En la década de 1920, redirigidos por las puertas cerradas en Estados Unidos, empezaron a llegar inmigrantes húngaros a México. Su número nunca fue muy significativo,1 pero las personas que arribaron podrían definirse principalmente por su gran heterogeneidad. No obstante, y a pesar de ello, surgió y funcionó —aunque por un periodo breve— una comunidad húngara en la ciudad de México, basada, según se asume en este ensayo, tanto en las dificultades de adaptación como en los escasos rasgos comunes que los inmigrantes traían desde Europa, y cuyo valor se hizo más significativo en un entorno desconocido. El objetivo de este trabajo consiste, por una parte, en buscar las características generales de los inmigrantes húngaros a partir del estudio de sus razones para emigrar, sus lugares de procedencia, su noción de identidad, y las componentes religiosa y laboral. Por otro lado se analiza el papel que dichos rasgos desempeñaron en la vida de los inmigrantes húngaros en México, en particular inmediatamente después de su llegada, cuando debieron enfrentar diversos problemas, que en general podemos señalar como dificultades de adaptación.
Razones para emigrar
Una de las principales diferencias entre los inmigrantes húngaros fue la raíz de su movimiento migratorio —emigración para Hungría e inmigración para México—, o mejor dicho sus raíces, puesto que casi siempre se presentó una combinación de factores. Con la idea de ofrecer una visión general y relativamente simplificada se analizarán cinco grupos, aunque todo el tiempo debe considerarse que la gran mayoría de inmigrantes pueden ser ubicados en varias categorías, no necesariamente en una sola.
1) Un número considerable de emigrantes salieron de Hungría por la desconsoladora situación económica en que quedó el país tras la Primera Guerra Mundial. La disolución de la monarquía austro-húngara, que significó el final de una unidad económica y el deterioro de los lazos tradicionales de intercambio, así como la pérdida de alrededor de 70 por ciento del territorio nacional a consecuencia del Tratado de Trianon,2 fueron factores que afectaron a Hungría de una manera muy severa. Se necesitó una completa reorganización de la vida y la estructura económica para superar una situación de por sí caótica: por ejemplo, había diez veces más dinero en circulación de lo “normal”, y se tuvieron que trasladar al nuevo territorio entre 350 mil y 400 mil húngaros, provenientes de los territorios cedidos por Hungría. Los esfuerzos internos por estabilizar la economía no surtieron efecto, y el país fue asolado por la inflación y el desempleo, así como por una importante reducción en el nivel de vida. Sobre esta penosa situación, Martha Winkler-Schwartz, descendiente de inmigrantes húngaros, recordaba:
El joven Imre Schwartz (en México le cambiaron el nombre a “Américo”) había estudiado arquitectura. Era el año de 1922. Fueron tiempos de miseria y angustia para Hungría. La inflación fue tremenda, y se temía a la revolución bolchevique que se había instalado en la Unión Soviética. Martha recuerda que se llevaban los billetes en canastas, y como no valía nada el dinero, para comprar algo se cortaban pequeños pedacitos de las cadenas de oro de las mujeres para pagar con estos pedacitos la mercancía. Imre ya estaba casado. Con mujer y dos hijos no sabía qué hacer. Entonces se le ocurrió escribir a tres gobiernos, el de Portugal, el de México y el de unas islas cuyo nombre Martha no recuerda, con la petición de permitirle la inmigración para trabajar como arquitecto. El gobierno de México contestó primero, e Imre aceptó emigrar a aquel país, primero solo él durante un año [1922], para después traer a su familia.3
2) Otros emigrantes salieron de Hungría por razones políticas, aunque esto no significó necesariamente que tuvieran una fuerte afiliación política, pues muchos emigraron por la inestabilidad y violencia que marcó al país inmediatamente después del término de la guerra. En 1918 hubo una revolución burguesa (República de Hungría), en 1919 un golpe de estado bolchevique4 que se tornó en una efímera revolución de cien días (República Socialista de Consejos —Soviets—), y ésta fue seguida por un giro de 180 grados hacia la derecha mediante la instauración de un régimen autoritario, encabezado por el gobernador Nicolás Horthy, conocido históricamente, por tanto, como sistema Horthy.5 Tanto la revolución bolchevique —en especial hacia su etapa final, cuando estuvo perdiendo apoyo— como el sistema Horthy —particularmente al principio, cuando todavía se sintió inseguro— se apoyaron en la coerción —terror rojo y terror blanco, respectivamente— para asegurar su control y mantenerse en el poder, aunque fuera al costo de intimidar a la población. Finalmente, el sistema Horthy trajo consigo una pacificación y consolidación política del país que duró más de dos décadas, pero sin implicar una vida democrática. En este sentido Hungría tuvo una historia muy similar a los países de Europa Central y del Este, pues con la excepción de Checoslovaquia, que logró salvaguardar su democracia durante estos años, todos los estados de la región muestran características autoritarias y conservadoras en el periodo de entreguerras, aunque haya sido tras un corto lapso democrático. En el caso de Hungría, la izquierda quedó completamente excluida de la vida política, por lo que no es sorprendente que entre los emigrantes políticos también encontremos a individuos con simpatías marxistas, y personas que debieron abandonar su patria al ser discriminados, e inclusive perseguidos, por sus ideas políticas. Al respecto, Clara Forgach de Stern, quien arribó a México en 1929 junto con sus padres, Elisabeth Fuchs y Juan Forgach, menciona:
Mi padre siempre fue de izquierda, pero nunca fue miembro del Partido Comunista. […] Llegó el terror blanco y empezaron a buscarlo. Dijeron que si los bolcheviques confiaron en él, entonces tenía que ser comunista. Entre tanto mi padre y mi madre se casaron […] la boda tuvo lugar en [el pueblo de] Szántó […] Llegaron a la casa de mi tío después de la boda, donde él tenía una tienda de especies. La tienda estaba abierta —no sé quién la manejó mientras duraba la boda— y se acercaron dos policías, los del gorro de la pluma de gallo, a quienes todo el mundo temía, y preguntaron: “¿Dónde está János Forgach?”. Mi tío no era nada tonto y contestó: “Oh, yo también lo estoy esperando. Váyanse a la taberna de Valdmann —estaba al otro extremo del pueblo— seguramente está allá divirtiéndose, y díganle que venga a casa inmediatamente”. Entonces los policías se fueron. El tío entró a la casa y dijo: “János, ¡corre! ¡Vete, a donde puedas!” […] Mi padre se fue corriendo de Szántó y así salvó su vida, pues uno de sus amigos fue asesinado. Ya en Budapest, donde todo se sabe —dónde está y cómo está—, no trató de ocultarse y se reportó a la policía. Le dijeron que tenía que ir cada viernes porque querían saber cómo andaban sus cosas. Mi madre dijo: yo quiero irme de aquí, porque cada viernes temo por ti, y no sé si vas a regresar. No hay ninguna seguridad. Así que, al final, convenció a mi padre para que emigráramos.6
En este grupo encontramos también a hombres y mujeres que habían participado activamente en el golpe de Estado bolchevique de 1919, como Lipót Katz,7 quien señaló:
Como relámpago apareció ante mi memoria la tempestad de las dos revoluciones húngaras, que me sacó de la tranquilidad de mi vida provinciana, llevándome como un grano de polvo. Vislumbré el gran y trágico cataclismo. La derrota, que me arrojó al fondo del abismo, al horrendo sótano de la casa de detención policíaca. Y después, la amenaza del terror blanco que me lanzó a otros países, que me llevó a la emigración. Granito de polvo en la tempestad.8
3) Muchas personas emigraron por el antisemitismo. Desafortunadamente, tal fenómeno en Hungría —y en Europa del Este en general— se puede considerar “tradicional”, en el sentido de que ha existido desde hace mucho tiempo. Sin embargo, es necesario recalcar que el antisemitismo tradicional se fortaleció mucho después de la Primera Guerra Mundial debido a los problemas económicos y, en el caso particular de Hungría, debido también a la muy importante participación de judíos en el impopular golpe de Estado y la revolución bolchevique en 1919. A pesar de ello, es interesante señalar aquí que la discriminación contra los judíos no era universal en Hungría; es decir, no abarcaba a toda la comunidad judía. Las personas con éxito —fuera profesional, financiero, etcétera— eran bienvenidas y aceptadas en la sociedad. Por eso los investigadores locales suelen hablar de un antisemitismo selectivo, cuyo peso recayó sobre las personas ubicadas en las capas más humildes. Así recuerda las condiciones prevalecientes Irene Mogyorós, inmigrante de origen húngaro que llegó a México en 1928:
— ¿Entonces usted vino por invitación de su hermano, no porque hubiera alguna situación en Hungría que le hubiera forzado?
