La diáspora maya. Creación de una comunidad en Indiantown, Florida, EUA, desde la perspectiva de la antropología aplicada

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Introducción

La diáspora maya aquí analizada involucra al conjunto de procesos que se desencadenaron con el movimiento de miles de personas de las comunidades mayas de Guatemala hacia diversos lugares de los países del norte, principalmente al sur de México, Estados Unidos y Canadá.

La palabra “diáspora” implica migración a distintos puntos geográficos, lo que conlleva la desintegración de las relaciones sociales originales y la construcción de otras, lo que ocasiona profundos cambios en el devenir de la gente que migra. Una característica clave de las diásporas que están ocurriendo en el fin del milenio es que se han organizado redes de comunicación, conexión y trabajo para que los migrantes se integren a la nueva estructura social que enfrentan con mayor facilidad.

Las comunidades formadas por refugiados y migrantes generan maneras de convivir inéditas, a veces en constante interacción con otros grupos étnicos, que crean nuevas formas de organización familiar, vecinal y comunitaria (Hagan, 1994). El objetivo de este trabajo es analizar el caso de la población maya-guatemalteca de Indiantown, en el sur de la península de Florida, como un ejemplo de los procesos complejos que involucro la reconfiguración de una comunidad que ha sido impactada por la diáspora maya-guatemalteca.

Los pioneros de la diáspora maya en Florida

En 1982, nueve refugiados k’anjobales maya-guatemaltecos (ocho hombres y una mujer del departamento de Huehuetenango) fueron capturados por el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS) en el sur del estado de Florida. Cuando el INS se dio cuenta de que eran indocumentados, los nueve fueron enviados al Centro de Detención Krome en Miami. Este centro se había hecho famoso a principios de los años ochenta porque fue el lugar donde fueron alojados los cubanos de la inmigración proveniente de Puerto Mariel, Cuba, y los haitianos que huían en botes de su país. Las condiciones de este centro eran especialmente malas, así que cuando este primer grupo de mayas-guatemaltecos fue ubicado allí, los nueve tuvieron su primera experiencia de choque con la cultura institucional de Estados Unidos.

Estos mayas-guatemaltecos no hablaban ni en español ni en inglés, así que fueron identificados como “ocho John Does y una Jane Doe”, lo que en Estados Unidos equivale a gente anónima. En esta época un antropólogo norteamericano, Alex Stepik, estaba trabajando con los haitianos y supo de estos indocumentados. Dada su experiencia de trabajo en Oaxaca, fue a ver a los refugiados para corroborar si eran de este país. Él fue quien determinó que se trataba en realidad de indígenas de Guatemala y habló con un sacerdote irlandés, famoso por defender los derechos humanos de los campesinos que trabajan en las fincas de cítricos y hortalizas del estado de Florida. Este hecho constituye un ejemplo de las relaciones estrechas que desde un inicio se establecieron en Estados Unidos entre los antropólogos y la comunidad guatemalteco refugiada.

Este primer contacto entre dicha comunidad y la antropología continuó durante más de una década de cambios sociales y políticos en Guatemala. Este intercambio tuvo repercusiones tanto en el estatus legal de los inmigrantes, como en la práctica de la antropología sociocultural (Burns, 1993) y en la dinámica de la propia comunidad guatemalteca refugiada.

Una vida transnacional

Sabemos que durante la década de los años ochenta, el número oficial de refugiados guatemaltecos era una ficción de la política internacional establecida entre México, Guatemala y Estados Unidos. En realidad, los 46 mil “refugiados oficiales” en México representaban sólo una pequeña fracción de los cientos de miles que escaparon de Guatemala para buscar refugio, una vida sin violencia y la manera de sobrevivir fuera de su país. Los mayas-guatemalatecos que emigraron hoy tienen tres alternativas:

a) regresar a su país, pero todavía sin las condiciones mínimas de seguridad,
b) seguir viviendo en los estados del sur de México dentro del nuevo escenario económico y político que ha surgido en la región,
c) o ir “al norte”, a un país que se manifiesta contra y combate abiertamente la inmigración.

En este contexto, las experiencias cotidianas de los guatemaltecos que viven en el sur del estado de Florida son una lección de las complejas situaciones producidas por la diáspora y a la vez constituyen una parte de la historia de las mismas.

Es común teorizar el movimiento de los refugiados en términos secuenciales y lineales: se empieza, por ejemplo, con un evento o situación de crisis en su lugar de residencia original (como una matanza en una comunidad), de allí se deriva la necesidad de huir a otro país, le sigue una vida “liminal” en los campos de refugio y culmina el modelo con el retorno a su país de origen.

La perspectiva que se adopta en este trabajo es de corte posmoderna. Esto es así, porque las relaciones entre geografía y tiempo para los refugiados no siempre son lineales. La diáspora maya-guatemalteca muestra con claridad que el mundo tiene hoy características peculiares; por ejemplo, se cuenta con la posibilidad de trasladarse en un solo día de Guatemala a Cancún y de allí a Miami, lo que rompe con el modelo clásico de una jornada lineal del punto de origen al de destino. Además, en la migración guatemalteca existen varios destinos posibles e inciertos, así como mucho movimiento entre diferentes comunidades que forman parte de la red que ha sido establecida a partir de la diáspora maya. Asimismo, la matanza, ocurrida en octubre de 1995 en Guatemala, de integrantes de un pueblo formado por retornados de Quintana Roo, Campeche, Chiapas y Estados Unidos, que estaban celebrando un año de regreso a su país, es una prueba más de que la linealidad del tiempo que se teoriza como secuencia estructurada de eventos en la experiencia de refugio, es falsa.

Por tanto, el modelo de refugio que se quiere proponer en este trabajo, producto de experiencias directas con los inmigrantes en el estado de Florida, implica tanto movimiento continuo de personas entre Guatemala, México y Estados Unidos, como adecuaciones profundas al ritmo de una vida que tiene un sentido del tiempo diferente al que existía en sus pueblos de origen.

