El envío de remesas como factor de cambio en la vivienda de la Mixteca Alta oaxaqueña

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[…] nosotros, y hablo de México, sólo podemos
irnos a Estados Unidos a pesar de la
crueldad de aquellas circunstancias, que
siempre serán menos que las del hambre en
nuestro propio país.

Elena Poniatowska

Como viene ocurriendo en millares de comunidades rurales mexicanas, las viviendas tradicionales en la Mixteca Alta del estado de Oaxaca están experimentando importantes transformaciones en los últimos años. Las variables que intervienen en la determinación de ese proceso son diversas. Empero, una de las que han ido cobrando mayor importancia se encuentra en los envíos de dinero desde Estados Unidos por parte de las y los mixtecos que trabajan en ese país. En estas páginas me detengo a revisar algunos de los efectos que está generando en las viviendas el flujo de recursos económicos, provenientes de los migrantes desde aquella nación vecina, y que arriban a una región donde se encuentran varios de los municipios más pobres de México.

De igual manera, examino algunas de las causas que inciden en el incremento de la emigración laboral en esa zona predominantemente indígena. En especial, cuando uno se percata de que algunas de ellas están en el origen de los cambios en el modelo habitacional que se han venido desplegando en las comunidades tradicionales de aquella región durante los últimos tiempos. También estudio diversas transformaciones vigentes en otros ámbitos arquitectónicos, en especial el religioso. Como veremos, la arquitectura de iglesias, y en menor grado la de otros espacios públicos de esa región oaxaqueña, también se está transformando de manera variable, toda vez que, en alguna medida, sus modificaciones son igualmente inducidas por los envíos de remesas.

El peso de la migración en un escenario de pobreza

La región que nos ocupa ha sido secularmente un ámbito que expulsa población. Un permanente flujo migratorio, que se remonta por lo menos al siglo XIX, caracteriza a un número importante de la población originaria de la Mixteca. El sector que emigra de los ahí nacidos se desplaza, entre otros destinos, a la ciudad de Oaxaca, Tehuacán, Puebla, Tijuana o la propia capital de la república, así como a las regiones agrícolas del noroeste de nuestro país. Este desplazamiento ha estado motivado por la búsqueda de empleo y mejores condiciones de trabajo, así como de servicios de toda índole que son muy endebles o de plano no existen en infinidad de comunidades de esta vasta región oaxaqueña.

A su vez, la migración internacional hacia Estados Unidos también es un fenómeno que comenzó a tener importancia en la zona mixteca desde hace varias décadas. El llamado Programa Bracero, desplegado durante los años de la Segunda Guerra Mundial y hasta comienzos de la década de 1960, movilizó a varios miles de mixtecos para trabajar, sobre todo en faenas agrícolas de la Unión Americana. En los últimos años, empero, la migración internacional experimenta una expansión. Del mismo modo en que también ha crecido la diversidad de ocupaciones en las que se emplean los mixtecos emigrantes y han aumentado los diferentes destinos hacia donde se dirigen. De igual forma, el volumen de los trabajadores de la región que cruzan la frontera adquiere otra dimensión demográfica, misma que en seguida se contempla a la luz de las cifras a nivel nacional.

La intensidad del fenómeno migratorio internacional se extiende por casi todos los 2 454 municipios que conforman la República mexicana. Hacia mediados del año 2005 casi 96 por ciento de dichas demarcaciones político-territoriales, o sea 2317 de ellas, reportaban tener habitantes trabajando en Estados Unidos. Eso significa que sólo 137 municipios mexicanos (4.2 por ciento) indicaban no guardar relación alguna con la migración laboral hacia la Unión Americana.1 Por su parte, el estado de Oaxaca es la entidad de la República con el mayor número de municipios, con un total de 570; de éstos, 41 (8.3 por ciento) no reportaron tener habitantes trabajando en Estados Unidos, mientras los restantes 529 sí indicaron tenerlos en 2005.

A su vez, y en una vista de conjunto, integran la región Mixteca en su parte oaxaqueña un total de 185 municipios, 241 agencias municipales, 453 agencias de policía, 197 núcleos rurales y 1 076 localidades con categoría política administrativa. A su vez, la llamada Mixteca Alta comprende 41 municipios y solamente 12 de dicha región (28 por ciento) indicaron no tener en 2005 población laborando en ese país. Es muy probable que para 2009 la geografía de municipios con migrantes se haya extendido a varios más dentro de esta amplia zona del territorio mixteco. Igualmente, hasta antes de la segunda mitad de 2008 hay indicios de que creció el número de trabajadores migratorios dentro de cada municipio de la misma (fig. 1).

Como un factor de fundamental importancia que complementa lo anterior, está la circunstancia de que la Mixteca es una de las zonas socioeconómicas más deprimidas del país. Así, de entre los veinte municipios con los índices de mayor pobreza en México, por lo menos tres de ellos se encuentran, situados en el territorio mixteco oaxaqueño. Más aún, ahí se localiza Coicoyán de las Flores, el municipio que a mediados de 2006 registró los niveles más bajos en el índice de desarrollo humano en todo el país, con un puntaje de 0.4 455. Hubo un cierto reacomodo para septiembre de 2008, cuando Coicoyán ascendió dos niveles en la escala de desarrollo humano, pasando a ser el tercero con el índice más bajo de todos los municipios del país. Como sea, continúa en la lista de los 20 municipios con más carencias; otros dos de la región que nos ocupa son San Simón Zihuatlán, en el decimosegundo lugar más bajo, y, en los límites con la región de La Cañada, Santa María de la Asunción en el decimocuarto.2 A ello se añade inevitablemente un panorama regional marcado por profundos abismos de desigualdad social y económica, en un país donde las desigualdades en la distribución del ingreso son de por sí señaladamente inequitativas.3

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Esta realidad de pobreza, marginación y exclusión se mide a partir de indicadores como porcentaje de analfabetas, población con primaria completa, proporción de viviendas con piso de tierra, carentes de servicio sanitario, sin electricidad ni agua entubada, además del nivel de hacinamiento en las mismas. En tales condiciones la región que nos ocupa es la más pobre de las siete que forman la entidad oaxaqueña. En su abrumadora mayoría predominan las actividades agropecuarias en muy pequeña escala y con técnicas agrícolas muy incipientes, además de tener una producción destinada principalmente al autoconsumo. La tierra está en gran medida muy erosionada, mientras otras tareas productivas que ahí se despliegan son por demás modestas. Entre las principales actividades económicas destaca el tejido de sombreros de palma, junto con una ganadería de pequeños hatos de ovejas y chivos, de muy escaso valor comercial y que funciona más como actividad de subsistencia.

Por otra parte, de acuerdo con el número de sus integrantes la población indígena mixteca conforma el segundo grupo étnico más grande de Oaxaca. Al mismo tiempo, esta etnia viene a ser la cuarta más numerosa de toda la República mexicana. Las determinantes que en todas las regiones indígenas del país inciden para que el desarrollo de esas comunidades esté lleno de escollos también se hacen presentes en este amplio espacio situado al noroeste de la entidad.4 El cacicazgo, la falta de empleo, el autoritarismo, los abusos de comerciantes y de las clases dominantes locales y de la entidad, así como las deficiencias educativas, de salud y de comunicaciones, conforman algunos de los patrones característicos que definen el cuadro de la vida social y cotidiana en esa región.