— De ninguna manera; no había ninguna necesidad, aunque ya en esta época empezaban a venir leyes contra los judíos, [como la] Numerus Clausus.9
La Numerus Clausus (Ley XXV de 1920) fue la primera discriminación oficial contra los judíos en Hungría, en fecha tan temprana como 1920. Definió a los judíos exclusivamente a partir de su religión, sin utilizar el concepto étnico, por lo que puede considerarse como parte del antisemitismo “tradicional”; sin embargo, dicha ley también pone de manifiesto la propagación de los sentimientos contra los judíos, pues se trata de una disposición “oficial” que restringió el acceso de estudiantes judíos a las universidades, fijando las cuotas universitarias según la proporción de minorías en el país. En los hechos significó que en vez del 30-40 por ciento que representaban los alumnos judíos en estas instituciones, su participación se redujera a solamente 5 por ciento. La ley nunca se cumplió completamente, pero sí resultó en la disminución en el número de estudiantes de origen judío. Afectó especialmente a personas de pocos recursos como los pequeños comerciantes, quienes soñaban con dar a sus hijos una mejor educación que la que ellos habían recibido y tener así profesionistas en la familia, pero que no contaban con dinero suficiente para costear sus estudios en el extranjero.
Aunque las llamadas leyes judías aparecieron relativamente tarde en Hungría (1938-1942), conllevaron, entre otros efectos, una importante reducción de la proporción de judíos en las cámaras de comercio y las asociaciones de abogados, médicos, periodistas, ingenieros, etcétera; así como la exclusión de puestos gubernamentales, la prohibición de matrimonio entre judíos y no judíos y la prohibición de poseer tierras, obligando a sus propietarios a venderlas. Dichas leyes perjudicaron a cientos de miles de personas de una comunidad específica, pues a partir de 1939 no solamente se definió a los judíos con base en su religión sino también mediante un concepto étnico. Las leyes judías implantadas en Hungría muestran, por un lado, una gran similitud con las Leyes de Nuremberg, y por otro un acercamiento y vinculación cada vez mayores entre Hungría y la Alemania totalitaria, el cual tenía como objetivo principal cambiar el status quo en Europa Central instaurado por la Primera Guerra Mundial.
A pesar de que el liderazgo húngaro copió en muchos aspectos el sistema alemán, en contraste con los países vecinos la vida de los judíos no corría riesgo en Hungría durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, lo que trajo consigo la llegada de aproximadamente cien mil refugiados judíos al país. Para 1943-44 no solamente el ejército húngaro había sufrido daños y pérdidas irremediables, sino que resultó evidente que el ejército alemán no era invencible. Surgió la duda de si Alemania realmente podría ganar la guerra, y el gobierno húngaro empezó a buscar una posible salida del conflicto armado. Como prevención, el 19 de marzo de 1944 el ejército alemán ocupó Hungría —debemos añadir que sin encontrar resistencia—. Dicha ocupación, así como el nuevo gobierno formado en consecuencia, trajo consigo un cambio drástico en relación con la política hacia los judíos, incluyendo el establecimiento de ghettos y el inicio de las deportaciones masivas. Consideramos todo el territorio de Hungría en 1944,10 murieron alrededor de dos tercios de los miembros de la comunidad judía, esto es, cerca de medio millón de personas.11 Violeta Klein, quien llegó a México junto con su madre y sus dos hermanos en 1925, para reunirse con su padre que había emigrado un año antes, recordaba: “Mi papá —descanse en paz— tenía una visión. Se dio cuenta que a nosotros no nos querían, como tú lo sabes. Siempre nos decían büdös zsidó. Sabes qué significa eso.12 Pero cuando llegó aquí [a México] mi papá era entonces el señor don Nicolás. Todos lo respetaron”.13
4) Sin duda, el grupo más numeroso de inmigrantes húngaros que arribó a México lo constituyeron quienes salieron de Europa debido al cambio de fronteras tras la Primera Guerra Mundial. Del total de 10.5 millones de individuos que vivían en los territorios de Hungría cedidos a otros países después de la guerra en el Tratado de Versalles,14 no pocos eran húngaros. El nacionalismo de dichos estados, entre ellos Rumania y Checoslovaquia, así como el Reino de Serbia, Croacia y Eslovenia —desde 1929 llamado Yugoslavia—, llegó inclusive a ejercer cierta discriminación hacia los grupos minoritarios, entre ellos los húngaros. A esos problemas se aunaron los que debieron enfrentar por el idioma —pues muchos húngaros no hablaban checo, rumano, serbio, etcétera, que a partir de entonces se consideraron lenguas oficiales—, la disminución de estatus al dejar de ser un pueblo dominante y convertirse en minoría, y la pérdida de trabajos, especialmente para empleados del gobierno. La parcial división de tierras hecha después de la Primera Guerra Mundial —16 por ciento en Checoslovaquia y 27 por ciento en Rumania—15 también tuvo un efecto profundo, pues los terratenientes, es decir la nobleza y la aristocracia, en muchos casos eran de origen húngaro. Los factores arriba mencionados, más la situación de la propia Hungría, que realmente no invitaba a un regreso —aunque cerca de 400 mil personas sí lo hicieron— contribuyeron en gran medida a la emigración.
Así llegaron aquí cerca de mil húngaros, en parte directamente de la Hungría que quedó después del Tratado de Versalles, y en parte de América del Norte y del Sur. Pero son mucho más los que han estado saliendo de los territorios ocupados de Hungría.16 Especialmente en los últimos tiempos han llegado de manera masiva, y en el futuro cercano se espera el ingreso de muchas familias más procedentes de dichos territorios. Somos numerosos los húngaros aquí y cada día somos más. Actualmente residen en México unos cinco mil húngaros.17
5) En el quinto grupo encontramos a personas que fueron movilizadas por lazos amistosos y/o familiares que mantenían con inmigrantes ya residentes en México, como Carlota Fehér, quien mencionó: “Yo me vine, ¿sabe qué? yo tenía novio y luego a mis padres, a mi mamá no le gusta, a mis hermanas no les gusta. Luego yo tenía una amiga, una amiga que dice: ‘Mira, ¿tú no quieres ir […] a México? Dicen que hay muchos judíos que buscan […] novia'”.18
En otro caso, recordaba Irene Mogyorós: “mi hermano se casó con una muchacha cuyo hermano vino desde Tampico a la boda. Él trabajaba en PEMEX, con la compañía petrolera, y habló maravillas de México, y convenció a mi hermano recién casado con su hermana a que vinieran con él a México. Mi hermano vino en [19]24, después de haberse casado vivieron en Tampico durante dos años”.19
Se observa así que en la decisión de emigrar, tomada ante la difícil situación por la que atravesaron los húngaros en Europa tras la guerra, también estuvieron presentes lazos familiares y amistosos. Otro inmigrante, Isidoro Gancz,20 comenta:
En la primavera de 1927 me presenté ante la comisión de reclutamiento en Reghin, 21 Rumania, para el servicio militar […] Los datos de mi registro […] resultaron ser equivocados y rehusaron aceptarme […] Este incidente me dio una idea completamente nueva. En vez de empezar nuevamente con los papeles necesarios para el registro, mejor buscar la forma de conseguir un pasaporte para emigrar a un país de América. Recordé que dos de mis amigos y compañeros de escuela vivían en México, de nombre Herman e Isaac Appel. Conseguí de su padre don David Appel su dirección, y a mi primera carta me respondieron positivamente e inclusive me mandaron un contrato de empleo para trabajar en el negocio de un amigo de ellos en Sombrerete, Zacatecas […]22
En resumen, las razones para emigrar fueron muy heterogéneas, aunque tal vez coincidieron en un sólo factor: en la mayoría de casos la salida fue forzada, ya sea por circunstancias económicas, políticas, culturales o religiosas dentro o fuera de Hungría.