Cuando los primeros nueve mayas K’anjobales a los que ya se ha hecho referencia fueron finalmente puestos en libertad, después de varias semanas de detención, y recurrieron al sacerdote católico Frank O’Loughlin, un activista defensor de los derechos humanos cuya parroquia está localizada en Indiantown, Florida; por lo que el pueblo ya había sido hogar temporal de muchos trabajadores inmigrantes hispanos, provenientes principalmente de México, Puerto Rico y otros países caribeños (Santoli, 1988).1 Así, estos nueve detenidos fueron las primeras personas de San Miguel de Acatán, Huehuetenango, Guatemala, que hicieron de Indiantown su hogar.

A través de cadenas de migración, estas nueve personas se multiplicaron hasta constituir varios cientos pocos años después, para ser en los noventas de cinco a seis mil mayas. Aunque hoy la comunidad maya sigue siendo mayoritariamente K’anjobal, es también el lugar de residencia de hablantes de otros idiomas mayenses, incluyendo akatek, jakaltek, mam y quiché. En la región, el trabajo es abundante durante la temporada de cosecha de invierno en las granjas y huertos cítricos de los alrededores.

El pueblo se ha hecho famoso a través de la cadena humana de refugiados de las tierras altas de Guatemala por la traducción al español de su nombre: “Pueblo de Indios”.

La meta de este artículo es mostrar cómo los mayas se han adecuado estratégicamente a la pequeña comunidad agrícola de Indiantown durante los primeros diez años de inmigración a Estados Unidos. Además, este caso muestra cómo las experiencias sociales cruciales del pueblo maya en la comunidad han resultado en una identidad maya emergente en Florida (Burns, 1989). Esta identidad está basada en diversas representaciones simbólicas que han creado los refugiados y en el número creciente y la variedad étnica de gente que continúa inmigrando hacia Indiantown.

El nombre de “Indiantown” aparece como una paradoja para los mayas. Por un lado, parece implicar un reconocimiento de la importancia de la diáspora de este grupo étnico en la formación de una nueva identidad en Florida, pero por otro, la traducción al español del nombre del pueblo parece una ironía desprendida del término “indio” que en el español guatemalteco todavía es un término despectivo que agrupa la enorme variedad de comunidades indígenas en una sola categoría social.

Tal simplificación es especialmente ofensiva para la población indígena porque contradice su propia visión cultural, que es capaz de distinguir pueblos individuales y comunidades de las tierras altas de Guatemala. Craig (1977), entre otros lingüistas que han trabajado en las montañas Cuchumatanes de Guatemala, que es el territorio de los mayas de Florida, ha comentado sobre la imposibilidad de los hablantes de lenguajes estrechamente relacionados, tales como el akatek, para entender a los hablantes de lenguajes cercanos o, incluso, reconocer una lingüística común. Al parecer, la dificultad de entender otros idiomas se debe más a la semántica de cada comunidad que a las diferencias gramaticales entre ellos. Esto ha llevado a una proliferación de lenguajes mayas reconocidos, que puede ser vista como una fuente de división entre los mayas, pero que también refleja un valor cultural positivo: el de identificar y asumir las diferencias culturales que existen en el mundo maya.

El antropólogo Manning Nash, describe cómo ven los mayas las diferencias étnicas:

El eje importante de esta visión del mundo en relación a las personas y la cultura, es que los mayas ven las diferencias culturales como “naturales”. La variedad cultural es un hecho de la naturaleza. Diferentes costumbres son al mismo tiempo características de y apropiadas para pueblos distintos […] Además, estas variedades culturales tienen el mismo nivel de validez, no están clasificadas. Las diferencias no son ni mejores ni peores, son simplemente divergencias. Están en el esquema de las cosas, no para ser e das, superadas o descartadas (Nash, 1988, p. 108).

Andrés, un inmigrante de Indiantown, explicaba este concepto sorprendido de que los ciudadanos estadounidenses esperaran una asimilación cultural de los inmigrantes:

¿Por qué es que los americanos quieren que nos absorbamos y nos volvamos como ellos? No les pedimos que se vuelvan como nosotros, no les pedimos que se vistan como nosotros. Se supone que son diferentes a nosotros y que nosotros somos diferentes a ellos también.

Por accidente de historia y geografía, el “Pueblo de Indios” (Indiantown), es el hogar de un número creciente de mayas-guatemaltecos. Las distintas identidades de las diferentes aldeas y municipalidades de Guatemala están siendo absorbidas a través de la creación de una nueva identidad: la de ser indios mayas en un contexto norteamericano.

Estatus legal y social: refugiados, emigrantes y trabajadores migrantes

Los aproximadamente 20 mil mayas que han migrado de Guatemala a Florida en los últimos doce años son refugiados a causa de la violencia política, civil e interpersonal en la región (Manz, 1988). El término refugiado en sí es cuestionable, especialmente cuando su número en todo el mundo continúa aumentando a una velocidad alarmante (Zetter, 1988). Una definición aceptada sobre los refugiados es la de los Acuerdos de las Naciones Unidas en Ginebra, donde se establece que cualquiera que escape de su país, con un temor bien fundado de persecución es definido como refugiado político y el que huye de la desintegración económica o social de su país es considerado un refugiado económico. Los gobiernos de todo el mundo se han apresurado a adoptar esta distinción, ya que permite un estricto control de la inmigración y sienta las bases para la negación del estatus legal de inmigrantes a las personas que son calificadas como refugiados económicos.