En la senda del norte tras la búsqueda de oportunidades

Conforme ese panorama socio-económico de escasez y marginación, se entiende que desde hace décadas la Mixteca se distinga por ser región expulsora de población. Todavía una porción importante de esa fuerza laboral (algo más de 35 mil personas en 2007)5 se sigue desplazando hacia Puebla, la ciudad de México, las ciudades fronterizas del norte, así como otras localidades principales del país. Pero a partir de 1980 comenzó a reorientarse el destino de los mixtecos emigrantes teniendo mayor peso el volumen trabajadores que cruzan la frontera norte como indocumentados. Se trata en su mayoría de una población que oscila entre 16 y 45 años de edad, es decir, la que se encuentra en el periodo más productivo de su vida. Pero el cambio se hace más perceptible si se contempla desde el monto de los recursos remitidos por los trabajadores migratorios hacia su región de origen. Las remesas internacionales enviadas a la región han pasado a ocupar un soporte económico dominante para muchas familias.

Lo cierto es que resulta imposible determinar cuántos mixtecos se han ido a Estados Unidos como trabajadores. Su propia calidad de indocumentados en aquel país provoca que, en el mejor de los casos, esas estimaciones sean aproximadas. De acuerdo con la prensa local, se considera que quienes se han ido a trabajar al vecino país suman varias decenas de miles.6 Pero en la nota referida no se precisa cuántas decenas de miles. Sin embargo, se sabe que la mayoría de los mixtecos de Oaxaca tienden a irse a trabajar a los estados de la costa del Pacífico. De igual forma se sabe que suelen ocuparse predominantemente en trabajos agrícolas, aunque en los últimos años se han ido incorporando a empresas empacadoras y a otras ramas industriales, en particular la de la construcción.

Por su parte, el Centro de Desarrollo Integral del Campesino de la Mixteca (CEDICAM) de Nochistlán, Oaxaca, señala que uno de cada cuatro jóvenes varones de la región ha emigrado al país del norte. En cambio, lo que se conoce con mayor certeza es que en los tres primeros meses de 2009 la suma de mixtecos deportados a México desde Estados Unidos fue superior a 400 personas.7 Por otro lado, de acuerdo con estimaciones de una investigadora de la Universidad de California, solamente en el estado de Oregon había alrededor de 10 mil mixtecos asentados legalmente en 2002. Estos trabajadores fueron regularizados a partir de la reforma migratoria, aprobada por el Congreso estadounidense en 1986. Sólo que a ese número se agregaba una población flotante que comprendía entre 20 mil y 30 mil personas de origen mixteco, cuya irregular condición migratoria imposibilita cuantificarlos con más exactitud.8

Finalmente, un último dato lo proporciona la Dirección General de Población de Oaxaca, quien señala que entre 2000 y 2005 salió de la Mixteca para Estados Unidos un total de 90 057 personas, lo cual arroja un promedio anual ligeramente superior a 18 mil emigrantes. Mientras que en 2007, de acuerdo con la misma fuente, de todo el estado de Oaxaca salieron hacia el país del norte poco más de 51 mil personas.9 En caso de que la cifra promedio de 18 mil mixtecos se hubiese mantenido hasta 2005, entonces la proporción de habitantes de la Mixteca que cruzaron la frontera vendría a ser de casi 40 por ciento de todos los oaxaqueños que lo hicieron en 2007. Al mismo tiempo, esas cifras colocan a la Mixteca en el tercer lugar por la cantidad de población expulsada entre las siete regiones que forman la geografía oaxaqueña.

Los factores del cambio en las casas

Así como no hay una tipología única en la vivienda tradicional de la Mixteca oaxaqueña, tampoco los efectos del cambio que está propiciando el envío de remesas a las comunidades de la región van en un solo sentido. Conforme a esta premisa inicial, en estas páginas me ocupo de algunas comunidades mixtecas y su proceso de modificación en las casas, como ejemplos de las diversas posibilidades que asume el cambio. Aun cuando no se pretende que lo señalado aquí pueda generalizarse para el conjunto del occidente del estado de Oaxaca, las causas determinantes en la adopción de nuevos patrones de vivienda sí tienden a ser similares para el conjunto de los asentamientos en la zona (fig. 2).

En primer término está la extendida precariedad que guarda una buena parte de las viviendas tradicionales de la región. Si nos atenemos a las cifras que ofrece la información censal, encontramos que, en términos generales, los siete distritos que conforman la Mixteca se sitúan entre los de mayores carencias en materia habitacional de todo el país. El cuadro 1 ofrece cifras globales sobre las condiciones de la vivienda en la zona conforme al Conteo de Población y Vivienda levantado en 2005. Ahí advertimos que ese año en toda la región Mixteca había 430 713 personas con vivienda, equivalente a 12.53 por ciento de toda la entidad oaxaqueña. El número de viviendas ocupadas en la zona ascendió entonces a 97 747, de las cuales sólo 51 por ciento contaba con drenaje, mientras el porcentaje de las que tienen ese servicio para todo el estado de Oaxaca es de 60 por ciento. Pero también en otros renglones de la calidad habitacional —como disponer de energía eléctrica o agua entubada— las casas de la Mixteca tienen proporciones muy inferiores a las registradas para las del conjunto del estado.

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Desde el punto de vista de sus características físicas, las viviendas de los habitantes con más carencias económicas —la mayoría de los pobladores de la Mixteca Alta— están elaboradas en condiciones por demás precarias. Se puede decir que esas viviendas son en rigor lo que se conoce coloquialmente como jacales. Están elaboradas con materiales de poco aislamiento térmico en cubiertas y muros en una zona donde las variaciones de temperatura pueden llegar a más de 25 grados centígrados entre la máxima y la mínima en un lapso de 24 horas. Los muros de carrizo, varas trenzadas e incluso de embarro, suelen ser poco protectores ante tales variaciones térmicas. De igual forma, los pisos de tierra no son precisamente los más recomendables para una sana y adecuada habitabilidad. A ello se añade la carencia de agua potable en una alta proporción, así como el alto índice de viviendas sin drenaje. En suma, una mirada general sobre las privaciones materiales que guardan las viviendas mixtecas revela que éstas son muchas, incluso para los estados con mayores carencias de la República mexicana (cuadro 1).

Asimismo, existen en la zona otras viviendas tradicionales cuyas características, dimensiones y calidad corresponden a mejores condiciones de habitabilidad que las señaladas. Se trata, en líneas generales, de viviendas que podríamos considerar propias de la arquitectura vernácula. Están elaboradas con materiales como el adobe en muros y teja de barro cocido, soportada en armadura de madera, para sus cubiertas, formadas a dos y cuatro aguas. Además cuentan con una o varias ventanas de madera —últimamente también de hierro—, y en algunas de ellas hay un pórtico donde se prolonga la cubierta del lado frontal de la casa formando un alero, soportado por columnas para crear un vestíbulo. Sus habitantes son familias con apremios económicos, aun cuando pertenecen a sectores con mayor rango de ingreso que el percibido por quienes habitan las viviendas ya indicadas; por lo demás se trata de viviendas cuya superficie por lo menos triplica el área construida de las viviendas tipo jacal, y ello les permite contar con una o más subdivisiones interiores. Este grupo de viviendas representa una proporción menor, probablemente una de cada cinco de la región. Este tipo de casas suele ser considerado como el de los inmuebles que poseen mayor valor patrimonial en la región. Mas no por ello los edificios habitacionales que lo integran dejan de sufrir modificaciones, e incluso éstos con frecuencia son sustituidos por completo (fig. 3).