Lugares de procedencia
Budapest, la capital húngara que antes de la Primera Guerra Mundial concentraba 5 por ciento de la población nacional y después el 12 por ciento, fue el lugar de nacimiento de aproximadamente 28 por ciento de los emigrantes húngaros que finalmente llegaron a México. Este elevado porcentaje no es sorprendente, si se toma en cuenta la disponibilidad de información y la relativa facilidad para realizar trámites debido a la presencia de representaciones diplomáticas y consulares, así como la ubicación de las principales oficinas gubernamentales y la centralización de comunicaciones y medios de transporte; dichos factores facilitaron la salida, aunque no debe dejarse de lado el hecho de que alrededor de una quinta parte de los budapestinos eran de origen judío. El resto de lugares de nacimiento de los inmigrantes húngaros que llegaron a México, es decir casi 75 por ciento de ellos, muestran una gran diversidad. Podemos encontrar casi todas las 63 provincias originales de Hungría,23 aunque hay mayor incidencia de la región noreste del país, donde destacan el pueblo de Edelény y las ciudades de Sátoraljaújhely (ambos de la provincia de Zemplén) y Miskolc (provincia de Borsod). Se trata de la zona tradicionalmente más pobre del territorio nacional, cuya situación empeoró aún más tras la Primera Guerra Mundial, por la pérdida de los lazos tradicionales de intercambio con lugares que ahora pertenecían a otros países y con los que Hungría ya no necesariamente mantenía lazos amistosos. La crisis económica que azotó al país después del conflicto mundial afectó más a las comarcas del noreste, por ser las menos desarrolladas, y por tanto, menos capaces de cambiar de estructura y adaptarse a una nueva situación económica, financiera y de mercado. Consecuentemente, en esas zonas proliferó el desempleo y, en general, el nivel de vida era más bajo que en la capital o en las comarcas del oeste del país.
Identidad
En este capítulo el punto de partida será una definición hecha con base en las ideas del psicólogo social húngaro Gyögy Csepeli: la identidad es la pertenencia a una o varias categorías cultural y/o políticamente organizadas y destinadas a formar una autodefinición del individuo. Puede ser individualizada —es decir, como algo que se acepta y con lo que se está de acuerdo—, o bien resultar una categoría forzada que la persona rechaza.24
En el caso de los inmigrantes húngaros es menester mencionar que el fenómeno de la identidad fue muy complejo. Primero que nada, no contaban necesariamente con una identidad común, ni tampoco en todos los casos coincidía la identidad objetiva u oficial; es decir, la nacionalidad según el pasaporte con la identidad subjetiva. Naturalmente hubo personas que salieron de Hungría con documentos húngaros y se consideraban a sí mismos como húngaros en México, pero con toda seguridad numéricamente hubo más personas en que las identidades objetivas y subjetivas eran diferentes.
No pocos emigraron por la discriminación y agravios sufridos en su propio país de nacimiento, con la idea de empezar una vida totalmente nueva en ultramar, donde pudieran olvidar las malas experiencias. En muchos casos esta situación significó una rotunda negación del pasado y la formación de una nueva identidad alejada de sus antecedentes húngaros, aunque sus papeles oficiales fueran húngaros y, por tanto, las autoridades mexicanas los considerasen como tales hasta su naturalización.
Por otro lado, el más numeroso grupo de emigrantes húngaros no salió directamente de Hungría, debido al multicitado cambio de fronteras en la región, sino que viajó desde los países vecinos y como ciudadano de alguno de ellos; es decir, con pasaporte rumano, checoslovaco, yugoslavo, etcétera. Consecuentemente, en México nunca fueron considerados como húngaros por las autoridades. No obstante, y quizá de manera lógica, en general fueron los que más se aferraron a sus raíces e identidad húngara y quienes más tiempo lograron mantener sus tradiciones, idioma, etcétera, pues no emigraron por problemas directos con Hungría sino por distintos inconvenientes en otros países. De tal forma que para ellos Hungría se convirtió en el símbolo de los buenos tiempos, y fue precisamente de este país del que esperaban amparo, por ejemplo a través del establecimiento de una representación consular en la ciudad de México. Dicha oficina abrió sus puertas en 1925, mas a pesar de la propaganda húngara y los deseos de distintos inmigrantes por vincularse a ella, no pudo asumir oficialmente la representación de los individuos que ingresaron a México con pasaporte de otros países, lo cual hubiera implicado graves complicaciones diplomáticas por las razones ya expuestas. Otro aspecto que debe tomarse en cuenta en relación con estos inmigrantes, es que casi todos ellos consideraban injusta la reorganización de las fronteras tras la Primera Guerra Mundial. Esta situación los había forzado a vivir en nuevos países como una minoría, y por tanto consideraban tal división como algo temporal y siguieron apoyando al gobierno húngaro en sus acciones por recuperar los territorios “perdidos”, posiblemente con la idea —por lo menos al principio— de regresar a Europa en caso de éxito. En este sentido, y toda vez que la única potencia europea que no se oponía a los planes húngaros, e inclusive tenía capacidad de secundarlos era Alemania, varios de estos inmigrantes —que posiblemente no eran pocos— apoyaron una alianza húngaro-alemana, así como los objetivos territoriales del gobierno húngaro durante la Segunda Guerra Mundial, y no necesariamente simpatizaron con la causa antifascista. El hecho de que no disponían de pasaporte y/o documentación húngara, y que por tanto no fueron registrados en México como húngaros, a fin de cuentas resultó cómodo para la colonia “oficial” húngara, que pudo “olvidarse” de ellos y declarar su apoyo unánime a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, entre ellos a México.
Composición religiosa
Entre los inmigrantes húngaros residentes en México, los tres grupos religiosos más numerosos fueron, en ese orden, judíos, católicos y protestantes. Al comparar la composición religiosa de Hungría con la que tuvieron los últimos dos grupos señalados, podríamos afirmar que quedaron subrepresentados, mientras la proporción de judíos fue nueve veces más alta y constituyó más del 40 por ciento del total de los inmigrantes. En realidad, muy probablemente su porcentaje fue aún más elevado, pues algunas personas trataron de ocultar sus raíces judías debido a la discriminación y/o persecución que sufrieron en Europa, a las noticias sobre la restricción a la entrada de judíos, o bien, simplemente, porque sabían que México era un país católico.
Aunque durante las décadas de 1920 y 1930 eran más comunes las asociaciones generales de ayuda mutua que abarcaban varias religiones, los inmigrantes también se organizaron con base en sus tradiciones religiosas. En México, siendo un país católico, el catolicismo no fue un factor de agrupamiento para muchos húngaros, ya que tal credo no les distinguía del resto de la población. En cambio, el protestantismo y el judaísmo sí constituyeron una diferencia, e inclusive en ciertos casos tal vez pudieron llegar a ser un obstáculo.
Con la idea de mantener sus credos respectivos, los protestantes y judíos recién llegados tendieron a buscar a otros inmigrantes con las mismas creencias, lo que puede considerarse como el primer paso en la formación de agrupamientos y asociaciones. En la década de 1920 se creó la Iglesia Reformada Húngaro-Mexicana, organización que reunía principalmente a los protestantes. Los judíos húngaros no formaron en un principio una asociación propia, posiblemente por su reducido número y porque se relacionaron con otros húngaros sin importar las diferencias religiosas, o con los judíos ashkenazí en general.25 Su organización, la Emuna (Creencia), fue creada en 1942, cuando la grieta entre judíos y no-judíos, abierta ya desde la segunda mitad de la década de 1930, dividía profundamente a la colonia húngara.