La experiencia de los mayas-guatemaltecos al dejar su patria y viajar a través de México a Estados Unidos sugiere que este término necesita una revaluación. Aquí, se usará el término refugiado en sentido amplio, pero reconociendo que es importante tomar en cuenta distintos grados de persecución política. Además, cualquiera que sea designado oficialmente inmigrante económico o extranjero ilegal, puede cambiar su estatus a refugiado político por la fortuna de encontrar a un buen abogado o por acontecimientos fortuitos, fuera de su propio control. Un ejemplo de esto último se presentó cuando las Iglesias Bautistas Americanas (ABC, por sus siglas en inglés) entablaron una demanda contra el Departamento del Estado de los EUA para revisar el caso de varios refugiados. En 1990, la decisión de la Suprema Corte fue favorable a los refugiados y culminó con el otorgamiento de asilo político para miles de guatemaltecos, salvadoreños y otros.

Esta decisión, conocida como ABC, cambió el proceso de asilo político para los refugiados. Las ABC argumentaron exitosamente que el otorgamiento o el rechazo de asilo político para los centroamericanos no se había basado en los méritos de cada caso, sino en la política exterior de Estados Unidos durante la década de los ochenta. Así, la decisión favorable para el caso presentado por estas iglesias permitió replantear las solicitudes de asilo político que habían sido rechazadas durante estos años.

La palabra “refugiado” no es identitaria para la gente maya-guatemalteca, sino una condición impuesta por la política internacional. Es importante para la antropología no caer en la trampa de pensar en la identidad de estas personas bajo la hegemonía de la lógica de las instituciones gubernamentales, ni en México ni en Estados Unidos.

La comunidad de Indiantown

Los residentes estadounidenses que vivían en Indiantown antes de la llegada de los guatemaltecos, no esperaban el arribo masivo de refugiados, ni que el pueblo se convirtiera en un sitio conocido por las instituciones como sede de inmigración. Hoy, la vida en Indiantown tiene más en común con la experiencia de otras comunidades que han recibido inmigrantes y menos con los clásicos campos de refugiados (Hernández et al., 1993).

Indiantown es una pequeña comunidad agrícola que no recibe ningún apoyo federal o estatal especial por la carga de la nueva población de refugiados, por lo que la comunidad ha sido presionada fuertemente con la cobertura de las necesidades sanitarias, educativas, sociales y emocionales del número creciente de mayas que se han establecido allí. Los habitantes de Indiantown nunca se imaginaron que su pueblo se convertiría en el destino de tantas personas de Guatemala, pero la disponibilidad de trabajo agrícola, la atmósfera de pueblo pequeño y la hospitalidad ofrecida por la Iglesia católica, colocaron a Indiantown dentro de la red de emigración de la diáspora maya.

Indiantown está localizado tierra adentro, a unos 60 km de la costa sureste de Florida, cerca de West Palm Beach y Stuart. El pueblo está ubicado en el cruce de varios mercados de trabajo, la tierra que lo rodea incluye miles de hectáreas de ricas plantaciones cítricas, hace 20 años fue el área de producción de limón más grande en Estados Unidos. Asimismo, está en el extremo sur de las grandes tierras ganaderas del estado y colinda con inmensos campos de hortalizas invernales. Pero la agricultura es solamente una parte de la atracción de Indiantown para la gente que trata de insertarse en el mercado de trabajo de Estados Unidos, la comunidad también está en el límite del área de auge de la construcción costera. Los campos de golf profesionales y las grandes extensiones de construcción en la costa tienen necesidad de abundante mano de obra no calificada. Así, trabajos como jornaleros, trabajo en la construcción y las industrias que proveen a la construcción, son áreas donde los mayas pueden solicitar y encontrar empleo.

Sin embargo, sería un error creer que la zona es una meca económica donde las buenas opciones laborales abundan. Muchas de los ocupaciones que los mayas encuentran son temporales y a menudo carecen de prestaciones, por si fuera poco, el desempleo temporal y el subempleo son muy altos. Además, el trabajo agrícola estacional coloca a muchos de los mayas en la corriente migratoria, por lo que Indiantown no es más que uno en una serie de pueblos pequeños donde los trabajadores agrícolas viven durante el año.

En realidad, el pueblo está formado por tres colonias colindantes: Booker Park, Indianwood y el propio Indiantown. Indiantown se localiza en el único semáforo de la carretera que atraviesa la comunidad, contiene casas de clase media, escuelas públicas, una oficina de correos y una colonia de jubilados formada por casas prefabricadas o tráileres. Indianwood fue construido en los años ochenta, tiene un campo de golf y ofrece a los jubilados la oportunidad de establecerse en el sur de Florida por una fracción del costo de las áreas costeras. En contraste, Booker Park es la parte pobre del pueblo y constituye el hogar de la mayoría de los afroamericanos, los hispanos y los mayas.

Indiantown está en el borde del lago Okachobee y, por lo tanto, a veces hospeda a deportistas que llegan a cazar y a pescar en el lago. La comunidad angloamericana de Indiantown es diversa, como en muchos otros de los pueblos de Estados Unidos. Las diferencias de estatus económico, religión, edad y ocupación hacen de Indiantown un espacio social complicado.

El pueblo se jacta orgullosamente de ser un grupo de gente con conciencia cívica y social que ha formado un núcleo permanente de voluntarios, que incluye personal de emergencia médica, maestros y ayudantes en las escuelas. Hay familias que enseñan inglés a los refugiados y hacen esfuerzos personales para incorporarlos a la estructura social de la comunidad. Este núcleo de voluntarios está también conformado por trabajadores sociales, voluntarios de servicio social y maestros laicos que dirigen la escuela de los niños de trabajadores inmigrantes, abogados que ofrecen asistencia legal, trabajadores de hospitales y clínicas, así como periodistas, estudiantes y organizadores de sindicatos. Esta comunidad de voluntarios hace del poblado su hogar por meses, en ocasiones, incluso, años. Debido a que Indiantown es relativamente pequeño, este grupo es más visible e influyente de lo que podría ser en una ciudad o en una comunidad mayor.