Otro factor del cambio habitacional está en la posibilidad de contar con recursos económicos que permitan financiar cualquier modificación, ampliación o construcción completa de la vivienda. La señalada marginación y extendida pobreza de la región no permiten, salvo a un reducido sector de sus pobladores, contar con el soporte económico suficiente para ampliar, modificar o hacer una nueva casa. Sin embargo, el panorama cambia cuando uno o varios miembros de una familia salen a trabajar en otras latitudes del país o en los Estados Unidos. Sobre todo en este último caso, dado que los ingresos obtenidos amplían sensiblemente la capacidad de acceso a bienes y servicios. En especial, las remesas enviadas por estos trabajadores a sus parientes se han vuelto un factor fundamental que proporciona recursos a decenas de miles de familias mixtecas. Entre los gastos que las familias cubren con las remesas internacionales, una proporción mayoritaria está destinada a comida, con poco más de 68 por ciento, mientras la parte correspondiente a vivienda sólo representa una proporción cercana a cinco por ciento.

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Es cierto que en los últimos años, cada vez más “[…] los migrantes en México no provienen de los hogares con mayor pobreza […]”.10 Empero, sigue habiendo un sector de ellos que procede de las comunidades más pobres y logra conseguir trabajo en Estados Unidos. Entre ellos, por supuesto, cada año se suman esos varios miles de personas originarias de la Mixteca ya señaladas antes. Aunque las remuneraciones que allá perciben son muy inferiores a las de los trabajadores formalmente contratados, algo de su ingreso puede ser ahorrado y enviado a sus familiares en Oaxaca. Ello les permite ampliar sus posibilidades de consumo, incluyendo la adquisición de bienes duraderos.

De la vivienda autoconstruida a la producida con materiales industriales

Como suele ocurrir en la abrumadora mayoría de comunidades rurales, la producción de vivienda tradicional se realiza en su mayor parte por los propios usuarios. En algunas tareas edificatorias se recibe el apoyo de otros lugareños, y de manera muy ocasional llega a intervenir el practicante de algún oficio de la construcción: plomero, electricista o carpintero. Sin embargo, la mayor parte del proceso constructivo recae en quienes la van a habitar, si bien dicha práctica —designada genéricamente como autoconstrucción— está cambiando, reduciéndose cada vez más entre las familias que cuentan con uno o varios de sus miembros laborando en Estados Unidos. Más aún, para las viviendas nuevas ha quedado casi prácticamente desterrada.

Ciertamente, la tradicional construcción de una vivienda por parte del propio usuario, a veces con la colaboración de alguien más, ha supuesto que en ese aspecto la mano de obra no grava los recursos financieros de una familia. Asimismo, el empleo de materiales naturales de procedencia inmediata o muy próxima al sitio donde se desarrolla la edificación se traduce en un gasto nulo, o en todo caso mínimo. Pero cuando los trabajadores emigran ya no pueden hacerse cargo de las obras para levantar su casa y se debe contratar a alguien que la construya. Más aún, con la emigración se han ido perdiendo los conocimientos de edificación tradicional, mientras las prácticas edificatorias vernáculas van quedando en el olvido, a tal punto que, como suele ocurrir en muchas comunidades de la zona, ya no hay quién sepa edificar al modo ancestral (fig. 4).11

De igual forma, se han generalizado en la zona los procedimientos de edificación basados en el empleo de materiales de construcción de origen industrial. Entre los de mayor manejo en la Mixteca se encuentran cemento, varilla y block. Sólo que éstos reclaman el trabajo de albañiles y de practicantes de otros oficios de la construcción, aun cuando no estén muy calificados. Paradójicamente, los trabajadores mixtecos suelen ser reconocidos como buenos albañiles. Más aún, buena parte de quienes han conseguido colocarse en algún trabajo asalariado en Estados Unidos lo han hecho precisamente en la industria de la construcción.

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Nada más que su cada vez más prolongada permanencia en aquel país obliga a que la familia deba acudir a los servicios de alguien que construya o amplíe la casa. Si bien es cierto que sigue habiendo algo de autoconstrucción, al menos en forma parcial en algunas edificaciones nuevas, en la región se utiliza cada vez menos.

Más allá de cualquier reflexión nostálgica al respecto, lo cierto es que las casas tradicionales están siendo desplazadas por nuevas fórmulas edificatorias que no necesariamente se traducen en mejoría habitacional. Al menos no en buena parte de los casos. Ciertamente, en los nuevos esquemas de vivienda hay mayor superficie habitable, lo cual siempre representa beneficios para los usuarios. Asimismo, los materiales industriales tienden a requerir menos mantenimiento y casi nula renovación respecto de los tradicionales. A lo cual se añade un partido arquitectónico nuevo con tendencia a incluir subdivisiones dentro de la vivienda, con lo cual se gana en funcionalidad e intimidad para todos los integrantes de la familia usuaria.

Si bien hay casas nuevas o renovadas con incuestionables mejoras en calidad y tamaño, otras recrean la precariedad y la estrechez de las modestas casas anteriores, sólo que materializadas con otros elementos. Sobre todo, cuando son limitados los recursos destinados a la nueva edificación y el apoyo de algún albañil es mínimo o simplemente no llega a haberlo. Así, es recurrente ver viviendas semiconstruidas o que se reducen a un solo cuarto, como las viviendas indígenas de la zona. Viviendas con espacios que reproducen los de las modestas chozas, nada más que fabricadas con materiales duraderos. Aun cuando se logran realizar espacios de mayor tamaño a los de las viviendas que sustituyen, los acabados y servicios siguen siendo muy limitados.

En contraste con ello, es frecuente encontrar en comunidades mixtecas viviendas de grandes dimensiones. Éstas marcan una clara diferencia con las tradicionales, de las cuales destacan en primer término por la superficie construida, misma que a veces llega a alcanzar 200 m2. Asimismo, son viviendas cuyas características espaciales se asemejan más a las casas de las clases medias bajas urbanas, o de las colonias populares en las ciudades del altiplano mexicano. Muchas de ellas cuentan con dos niveles, lo que incuestionablemente propone la incorporación de una escalera interior y, por ende, circulaciones interiores, es decir, a cubierto. Sin duda ello representa una gran ventaja habitacional, habida cuenta de lo extremoso del clima que prevalece en la Mixteca Alta, con las mencionadas oscilaciones térmicas en el transcurso de un mismo día (fig. 5).

Si bien esas viviendas son las que más han cambiado en la Mixteca, además de ser por su tamaño las más notorias en las comunidades donde se han realizado, debe admitirse que su número es relativamente reducido. Solamente en algunas localidades las viviendas nuevas o renovadas superan 30 por ciento de todas las casas. Pero en general la proporción de las que se han ampliado o construido totalmente es menor, y en algunos poblados apenas representan un par de inmuebles. No obstante, destacan por sus características, materiales y componentes exteriores, que las asemejan las viviendas unifamiliares de clase media o media baja, propias de las grandes ciudades mexicanas.