[Mi marido, José Mogyorós] varias veces fue presidente de la Emuna y fue [su] fundador. Ayudó a su tío, bueno a mi tío, porque igual era tío suyo, el señor Barta, 26 que era muy emprendedor, a formar el grupo[…] la Emuna. El nombre es de un cuñado mío que se llamaba José Forgach.27 Estaban planeando un nuevo club húngaro; pero yiddish, porque Hungría Libre 28 era extremo izquierdista […]29
Es interesante notar que la Emuna como asociación era similar a la mencionada Hungría Libre en varios sentidos: fue antifascista, organizaba bazares y otros eventos benéficos y publicaba un boletín en húngaro.30 Sin embargo, como organización, la Emuna tuvo una vida mucho más larga, precisamente por sus bases religiosas.31
Composición laboral
Según los registros depositados en el Archivo General de la Nación (AGN), fue característica general de los inmigrantes húngaros en México que no se insertaran en el sector agrícola, sino que en la mayoría de los casos se desempeñaran como comerciantes o profesionistas. La proporción de los comerciantes entre los húngaros fue muy alta debido al amplio sentido de la palabra “movilidad”, y la apertura a lo nuevo que ello implica. Los problemas económicos que azotaron Hungría después de la Primera Guerra Mundial, así como a principios de la década de 1930, por la gran crisis financiera mundial, también afectaron mucho al sector comercial, lo que implicó una pérdida de mercados, nexos de intercambio y ahorros propios, y tuvo como consecuencia la necesidad de empezar de nuevo en otras tierras.
Había también muchos profesionistas, prácticamente más de una cuarta parte de los inmigrantes que declararon ejercer algún trabajo en México. Cabe señalar que la importancia relativa de los profesionistas húngaros residentes en México era tres veces mayor que el promedio nacional correspondiente a Hungría en el mismo momento, que era apenas de 5 por ciento.32 Entre ellos se encontraban abogados, ingenieros, profesores y, en una proporción sorprendente (más de 50 por ciento), individuos vinculados al sector salud: médicos, farmacéuticos y químicos. En muchos casos estas personas llegaron por la falta de oportunidades en Hungría, porque no encontraban empleo debido a la sobreoferta en el mercado laboral. Este grupo tuvo una importancia muy significativa en la industria farmacéutica en México, en empresas filiales de los laboratorios Chinoin y Richter, así como otras compañías en cuya fundación y/o dirección desempeñaron un papel decisivo personas de origen húngaro (Laboratorios Hormona, Sanyn, Syntex, etcétera) que brindaron a otros inmigrantes una oportunidad de empleo seguro en sus propias profesiones.
Dificultades de adaptación al nuevo medio
Cuando arribaron a México, los inmigrantes húngaros tuvieron que remontar una serie de problemas, que podríamos llamar dificultades de adaptación y giraron alrededor de tres ejes: hogar, trabajo e idioma.
a) Hogar
Típicamente, los recién llegados pasaron los primeros meses de su vida en México, en el departamento o casa de sus conocidos, amigos o familiares. Después de un tiempo, tras encontrar un trabajo y ahorrar algo de dinero, se independizaron, mudándose, en la mayoría de los casos, a un lugar cercano en la misma colonia. Así recuerda estos tiempos Clara Forgach de Stern:
Nosotros fuimos pobres, pero hubo una gran casa, una vivienda. Tenía siete habitaciones. En cada habitación vivían otras personas. En una vivía mi tía [Irén] con su esposo […] En otra el ingeniero Eibenschütz con su esposa —una joven pareja. No tuvieron a dónde ir, así que vinieron con nosotros—. En otro cuarto estuvo Andor Span. En otro, Nándor Schwartz. En total, puros inmigrantes […] Por la tarde-noche jugaron a las cartas, o al regresar del trabajo —todo el mundo hizo lo que pudo, no lo que era su profesión— juntaron el dinero en el comedor y así pudieron ir al cine, a la galería. Así vivieron. Fue una vida muy simple y pobre, pero alegre. Cenaron salchichas y sardinas, pero todos juntos. Juntaron el dinero y les alcanzó. Y fueron al cine, a la galería. Costaba 15 centavos. Yo crecí entre ellos, pero la mayoría del tiempo vivía en la casa de mi futura suegra, porque alguien recién llegado siempre necesitó mi lugar. Vino por ejemplo un poeta húngaro. Tradujo a Ady33 al español. Tuvo inclusive una presentación.
—¿Pablo Laslo?
—Sí, Pablo Laslo.34 Él también vivió con nosotros.35
Un 80 por ciento de los inmigrantes húngaros estableció su residencia en la capital mexicana, debido a la centralización de la vida económica, social y cultural, así como de las comunicaciones. La mayoría vivió en una faja continua en dirección suroeste-noreste de la ciudad de México, de unos seis kilómetros de largo y dos kilómetros de ancho, con un total de aproximadamente 15 km2. Esta zona incluía las colonias Centro, Condesa, Doctores, Hipódromo, Juárez, Roma y Tabacalera. Las calles con el mayor número de domicilios húngaros registrados fueron Bolívar, Honduras, Madero, Mesones, República del Salvador, Tacuba y Uruguay; fuera del Centro destaca la calle de Nápoles, en la colonia Juárez.36 Así, por ejemplo, los padres de Violeta Klein inicialmente vivieron en un departamento muy pequeño que rentaban en la calle de Honduras número 64: “Mi papá tenía tres cuartitos, una cocina con brasero, como te dije, y […] no había baño. Había un patio donde había algo ahí que no me acuerdo exacto, feíto, no se me olvida. Y había bilis,37 bacinicas para todos. No había otra cosa”.38
El hecho de que habitaban en la misma ciudad y en la misma área, es decir, la cercanía entre los domicilios de los inmigrantes húngaros, facilitó la formación de una colonia húngara, pues ayudó a mantener los nexos existentes desde ultramar, así como a formar nuevas amistades y relaciones familiares.
b) Trabajo
Muchos de los recién llegados empezaron como vendedores ambulantes, simples empleados, o viviendo gracias a trabajos ocasionales, ya que les resultó difícil encontrar trabajo en sus profesiones originales por falta de capital y/o conocimiento del español. La señora Violeta Klein, por ejemplo, señaló que su padre empezó como ambulante con “[…] una tablita amarrada aquí con unos tirantes. Así vendía corbatas”.39 Por su parte, Clara Forgach evoca de este modo los primeros tiempos tras su arribo al nuevo país:
Mi padre tenía una imprenta en Pest, bajo el número 51 de la calle Rákóczi […] Más tarde vendió la imprenta, la mitad, porque la otra mitad era de su socio, naturalmente. El socio compró esta mitad también. Con eso llegamos a México. Trajimos algo de dinero, pero no mucho. Mi padre no pudo ser impresor porque no conocía el idioma. Hacía cualquier cosa, iba de casa en casa, de tienda en tienda.
Cuando estuvimos en París por unos días —desde allá fuimos a San Nazaire para abordar el barco a México— mi madre compró tres vestidos para ella. Tres vestidos franceses, en Lafayette. Cuando [ya estando en México] vio que el dinero se acabó, abrió los vestidos, preparó las partes de papel periódico, y volvió a coserlos […] Los puso en el club húngaro, porque en aquellos años existió un club húngaro y todos los que llegaban inmediatamente iban allá, por supuesto. La gente quedó mirando los vestidos bonitos, y le preguntaron dónde los compró. Mi madre contestó que ella los hizo. Así empezó a coser.40
Otros húngaros tomaron el camino hacia ciudades intermedias e incluso al norte, como Isidoro Gancz:
Nos fuimos […] a la ciudad de Durango, donde pudimos arreglar con el municipio un permiso para poner en una esquina de la avenida Juárez un puesto móvil, para vender artículos de mercería como medias, calcetines, pañuelos, peinetas, cepillos, etcétera, para damas y caballeros. Esto me aseguró de inmediato lo necesario para vivir y a la vez la oportunidad de aprender rápidamente el idioma castellano y las costumbres del pueblo de México.41
Con el transcurso del tiempo los inmigrantes húngaros lograron cambiar y mejorar sus empleos o, en caso opuesto, abandonaron el país para regresar a Europa o probar suerte en América del Sur. Para la década de 1930 la mayoría pudo solventar su situación financiera, así que las descripciones sobre la colonia húngara tienden a ser positivas:
La gran mayoría [de los húngaros en México] tienen asegurada la existencia: hay muchos comerciantes independientes y restauranteros. Algunos tienen pequeñas fábricas y representaciones comerciales; hay médicos, ingenieros, artesanos, camareros, músicos y hasta un director de cine. Hay algunos desempleados, pero comparativamente es más la gente con dinero, así que los húngaros de aquí en lo general no pueden quejarse.42
Esta colonia se constituyó con médicos, industriales, propietarios de fábricas, ingenieros, viajeros, oficinistas y también con personas que desarrollaban las ocupaciones más diversas. No podían, por tanto, quejarse en cuanto a medios materiales.43
El ingreso fijo y seguro, aunado en algunos casos a una propiedad, como por ejemplo una tienda, restaurante, fábrica o laboratorio, significó la posibilidad de contratar a otros inmigrantes húngaros, así como traer amistades y familiares de ultramar ofreciéndoles trabajo. Esto contribuyó al fortalecimiento de lazos entre los húngaros en México y al crecimiento de la colonia, y en general a la consolidación de la comunidad húngara.