Sin embargo, no toda la gente del pueblo es tan hospitalaria hacia los mayas como los voluntarios. Además, entre los mismos voluntarios no hay uniformidad en términos de metas, métodos o conocimientos sobre refugiados (Dorman, 1980). Esta comunidad de ayuda es un nuevo sector social en las vidas de los inmigrantes mayas, uno que es muy importante, tanto para su adaptación como para la conformación de su nueva identidad en Florida.

Una vez instalados en Indiantown, los mayas tienen que adaptarse a una comunidad multiétnica de trabajadores migrantes. En Guatemala, la distinción entre diferentes aldeas o pueblos era importante en el departamento de Huehuetenango, así como la distinción entre mayas y ladinos (Nash, 1988). Aun cuando los mayas iban a las plantaciones de la costa de Guatemala a hacer trabajos de temporada, se quedaban con amigos y gente del pueblo que hablaba su propio idioma, por lo que tenían muy poca experiencia con la diversidad multirracial y multiétnica de un pueblo pequeño de Estados Unidos.

Desde finales de 1982, cuando los mayas empezaron a llegar a Indiantown, su mundo social se amplió para incluir grupos de trabajadores migratorios que se encuentran en EUA: afroamericanos, blancos, haitianos, así como gente del caribe, mexicanos, mexicano-americanos y otros centroamericanos; porque como muchos pueblos pequeños de Estados Unidos los trabajos mal pagados, tales como los que se encuentran en la construcción y en las plantaciones cítricas, han atraído una fuerza de trabajo multiétnica. Con el transcurso del tiempo, diferentes grupos tienden hacia la ocupación de sectores específicos de trabajo. En Indiantown los mexicanos y los mexicano-americanos tienden a trabajar en los cítricos, los afroamericanos lo hacen preferentemente en las construcciones o en la industria del césped precrecido, los mayas empezaron a emplearse en la industria cítrica pero rápidamente se ocuparon con predilección en las hortalizas, la industria de vivero y la construcción no calificada. Los hombres mayas guatemaltecos tuvieron éxito en la industria constructora de campos de golf, su cuidadosa atención de los pastos y el trazado de los campos de golf y su disposición a trabajar mucho y duro, los hizo muy solicitados como fuerza de trabajo en estas áreas.

Vivienda

La afluencia de mayas guatemaltecos a la comunidad produjo una tremenda tensión en la estructura social de Indiantown. Una de las primeras presiones se dio en torno a la vivienda, aunque desde hace mucho tiempo la característica de Indiantown era la de ser un pueblo habitado por trabajadores migrantes que vivían en las afueras durante la cosecha de hortalizas invernales y de cítricos. Para esta residencia temporal había edificios de apartamentos, campamentos de trabajadores de temporada y hasta casitas o chozas construidas de cartón. Pero los mayas guatemaltecos tenían un problema de vivienda diferente al de los emigrantes temporales que llegaron a la comunidad antes de 1980, predecibles. Los guatemaltecos eran sustancialmente más pobres que los inmigrantes previos, hablaban lenguas irreconocibles en la comunidad y llenaban cualquier vivienda disponible hasta el límite. En un estudio que llevamos a cabo para el Departamento de Trabajo de EUA encontramos que el tamaño promedio de familia entre los mayas guatemaltecos de Indiantown era de 12 personas, por lo que muchas casas eran ocupadas por 20 personas. Cuando los mexicanos y mexicano-americanos promediaban solamente cinco personas por casa.

En este contexto la presión por la vivienda en la comunidad fue importante, los residentes angloamericanos se quejaban del declinamiento del valor de las casas a causa de los inmigrantes, varios mencionaron el sobrecargo del sistema de aguas negras en el pueblo, incluso la tendencia de los mayas a caminar, en vez de usar medios de transporte, apartaba a los mayas de los otros residentes. La imagen de grupos de cinco o seis mayas caminando por la carretera principal de la comunidad presentaba una imagen nueva en el pueblo. Un residente me contó que “el pueblo se estaba volviendo ‘el pueblo de Guatemala’ (Guatemalatown); no es más ‘pueblo de indios’ (Indiantown)”.

Los costos de las viviendas son muy altos, rentas de trescientos o cuatrocientos dólares son comunes en departamentos sin amueblar y de apenas dos cuartos. Además, se cobra una sobretasa semanal de 25 dólares por persona en caso de que el departamento sea ocupado por más de cinco individuos. La opción para aquellos que no tienen suficiente dinero para vivir bajo estas condiciones, es obtener abrigo en coches o autobuses abandonados, localizados en propiedades particulares, donde los dueños cobran sólo 25 dólares a la semana. Son muy pocos los inmigrantes mayas que se han podido comprar casas modestas.

La gran escasez de vivienda ejerce presión sobre los residentes mayas del lugar. Cualquiera que sea propietario o inquilino de una casa se ve obligado a dar alojamiento a parientes, amigos y conocidos que llegan a Indiantown, y que no teniendo donde vivir acuden a la gente que tiene casa para pedirle techo temporal.

La vivienda es una necesidad tan crítica y visible para los mayas guatemaltecos de Indiantown que ensombrece muchos otros problemas importantes. La comunidad ha construido viviendas de rentas bajas para los trabajadores de las granjas a través de una organización que no persigue afanes de lucro “Hábitat para la Humanidad”. Pero esta medida ha resultado insuficiente ante la continua llegada de gente que prácticamente inunda todas las viviendas disponibles, ocasionando problemas de hacinamiento.