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Respecto de los criterios estéticos, éste viene a ser un asunto por demás controversial. Hay quienes ven en la mencionada vivienda vernácula de la zona un espacio de gran belleza, cuya sustitución representa una pérdida tanto de imagen como de bondades formales. Y ciertamente, en algunos casos, sobre todo en los edificios indo-mestizos, donde se fusionaron con gran tino las tradiciones prehispánicas con materiales y sistemas constructivos europeos, su desaparición deja un gran vacío formal en las comunidades. Los muros de adobe, con cubiertas de teja y enmarcamientos de tabique de barro cocido en los vanos de puertas y ventanas, llegan a ser espacios de gran calidad. Mismos que al sustituirse por construcciones con muros de block de cemento y cubiertas con base en losas de concreto armado sólo pueden ser aplaudidos por la estadística censal, la que nos dice —o cuando menos sugiere— que nada más por ese cambio se ha mejorado la vivienda. Donde se pone de manifiesto que toda generalización, basada en los meros números, debe ser cuidadosamente atemperada por criterios de calidad. Entre ellos, está desde luego en primer término el que atiende a los elementos de diseño espacial de las viviendas tradicionales, así como de las nuevas. Por eso, vale decir que no todo cambio por sí solo representa una mejoría, del mismo modo en que no toda pervivencia de los edificios tradicionales, representa, necesariamente una ventaja (fig. 6).

Las carreteras y los cambios en la vivienda de la zona

Otro factor que ha favorecido la introducción de nuevos materiales industriales y, por ende, de sistemas constructivos diferentes a los tradicionales ha sido la realización de carreteras troncales y alimentadoras que han enlazado a decenas de poblados en la región. Esta expansión de la red carrera en el noroeste del estado es un proceso que se ha venido desplegando desde hace varias décadas. A medida que se abren nuevas vías de comunicación terrestre hasta localidades muy apartadas, a las que sólo se podía llegar a pie o en

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Animales de montar, se han introducido con celeridad las obras realizadas con concreto armado en sus estructuras y cubiertas. Esta expansión de las vías para la circulación de vehículos ha roto el grado de aislamiento en que se hallaba una considerable cantidad de comunidades mixtecas. Asimismo, ha propiciado un sinnúmero de cambios culturales, entre los que las nuevas maneras de construir es sólo uno de ellos. El mejoramiento y la expansión carreteros constituyen únicamente una condición necesaria, mas no suficiente para estimular el empleo de nuevos procedimientos y materiales constructivos para las casas de la zona.

Como quiera que sea, han podido establecerse negocios de materiales industriales para construcción, primero en las principales poblaciones de la Mixteca. En tanto se va ampliando la demanda, hasta en localidades de menor tamaño es posible encontrar casas comerciales para la venta de este género de insumos constructivos. Un eje de primordial importancia lo ha venido a constituir la apertura de la carretera de cuota Tehuacán-Oaxaca. Concluida en 1994, esta vía “acercó” a una vasta extensión de la Mixteca Alta con la ciudad de Tehuacán, desde la que se surten de varilla, alambrón, tubería de cobre y de cemento, cal industrial, así como madera para obra y acabados, entre muchos otros productos para edificaciones. Con la apertura de esta vía se han abaratado los precios de todos estos insumos al reducirse el costo de los fletes, disminuyendo también el tiempo de traslado de los materiales. En general se ha facilitado el surtido, a pie de obra, de dichos productos industrializados. Los grandes expendios de materiales existentes desde hace décadas en esa ciudad del oriente poblano han visto crecer la demanda de sus productos. Con ello se han establecido sucursales de las casas distribuidoras de materiales al ritmo en que las nuevas construcciones se han extendido por las comunidades mixtecas.

Cambios de actitud hacia la vivienda tradicional

Por encima de una modificación en la mentalidad, como factor de las trasformaciones habitacionales de la zona, tiende a predominar un cambio derivado de mayores posibilidades de recursos para sufragar la edificación. Las aspiraciones para mandar hacer una casa más o menos con rasgos cercanos a la que finalmente logran materializar ya estaban en la conciencia de los trabajadores migratorios, sólo que no contaban con los recursos para realizarla. Al irse al vecino país del norte y lograr acumular algunos miles, o decenas de miles de dólares pueden empezar a concretar dichas aspiraciones. Y no necesitan regresar a su comunidad para llevar adelante esos propósitos de cambio habitacional. Basta con remitir cada mes a sus familiares una suma a través de cualquier medio, para que éstos se encarguen de conseguir un albañil y otros oficiales de la construcción, quienes edificarán la nueva morada, o realizarán los cambios, mejoras y ampliaciones de la ya existente.

En concordancia con lo anterior, los patrones de edificación prevalecientes en las nuevas casas que se erigen en las comunidades de la región no se inspiran en modelos habitacionales de Estados Unidos. Antes bien tienden en su mayoría a basarse en patrones existentes en las colonias populares y de clase media de las ciudades mexicanas. Así, los barrios populares de Tehuacán, Oaxaca, Puebla o la ciudad de México constituyen los paradigmas principales en que se inspiran albañiles y usuarios (o sus familias en la comunidad de origen) para concebir y materializar sus nuevos alojamientos familiares. Son modelos que les resultan conocidos, dado que buena parte de los pobladores de localidades apartadas del medio rural, en diversas ocasiones han viajado a ciudades medias o grandes de todo el país.

La infundada percepción, que con frecuencia se tiene acerca de las transformaciones en el modelo habitacional de las comunidades rurales de los últimos años, considera que se observa la influencia de las casas de las regiones de Estados Unidos a las que se han ido a trabajar los migrantes. Además, los albañiles que edifican las viviendas en los poblados mexicanos son habitantes del lugar o de la región, y generalmente no han cruzado la frontera. Más aún, en muchas ocasiones estos trabajadores de la construcción ni siquiera han salido de su entidad de origen, en este caso el estado de Oaxaca. Del mismo modo que los familiares receptores de las remesas, en gran parte de los casos no han estado en contacto con las diversas características habitacionales que hay en Estados Unidos.

Ligado a lo anterior, está el hecho de que la mayoría de nuevas edificaciones o ampliaciones de las viviendas tradicionales no se realizan con la presencia directa de quien envía las remesas para financiar la obra. De suerte que aun cuando éste tenga una cierta idea de la casa que quiere que le edifiquen con el dinero enviado, generalmente suele tener una idea desdibujada del modelo de casa que le gustaría le realizaran. Así, los parientes y albañiles que se ocupan de la obra son quienes por lo regular toman las decisiones sobre la misma, y que atañen incluso al concepto general del proyecto de vivienda a ejecutar. Asimismo, interpretan lo que el interesado les comunica por correo o por teléfono, así como las imágenes que eventualmente les envía.

La posible influencia de las casas estadounidenses a través de imágenes televisivas, del cine, revistas u otros medios, mostrando interiores o exteriores de ellas, no parece tener gran impacto en las preferencias de los usuarios, sus parientes y los albañiles en la zona. Además de que por esos mismos canales de comunicación colectiva se ofrece un mayor volumen de imágenes en interiores y exteriores de casas mexicanas. Los referentes directos de casas que han presenciado, muchas veces nada más desde afuera, son las de la clase media, tanto de las principales localidades regionales como de las ciudades de Oaxaca, Puebla o Tehuacán.

Lo anterior se complementa con el hecho de que la mayor parte de las viviendas de todos los sectores sociales en Estados Unidos están elaboradas con madera como principal componente material, mientras que en México está poco integrado a los hábitos constructivos de la mayoría de la población. Además, en la mayor parte de las comunidades de nuestro país existe una relativa facilidad de acceso a los materiales industriales de construcción, y con ellos se edifica la mayoría de casas en México: cemento, varilla de hierro (básicos para la elaboración del concreto armado, junto con grava y arena), tabique de barro cocido o en bloque cementado. Asimismo, la organización del espacio que conforman las diferentes tipologías que se realizan en las casas del vecino país del norte no resultan familiares a los usuarios o a quienes se encargan de producir las viviendas en la Mixteca.