Posiblemente el grupo de empresarios más exitoso provino de un pequeño lugar en el noreste de Hungría llamado Edelény, que sólo contaba con 2 063 personas en 1900 según datos censales, por lo que en aquellos tiempos, naturalmente, no era ciudad. Se trata de cadenas migratorias familiares cuyos miembros, por una parte, fueron empujados de su tierra natal por la falta de trabajo resultante del cierre de las minas locales, y por la otra fueron atraídos a México por los logros de sus familiares. Edelény fue para los húngaros como Barceloneta para los franceses, aunque en una escala reducida. Entre los barcelonnetes húngaros encontramos a la familia Mogyorós, propietarios de Mogum y de las fábricas de Bilbao y La Latino Americana; la familia Salamonovitz, que estableció la sastrería Broadway y las zapaterías Miss, y la familia Weinstein, dueña de la Salchichonería del Valle, el Café Ritz, el Restaurante Chapultepec y la Central de Mercados, S.A. Sobre la empresa Mogum, Tomás Strausz, quien llegó a México con sólo 16 años menciona que:
Mogum se fundó poco después de la Segunda Guerra Mundial, no sé exactamente el año, en un garage, primero reparando planchas y luego fabricándolas. Los dueños eran los tres hermanos Mogyorós: José, Alejandro y Bela [nacidos en Edelény en 1905, 1917 y 1922, y arribados a México en 1928, alrededor de 1946 y en 1939, respectivamente]. Supongo que el nombre Mogum viene de sus apellidos [Mogyorós Goldstein]. La empresa empezó fabricando planchas y después se amplió a diferentes productos eléctricos de cocina, especialmente licuadoras, tostadores de pan y ventiladores. En los 60, cuando yo trabajé ahí, era una empresa de primera línea con los productos anteriores, con unos 200 trabajadores y situada en Naucalpan, Estado de México, que era la zona industrial más importante de la época.44
Pedro Brull, médico, hombre de letras e hijo de inmigrantes de origen húngaro, recuerda así otro establecimiento:
Donde ahora es un expendio de comida chatarra y junto al cine Chapultepec, los hermanos Weinstein45 fundaron el famosísimo restaurante Chapultepec. Ahí se daban cita políticos, actores y la deslumbrante sociedad de los años 40-50 para comer, beber y divertirse a lo grande. El restaurante hizo época y Luis Weinstein posteriormente montó una cadena de supermercados [Central de Mercados, S.A.] que hasta la fecha [década de 1980] sigue funcionando.46
c) Idioma
El papel de la lengua nativa de los húngaros fue vital tras el arribo a México, sobre todo en los primeros meses (y años), puesto que la mayoría de los inmigrantes húngaros no hablaban español. Y entonces era en húngaro como preguntaban por trabajo, orientación, casa, etcétera, y lo cual naturalmente limitó mucho a las personas que podían contestar, dirigiéndolos más bien hacia otros inmigrantes de origen húngaro. Violeta Klein señala:
[Mi papá] empezó a preguntar a la gente, a los paisanos, ¿dónde hay alguien que hable húngaro? En yiddish desde luego. Y entonces le dijeron del señor Weinstock. El señor Weinstock era mayor que mi papá. Ya tenía unos años aquí. Ya tenía una fábrica de corbatas. Yo creo que hicieron una buena simpatía los dos. Y él ayudó a mi papá. ¿En qué? En facilitarle y en platicarle lo que debía de hacer.47
La rapidez con que los inmigrantes progresaron en el español variaba mucho. Aprendieron rápido los adultos que hablaban rumano, como los húngaros provenientes de Transilvania, por dominar un idioma de la misma raíz; y en general, los niños. Así, por ejemplo, Isidoro Gancz muy pronto “ya entendía bastante español, porque en primer lugar hablo el rumano que es lengua latina y además en el barco lo he estudiado en grupo con otros emigrantes”. 48 Otros aprendieron el español después de su ingreso a la escuela, como Clara Forgach de Stern:
Yo tuve mucha suerte. Cuando me llevaron a la escuela no hablaba nada de español. Ingresé en el primer año, no me pudieron colocar en otro, aunque en Hungría ya había terminado el tercero. [En el Colegio Vizcaínas] hubo maestras que eran huérfanas y la escuela las educó para ser maestras y vivían allá. Yo tuve una maestra de estas. No sé cómo se le ocurrió, pero empezó a preguntar a la primera chica: ¿Cómo te llamas? Después a la segunda, a la tercera, y cuando llegó al número 20, yo ya sabía qué estaba preguntando […] Entonces supe qué contestar. Entonces preguntó cuántos años tenían. Contestaron. Y así. Así me enseñaron el español.49
Al principio el húngaro era el canal de comunicación, tanto dentro de las familias como con el mundo externo. Para ayudar a una mejor y más rápida adaptación a las nuevas circunstancias, los inmigrantes en muchos casos organizaron lo que podríamos llamar reuniones lingüísticas para mejorar su español. Dichas reuniones persistieron en la década de 1930, pero ya con la idea de practicar el húngaro.
d) Húngaros y gitanos
Encontrar trabajo y hogar, así como aprender español, fueron dificultades que los inmigrantes húngaros previeron antes de su arribo a México, por ello trataron de llegar preparados —con algunos ahorros para los primeros tiempos y/o habiendo aprendido un oficio, como el de sastre—, lo que les permitió enfrentar este tipo de obstáculos con mayor facilidad. Lo que no esperaban, y resultó para algunos una sorpresa no muy agradable, fue la confusión que existía en México entre los conceptos “gitano” y “húngaro”, y en general respecto a la connotación peyorativa de la palabra “húngaro”.