Relaciones interétnicas

Las relaciones interétnicas en Indiantown son problemáticas. Los vínculos de amistad son comunes entre los mayas que comparten el mismo vecindario, no obstante barreras como la lengua, las costumbres, la desconfianza y la violencia, impiden el desarrollo de relaciones interétnicas solidarias. Los mayas son frecuentemente blanco de asaltos y robos debido a su pequeña estatura, y porque se sabe que nunca están armados. Un trabajador no guatemalteco ilegal que entrevisté, notó que cuando hablaba sobre armas con los guatemaltecos en Indiantown, siempre lo miraban horrorizados. Sus tradiciones culturales y la experiencia de la violencia en Guatemala ha hecho mella en ellos y no les es fácil adaptarse al uso de armas, lo que es muy común dentro de las comunidades rurales en los EUA.

Las relaciones interétnicas en la comunidad tampoco se mejoran a través del trabajo. Idealmente se piensa que el ámbito laboral es el lugar donde el “crisol de razas” de la sociedad norteamericana opera mejor. La experiencia de compartir el espacio de trabajo, la estructura de las relaciones industriales, la camaradería, son situaciones a partir de las cuales se teoriza sobre cómo el contexto del trabajo asimila y unifica gente con diferentes tradiciones étnicas.

Sin embargo, en Indiantown, la solicitud de trabajo y ayuda se dirige fundamentalmente a otra gente que hable el mismo idioma, por lo que sólo ocasionalmente la comunicación entre distintas lenguas es necesaria. Además, la extrema exigencia física del trabajo de los inmigrantes no fomenta la conversación. Por ejemplo, un haitiano contaba que un hombre de habla hispana había sido contratado por una empresa paisajista para trabajar en su equipo, por lo que trató de aprender algunas frases en español relacionadas con el trabajo, pero después de varias semanas dejó de intentar comunicarse con él. Cuando se le preguntó si había hecho amistad con el otro, respondió que no, ya que no se podía hablar durante el trabajo y, aun en momentos como la pausa para el almuerzo, no era usual entablar relaciones sociales porque, como este haitiano señaló “entonces es tiempo de comer y no de hablar”.

Cambios y conflictos en la comunidad

No estamos seguros de poder proporcionar una descripción detallada de Indiantown, como es común en los trabajos de antropólogos e historiadores cuando trabajan pequeñas comunidades. Esto es porque la diáspora maya a Indiantown ha sido un proceso caracterizado por cambios anuales, acumulativos y continuos, así que lo que es cierto para un año, puede no serlo para el siguiente. A menudo, la comunidad se transforma radicalmente a consecuencia de las altas y bajas en la disponibilidad de trabajo agrícola en Florida, producto de las heladas o cambios en el mercado internacional. Estos acontecimientos repercuten en las cosechas y han ocasionado movimiento de los mayas en busca de trabajos menos inestables como son los de vivero y jardinería.

Los problemas del crimen y la vivienda han influido para que muchos mayas dejen la comunidad y migren hacia otras partes de Florida. De 1982 a 1985 Indiantown era el centro de la colonia maya en la península, pero a partir de ese año miles de mayas se trasladaron a otras comunidades, estableciéndose a menudo en pequeños grupos de una o dos familias, en vez de congregarse en un pueblo. Se calcula que actualmente hay unos 20 mil guatemaltecos en todo Florida, lo que significa que Indiantown es el hogar de la cuarta parte solamente de los refugiados de la diáspora maya del estado.

Las transformaciones en la comunidad van más allá de los cambios en el número de sus habitantes mayas. Aunque el perfil demográfico de la comunidad ha cambiado dramáticamente a partir de 1985 porque empezaron a llegar más hombres jóvenes y solteros sin familia. La inmigración familiar a Indiantown fue la característica de las primeras oleadas de refugiados mayas, pero como la emigración de Guatemala se ha vuelto más difícil y México ha sido más eficiente en la captura y deportación de los guatemaltecos que tratan de atravesar el país sin papeles (Comité de Refugiados de los EUA, 1991), ahora son primordialmente los hombres jóvenes quienes pueden llevar a cabo el viaje.

El resultado de la intervención mexicana en el control de los centroamericanos que pretenden ingresar a EUA, ha tenido impacto en la edad de los emigrantes, ha limitado el número absoluto de guatemaltecos y centroamericanos que entran a Estados Unidos y ha ocasionado un aumento de inmigrantes mexicanos ilegales en Indiantown.

La comunidad guatemalteca del pueblo ha cambiado también debido a la creciente complejidad cultural de los inmigrantes. Como se mencionó, los k’anjobales de San Miguel de Acatán son el grupo predominante en la comunidad, pero los ladinos, grupos mayenses e inmigrantes provenientes de otros países centro-americanos, son ahora también comunes en la región. Los refugiados que viven allí desde principios de los ochenta se quejan de que los nuevos inmigrantes no tienen razones legítimas para emigrar, como en su caso fue huir de la guerra.

Además, es de esperarse que la reciente decisión de la Iglesia Bautista Americana de reabrir ante los tribunales procesos de asilo político que fueron rechazados, resultará en una oleada de miles de casos donde se argumentará que el estatus de refugiado sea reemplazado por el de documentado.

Estas situaciones pueden acrecentar las muchas tensiones que ya están presentes en Indiantown. Los conflictos han tenido su origen en los pueblos y aldeas de Guatemala, aunque se han derivado también de la experiencia de refugio. A menudo se han hecho acusaciones serias a distinta gente de estar afiliada a diferentes grupos de guerrillas insurgentes y otros han sido señalados como colaboradores del ejército de Guatemala. La identidad de las personas del pueblo como maya o guatemalteco también ha creado conflicto interno, lo mismo ha sucedido con las identidades de k’anjobal, mam o quiché.

Otra área de discusión que se ha expandido y presentado con mayor frecuencia en la comunidad es la afiliación a iglesias evangélicas, católicas o tradicionales. Finalmente, tal vez lo más perjudicial han sido las envidias y denuncias a mayas que realizan funciones de servicio social en la comunidad, tales como atender clínicas de salud o participar en organizaciones no lucrativas, que son comunes ahora. Cómo ha sido descrito para los campos de refugiados en Campeche y Quintana Roo, aquéllos individuos que adquieren posiciones de liderazgo son especialmente sujetos a provocar la envidia del resto de la comunidad.

