En el presente volumen se ofrecen los textos de las intervenciones en la Mesa Homenaje a Pedro Carrasco1 y los relativos a las ponencias (que incluyen las exposiciones resumidas de éstas y las discusiones reflexivas a que dieron lugar) presentadas en las sesiones lineales matutinas de la XXIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología (SMA), realizada en la ciudad de Villahermosa, Tabasco, en agosto de 1994, dedicada al tema “Antropología e Interdisciplina”.2 Textos precedidos por la merecida nota en memoria y reconocimiento a Enrique Arechayaleta, a quien se dedica el volumen; le siguen la presentación de Mario Humberto Ruz y los agradecimientos de los editores; además, para romper la monotonía de la letra impresa, se intercalan dos exposiciones fotográficas.3
El libro, por medio de sus editores materializa la primera parte de los esfuerzos de múltiples instituciones y la entusiasta participación de más de 400 investigadores ligados directa o indirectamente con el quehacer antropológico y la SMA.4 Indudablemente responde a los esfuerzos de sus editores y marca un hito con la puntualidad de su aparición. Aunque -no pueden faltar los peros- hubiera sido bueno evitar algunas repeticiones innecesarias en las transcripciones de las presentaciones orales, y tampoco hubiera estado de más agregar una lista de las instituciones participantes. Vale la pena resaltar la riqueza propositiva de las discusiones.
En su presentación (pp. 11-14), Mario Humberto Ruz da cuenta de los propósitos, problemas y resultados obtenidos en la reunión. En su evaluación crítica de la misma, si bien parte de la premisa de que, dada la complejidad social que enfrenta la antropología, la interdisciplinariedad es concomitante a las investigaciones que realiza y hace patente el peligro de incomunicación que extraña la superespecialización alcanzada por el quehacer científico. Para evitarlo y lograr el entendimiento y un cierto grado de integración interdisciplinaria, se hace necesaria la búsqueda o, por qué no, la invención de un idioma común.
Aunque la tarea se antoja difícil, Mario Humberto en su símil musical apunta como solución la necesidad de asignar los instrumentos para, a continuación, encontrar una partitura, no única pero sí común, posibilitadora de una participación comunicativa. Así, frente a la pesimista visión quimérica de la interdisciplina, haciendo eco a los indicios positivos, se pronuncia por la “deseable utopía” comunicativa no sólo entre las subdisciplinas antropológicas, sino entre éstas y las ciencias sociales, las físicomatemáticas, las químico-biológicas, las humanidades, las artes y la tecnología.
En las exposiciones de la Mesa Homenaje se ofrece un panorama, si bien general en algunos aspectos preciso, de la vida y obra de Pedro Carrasco, en particular de la segunda. El marco de referencia lo dan el cómo, el porqué y el cuándo se despertó su interés por el mundo mesoamericano en general y el México indígena en particular, y la manera en que éste se materializó académicamente. Independientemente de las circunstancias de las épocas de su formación académica y de su vida tanto en México como en Estados Unidos, el énfasis está puesto en sus contribuciones a la etnología y la etnohistoria, destacándose algunos aspectos metodológicos y teórico-aproximativos empleados en sus investigaciones que cubren un amplio espectro temático, encaminadas, entre muchas otras preocupaciones, a resolver la especificidad de la conformación sociopolítico-territorial de la Triple Alianza.
Como acertadamente lo sintetiza Johanna Broda (pp. 34-35):
La riqueza de las aportaciones de Pedro Carrasco sobre la sociedad y la religión mexica reside en la combinación entre el minucioso manejo de las fuentes históricas, la aplicación de una metodología rigurosa y la interpretación en términos de una perspectiva holística propia de la antropología. Así, sus trabajos son factuales y detallados a la vez que abstractos y teóricos. El enfoque holístico integra la organización social, la economía, la estructura política, la religión y el ritual en una sola perspectiva de interpretación antropológica.
Carrasco en su intervención (que clausuró la sesión) puso de manifiesto que los ponentes en sus presentaciones habían dejado de lado la valoración crítica de su obra, considerando sólo los enfoques teóricos por él seguidos, frente a las corrientes teóricas y las tendencias de moda en los momentos de sus investigaciones. Por lo que, tanto en su versión oral como en la escrita, nos ofrece una autobiografía académica en la que expone los principales temas que ha trabajado y, de manera importante, las polémicas suscitadas por sus escritos, debidas en su mayor parte a una falta de entendimiento del desarrollo de sus concepciones por parte de sus oponentes académicos. Asimismo consideró que, más allá de las meras definiciones, el valor de los estudios etnohistóricos “depende en buena medida de lo que contribuyan a la discusión de los problemas generales de las ciencias sociales” (p. 20).