Una breve reflexión teórica al respecto remite al planteamiento de Henri Lefebvre, quien expone cómo las transformaciones en la arquitectura tradicional se favorecen por diversos factores. Entre ellos enfatiza el importante papel que suele jugar el que se rompan las condiciones de aislamiento que privan en las comunidades tradicionales.12 Esto se da tanto por la salida ocasional o prolongada de los habitantes de dichas comunidades, cuanto por la llegada a través de diversos medios de nuevas concepciones, que estimulan los cambios parciales o totales sobre la idea de habitar. En la dinámica de los años recientes en la Mixteca se han incrementado ambos procesos. Esto es, un sensible aumento en el flujo migratorio y la construcción de la autopista Tehuacán-Oaxaca, acompañada de vías alimentadoras de la red carretera desarrolladas durante los últimos años en la región.

A lo anterior se añade el encarecimiento de —y una dificultad cada vez mayor de acceder a— los materiales de construcción tradicionales. Lo que se hace más contundente cuando paralelamente se reduce el número de artesanos que saben trabajar los sistemas constructivos tradicionales. Ciertamente, en el distrito de Coixtlahuaca se sigue trabajando la piedra de cantera cortada en bloque para la manufactura de muros en casas y otros edificios. Empero, ésta resulta cada vez más costosa en la medida en que hay cada vez menos canteros que la trabajen. Algo todavía más grave ocurre con la teja, pues hasta hace unos años abundaba en la región de Teposcolula y al norte de Nochistlán, mas ahora ya casi no se fabrica en esas zonas porque casi han desaparecido los hornos para elaborarla. Y en cuanto al adobe, otro material característico en la vivienda mixteca, paulatinamente se pierde el conocimiento tradicional para producirlo, además de que ha caído en desuso (fig. 7).

Ciertamente la vivienda tradicional en la Mixteca “[…] forma parte de una cultura material de la población de bajos recursos […]”,13 y para un buen número de estos sectores sociales representa una vía para procurarse un espacio donde vivir, dentro en un sistema social clasista y sustentado en formas de dominación muy excluyentes, con fuertes resabios de cacicazgo, racismo y colonialismo interno. Más que por un valor patrimonial o identitario (que por supuesto los tiene), se ha venido realizando como una fórmula edificatoria al alcance de las posibilidades económicas de la población indígena e indo-mestiza de toda esa extensa región. Pero estos atributos, tan propios de toda arquitectura vernácula, se han extinguido gradualmente en los últimos tiempos, entre otras razones por el intenso flujo migratorio al extranjero en que está enrolada buena parte de la población mixteca.

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Monto de las remesas en Oaxaca

Además del proceso anterior, tenemos el flujo que recorren en sentido inverso las remesas provenientes de Estados Unidos hacia las comunidades de origen de los trabajadores migrantes. En una evaluación realizada por el Colegio de Profesionales de la Economía del Estado de Oaxaca, se indica que durante 2008 esas remesas tuvieron un crecimiento de 2.5 por ciento con respecto al año anterior, para cerrar con una captación de 1 456.9 millones de dólares, mientras en 2007 el total ascendió a 1 420.5 millones de dólares. Debido a ese aumento, Oaxaca avanzó del octavo lugar al séptimo en lo que se refiere al monto de remesas enviadas a México desde Estados Unidos (cuadro 2). “Este incremento se debe al incentivo que tienen nuestros paisanos por el tipo de cambio, que para el último trimestre de 2008 osciló de 11 a 14 pesos por dólar, lo que impactó directamente en el incremento”, según el estudio dado a conocer por Luis Abdiel Pacheco, secretario de Finanzas y director de la Unidad de Inteligencia de ese colegio.14

En el último trimestre de 2008 el estado de Oaxaca registró un envío de remesas por 376.2 millones de dólares, que representan un incremento 49.9 millones de dólares respecto de los enviados en ese mismo periodo de 2007, es decir, un aumento de 15 por ciento. Este espectacular incremento trimestral no corresponde a la tendencia nacional, que acusó una disminución en las remesas enviadas entre los dos últimos años reportados. Las mismas disminuyeron de 26 076 millones de dólares en 2007 a 25 145 millones en 2008, una contracción anual de 931 millones de dólares (3.6 por ciento). Esta disminución se asocia con la desaceleración de la economía estadounidense. Convertido a pesos, ese total de remesas no disminuye tanto en la medida en que el dólar subió de precio frente al peso casi 34 por ciento. Sólo que en los primeros tres meses de 2009 las remesas en todo el país, e incluso las recibidas en Oaxaca “continuaron perdiendo fuerza”, para decirlo en los términos del Banco de México, con una caída de 4.9 por ciento, respecto al primer trimestre de 2008.15

Lo cierto es que en tan sólo cinco años las remesas para el estado de Oaxaca pasaron de 7 por ciento de las remesas en toda la república en 2003 a 10 por ciento en 2007, y para 2008 el total de las mismas registró 1 457 millones de dólares, cerca de 18 700 millones de pesos al tipo de cambio de fines de diciembre de 2008. Esa cantidad representa un ingreso correspondiente a 12.5 por ciento del producto interno bruto estatal. Además, las remesas enviadas por los oaxaqueños en Estados Unidos son el tercer ingreso para la entidad, sólo después de los recursos de la federación y el turismo, valuados ambos por encima de 20 mil millones de pesos.

Asimismo, de acuerdo con las cifras del cuadro 2, para el año 2008, el estado de Oaxaca captó 5.8 por ciento del total nacional de remesas, lo que representa 25 mil millones de dólares. Las remesas a escala nacional perdieron fortaleza debido a la recesión de la economía estadounidense y al desempleo en los tres sectores donde trabajan los migrantes mexicanos: la construcción, el área agropecuaria y el sector de servicios.

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Según el estudio, el descenso en el ingreso por remesas abarcó a 20 estados del país que mostraron tasas negativas, entre ellos destacan Guanajuato (–1.2), Estado de México (–3.5), Jalisco (–3.3), Veracruz (–6.7) y el Distrito Federal (–19.6). Esa debilidad que ha experimentado el envío de remesas desde el último trimestre de 2007 se atribuye a varios factores, los principales son:

1. La recesión económica en Estados Unidos ha ocasionado un desplome en el empleo, el cual se ha hecho más escaso todavía para los migrantes indocumentados.

2. Las consecuencias más severas de dicha recesión afectan los sectores con mayor presencia relativa de migrantes mexicanos, tales como la industria de la construcción, la agricultura, el sector manufacturero y el de servicios.

3. A lo anterior debe añadirse la presencia de controles más rigurosos por parte de las autoridades estadounidenses en los lugares de trabajo y hasta en las zonas residenciales; así como una búsqueda más intensa de trabajadores indocumentados mexicanos, ocasionando que éstos encaren mayores dificultades para encontrar ocupación.