Choque cultural institucional

Las dificultades para adaptarse a la vida cotidiana en Indiantown van más allá de las relaciones interpersonales. A medida que la comunidad se desarrolla más y más refugiados sufren el choque cultural institucional al enfrentarse con las oficinas de las burocracias gubernamentales: la policía, las cortes y “la migra” (el Servicio de Inmigración y Naturalización) son los lugares donde los mayas se enfrentan a problemas inéditos. Sin embargo, dado que su experiencia en Guatemala incluye el involucramiento con burocracias institucionales similares, esta dinámica resulta un poco más comprensible: pero existen instituciones en EUA que tienen una organización completamente distinta al guatemalteco, tales como los programas estatales de salud, por lo que esto les representa problemas nuevos.

Especialmente los jóvenes mayas enfrentan situaciones específicas que los confunden, lo cual se refleja en su comportamiento sociodemográfico; por ejemplo, las tasas de natalidad entre las mujeres adolescentes son muy altas y el intervalo intergenésico tiende a reducirse. Muchos de los mayas jóvenes han estado en Estados Unidos desde pequeños, por lo que el abismo entre sus experiencias y las de sus padres es inmenso, lo que ocasiona tensiones intrafamiliares. Así, mientras una parte de los trabajadores de la salud asume que existe una tradición de conocimiento de salud que las madres jóvenes adquieren en su vida en Estados Unidos, distinta a la de Guatemala, otra que ha vivido la mayor parte de su vida en la cultura de comunidades como Indiantown, no entiende las diferencias que existen en las comunidades mayas guatemaltecas y las prácticas de salud de los EUA. La aculturación de las mujeres y la de sus esposos o novios se da en la dirección de asumirse en la pobreza de la subclase, ligada al trabajo agrícola y al de la industria de la construcción.

Recientemente, en otra comunidad de Florida en la que estábamos involucrados, a una madre soltera de origen maya de quince años, trabajadora migrante, el Estado le había quitado a su hijo porque, de acuerdo con las enfermeras del hospital, no se vinculaba con él. En la audiencia de la corte la joven respondió “no” cuando se le preguntó si quería a su hijo y “sí” cuando se le inquirió si quería regresar a Guatemala, su limitado español y el hecho de ser una inmigrante indocumentada, sugería que estaba respondiendo a la corte como si se tratara de una audiencia de deportación y no una sobre la custodia de su hijo. Diciendo que no quería a su bebé y que sí quería regresar a Guatemala estaba salvando a su hijo en caso de ser deportada. Varios meses después, tras conseguir que tuviera confianza en los abogados ligados al bienestar infantil, pidió que le regresaran a su hijo. Al final le fue devuelto, pero después de un año, así que el niño pasó sus primeros días lejos de su madre.

En los años noventa el SIDA ha llegado a Indiantown y se ha convertido en una nueva amenaza. El aumento de jóvenes solteros sin familia ni control comunitario ha expuesto a muchos al riesgo de contraer el VIH. La incidencia del SIDA es mayor entre los guatemaltecos de Indiantown y los condados de las inmediaciones, en comparación con otros grupos étnicos. El factor clave en la epidemiología de la propagación del SIDA en este grupo es el contacto con prostitutas, más que las relaciones homosexuales, y en ellos juega un papel importante la condición sociodemográfica (edad y estado civil) de los migrantes.

Investigación de apoyo en Indiantown

Una de las características de la antropología posmoderna, es la combinación de la antropología indígena con la antropología académica. En el caso de Indiantown y la diáspora maya, la colaboración del autor con un líder de la comunidad, Jerónimo Camposeco, ha resultado en el desarrollo conjunto de la antropología y la comunidad durante los doce años de su existencia.

En 1983, Camposeco y Burns se conocieron a través de un amigo. Burns estaba dando cursos de antropología aplicada y cultura maya en la Universidad de Florida, y Camposeco había sido uno de los pocos jakaltek maya que recibieron asilo político en Estados Unidos. En Guatemala, Camposeco había sido capacitado en educación, trabajaba con programas de alfabetización en los pueblos pequeños como San Miguel de Acatán, antes de tener que huir en 1980 para salvar su vida. En Estados Unidos consiguió trabajo en Indiantown como paralegal, ayudando a gente a llenar sus solicitudes de asilo político y formó la primera asociación de refugiados, Corn-Maya, en la comunidad. Así que estaba en una posición única, fingiendo como agente cultural y portavoz de los mayas que llegaban a Florida por primera vez.

A diferencia de otros, su posición estaba segura, no podía ser deportado o sujeto a persecución en Estados Unidos por hablar claro sobre la situación de Guatemala. Además, sus contactos con nativos americanos, especialmente el Centro de Leyes de los Nativo-Americanos de Washington D.C., le proporcionaban los medios con los que podía ayudar a los inmigrantes mayas con sus problemas de asilo e inmigración.

A través de esta colaboración, en 1984 comenzó un programa de antropología aplicada en Indiantown, que involucró a una red de estudiantes y otros colegas de la Universidad de Florida, así como a diversas oficinas dedicadas a programas sociales, tales como el Centro de la Iglesia católica en Indiantown, e instituciones que se ocupaban de la inmigración, asilo y asuntos de justicia social.

