho como “gran presidente”, hombre de bien y católico devoto; en tanto que a Lázaro Cárdenas lo ven hasta hoy con ambigüedad y en términos negativos como “comunista”, habituado a rodearse de gente de clase baja.
La administración de Miguel Alemán prestó un apoyo más abierto a la industria mediante los nuevos aranceles para proteger su crecimiento, propició una casi completa dependencia económica del extranjero. Se incrementó la presencia del Estado en la economía para compensar el vacío de la iniciativa privada en ciertas áreas clave. Esta familia califica a Miguel Alemán como el mejor presidente que ha tenido México. Sin embargo, se admite que en su sexenio cundió la corrupción, el propio Alemán puso el mal ejemplo, pero se le perdona argullendo que sólo tomó un poco de lo mucho que dio al país.
Respecto a Gustavo Díaz Ordaz, los Gómez lo han considerado como otro “gran presidente”, que terminó con las revueltas estudiantiles del 68 y que detuvo la “subversión comunista”. (Por cierto, consideran a la UNAM como un nido de agitadores y “pobres diablos” intelectuales. Sitio improcedente para la juventud).
El sexenio de Luis Echeverría trató de romper la política de desarrollo estabilizador, fue populista y antiempresarial. Los empresarios se pronunciaron en contra de la intrusión política del Estado y exigieron que sus recursos económicos y políticos apoyaran a la iniciativa privada. Según la percepción de los Gómez, el papel del Estado debe ser el de crear y mantener la infraestructura necesaria para que la empresa privada pueda manejar sus compañías industriales y comerciales. El Estado no debe tener industrias, pues no sabe manejarlas debido a la corrupción, la burocracia y su política en general. Es a Echeverría a quien los Gómez tienen como el malo de la historia, en principio por su insistente retórica sobre la lucha de clases. También consideran que Echeverría favoreció la oposición y discordia entre el empresario y el resto del país, entre patrones y obreros, lo que resultó contraproducente para la paz social. Además desencadenó una inflación y una enorme deuda externa. Por otro lado, les irritaba la imagen de México en el extranjero, cuando a la reina Isabel de Inglaterra le sirvió agua de jamaica y “cual patán la tomó del brazo”; insistiendo en imponer sus costumbres de “pelado” de clase baja al resto del país. Admiten que fue en esa época cuando comenzaron a sacar dinero de la nación.
José López Portillo enfrentó una situación crítica. Su administración ofreció una tregua al sector empresarial e invirtió en industrias intensivas de capital, especialmente en nuevos campos petroleros. El alto, pero breve crecimiento que logró, fue a costa de “la pérdida de productividad en el sector agrícola”. Con la estrategia petrolera se provocó “una fuerte dependencia económica de los precios internacionales del petróleo y del costo del dinero”.5 Al entrar en el mercado financiero internacional se generó una fuga gigantesca de capitales. Finalmente en 1982, con la recesión mundial y la baja del precio del petróleo, México recibió un golpe mortal en su economía. En septiembre de 1982, “el gobierno trató de sortear la tormenta nacionalizando los bancos…”.6 Cuando estalló la inesperada crisis económica, las drásticas devaluaciones que conllevó y la nacionalización de la banca, los Gómez experimentaron una gran conmoción y se sintieron, junto con toda la comunidad empresarial, seriamente amenazados, aunque estaban comprometidos con el pago de enormes tasas de interés por créditos bancarios y aunque esas tasas habían bajado considerablemente con la nacionalización, de cualquier forma se solidarizaron con los banqueros. Hasta ahora, las empresas mexicanas han quedado cada vez más confinadas a los campos más tradicionales y menos dinámicos de la economía.
Del capítulo 3. “Familia y empresa”. La empresa familiar -afirman las autoras- ha sido un elemento común del desarrollo temprano de la industria, pero ha prevalecido inusitadamente. Para la familia Gómez, las redes sociales y familiares significan un papel clave para asegurar la transición paulatina de su propio desarrollo dentro de la historia de México, especialmente en las etapas de crisis como fueron la Reforma, la Revolución y la situación actual, esta última, donde la familia, como otras de su tipo, se encuentra cada vez más aislada, a la vez se mantiene firme ante la acción monopolizadora e invasora de las corporaciones nacionales y extranjeras y la injerencia del Estado. Frente a sus ventajas adolece de una debilidad básica; “tiende a poner la lealtad por encima del rendimiento”,((Ibid., p.142.)) algo que parece inusitado y que no corresponde a la ideología capitalista clásica. Emplea a sus parientes aunque no posean formación profesional y en su diversificación en pequeñas empresas, evita que algunas de sus industrias más importantes puedan competir con las corporaciones modernas, las cuales utilizan alta tecnología y son capaces de movilizar recursos a gran escala. Así pues, empresas familiares como las de los Gómez sufren de serias limitaciones; sus estructuras paternalistas tienen dificultades para adaptarse a la organización corporativa de las compañías modernas.