En contraste con las cifras estatales anualizadas para todo 2008, las remesas que los mixtecos enviaron al conjunto de sus comunidades en los dos primeros meses de 2009 cayeron 40 por ciento en relación con igual periodo del año anterior.16 Para el plano nacional el Banco Interamericano de Desarrollo consideró que el impacto sobre las remesas mexicanas para todo 2009 quizá podría ser superior a 11 por ciento respecto de las enviadas en 2008. Esto es, se estima que el total de envíos ascenderá, cuando mucho a 21 800 millones de dólares. Empero, de mantenerse la tendencia de acusada caída que han tenido las remesas enviadas a la Mixteca durante 2008, se prevé que la construcción de vivienda nueva —con sus cambios de diversa índole— habrá de contraerse de manera brusca.

Casas inconclusas y obras paralizadas o disminuidas en la Mixteca

La mencionada caída del empleo en el vecino país del norte, donde los primeros en perder el suyo son los trabajadores inmigrantes, ha ocasionado que los mexicanos avecindados en aquel país permanezcan en condiciones de sobrevivencia. Por lo mismo muchos de ellos no están en condiciones de mandar algún dinero a sus familiares. Y en la mayoría de casos de quienes siguen enviando recursos, se trata de cantidades menores a las que solían enviar, de manera que están destinadas al consumo de alimentos y alguna otra prioridad básica. En esas condiciones, se entiende que desde el otoño de 2008 muchas obras de vivienda en la Mixteca se encuentren detenidas.

Sólo unas cuantas continúan realizándose, y entre ellas varias han tenido que bajar el ritmo de edificación, en la medida en que las remesas se han contraído. Esta contracción en las cifras del dinero enviado se deja sentir de manera inmediata en el empleo de albañiles, plomeros, herreros y trabajadores en oficios que forman parte de la construcción. Por tanto, se ha reducido el empleo en la Mixteca para varios cientos, tal vez miles, de trabajadores de ese sector. Si bien las casas nuevas se suelen realizar casi siempre a un ritmo de obra que se prolongó muchos meses, o más bien por varios años en promedio, lo cierto es que da empleo a un número importante de constructores locales. Del mismo modo en que viene a conformar una demanda de consideración de materiales de construcción procedentes de la industria del ramo. Es por ello que han caído las ventas en muchos expendios de materiales de construcción que habían empezado a proliferar en las principales poblaciones de la región.

En última instancia, quienes se fueron a trabajar al vecino país pero no han conseguido regularizar su condición migratoria para hacerlo con plenos derechos y lograr los salarios correspondientes, son quienes tal vez se vean más impelidos para regresar a México. Esos que sí contemplan retornar a nuestro país después de pasar algunas temporadas o una relativamente prolongada estancia laborando, son los que se embarcan en la construcción de una casa nueva en sus comunidades de la Mixteca, donde tienen una parte fundamental de sus raíces culturales y familiares. Esto último, por cierto, juega también un papel de importancia, para proponerse regresar a México. En especial el trabajador mixteco que se va sólo y deja a su mujer e hijos en su localidad tiene más interés en volver a su tierra. Por ello mismo, edificar una vivienda está dentro de un proyecto de vida, y donde la estancia en el país del norte es vista nada más como un medio para conseguir recursos y mejorar sus condiciones de vida.

Las casas vacías

Por otra parte, llama la atención que un buen número de las viviendas nuevas ya terminadas se encuentran sin ocupar. Varias de ellas incluso cuentan con mobiliario, pero no hay nadie viviendo en ellas, aunque en general se les mantiene limpias. Se trata de inmuebles cuyos propietarios emigraron, y con ellos se fue todo el núcleo familiar. En primer término la desocupación responde a que esas familias propietarias no vienen a sus comunidades, salvo por unos cuantos días al año. Sobre todo en diciembre o en las fechas en que se celebran las fiestas del santo patrón (o santa patrona) de la localidad.

Más aún, algunas familias que edificaron casa nueva en sus comunidades originarias han dejado de venir por completo durante varios años. Esta ausencia se hizo más notoria a raíz de las severas medidas de control migratorio impuestas por el gobierno estadounidense en los últimos años. En efecto, son muy duras las restricciones para que los trabajadores indocumentados que salgan de Estados Unidos puedan retornar a sus empleos en ese país. Ello ha obligado a la mayoría de migrantes, así como a sus familiares, a abstenerse de venir a sus pueblos y sólo mandan algún dinero para pagar a quien realiza los servicios de limpieza y, eventualmente, de mantenimiento de sus casas.

En ese mismo sentido, durante la Semana Santa de 2009 fue muy reducido el número de oaxaqueños que fueron de visita a sus comunidades. Ese periodo vacacional, después del decembrino, suele ser el segundo de mayor afluencia en el año; empero, en esta ocasión la difícil situación económica y migratoria los retuvieron allá. El Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante reportó que sólo arribaron tres mil personas durante esos días, cuando en tales fechas por lo regular decenas de miles de oaxaqueños suelen viajar desde el país vecino.17

La mencionada crisis económica que se vive en Estados Unidos —y el colapso en el empleo, prolongado por varios meses— llevó a pensar que podría desatarse un éxodo masivo de inmigrantes hacia México, incluida buena parte de la población mixteca allá avecindada. Sin embargo, las cifras que ofrece el Instituto Nacional de Migración para 2008 indican que sólo decidieron regresar a nuestro país un total de 18 864 mexicanos, acogiéndose al Programa de Repatriación Voluntaria.18 La deportación forzada de connacionales indocumentados, en cambio, sigue arrojando estadísticas de cientos de miles, aunque también con cifras muy inferiores a las de años anteriores. Así, entre enero y septiembre de 2008 algo más de 444 mil mexicanos fueron repatriados desde Estados Unidos.19

En suma, y de acuerdo con las cifras mencionadas, se entiende que muchas de las casas nuevas, edificadas en los últimos años en la región, se mantengan desocupadas. La interrogante que inevitablemente surge es: ¿qué va a pasar con esas casas al paso del tiempo, sobre todo si sus propietarios ya no regresan a la Mixteca por varios años? En especial, habida cuenta de que en la región no existe, ni remotamente, un mercado inmobiliario, que pudiera adquirirlas. Más aún, ni siquiera hay demanda de vivienda para renta,

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aun cuando se tratara de precios de alquiler reducidos. Tal vez lo que bien podría ocurrir es que fueran “prestadas” temporalmente a determinado pariente. Esta práctica suele realizarse en comunidades como Santa María Yucuhiti, en Tlaxiaco, en la parte sur de la Mixteca Alta.20

Por otra parte, la proporción de viviendas deshabitadas para el conjunto de la Mixteca Alta en 2005 se situó en alrededor de 17.5 por ciento. A su vez, el porcentaje de viviendas de uso temporal en esa región fue de 18.2 por ciento para el mismo año. La estimación de estos porcentajes se basa en una muestra de cinco municipios localizados en distintos rumbos de la región y con diversos grados de desarrollo. Las cifras del conteo para esas cinco entidades municipales se presentan en el Cuadro 3. De cualquier forma, llama la atención que más de un tercio de las viviendas (35.7 por ciento) permanecieran deshabitadas, o en todo caso con una ocupación temporal.

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Estas dos categorías de viviendas señaladas en el cuadro 3 comprenden tanto las viviendas nuevas como las ampliadas o tradicionales que no habían sido modificadas al momento de hacer el levantamiento realizado por el INEGI. Aunque si bien ese ejercicio de registro no hace distingo alguno al respecto, de cualquier forma no deja de ser significativa la alta proporción de viviendas vacías o subutilizadas en la zona, cualquiera que sea su condición constructiva o de diseño.