A través de los doce años transcurridos desde nuestro primer encuentro, hemos desarrollado un programa de organización y acción comunitaria, investigaciones sobre empleo, salud y educación, hemos elaborado videos documentales sobre la comunidad para la televisión pública y hemos organizado programas de expresión cultural a través de festivales de marimba en museos y universidades. No todas estas actividades han tenido el mismo éxito ni tampoco hemos sido los promotores principales de todas las de su tipo. Sería equivocado ver nuestras tareas como los únicos proyectos importantes que han tenido lugar en Indiantown. Muchas otras personas han desarrollado programas sociales útiles para los mayas de la comunidad. Sin embargo, dada la naturaleza cambiante de la comunidad maya de Indiantown, nuestro propio trabajo ha tenido el propósito explícito de contribuir tanto a la legitimación como a la adaptación de los mayas a sus nuevas circunstancias. Como ejemplos de este trabajo se mencionarán un par de actividades de apoyo a las cuales hemos estado avocados:

Una es la organización comunitaria no lucrativa, Corn-Maya, formada y fomentada por Camposeco y el antropólogo Shelton Davis en 1982. El objetivo inicial de esta organización fue crear un medio para dar a los inmigrantes mayas una voz en Estados Unidos. En 1983 Camposeco viajó a Los Angeles y ayudó a organizar una asociación hermana allí, Ixim. La asociación Corn-Maya de Indiantown inició bajo los auspicios de la Iglesia católica, pero cuando el Consejo Mundial Luterano destinó fondos para asilo político y programas de servicio social, a partir del Corn-Maya, fue desarrollada una organización completamente independiente.

Tomó varios años adquirir suficiente experiencia para poder cumplir con los criterios establecidos para que la asociación tuviera el estatus de organización no lucrativa y estuviera exenta de impuestos. Sin embargo, esta experiencia dio a los participantes en la organización una alta capacitación para tratar con la burocracia y las agencias gubernamentales de los EUA. Como resultado, los líderes subsiguientes de Corn-Maya adquirieron confianza para hacerse cargo de comisiones del condado, formar parte de consejos de zonas y participar en otras asociaciones de la comunidad para solicitar recursos, lo cual redundó en su mejoramiento.

La asociación ha sido criticada por algunos inmigrantes mayas y guatemaltecos por estar estrechamente vinculada a las actividades de Camposeco y mías. Por ejemplo, una crítica a la organización era que contenía la palabra maya, y ésta no representaba a los inmigrantes más recientes de la comunidad, que eran de Guatemala pero que no eran indígenas mayas. Por tanto, como ya se dijo, en los años noventa, se están formando otras organizaciones independientes de la Corn-Maya, pero basadas en la experiencia de la asociación.

Un segundo grupo de actividades de apoyo entre la antropología y la vida comunitaria ha sido la creación de varias producciones de video. Al principio de nuestra amistad, Camposeco y yo decidimos que sería importante tener un programa de video de media hora que documentara la cultura de los mayas que llegaron a Indiantown. Esto tenía por objetivo quitar presión a Camposeco y otros líderes, a los que se les pedía constantemente que hablaran en las iglesias y demás grupos en el estado sobre las razones por las que los mayas guatemaltecos venían a Florida. Camposeco tiene una gran colección de transparencias de sus años como maestro e investigador en Guatemala y estas imágenes eran una excelente manera de presentar el caso de los refugiados al público norteamericano. Así, me avoqué a la tarea de conformar un equipo profesional de filmación, lo cual logré en la estación de televisión pública de Gainesville, Florida, y con ello fue posible elaborar el primero de varios programas: “Mayas en exilio”.

Este video fue mostrado en las estaciones del estado de Florida, vendido a escuelas y departamentos de antropología, y se pretendía que las ganancias de las ventas y las rentas fueran para Corn-Maya. Sin embargo, se perdió dinero con el video-programa porque las ventas y las rentas fueron pocas, así que ni siquiera se recuperaron los costos de la renta del equipo y los sueldos de los profesionales de la filmación, pero el programa en sí fue bien recibido; por lo que unos años después decidimos hacer otro.

El segundo programa fue enfocado a la fiesta de San Miguel en Indiantown, celebrada en recuerdo de la fiesta de San Miguel de Acatán en Guatemala, por el santo patrón del pueblo. En territorio norteamericano esta fiesta se convirtió en un evento público en el que intervinieron tanto los mayas como los no mayas de la nueva comunidad de inmgrantes en Indiantown.

Varios años después la March of Dimes (Marcha de las monedas de diez centavos) nos solicitó un video sobre cuidados prenatales y nutrición. Lo llevamos a cabo, enfatizando los cambios en los patrones alimenticios, la vivienda y la diversa estructura de las instituciones sociales que las madres jóvenes deben enfrentar en Estados Unidos.

Estos videos tenían poco atractivo como documentales, sin embargo, había mucho interés en relación al cuidado de la salud de las mujeres inmigrantes; a raíz de esto tuvieron una gran distribución, ya que se otorgaron a las instituciones financieras y a clínicas de varios estados.

Como la mayoría de los documentales, los videos de salud dependieron de la ayuda de expertos dispuestos a trabajar con la comunidad por poca o ninguna remuneración. Los videos sobre salud fueron producidos por Randi Cameon, asistente médico con un posgrado en salud pública, y María Rocha, estudiante de maestría en estudios latinoamericanos (especialidad antropología), de la Universidad de Florida.

En Indiantown, los voluntarios de los programas de asistencia social estaban sometidos a constantes presiones por la gente local, lo que los conducía frecuentemente al agotamiento. Afortunadamente, la Universidad de Florida tenía una población interesada en la problemática lo suficientemente grande como para que la gente motivada pudiera aportar su capacidad en proyectos como éstos, por periodos razonablemente cortos, y así evitar la fatiga que sus contrapartes en Indiantown sentían.

Conclusiones

La situación en Indiantown es mucho más compleja que la de las comunidades de refugiados oficialmente designados por el gobierno o las agencias de las Naciones Unidas en el mundo. Indiantown es un pueblo donde los refugiados escogieron mudarse y no un lugar al que fueran reubicados involuntariamente. En el tiempo transcurrido desde que los mayas empezaron a inmigrar a la comunidad, ésta se ha adaptado a ellos, al mismo tiempo que las características de los inmigrantes han cambiado. Indiantown es ahora uno de los muchos lugares de la diáspora maya al que los mayas guatemaltecos se mudan en ciclos episódicos y estacionases.