Ya en 1925 la Beneficencia Húngara, una asociación de ayuda mutua para los inmigrantes de Hungría, consideró necesario organizar una presentación para el público mexicano, bajo el título “Los húngaros no son gitanos”. En su nota sobre dicho evento, el periódico Mexicoi Magyar Újság subrayó que el problema gitano-húngaro “necesita ser hondamente investigado porque debido a la mala y equivocada interpretación de la palabra española ‘húngaro’, contra los propios húngaros, hasta hoy en día toda la gente, especialmente los del pueblo, califican aquí a los húngaros como gitanos.”50
En México, en América del Sur e incluso en varias partes de los Estados Unidos se considera a los húngaros como un pueblo que se dedica a la cartomancia y roba, que es nómada e inculto; en una palabra: gitanos. Ésta no es solamente idea de la gente común sino —desgraciadamente— de las clases educadas también, consecuentemente los húngaros inmigrados se ven aquí como personas que no quieren trabajar y que roban, así que se ríen de ellos y les echan fuera si solicitan empleo. Esta circunstancia ha resultado en la ruina de muchos húngaros.51
Los inmigrantes naturalmente trataron de evitar tal menosprecio y discriminación, presentándose por ejemplo como alemanes o europeos en general, sin embargo y a pesar de sus esfuerzos, en ciertos momentos tuvieron que enfrentarse con los estereotipos relacionados con los gitanos. Carlota Fehér recuerda al respecto: “Yo tenía mi sala, mi comedor, los niños tenían una recámara […] vino una vez un maestro, dice: ‘¿Usted es de Hungría?’. Yo le digo: Sí. Dice: ‘Usted no hace’ […] Él pensaba que yo soy gitana.”52 La confusión es con un pueblo originario de la India, de piel y pelo más bien oscuro, que vive disperso en varios países de Europa y Asia.53 El número de los gitanos siempre ha sido muy difícil de determinar, debido principalmente a 1) la vida semi-nómada que les caracterizó, especialmente en el pasado; 2) porque no habitan en una sola zona geográfica o política, y 3) porque en la actualidad muchos quieren ocultar sus orígenes con el fin de evitar problemas, por lo tanto no se declaran gitanos. Según el censo de 2001 en Hungría, hubo menos de 200 mil personas que se consideraron gitanos,54 es decir, menos de 2 por ciento de la población total. El porcentaje real de los gitanos en el país es más alto, estimándose entre 5 y 10 por ciento. Posiblemente nunca ha sido más elevado que ese margen de 10 por ciento. De hecho, el crecimiento rápido del pueblo gitano en Hungría se inició después de la Segunda Guerra Mundial, así que su proporción en la primera mitad del siglo XX era más baja. Consecuentemente, uno puede imaginarse la sorpresa que se llevaron los inmigrantes húngaros, quienes al llegar a México quedaron inmediatamente “clasificados” como gitanos.55
Primeras asociaciones húngaras
El nuevo entorno en México hizo enfrentar a los inmigrantes húngaros con problemas similares de carácter temporal: subió el valor de “lo común” que trajeron desde ultramar, y en algunos casos hasta causó nostalgia, contribuyendo a la formación de asociaciones, generalmente de ayuda mutua. Las primeras surgieron en la década de 1920, aunque debe señalarse que muchas veces resultaron efímeras, lo que también implicó una lamentable pérdida de los rastros documentales sobre su actividad. La primera organización que actualmente puede ubicarse se estableció en el punto de entrada de más de 70 por ciento de los húngaros, Veracruz, y tomó el nombre de Veracruzi Magyar Egylet / Club Húngaro de Veracruz.56 Se sabe que funcionó a principios de los años 1920, pero seguramente tuvo una vida corta, pues la gran mayoría de recién llegados no se quedaron en el puerto, sino que siguieron hacia la capital del país. Naturalmente la orientación que tal organización pudo ofrecer era de bienvenida para los inmigrantes, la cual de hecho no siempre era indispensable, puesto que en la mayoría de casos los recién llegados eran recibidos en el puerto por parientes y/o amigos, y en todo caso el paso de muchos inmigrantes por Veracruz era fugaz, ya que casi siempre salieron el mismo día en tren hacia el interior de la república. Hubo más necesidad de una asociación húngara en la capital, para dar información general, ayudar a encontrar trabajo y lugar para vivir, ofrecer un poco de vida social para hacer amistades, y la posibilidad de conocer paisanos con problemas similares, y tal vez con un pasado común. Con tales fines se fundó la Beneficencia Húngara de México (Mexicoi Magyar Segítő Egyesület) a mediados de la década de 1920, encabezada por el ingeniero Ignác Farkas. Esta asociación tenía horas de atención diariamente para los miembros, impartía orientación gratuita para los recién llegados y editaba una revista en lengua húngara en la capital, titulada Mexicoi Magyar Újság,57 que según los datos disponibles fue la primera publicación regular en México impresa en lengua húngara. La Beneficencia también ofrecía prácticas de coro una vez a la semana y organizaba fiestas, así como la conmemoración de las celebraciones húngaras. Sus actividades regulares se pueden vincular con las siguientes direcciones en la ciudad de México: Flora 4/b, Gante 5, primer piso, Puente de Alvarado 11-3 y República del Salvador 112. Clara Forgach de Stern comenta al respecto:
— Todo eso iba con el nivel para el que más o menos nos alcanzaba el dinero. Pero el club húngaro tenía un ambiente muy agradable. La mayoría eran pobres, naturalmente, porque emigraron y eran principiantes. Pero el ánimo en el club era muy bueno; había fiestas tan bonitas. La cocina también era excelente. Las personas se juntaban, se sentían a gusto, cantaban […]
— ¿Cuándo había reuniones?
— Había los domingos, y entre semana naturalmente por las noches, pero entonces yo no iba. Entonces iban solamente mis padres. Se sentían muy bien, porque podían conversar entre gente similar. Todo el mundo tenía recuerdos, todos tenían familia y había también problemas comunes.58
La Beneficencia Húngara de México fue con toda certeza la asociación más grande de los inmigrantes húngaros de entonces (década de 1920), si bien no abarcaba a toda la colonia. No obstante su carácter apolítico, si tuviésemos que ubicarla en el spectrum político sería necesario colocarla del lado derecho. Sus documentos muestran fidelidad al gobierno de Horthy en Hungría, e incluso solicitan su apoyo para una mejor protección de sus intereses en México. De hecho, la Beneficencia Húngara de México fue uno de los motores para el establecimiento del consulado honorario húngaro en la ciudad de México, al solicitar la reanudación de los lazos consulares entre México y Hungría, lo que se materializó en 1925. Precisamente gracias a esta intervención sabemos de la existencia de la agrupación, pues en los documentos consulares conservados en el Archivo Nacional Húngaro se preservaron algunos escritos correspondientes a la misma.
Palabras finales
Las condiciones políticas, económicas y religiosas de Hungría, y en general de Europa Central, fueron los factores que más influyeron en la emigración de los húngaros, aunque sin determinar su eventual destino migratorio. La gente en general soñaba ir a Estados Unidos, cuyas puertas —sin embargo— quedaron cerradas para la mayoría de oriundos del centro y Este de Europa tras la introducción de las cuotas de entrada en 1921 y 1924. Esto trajo como consecuencia un cambio en las rutas tradicionales de migración y resultó en la formación de trampolines; es decir, destinos cercanos a Estados Unidos, como por ejemplo México, donde los inmigrantes esperaban obtener más y mejor información, y eventualmente la posibilidad de trasladarse a la tierra de sus sueños. Al no poder cruzar la frontera, o simplemente porque les gustó México, se quedaron y contribuyeron así a la formación de una comunidad o colonia extranjera. Esto no es un fenómeno exclusivamente húngaro. De hecho, al comparar la fluctuación de la inmigración húngara hacia México con la extranjera de la época en general, se nota que guardan mucha similitud, pues la mayoría de migrantes fueron afectados de una manera muy significativa por factores internacionales como crisis económicas, la propagación del antisemitismo y las ideologías totalitarias en Europa, así como por las restricciones inmigratorias en otros países, como Estados Unidos.