A continuación, basándome en las ponencias presentadas en los apartados dedicados al balance y las perspectivas de la interdisciplina en la antropología mexicana, sin pretender agotar la riqueza descriptiva, analítica y propositiva de las mismas, me ocuparé de algunos aspectos que considero relevantes.
De hecho, el punto de partida y comparación se remonta a los orígenes de la antropología mexicana moderna, en donde el enfoque interdisciplinario, generalmente individual, fue condición necesaria.5 Sin embargo, pareciera que hoy en día, al referimos a la interdisciplina, lo hacemos con un dejo de melancolía, evocando una remota, tal vez perdida o incluso utópica “edad dorada”. Totalidad extraviada, la cual, a pesar de todo, parece ser en buena medida recuperable.
La supuesta o efectiva pérdida de la interdisciplinariedad de la antropología mexicana puede explicarse, entre otras causas, por la necesidad de acercamientos más especializados; por la imposibilidad de conocer y estar al día en los avances de cada una de las subdisciplinas antropológicas; por la delimitación tan específica de los temas de estudio; por la superespecialización teórica y metodológica y, sobre todo, por el discurso, a veces, indescifrable que la acompaña.6
Existe consenso en que la interdisciplinariedad no es el agregado de temas o de resultados, ni la simple agrupación de investigadores de diferentes especialidades antropológicas o de éstos con los de otras áreas. En todo caso sería la interacción entre conceptos, enfoques y métodos de subdisciplinas diferentes. Leopoldo Valiñas (p. 60) propone los siguientes grados o niveles de participación interdisciplinaria:
a) “Débil”: a partir de la disciplina generadora de la investigación, las otras participan únicamente como auxiliadores.
b) “Paralela”: en ella se observa una especie de división del trabajo, en la cual cada una de las disciplinas participantes “jala” por su lado, para, al final, simplemente empalmar sus resultados.
c) “Fuerte”: las disciplinas que participan, sea autónoma o mancomunadamente, fundamentan los avances de sus investigaciones en la interrelación que se da entre ellas, siendo sus resultados los que van abriendo, cerrando o redirigiendo los caminos del estudio.
Para Valiñas, en nuestro país en los últimos 15 años han existido trabajos plurales e interdisciplinarios; aunque la mayoría han sido individuales: de hecho, para él, en México hay poco trabajo científico interdisciplinario “fuerte”.
De alguna manera, según las ponencias analizadas, parece que el problema de la interdisciplina, desde los enfoques teórico-metodológicos y las técnicas actuales, plantea la necesidad de una revaloración teórica, metodológica, temática y discursiva de las especialidades. Problema que, de acuerdo con Krotz (p. 536), tiene que ver no sólo con los estancos disciplinarios y la posibilidad de una perspectiva disciplinaria común, sino, de manera importante, con el problema de la ciencia y el de su administración en México. Punto de vista reforzado por Viqueira (p. 525), cuando señala que el meollo del asunto está en aclarar: “cuál es el modelo de antropología que queremos proponer, antes de terminar aceptando el que las autoridades encargadas del desarrollo de la ciencia en México buscan imponernos”.
Para algunos la interdisciplina es importante, pero no es el único camino, incluso no sería condición fundamental para el avance científico. Todo depende de los marcos conceptuales; hay unos cuyo desarrollo no exige la interdisciplina, y otros que sí. En todo caso, la necesidad de la misma varía según el tipo de estudio que se realice.7 Aunque, como señaló alguno de los ponentes, el trabajo científico es importante en cuanto presente posiciones, posturas y preguntas y, por supuesto, genere respuestas, más que si es o no interdisciplinario o teóricamente puro.
En las ponencias acerca de la vinculación o de las actividades interdisciplinarias de las especialidades de la antropología, además de los resúmenes del devenir de algunas, las descripciones de sus objetivos, el recuento de sus actuales o posibles formas de integración interdisciplinaria y el de la metodología y técnicas para alcanzarlas, se hizo patente la necesidad de, sin perder de vista las aportaciones de los colegas de otras latitudes -aunque sin depender de ellas-, esforzarnos por tener un desarrollo autónomo ligado a la problemática nacional y a las políticas encargadas de solucionarla.8
Así, en contra del aislamiento de los estancos especializados y, como dijo Mercedes Olivera (pp. 563-564), en aras de recuperar el enfoque humanístico de la antropología, creo que el sentir, si no consensual, sí general de los participantes en la XXIII Mesa Redonda, puede sintetizarse en lo dicho por Fernando Nava (pp. 518-558), cuando aboga:
por la apertura de los profesionales de las ciencias antropológicas (y de las nuevas generaciones de estudiosos) al ejercicio sistemático de la correlación entre los datos que manejan dentro de sus respectivas especialidades y la información derivada de otras disciplinas que estudian al hombre [para que] el diálogo entre los especialistas se convierta en un ejercicio cotidiano, en un hábito sano.9
Para los aspectos que traté del volumen presentado es evidente el clamor no sólo por la comunicación sino por la planeación interdisciplinaria. Lo que indudablemente remite a una revisión necesaria de la definición, estructuración e instrumentación de los proyectos de investigación. Reto al que debe darse respuesta no sólo interdisciplinaria, sino -de manera importante- interinstitucional.