Del capítulo 4. “Parentesco”. En las barriadas pobres, como la que estudió Larissa Adler Lomnitz (1977), la interacción social se da dentro y a través de la asistencia recíproca, donde la red representa la unidad de sobrevivencia, en que también la gran familia trigeneracional es el polo más fuerte de solidaridad, particularmente entre los migrantes campesinos e indígenas que se asientan en las áreas marginadas de la ciudad. Esta estructura es el sostén de la familia Gómez, en el otro extremo social. En la expresión activa de este ideal cultural de la gran familia trigeneracional se refleja la posición de clase de las familias. En el barrio popular, la realización de este ideal depende de la proximidad física de sus miembros, de la disponibilidad de recursos que se movilizan para tratar de sofocar sus grandes penurias y su historia migratoria. Los Gómez no dependen de esta proximidad física, el teléfono y el automóvil permiten una proximidad y un contacto tan intenso como en la barriada.
De la misma manera que en las zonas urbanas, entre los campesinos mestizos y los grupos indígenas de México, aseguran, se expresan los rasgos característicos del modelo de la familia trigeneracional. Contamos con varios estudios que lo demuestran como son, entre otros, el de Foster (1972) en Tzintzuntzan, o Taggart (1975), este último observó que la gran familia como unidad de solidaridad y sus redes existe en todas partes de México y en América Central. Los diferentes autores las denominan “hogares conjuntos”, “familias conjuntas” y “hogares multifamiliares”. Marisol Pérez Lizaur (1970) Regó a resultados semejantes mediante el estudio de un grupo nahuatlato cerca de Texcoco. Pero fue Nutini (1968), quien resumió de manera más clara la frecuencia de la gran familia de tres generaciones en un estudio acerca de las comunidades nahuas de San Bernardino Contla, Tlaxcala.
Por su parte, los historiadores que han abordado el estudio de los siglos XVIII y XIX en México, como Brading (1975, 1978) y Chance (1978), sostienen la existencia y predominio de la familia trigeneracional, extensa y lineal, entre los mineros, comerciantes, terratenientes y empresarios urbanos. Este sistema de parentesco probablemente se presentó, antes que en América Latina, en otras sociedades mediterráneas de Europa. “Creemos -nos dicen-, que la estructura de parentesco trigeneracional es un rasgo básico de la cultura que permea todas las áreas de interacción social y afecta todos los aspectos importantes de la vida humana.”((Ibid., p.146.)) Tenemos que cuestionar qué tan factible es demostrar la existencia de este sistema de parentesco trigeneracional en los grupos subalternos del pasado con las fuentes históricas disponibles para afirmar tal generalización. Es allí donde las autoras tratan de precisar algunas de las expresiones sociales más importantes de la gran familia, como son las estrategias de alianzas matrimoniales de acuerdo a cada momento histórico y a cada clase o sector. Así también, buscan esclarecer y aplicar una serie de conceptos básicos relacionados con el análisis del parentesco. Destaquemos algunos de estos conceptos en relación con el tema.
Respecto a la definición de los límites de solidaridad entre parientes en la gran familia, marcan que por motivos obvios las relaciones de solidaridad se establecen primero entre hijos, padres y hermanos; después se extienden a los parientes consanguíneos de ambos padres, al consorte de uno (a los hijos de cada hijo), a los nietos. Así, la relación lineal prevalece sobre la colateral. El siguiente rango de solidaridad es el grupo de descendientes de cuarta generación, es decir, “el grupo de todos los descendientes lineales de un bisabuelo común”. A tal tipo de grupo se le denomina “rama”.7 También les es de utilidad el concepto de “tronco” entendido como “todos los descendientes de un hombre y de su esposa, contando la descendencia por vía masculina y femenina”.8 En esta medida, todos los que desciendan de Carlos Gómez pertenecen al tronco Gómez, como un hecho genealógico, análogo al linaje, en el que dos individuos pueden pertenecer a tal tronco, sin su conocimiento recíproco e independientemente de que exista intercambio entre ellos. Una de las más importantes afirmaciones del estudio, que también conviene citar textualmente, es que “muchos rasgos de una sociedad pueden rastrearse en una estructura particular de parentesco. El hecho de que la gran familia sea la unidad básica de solidaridad tiene implicaciones profundas para la sociedad mexicana. Nosotras sostenemos que la gran familia es la metáfora del modo como se halla organizada la sociedad mexicana. [Éste es] el grupo de referencia de un individuo de por vida: determina el estatus social, sienta las redes sociales básicas y establece controles sociales y apoyo económico y emocional”;9 “cuanta más seguridad (económica y emocional) pueda proporcionar una parentela, más pesadas son las restricciones impuestas a la libertad personal de un individuo”.10
Tales afirmaciones nos parecen también demasiado contundentes: ¿realmente la microestructrura de una familia de la élite burguesa más tradicional es una especie de troquel de toda la clase empresarial y aun más, de todas las clases y grupos, de la estructura y organización de una nación entera con toda su complejidad?