Entre 1901 y 1950 llegaron a México cerca de tres mil personas de origen húngaro. Desde la década de 1920 podemos hablar de una colonia húngara en la ciudad de México, cuyo tamaño fluctuaba por las llegadas y salidas, así como por los nacimientos y defunciones. Las diferencias dentro de la colonia —causadas, entre otras cosas, por los distintos motivos que tuvieron sus miembros para emigrar, así como por las diferencias religiosas, políticas, o simplemente de intereses— resultaron en un agrupamiento cada vez más heterogéneo de los húngaros en México y que tendió a unirse solamente en tiempos de crisis, como durante la Segunda Guerra Mundial, la gran crisis financiera, o la propia llegada a México (década de 1920), al tener que enfrentarse con las dificultades de adaptación. Las divisiones que siempre existieron dentro de la comunidad húngara, en la década de 1930 empezaron a convertirse en grietas, a veces pequeñas, pero en algunos casos más profundas como la diferencia entre judíos y no judíos, que antes no importaba mucho. La situación europea también hizo inevitable que “los húngaros en México [que] nunca se han manifestado políticamente”,59 se definieran en este campo. No solamente se formó un fuerte contraste entre los polos de derecha e izquierda, sino que hubo conflictos inclusive dentro de dichos grupos. De hecho se puede encontrar una alusión a las ásperas disputas políticas en los estatutos de una de las organizaciones húngaras, pues se considera motivo de expulsión el tratar asuntos políticos en su local.60 Por añadidura, y paralelamente al surgimiento de las diferencias ya mencionadas, muchas de las afinidades de la década anterior habían desaparecido. Por ejemplo, el húngaro como idioma ya no era tan importante y su uso se restringió al ámbito familiar. Al aprender español los inmigrantes ya tenían acceso a otras vías de comunicación y a otras personas, y pudieron así forjar amistades y relaciones familiares con mexicanos. Con los años la situación financiera de los húngaros atravesó por muchos cambios. Aunque la mayoría vivía mejor en los años 1930 que como lo había hecho al momento de su llegada a México, hubo muchas diferencias entre ellos. Algunos se hicieron muy ricos, mientras otros vivían de una manera relativamente sencilla. Esta diferencia en el estatus socio-económico contribuyó al alejamiento entre los miembros de la comunidad húngara, pues empezaron a identificarse con —y a frecuentar— otros círculos de la sociedad local. El alejamiento físico en sí se desarrolló a través de las mudanzas fuera del centro de la ciudad de México, que se hicieron más comunes a partir de la década de 1930, y que conllevaron la pérdida del contacto diario. En resumen, se podría decir que surgieron así las raíces de una nueva autodefinición e identidad:
Yo, en realidad, hablo más bien de la sociedad, de la gente húngara […] se incluyó mucho. La sociedad húngara no se separó, sino que se reunió en la sociedad judía de México. Entonces uno es de Hungría, otro es de otro pueblo de Europa. Ya se sienten más mexicanos que húngaros, polacos o rusos. Ya no existen. Los que existen ya viven muchos años en México […] Quizá la segunda o la tercera generación ya empieza a buscar otros rumbos.61
El proceso de desintegración de la colonia húngara, que empezó ya desde la década de 1930 y 1940, terminó en la segunda mitad del siglo XX. El triunfo sobre las dificultades de adaptación que originalmente los unía, así como las crecientes diferencias políticas, religiosas, socioeconómicas, etcétera —aunado al cada vez menor número de húngaros en México— resultaron en su absorción por comunidades más grandes, como la judía o la propia sociedad mexicana. Ahora bien, la desintegración de la colonia húngara en México bajo ningún concepto se debe juzgar como un fenómeno negativo. Es parte —de hecho representa la última fase— del proceso migratorio y, como tal, no debe considerarse como una pérdida.
Archivos
Archivo General de la Nación, ciudad de México.
Registro Nacional de Extranjeros (RNE), tarjetas de identificación: cajas de Austria, Hungría, Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia.
Fondo Secretaría de Gobernación (SEGOB), Dirección General de Gobierno, serie extranjeros-naturalizaciones.
Archivo Nacional Húngaro, Budapest.
Documentos relacionados con las representaciones húngaras en México: K63 162cs, K63 163cs, K106 53cs 18t, K106 72cs 33t, K106 73cs, K106 74cs 33t, K106 97cs 59t.
Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México, ciudad de México
Entrevista a Magda Weissberger, realizada en español por la autora en la ciudad de México, 28 de febrero de 2003.
Entrevista a Violeta Klein, realizada en español por la autora en la ciudad de México, 4 de marzo de 2003.
Archivo de Historia Oral, Universidad Hebrea de Jerusalén/Asociación Mexicana de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, A. C., ciudad de México.
Entrevista a Carlota Fehér, realizada en español en la ciudad de México por Alicia Gojman de Backal, 20 de abril de 1989.
Entrevista a Irene Mogyorós, realizada en español en la ciudad de México por Raquel Edelson, 21 de octubre de 1988.
Entrevista a Isidoro Gancz, realizada en español en la ciudad de México por Anita Viskin, 17 de abril de 1989.
Instituto de Investigaciones Interculturales Germano-Mexicanas, A.C., ciudad de México.
Entrevista a Martha Winkler-Schwartz, realizada en alemán en la ciudad de México por Ingrid Decker (2000). Traducción, corrección y trascripción electrónica por la doctora Renata von Hanffstengel.
Colección personal de la autora.
Entrevista a Clara Forgach de Stern, realizada por la autora en húngaro en la ciudad de México, 21 de marzo de 2006, traducción de la autora.
Bibliografía
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Fuentes electrónicas
http://emc.elte.hu/ ~szgergo/mmprojekt/migracio.html
http://www.hhrf.org/kisebbsegkutatas/kk_2003_02/ cikk.php?id=747
Sobre la autora
Mónika Szente-Varga
Universidad de Szeged, Hungría.
Realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; profesora de tiempo parcial en la Universidad de las Américas-Puebla.
Citas
- Entre 1901 y 1950 llegaron alrededor de tres mil húngaros a México, según las estimaciones de la autora. [↩]
- Parte del Tratado de Versalles, firmado por Hungría en el Gran Palacio de Trianon en 1920. [↩]
- Entrevista a Martha Winkler-Schwartz, realizada en 2000 en la ciudad de México por Ingrid Decker. Traducción, corrección y trascripción electrónica por la doctora Renata von Hanffstengel, Instituto de Investigaciones Interculturales Germano-Mexicanas, A.C. [↩]
- Después de la Primera Guerra Mundial hubo varios golpes de Estado bolcheviques en Europa Central y Oriental, debido a la grave situación económica y al regreso de los ex-prisioneros de guerra de Rusia, ya con una educación ideológica. Los ejemplos más típicos son Hungría y Bulgaria. [↩]
- Hungría volvió a ser reino, pero nunca tuvo rey entre las dos guerras mundiales. Los dos intentos de Carlos IV, el último Habsburgo, resultaron infructuosos; por tanto, el poder se concentró en manos del gobernador. [↩]
- Entrevista a Clara Forgach de Stern, realizada por la autora en la ciudad de México, 21 de marzo de 2006; traducción del húngaro de la autora. [↩]
- Lipót Katz (1889-1980), miembro del Partido Comunista Húngaro y colaborador en Vörös újság –Diario Rojo–. Salió de Hungría después de la caída de la revolución bolchevique de 1919, permaneció primero en varios países de Europa y posteriormente viajó a México, donde vivió entre 1938 y 1979. [↩]
- László Rácz, Porszem a viharban (Granito de polvo en la tempestad), 1965, p. 193. Memorias de Lipót Katz, que tuvieron que ser publicadas bajo seudónimo en Estados Unidos, por no coincidir con la versión oficial húngara en su interpretación de los eventos de la revolución de 1919. Una edición aumentada del libro apareció en Hungría en 1982, bajo el título Viharok sodrában (En el curso de las tempestades), que ya incluye las experiencias mexicanas también. [↩]