Sobre el autor
Jesús Monjarás-Ruiz
Dirección de Etnohistoria-INAH.
Citas
- Coordinador Jesús Monjarás-Ruiz; ponentes: Pedro Carrasco, Jesús Monjarás-Ruiz, Johanna Broda, Luis Reyes García, Teresa Rojas Rabiela y Santiago Genovés, quien también actuó como moderador (pp. 17-56). [↩]
- Los aspectos tratados, referidos al tema central de la mesa, se agrupan en cinco grandes apartados: a) “La interdisciplina en la antropología mexicana: un balance” (cuatro ponencias más la presentación y discusión, pp. 57-129), moderador Carlos García Mora; ponentes: Leopoldo Valiñas, María Eugenia Peña Reyes, Eyra Cárdenas Barahona, María de 1Ángeles Romero Frizzi y Guillermo de la Peña; b) “Poblamiento, migraciones y mestizaje” (cinco ponencias más presentación y discusión, pp. 133-323), moderador Brigida von Mentz; ponentes: Beatriz Braniff C., Lourdes Márquez Morfín, Juan Manuel Pérez Zevallos, María Guadalupe Rodríguez Gómez y Geroganne Weller Ford.; c) “Sistemas agrícolas y patrones alimenticios” (cinco ponencias más presentación y discusión, pp. 24-368), moderadora Brigitte Boehm, ponentes: Emily McClung de Tapia, Judith Zurita Noguera, Teresa Rojas Rabiela, Virginia García Acosta, Perla Petrich, Rosa María Ramos Rodríguez, Fernando Montiel, Emma Paulina Pérez López y Ernesto Camon Healy.; d) “Sistemas simbólicos” (cinco ponencias más presentación y discusión, pp. 369-473), moderador Roberto Varela; ponentes: Raymundo Mier, Alfredo López Austin, Eduardo Matos Moctezuma, José Carlos Aguado Vásquez y Ruth Behar.; e) “La interdisciplina en la antropología mexicana: perspectivas” (cinco ponencias más presentación y discusión), moderadora Xóchitl Leyva; ponentes: Alfonso Sandoval Arriaga, Linda Manzanilla, E. Fernando Nava L., Juan Pedro Viqueira y Esteban Krotz. [↩]
- La primera de María del Rosario Domínguez Carrasco, titulada ‘La cerámica del Calakmul, Campeche” (pp. 233-241), y la segunda de Edward Montañez Pérez y Francisco Fernández Repetto sobre “Días de fiesta” (pp. 475-481). [↩]
- Véanse los “Reconocimientos” (pp. 15-16). Próximamente aparecerá un segundo volumen con una selección de los trabajos presentados en las sesiones vespertinas. [↩]
- Aunque, como lo apunta la sugerente ponencia de Guillermo de la Peña (pp. 88-91), de alguna manera la interdisciplina también ha estado presente, en mayor o menor medida, en los estudios antropológicos subsecuentes. El acercamiento o alejamiento de ella ha dependido de los enfoques teórico-metodológicos utilizados en los diferentes momentos de su desarrollo. [↩]
- Véase por ejemplo: De la Peña, p. 90 y Viqueira, p. 522. [↩]
- Véase entre otros, De la Peña, pp. 93-94; Romero Frizzi, p. 93 y Valiñas, p. 60-61. [↩]
- En este aspecto, aunque con ciertas dificultades, se han abierto brechas. Por ejemplo, el área Antropología de la Educación del CIESAS ha participado en el programa de Modernización Educativa para la Educación desde 1993. Aunque no siempre han recibido los créditos correspondientes. Comunicación personal con Luz Elena Galván del CIESAS. [↩]
- Sobre el cómo deberá enfrentarse la interdisciplina en el futuro, sin ser los únicos, también resultan muy atrayentes los puntos de vista de: Eyra Cárdenas (p. 80), quien se pregunta: ‘¿Por qué entonces no trabajar en la construcción de un verdadero campo interdisciplinario, en el cual los objetos puedan definirse y aprenderse desde un marco ciertamente antropofísico y se construyan teorías y modelos propios?” Y el de De la Peña (p. 91), cuando señala: “[…] tenemos que entender que para la explicación de ciertos fenómenos va a ser necesario […] acudir a la interdisciplina […], pero no por decreto […] sino desde nuestra perspectiva teórica particular que es la que tenemos que aclarar”. Véanse también: Romero Frizzi, p. 85; Nava, p. 519 y Sandoval Arriaga, pp. 487-488. [↩]