Del capítulo 5. “Los rituales como una forma de vida”. La familia Gómez cuenta con una amplia diversidad de rituales que ofrecen la oportunidad de reunir a los miembros de varias de estas ramas. Estos encuentros frecuentes pueden ser de carácter religioso (generalmente asociados al ciclo de vida), social o de negocios (como son las juntas directivas). Se ha instaurado como costumbre invitar a un anciano de cada gran familia para que represente a cada rama, sobre todo en eventos especiales. Para las mujeres Gómez, la organización y asistencia a estos rituales significa una labor muy exigente, motivo por el cual se desalienta el interés que pudieran manifestar por trabajar, además de que no resulta práctico si realmente están interesadas en el prestigio de su familia nuclear y en las redes de parentesco.
El comportamiento ritual está imbuido en un complejo sistema de acciones simbólicas, muy importante para el desarrollo de la red y de cada individuo de ésta. La amplia gama de participación que se abre a cada miembro le da la posibilidad de expresar su nivel socioeconómico o sus sentimientos de conformidad o inconformidad sin contravenir el protocolo. Los rituales desempeñan múltiples funciones entre las que se destacan las siguientes: continuamente definen y redefinen los límites de la red de parientes frente al resto de la sociedad. Del grado de asistencia a los rituales depende, en buena medida, la pertenencia y lealtad a la familia. Delinean la segmentación y estratificación interna de la red, según sus ramas, camarillas, jerarquías y estratos económicos, así como sus espacios de poder. Cada rama o subgrupo tiene su propia identidad que los distingue de los otros grupos. En los espacios rituales se resuelven conflictos entre individuos y subgrupos, circula la información, se transmite y actualiza la ideología familiar. En su comunicación, los Gómez emiten mensajes de diversa índole: solidaridad, discriminación, rechazo, lealtad, pertenencia, obediencia, afirmación del yo. En su sistema ceremonial han institucionalizado los patrones de comportamiento simbólico que expresan la esencia y significado del grupo. La familia Gómez comparte una estructura simbólica, equivalente a un lenguaje común que los distingue del resto de la sociedad y refuerza a la vez su identidad mexicana. Dentro de los ritos, la liturgia católica constituye un elemento que sirve para distinguir entre lo sagrado y lo profano. Para apoyar estas interpretaciones las autoras describen algunos ritos: nacimiento, bautismo, primera comunión, quince años, petición de mano, boda, funerales; además de los rituales seculares: las comidas semanales, las visitas a los enfermos y diversos sucesos cotidianos institucionalizados. Así también, los rituales de refuerzo social en que se consideran los viajes familiares, las reuniones campestres y las juntas directivas. Describir un par de ejemplos lo hará más ilustrativo. Respecto a la boda, antes de la ceremonia se considera importante llevar un registro diario de todos los regalos que se reciben en casa de la novia, anotando el nombre de quien envía y su valor estimativo. Se toma en cuenta el nivel de quien envía el regalo. Los regalos de los familiares más pobres se aprecian “como un reconocimiento público de clientelismo”; se evalúa también si el regalo corresponde adecuadamente a favores previos y cuál será el siguiente paso recíproco. Los funerales representan los espacios más importantes de parentesco. En éstos, los parientes aprovechan para expresar con libertad sus intereses y frecuentemente se discuten nuevas oportunidades de negocios. Por el número de personas que asisten a un cepelio es posible medir el “estatus” del difunto o de su familia.