- Archivo de Historia Oral, Universidad Hebrea de Jerusalén/Asociación Mexicana de Amigos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, A. C. (AHO-UHJ/AMAUHJ); entrevista a Irene Mogyorós, realizada en español en la ciudad de México por Raquel Edelson, 21 de octubre de 1988. [↩]
- Incluyendo los territorios recuperados. [↩]
- Ignác Romsics, Magyarország története a xx században (Historia de Hungría en el siglo XX), 1999, p. 263. [↩]
- La equivalencia sería más o menos “mugrosos judíos”. [↩]
- Entrevista en español a Violeta Klein, realizada por la autora en la ciudad de México, 4 de marzo de 2003. Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México. [↩]
- Ignác Romsics, op. cit., p. 143. [↩]
- Ibidem, p. 160. [↩]
- Este concepto, compartido por muchos contemporáneos húngaros, se refiere a la división territorial del reino de Hungría establecida por el Tratado de Versalles, hecho juzgado por ellos como injusto y en todo caso temporal, ya que seguían considerando como propios los territorios otorgados a los países vecinos. [↩]
- Carta de los húngaros residentes en México al ministro de Relaciones Exteriores húngaro, fechada el 12 de febrero de 1925, Archivo Nacional Húngaro (mol) K106 73cs. Debido al motivo de la carta (solicitud del establecimiento de un consulado húngaro en la ciudad de México), los números posiblemente fueron exagerados para dar más peso a la petición. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ; entrevista a Carlota Fehér, realizada en español en la ciudad de México por Alicia Gojman de Backal, 20 de abril de 1989. [↩]
- Ibidem, entrevista a Irene Mogyorós realizada por Raquel Edelson, 21 de octubre de 1988. [↩]
- Hijo de Lew Gancz y Regina Rosenbaum de Gancz. Tras su llegada a México en 1927, empezó como comerciante ambulante. Más tarde fundó la compañía maderera La Isleta, en Torreón, Coahuila. [↩]
- Anteriormente Szászrégen, Hungría. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ; entrevista a Isidoro Gancz, realizada en español en la ciudad de México por Anita Viskin, 17 de abril de 1989. [↩]
- Muchos húngaros que ingresaron a México nacieron entre 1894 y 1907 —14 años que dan la mitad del total de inmigrantes registrados en las tarjetas de entrada—. En dicho periodo el reino de Hungría formaba parte de la monarquía dual y se dividía en 63 provincias. Tras la Primera Guerra Mundial, debido a la disminución de su territorio, Hungría empezó a utilizar una división en 25 unidades. Deseo subrayar al mismo tiempo que todas las estadísticas incluidas en el presente ensayo —excepto las señaladas de manera distinta— están calculadas con la información de mi propia base de datos, utilizando principalmente información obtenida del Registro Nacional de Extranjeros y las solicitudes de nacionalidad, materiales resguardados en el Archivo General de la Nación (AGN) en la ciudad de México. [↩]
- Página electrónica de la Universidad ELTE de Budapest, Hungría, http://emc.elte.hu/ ~szgergo/mmprojekt/migracio.html. [↩]
- Judíos de Europa Central y Oriental cuyo idioma común era el yiddish. [↩]
- Emánuel Barta nació en Nagysurány y llegó a México en 1938, procedente de Viena, con la ayuda de Fanny Fuchs, madre de Irene Mogyorós. [↩]
- Agente comercial, nacido en 1898 en Abaújszántó; llegó a México en 1926 a bordo del vapor Cuba y solicitó la nacionalidad mexicana en 1932. Hermano del mencionado Juan Forgach. En 1943 formó parte de la Mesa Directiva de Hungría Libre como inspector. Se casó con Helena Mogyorós. [↩]
- Asociación antifascista de los húngaros en México entre 1941 y 1946, uno de los 13 movimientos libres de húngaros que funcionaban en América Latina durante la Segunda Guerra Mundial, formado en gran parte a iniciativa del refugiado Aladár Tamás, periodista y editor comunista. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ; entrevista a Irene Mogyorós realizada por Raquel Edelson, 21 de octubre de 1988. [↩]
- Isaac Babani (ed.), Enciclopedia Judaica Castellana, 1949-1950, t. VII, p. 446. [↩]
- Todavía en 1988 se menciona como una asociación existente, aunque con pocos miembros; véase Luz María Martínez Montiel, La gota de oro, 1988, p. 115. [↩]
- Magyar Statisztikai Évkönyv (Anuario Estadístico Húngaro), KSH, XXXIV, 1926, p. 16 (datos de 1910 y 1920); y LI-LIV, 1943-1946, p. 21 (datos de 1930 y 1941). [↩]
- Endre Ady (1877-1919), uno de los principales poetas de la literatura húngara del siglo XX. [↩]
- Nacido en 1904 en Temesvár, hoy Timisoara, Rumania. Llegó a México en 1925, con nacionalidad húngara. Poeta, escritor, traductor y maestro universitario. Con base en traducciones propias de obras húngaras compiló el libro Cultura y poesía húngara (1964). [↩]
- Entrevista a Clara Forgach de Stern realizada por la autora, 21 de marzo de 2006. [↩]
- Este análisis se hizo al proyectar en el mapa actual de la ciudad de México la información correspondiente obtenida de las tarjetas de migración (F-5 y F-14), y de las solicitudes de nacionalidad, guardadas en el AGN, complementadas por distintos datos contenidos en los periódicos húngaros contemporáneos editados en la capital mexicana. [↩]
- La palabra húngara original es bili, y combina aquí el plural en español al añadir la “s”. [↩]
- Entrevista a Violeta Klein realizada por la autora, 4 de marzo de 2003. [↩]
- Idem. [↩]
- Entrevista a Clara Forgach de Stern realizada por la autora, 21 de marzo de 2006. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ; entrevista a Isidoro Gancz realizada por Anita Viskin, 17 de abril de 1989. [↩]
- Zoltán Sulkowsky, “Északról Délamerikába” (“De América del Norte hacia América del Sur”), en A Kerék, vol. VII, núms. 1-3, 1934, p. 23. [↩]
- Aladár Tamás, Akkoriban szüntelen fújt a szél (En aquellos tiempos siempre soplaba el viento), 1976, t. II, p. 744. [↩]
- Carta de Tomás Strausz a la autora, 26 de agosto de 2004 [Tomás Strausz salió de Hungría tras la revolución de 1956 y llegó a México —donde vivían parientes suyos, los Fehér— en 1957, con sólo 16 años. Es fundador y dueño de Electrotérmica Nacional, S.A. de C.V.]. [↩]
- Andrés y Luis Weinstein nacieron en Edelény en 1907 y 1911, respectivamente, y llegaron a México alrededor de 1930. [↩]
- Pedro Brull, “De Jesusita en Chihuahua a Budapest. Presencia húngara en México”, en Revista de Revistas, vol. y año desconocidos, p. 25. Se trata de un recorte ofrecido a la autora por Ana Brull, hija del autor. [↩]
- Entrevista a Violeta Klein realizada por la autora, 4 de marzo de 2003. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ, entrevista a Isidoro Gancz realizada por Anita Viskin, 17 de abril de 1989. [↩]
- Entrevista a Clara Forgach de Stern realizada por la autora, 21 de marzo de 2006. [↩]
- Mexicoi Magyar Újság, año II, núm. 4, 8 de febrero de 1925, p. 1, negritas del propio periódico. [↩]
- Carta de los húngaros residentes en México al Ministro de Relaciones Exteriores húngaro, fechada el 12 de febrero de 1925, MOL K106 73cs. [↩]
- AHO-UHJ/AMAUHJ; entrevista a Carlota Fehér realizada por Alicia Gojman de Backal, 20 de abril de 1989. [↩]
- József Juhász (ed.), Magyar Értelmező Kéziszótár (Diccionario monolingüe húngaro), 1985, t. I, p. 174. [↩]
- István Kemény– Béla Janky, “A cigány nemzetiségi adatokról” (Datos étnicos gitanos), en Kisebbségkutatás, núm. 2, 2003, fuente electrónica: http://www.hhrf.org/kisebbsegkutatas/kk_2003_02/ cikk.php?id=747. [↩]
- Para más detalle sobre los orígenes y la dispersión geográfica del tema de los gitanos y los húngaros, véase Péter Torbágyi, “Gitanos húngaros en América Latina”, en Acta Hispánica, VIII, 2003, pp. 173-180. [↩]
- Péter Torbágyi, Magyarok Latin-Amerikában (Húngaros en América Latina), 2004, p. 266. [↩]
- Hasta la fecha se han localizado solamente cuatro hojas del vol. II / núm. 4 (8 de febrero de 1925). [↩]
- Entrevista a Clara Forgach de Stern realizada por la autora, 21 de marzo de 2006. [↩]
- Aladár Tamás, op. cit., p. 748. [↩]
- Se trata del Club Húngaro Cultural, México, D.F. (Magyar Kultur Egylet, México, D.F.), una asociación mutualista de los húngaros residentes en el Distrito Federal, fundada en 1930. Ubicación del estatuto: AGN 2.360(29)41 C10 exp.40. [↩]
- Entrevista a Magda Weissberger, realizada en español por la autora en la ciudad de México, 28 de febrero de 2003. [↩]