Asimismo, el cuadro indica el total de viviendas para Oaxaca y las cifras que tuvo esa entidad en viviendas deshabitadas, de las que el Conteo arrojó en 2005 un total de 156 981, cifra que representa 15 por ciento de todas las viviendas de Oaxaca para ese año. A esa cifra no necesariamente se le agrega la correspondiente a viviendas de uso temporal. Empero, cabe considerarlas porque se refieren de manera más directa al asunto cubierto por este apartado. Así, tenemos que las registradas como de uso temporal sumaron entonces 86 230, constituyendo otro 8.2 por ciento de todo el parque habitacional de esa entidad federativa. Como quiera que sea, fueron casi 250 mil viviendas que no se estaban usando o tenían un uso temporal.

Oaxaca, por otra parte, es la segunda entidad federativa, después de Morelos, con el mayor número de viviendas de uso temporal. En el caso de este último estado buena parte de los espacios habitacionales que se usan de manera parcial son casas de fin de semana o para vacaciones. En especial, un cierto número de los habitantes de la ciudad de México poseen una cantidad que asciende a cientos de miles de esas viviendas21 en un amplio número de localidades morelenses. En cambio, las viviendas de uso temporal de Oaxaca tienen esa condición debido a otras razones. Cabe considerar que la principal de ellas sea precisamente la que se refiere a la migración internacional de quienes la ocupaban, incluyendo por supuesto a aquellas que se construyeron y que prácticamente han estado casi todo el tiempo desocupadas.

Pero incluso las casas cuyas familias propietarias sí vienen a ocuparlas por periodos estacionales, que por cierto nunca son superiores a 30 días de cada año, representan un gasto para los trabajadores migratorios. Mismo que, dadas las condiciones de crisis laboral en Estados Unidos, se está volviendo difícil de cubrir para estos trabajadores internacionales. Hasta cabe preguntarse sobre aquellos inmuebles que llegan a ser habitados por quienes se vieran obligados a regresar a sus comunidades, ¿qué tanto podrán esos usuarios mantenerlos, si dejan de contar con los ingresos que disfrutaban trabajando en Estados Unidos?

Cambios en edificios y espacios públicos de la Mixteca Alta

Los espacios de uso colectivo en las comunidades mixtecas, al igual que las casas, es frecuente que experimenten cambios mediante readecuaciones, ampliaciones, obras de mantenimiento y hasta uno que otro inmueble nuevo. Buena parte de esos cambios, o la totalidad de los mismos, se sufraga con las remesas enviadas por los migrantes oaxaqueños en Estados Unidos. Este género de financiamiento por parte de los trabajadores internacionales se suele realizar de manera colectiva, más que por envíos individuales. Para ello cada trabajador hace sus aportaciones, a través de las organizaciones de mixtecos y oaxaqueños en aquel país. Entre las muchas existentes, una de las más vigorosas hacia el año 2000 era Oaxacalifornia, organización que en el nombre mismo lo dice todo.22 Éstas generalmente se conforman con grupos de mixtecos procedentes de la misma comunidad de origen. Las remesas colectivas representan una proporción muy reducida de los envíos, pero como se juntan cantidades aportadas por varios trabajadores de un lugar con esos recursos se pueden realizar obras de beneficio colectivo (fig. 9).

A grandes rasgos, las remesas colectivas tienden a destinarse para tres rubros: a) obras comunitarias, b) patrocinio de fiestas cívicas o religiosas y c) proyectos de tipo empresarial.23 En la región que nos ocupa, son los dos primeros rubros los más importantes, y para los efectos de este trabajo están las remesas destinadas a obras comunitarias. Asimismo, las acciones sustentadas económicamente por quienes laboran en aquel país se tienden a centrar en los espacios eclesiásticos de sus localidades de origen. La importancia que los mixtecos confieren a la vida religiosa es un rasgo cultural por demás dominante. En casi toda comunidad, por pequeña que sea, suele haber cuando menos una capilla, siendo muy frecuente que el principal edificio de la localidad sea el templo. Por lo regular, su edificación, cuidado y mantenimiento son sostenidos por la comunidad. Cuando debido a la pobreza colectiva de la comunidad no es posible sufragar gastos importantes que reclama la conservación de esa edificación, ésta se va deteriorando. En cambio, cuando por efecto de las remesas colectivas se cuenta con recursos, los espacios religiosos de las comunidades mixtecas lucen bien cuidados y destacan por su mantenimiento.

Pero también a plazas y palacios municipales se les atiende en gran medida merced a las remesas. Del mismo modo, algunas calles se pavimentan y se mejoran banquetas y áreas verdes en un considerable número de localidades. Sobre todo las correspondientes a las vías de acceso, así como las situadas alrededor de la plaza. La tradición del tequio y otras modalidades de trabajo comunitario,

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al igual que las mayordomías, son prácticas ancestrales que se conservan entre los mixtecos. Su despliegue les ha permitido realizar obras que de otra forma no se hubieran ejecutado (fig. 10).

Sin embargo, aunque una porción de las remesas se aproveche en obras municipales, así como para el remozamiento de los templos o plazas públicas, sólo de manera excepcional llega a emplearse para financiar el desarrollo de actividades productivas en las comunidades de la Mixteca. En otras regiones se han impulsado empresas colectivas, financiadas en buena parte con los recursos enviados por los trabajadores internacionales. Así, en la Sierra Norte de Oaxaca se han iniciado proyectos como el aprovechamiento forestal sustentable, el ecoturismo y el aprovechamiento alternativo del agua, fruticultura, floricultura, piscicultura, así como la producción de pan. A su vez, en varias comunidades rurales de los Valles Centrales se ha promovido el turismo cultural y alternativo, el desarrollo de las artesanías y la promoción de productos tradicionales

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de la región para exportar a los paisanos de Estados Unidos.24 En cambio, en la Mixteca resulta insignificante la proporción de las remesas que va dirigida a la inversión productiva. Lo más común dentro de ese renglón es que una pequeña parte de los envíos de dinero sirvan para instalar algún pequeño negocio familiar, casi siempre destinado al comercio en muy modesta escala.

Conclusiones

En el parque habitacional que existe en las comunidades de la Mixteca Alta todavía está muy extendida la modalidad de la tradicional vivienda de un solo cuarto. Incluso entre las familias más pobres de la zona no está superada por completo la de tipo jacal, elaborada a partir de materiales deleznables y con dimensiones muy reducidas. Ésta constituye un testimonio de la precariedad de los alojamientos donde habitan varias decenas de miles de familias en la región. Asimismo, este hecho se sitúa entre los más importantes para impulsar el cambio de modelo habitacional. Dicho cambio, empero, reclama contar con recursos que permitan financiarlo. Es ahí donde las remesas enviadas desde Estados Unidos pasan a desempeñar un papel de singular importancia. De suerte que la mayoría de las casas nuevas o las ampliaciones de consideración en las existentes suelen estar soportadas en gran medida por los envíos que hacen los trabajadores mixtecos avecindados en aquel país.