Del capítulo 6. “Ideología”. Antes de ser un sistema estático, una ideología es un subsistema cultural que refleja las transformaciones sociales y los conflictos; nunca es monolítica y se desarrolla de acuerdo a las contradicciones del grupo y de la sociedad en su conjunto. Así, se observa que entre los Gómez existen interesantes y reveladoras inconsistencias. Por un lado, se han institucionalizado pautas de conducta por medio de la repetición, por otro, algunos miembros, en especial los jóvenes, van percibiendo incongruencias entre la ideología y la realidad y absorben “rasgos ideológicos de otros grupos sociales”. Estos rasgos se pueden incorporar a la ideología familiar sin desplazar a los tradicionales, y aun coexistir a pesar de ser contradictorios. Una de las fuentes de contradicción se encuentra en la actitud racial de la familia. Frente a la admiración por la raza blanca y la herencia española está el menosprecio por lo indígena y la tez morena. Pero aunque la familia es mestiza y posee parte de herencia indígena, esta contradicción se resuelve colocando lo indígena como “un asunto de costumbres y estilo de vida más bien que de sangre. Ser moreno no importa si se vive como blanco”.11 A fin de cuentas, la ideología de una familia mexicana de clase alta es la ideología dominante. Sus creencias y valores heterogéneos respecto a la religión, la clase, la familia, la raza, la propiedad, la autoridad, la modernización, el nacionalismo, etcétera, son reinterpretadas por el grupo en cuestión de acuerdo a sus intereses. En el sistema ideológico, lo real, es decir, lo que es, y lo ideal, lo que debiera ser, no están separados. En los grupos de interés de las sociedades complejas, la ideología tiene especial importancia para la identidad del grupo.
En la historia del grupo de parentesco Gómez, existen “héroes, villanos, líderes y disidentes”, todos ellos arquetipos particulares. Tienen, por ejemplo, la figura histórica de Leopoldo como autoridad patriarcal, pero también la de Mamá Inés, que representa valores de la familia como la unidad y la feminidad que se asocian con platillos tradicionales y otros símbolos y costumbres. La figura de Mamá Inés es un componente específico y sólo significativo para la subcultura de los Gómez. Como contraparte nacional está la virgen de Guadalupe, símbolo de la maternidad de origen indígena. La familia sostiene, por ejemplo, que una buena madre y esposa debe aceptar la superioridad intelectual y económica de un hombre y obedecerle. El ideal es una mujer sumisa, amable, devota, leal y pura; pero también será admirada si es fuerte y voluntariosa, siempre que sea una Gómez y sea totalmente fiel al grupo familiar.
Algunas conclusiones
El estudio intenta refutar la tesis que sostiene que los factores materiales determinan la cultura, independientemente de la voluntad humana. Las autoras afirman que si bien la lógica económica es correcta, mediante el conocimiento de la realidad social de la familia, es posible percatarse de que no es la única, ni siempre es decisiva. Incluso demuestran casos en que las decisiones van en contra de la lógica de la ganancia; trascendiendo un imperativo cultural como puede ser la necesidad de pertenecer al grupo, la solidaridad o el prestigio.
Reiteran que la gran familia trigeneracional es la base del sistema de parentesco en México y de la sociedad misma, cuya unidad mayor es la parentela. La cohesión de esta red se basa en la consanguinidad por descendencia bilateral; pero se expande hacia afuera, incluyendo alianzas con otras grandes familias mediante la afinidad. Esta “red social egocéntrica” posee reglas de inclusión y exclusión; y es una “unidad fundamental de solidaridad económica, ritual y social”.12 Sus elementos básicos como sistema de parentesco al parecer se han mantenido constantes desde la época colonial y como expresión sobresaliente de la cultura mexicana pueden encontrarse en todas las clases sociales. De esta manera, perciben formas de comportamiento económico que no parecen identificarse con las formas clásicas del capitalismo. Las redes sociales se convirtieron en capital social, conductores básicos para movilizar los recursos disponibles.
Sobre la autora
Gilda Cubillo Moreno
Dirección de Etnohistoria-INAH.
Citas
- Larissa Adler Lomnitz y Mariso Pérez Lizaur, Una familia de élite mexicana, 1820-1980. Parentesco, clase y cultura, 1993, p. 43. [↩]
- Ibid., p. 57. [↩]
- Ibid., p.121. [↩]
- Idem. [↩]
- Ibid., pp. 69-70. [↩]
- Ibid., p.70. [↩]
- Ibid., p.161. [↩]
- Idem. [↩]
- Ibid., p.166. [↩]
- Ibid., p.16. [↩]
- Ibid., pp. 243-244. [↩]
- Ibid., p. 253. [↩]