Dado que hoy comunidades como Indiantown se vinculan entre sí a través de redes de parentesco, trabajo y hospitalidad de los residentes locales, así como a partir de la presencia de asesores diversos, los mayas migrantes en Estados Unidos han tomado algunas características de los nativoamericanos. Este hecho está bien expresado en un texto de Jerónimo Camposeco, producto de su experiencia, en el que está siempre presente la necesidad de ayudar a la comunidad:

En uno de mis viajes a una nación india en el norte del estado de Nueva York, conocí a la madre y a la hermana de mi amigo indio mohawk, Kay Yuta Clouds, con quien trabajé en Guatemala en un proyecto de agricultura orgánica y una escuela de cultura, ciencia y filosofía maya para los hermanos mayas cakchiqueles de Poaquil, Chimaltenango. Un día en octubre de 1980, después de sus clases, Kay fue al mercado a comprar su comida, cuando regresó y pasó frente al parque de la Ciudad de Chimaltenango seis hombres fuertemente armados se le acercaron repentinamente, lo cogieron, lo golpearon y lo metieron violentamente a un carro partiendo a un rumbo desconocido, frente a muchos testigos y agentes de la policía nacional que no hicieron nada para pararlos. Días más tarde su cadáver apareció brutalmente golpeado, con señales de tortura, abandonado en las calles de Antigua Guatemala. El rostro de la madre de Kay reflejaba un profundo sufrimiento. Aun así, me sonreía, me abrazaba y me animaba, dándome fuerzas para luchar y denunciar las injusticias y sus verdaderas causas en nombre de su hijo que sacrificó su valiosa vida por la causa maya.

En febrero de 1983, los jefes mohawk y los editores del periódico indio Akwesasne Notesz me llamaron urgentemente, pidiéndome que los acompañara a Florida para asistir a los abogados del Florida Rural Legal Services y del American Friends Servive Committee, que estaban defendiendo a unos k’anjobales de San Miguel de Acatán, detenidos en las cárceles del INS en Krome, cerca de Miami. Primero nos dirigimos a Indiantown a donde llegaron los primeros refugiados mayas, tal vez porque el sacerdote católico Frank O’Loughlin estaba protegiendo a los refugiados e inmigrantes indocumentados que llegaban a Florida. El padre inició una efectiva campaña de educación entre los campesinos sobre sus derechos como seres humanos, frente a todo tipo de abusos de la patrulla de la frontera del INS o “la migra”. El slogan: “No firmes nada, no digas nada, llama al abogado” fue exitosamente puesto en práctica por los k’anjobales detenidos, el cual los salvó de ser deportados a Guatemala. Por otro lado, los detenidos decidieron no hablar el poco español que conocían sino solamente su lengua materna k’anjobal, estrategia que puso en aprietos a “la migra”, quien fracasó en sus intentos de deportarlos. A eso se debía mi presencia, porque los abogados querían presentar un buen caso ante el juez de migración en favor de los k’anjobales, ya que hablo el idioma, conozco la cultura, y en ese tiempo yo había sido uno de los poquísimos guatemaltecos a los que exitosamente se les había concedido asilo político. Mi experiencia y los valiosos argumentos que utilicé en mi caso ayudarían a los abogados a pelear por estos hermanos mayas. Así fue que no sólo ayudé a preparar el material y servir de intérprete, sino que también me presenté como un expert witness en la audiencia con el juez. Además se vio el apoyo de la iglesia, de los indios norteamericanos, de scholars y otros.

La situación en San Miguel Acatán ya no es igual, es difícil que la tranquilidad vuelva, el pueblo tradicional y pacífico que existía antes es sólo un sueño ahora. Los migueleños, jacaltecos, solomeros, mames, quichés, aguacatecos, K’anjobales y otros mayas refugiados en Florida y en otros estados, como pueblo, como nación o como grupo, NO volverán a Guatemala, aunque quizás algunos individuos lo harán temporal o definitivamente.

Prácticamente en Norte América hay una nueva nación india, es la de los mayas en el exilio. En vista de eso, tenemos por delante un tremendo compromiso, un arduo trabajo, una constante lucha y una pelea continua en pro de respeto, reconocimiento y sobrevivencia.

Agradecimientos

Porciones de este trabajo fueron publicadas por IWGIA BOLETIN, septiembre de 1992. Los colegas de Dinamarca del IWGIA colaboraron conmigo en la traducción de las mismas. Agradezco la ayuda y el apoyo a lo largo del desarrollo de todo el trabajo de Jerónimo Camposeco, residente de West Palm Beach, Florida, y primer presidente de Corn-Maya de Indiantown. Quisiera también dejar constancia de las facilidades otorgadas por el Departamento de Antropología y del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida, Gainesville, EUA, para llevar a cabo el proyecto así como dar las gracias a James Loucky por sus valiosos comentarios. Los estudiantes del seminario sobre etnicidad y migración de la Universidad de Florida y la comunidad de refugiados de Indiantown me dieron la inspiración y el entusiasmo necesarios para estudiar y analizar la situación de la diáspora maya. Finalmente, quisiera agradecer a Florencia Peña Saint Martin la traducción de la versión final del artículo, así como sus comentarios, espero que continúe promoviendo con el mismo entusiasmo el desarrollo de la antropología.

Bibliografía

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Sobre el autor
Allan Burns
Doctor en Antropología, profesor-investigador del Departamento de Antropología, Universidad de Florida, Gainesville, EUA. Traducción del inglés de Florencia Peña-Saint Martin.


Citas

  1. El nombre de Indiantown fue dado al poblado en el siglo XIX por un viejo campamento de indios seminole, aunque desde los años treinta los seminoles no han vivido cerca de dicha población. []

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