Después de todo, aunque han menguado en 2008 las remesas, continúan siendo la segunda fuente de divisas para el país, sólo superadas por los ingresos generados por el petróleo. En efecto, ya hace algunos años que rebasaron a la inversión extranjera directa y a los ingresos generados por el turismo. En regiones secularmente deprimidas, como es el caso de la Mixteca, las remesas tienen un papel vital en para la economía de millares de familias. Casi se podría decir que para buena parte de ellas las remesas son un factor de subsistencia. Pero en manera alguna esta fuente de recursos constituye una estrategia de desarrollo de las comunidades receptoras, en la medida en que es muy poco lo que se destina de ellas a la inversión productiva. Más de 85 por ciento está destinada al consumo y dentro de ello la obtención de alimentos constituye la mayor parte.

El fenómeno de la renovación habitacional ha sido algo permanente, incluso en muchas de las comunidades más aisladas y con mayores carencias de la Mixteca. Sin embargo, en virtud de esas mismas carencias y dicho aislamiento, su ritmo era lento y sólo comprendía alguna que otra vivienda. Por lo regular, las casas que más se han transformado, valga la obviedad, son las de aquellos ocupantes con mayor poder adquisitivo. Ahora que en los últimos años se ha incrementado la migración internacional por razones laborales, ha cobrado fuerza dicho cambio y es mayor el número de casas que se han construido o transformado de manera importante. Aún así, las que cambian siguen siendo minoría hasta en las comunidades que tienen mayor ingreso per cápita.

Como hemos visto, no todos los cambios necesariamente suponen una mejoría habitacional. Ni tampoco todas las permanencias de las viviendas tradicionales representan la preservación de un patrimonio edificado digno. Ciertamente, en algunas localidades de la Mixteca Alta aún hay casas tradicionales que son ejemplos espléndidos de arquitectura vernácula; pero es de lamentar que éstas sólo sean unas cuantas. La imagen de pueblos con rasgos arquitectónicos afortunados y con una unidad tipológica integradora hace ya mucho tiempo que se perdió en la región, y nada más permanecen muestras aisladas en unas cuantas localidades, mas todo parece indicar que paulatinamente éstas también irán desapareciendo. Lo decisivo es que ese cambio tiene como reto trascender los parámetros en que se sitúa la mayoría de las viviendas renovadas actuales, constreñidas entre la precariedad y el pastiche vistoso.

Por otro lado, la embestida de las casas producidas con materiales modernos sigue su proceso expansivo en la región. Éste deriva en cuando menos dos grandes categorías: la primera se concreta en la casa de gran tamaño con rasgos formales más cercanos a los gustos de las clases medias urbanas de nuestro país, incluyendo a veces algunos elementos que recuerdan algo de las casas de esos mismos niveles sociales de Estados Unidos. Y la segunda, un tanto más generalizada, que se liga más con las viviendas de los sectores populares de la ciudad de Puebla, Tehuacán o la capital del país. Por supuesto que entre esas dos grandes tipologías de viviendas nuevas, hay una incuestionable variedad de singularidades que serán motivo de una reflexión posterior, como parte de un estudio más inserto en el ámbito arquitectónico.

Finalmente, en la realización de los cambios habitacionales de la Mixteca Alta, como ocurre en todo el país, los usuarios de las viviendas son en principio quienes deciden cambiarlas y cuál es el sentido de ese cambio. Tras esa decisión están su imaginario y sus expectativas, atemperadas por sus posibilidades o limitaciones financieras, junto con su nivel de información sobre las diversas modalidades de las casas que han visto. Después de todo, quieren una casa que se parezca a alguna que vieron en algún lado y les gustó. Pero entonces entra también el albañil o cualquier otro agente que interviene en la construcción e introduce también sus gustos. En este caso, tratándose de las casas edificadas a partir de las remesas, estos últimos protagonistas pasan a desempeñar en ocasiones un papel determinante. Después de todo, el dueño de la edificación, quien está pagando con sus envíos la obra y se encuentra a miles de kilómetros, no puede estar supervisando el proceso constructivo y ocurre entonces que quien la construye tiene más márgenes de acción para hacerla conforme a sus preferencias.

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Sobre el autor
Guillermo Boils M.
Instituto de Investigaciones Sociales/Facultad de Arquitectura-UNAM.


Citas

  1. Boletín de Prensa del Consejo Nacional de Población, 21 de diciembre de 2005. []
  2. Informe sobre el Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas de México, 2007, p. 13; también el informe correspondiente a septiembre de 2008. []
  3. “Migración y desigualdad”, en Oficina Nacional de Desarrollo Humano, Informe sobre desarrollo humano en México 2006-2007, 2008, pp. 20-22. []
  4. Griselle J. Velasco Rodríguez, José Luis Chávez Servia y Antonio Cruz Álvarez, “Migración de mixtecos oaxaqueños como estrategia de desarrollo familiar” (en línea) [www.sicbasa.com/tuto/AMECIDER]. []
  5. Víctor Ruiz Arrazola, “Remesas y migración en Oaxaca”, en Radar, 7 de abril de 2008, p. 2. []
  6. “Crece el número de mixtecos en EE. UU.”, en Noticias. Voz e imagen de Oaxaca, 3 de marzo de 2008. []
  7. “Deportan a 400 mixtecos por redadas en California”, en Tiempo, Huajuapan de León, 17 de abril 2009. []
  8. Lynn Stephen, Indígenas mexicanos migrantes en Estados Unidos, 2002 p. 3. []
  9. “Informe de la Dirección General de Población de Oaxaca” (en línea) [www.oaxaca.gob.mx/digepo]. []
  10. Oficina Nacional de Desarrollo Humano, Informe sobre desarrollo humano en México 2008-2009, 2009, p. 3. []
  11. Víctor Moya, La vivienda indígena de México y del mundo, 1985, p. 159. []
  12. Henri Lefebvre, The Production of Space, 1967. []
  13. Luis Fuentes I., La vivienda tradicional en la Mixteca oaxaqueña, 1995, p. 21. []
  14. “En Oaxaca aumentaron las remesas en el 2008”, en El Oaxaqueño, 14 de febrero de 2009. []
  15. CNN/Expansión, 29 de abril de 2009. []
  16. “Caen las remesas 40% en la Mixteca”, en Noticias, Oaxaca, marzo 17, 2009. []
  17. Carina García, “Crisis frena regreso de migrantes oaxaqueños”, en Despertar de Oaxaca, 12 de abril de 2009, pp. 1-2. []
  18. Instituto Nacional de Migración, Estadísticas de repatriados por el Programa de Repatriación Voluntaria en 2008 (en línea) [http://www.inm.gob.mx/index], consultado en febrero de 2009. []
  19. Idem. []
  20. Casa y Ciudad, Programa de mejoramiento de vivienda rural en Santa María Yucuhiti, 2007, p. 13. []
  21. En Morelos 9.6 por ciento de todas las viviendas son de uso temporal, mientras en Oaxaca es de 8.2 por ciento. INEGI, “Comunicado 238-96”, 17 de noviembre 2006, p. 2. []
  22. Rafael G. Reyes-Morales et al., Impacto de las remesas internacionales en el desarrollo de las localidades expulsoras de población en Oaxaca, México, 2001, pp. 48-49. []
  23. Juan Ramiro de la Rosa Mendoza, Lilia Romero Amayo, Alma Araceli Pérez Servín, “El alcance económico de las remesas en México: consumo de las familias receptoras”, en El Cotidiano, núm. 140, 2005, p. 81. []
  24. Rafael G. Reyes-Morales et al., “Limitaciones de las remesas internacionales como estrategia de desarrollo local” (en línea) [www.unomaha.edu/ollas/pdf/Papers%20cumbre07/reyes.pdf]. []

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