La historia de la Casa de Moneda de México está íntimamente relacionada con la historia de la plata. Desde los primeros años de la Colonia y hasta que se especializó en la amonedación a principios del siglo XX, la ceca realizaba directamente —o por lo menos compartía —una serie de importantes y muy diversas actividades que abarcaban la evaluación de la calidad de los metales entregados por los mineros—que dio origen a las Oficinas Generales de Ensaye—, la retención de impuestos —que se efectuaba por el Real Apartado—, y el control de la materia prima utilizada por el gremio de plateros. Todo ello, por supuesto, además de suministrar la moneda que impulsó la economía de la Nueva España y de su importante papel en la exportación del metal, que por ley debía salir amonedado.
El Museo Numismático Nacional conserva la memoria histórica de nuestra Casa de Moneda organizada en tres acervos: el numismático, formado por monedas, medallas y herramentales empleados en su fabricación; el de patrimonio industrial, con máquinas y equipos, la mayoría del siglo XIX; y el documental, que incluye un importante fondo documental de los siglos XVII al XX, una biblioteca y una pequeña colección de aproximadamente 8 000 fotografías que se encuentran en la etapa de inventario de control.
Parte de esta última colección es una serie de 28 negativos en cristal de 17.5 x 13 cm, de donde procede la selección que presentamos. Todas las imágenes están en formato apaisado, con excepción de dos tomas verticales; su estado de conservación es óptimo, varias de ellas presentan pérdida de emulsión por las orillas, una se encuentra rota aproximadamente por la mitad y dos más presentan fracturas por alguna de las esquinas. No se ha encontrado información sobre el o los posibles autores.
La homogeneidad, tanto en el tipo de soporte como en el formato, así como la identificación de las áreas y equipos que en ellas aparecen, nos permiten afirmar que la serie corresponde a un periodo de reorganización de los espacios de trabajo de la Casa de Moneda a principios de la década de 1930 y constituye un valioso registro de su equipamiento y procesos productivos de aquellos años. Al relacionarlas con las copias disponibles en papel podemos constatar que en su momento se hizo un juego de contactos, lo que también nos permite concluir que la serie original constó por lo menos de 38 placas.
Durante el periodo que se registra, la ceca se ubicaba en el número 13 de la calle de Apartado, en donde se había establecido unos ochenta años antes, cuando se adquirieron la mayor parte de las máquinas que aparecen en las fotos. Muchas de ellas, gracias a la reorganización que aquí se documenta, así como al mantenimiento y mejoras a que las sometieron sus operarios, funcionaron hasta 1992, cuando el inmueble se destinó a albergar el Museo Numismático Nacional, donde aún los visitantes pueden verlas trabajando.
A fin de contextuar adecuadamente la importancia de estas placas, es necesaria una breve recapitulación de la historia de nuestra ceca. Fundada en 1535, la Casa de Moneda ocupó diversos sitios en el corazón mismo de la capital colonial: en 1535, en las casas de Cortés en el Empedradillo, al costado poniente de la Catedral; en 1562, en las casas de Cabildo y desde 1569 en su emblemático local a espaldas del Palacio de los Virreyes. En ese sitio, actualmente Museo de la Culturas, permaneció durante 272 años, protagonizó el auge de la plata novohispana, vio extinguirse el régimen colonial y atestiguó el nacimiento del México independiente. El avance de los insurgentes sobre la zona del Bajío, que amenazaba el traslado de la plata entre las zonas productoras y la capital, favoreció la autorización para instalar casas de moneda en aquellas regiones, las cuales llegaron a acuñar la mayor parte de la moneda circulante en el país, desplazando y sumiendo en el abandono la ceca capitalina, situación que se vio agravada por la inestabilidad política y económica de las primeras décadas del siglo XIX. Como corolario, en 1848 la Casa de Moneda debió abandonar su casi tres veces centenario local para mudarse a la modesta Casa del Apartado.
Instituido a principios del siglo XVII, el Apartado cumplía con la importante labor de separar el oro que se encontraba asociado a la plata producida por las minas novohispanas. Tanto la acuñación de monedas como el apartado de los metales estuvieron concesionados a diversos contratistas, hasta que en 1732, en el contexto de las reformas borbónicas, la Casa de Moneda se convirtió en un establecimiento real, ocurriendo lo mismo en 1778 con el Apartado, que fue agregado a la Real Ceca, lo cual resultaba lógico, puesto que en la práctica éste era el medio que utilizaban los particulares para introducir metales a la amonedación. Con la consumación de la Independencia, en 1822 se decretó el cese del apartado convirtiéndose en una actividad libre.
En 1823 Lucas Alamán trajo de Europa a México nuevas técnicas de apartado mucho más eficientes y las puso al servicio de los mineros mexicanos en el establecimiento que se ubicó en los terrenos de Campo Florido, al sur de la plaza de la Ciudadela. En el año 1842 Antonio López de Santa-Anna, quizá animado por el éxito rotundo del negocio de Lucas Alamán, decidió restablecer el Apartado como monopolio del Estado y reedificar su sede casi por completo, lo que incluyó la rectificación del trazo del patio principal, la construcción de impresionantes naves para la fabricación de ácido sulfúrico y el apartado. El proyecto contó con la participación del célebre arquitecto Lorenzo de la Hidalga, y el Apartado, ubicado en la calle a la que había dado su nombre, fue reinaugurado el 16 de julio de 1843 como Apartado General de la Nación.
En 1848, como ya se señaló, la Casa de Moneda se trasladó al Apartado, iniciándose un periodo de convivencia de las dos entidades que obligó a una redistribución de los espacios, el derribo de algunos locales (incluidos algunos de los recientemente inaugurados) y la construcción de otros nuevos para albergar a la ceca en las mejores condiciones posibles. Dadas las ruinosas condiciones de sus equipos, el cambio de sede se aprovechó para la adquisición de nueva maquinaria a vapor.
Durante el Porfiriato, el gobierno decidió recuperar el control tanto de la Casa de Moneda como del Apartado, lo cual no se concretó sino hasta 1894. Para el siguiente año, el gobierno había adquirido más terrenos hacia el sur del complejo y construido en ellos nuevas instalaciones para el Apartado, con lo que se solucionaba la caótica situación que guardaban ambos establecimientos al compartir el varias veces centenario inmueble.
La reforma monetaria de 1905 supuso la cancelación definitiva del Apartado, con lo que se dio una nueva etapa de redistribución de los espacios, ya que la Casa de Moneda se vio en posibilidad de ocupar los locales edificados apenas entre 1895 y 1899.
Por esa época, la Casa de Moneda vivió un intenso periodo de reconversión tecnológica que incluyó la sustitución de la fuerza del vapor por la eléctrica como generadora de fuerza motriz, y el abandono de la leña como fuente de calor para comenzar a utilizar combustibles líquidos. Los locales dejados por el Apartado se adecuaron para albergar un sistema nuevo de fundición, basado en la quema de steamed oil, la adopción de crisoles de grafito y de manera sobresaliente, el estreno de un ingenioso sistema de moldeo llamado sistema Vergara en reconocimiento a su inventor, el ingeniero Bartolomé Vergara. Esta nueva fundición se dividió en dos secciones: la de oro y plata, y otra más extensa para el procesamiento de cobre o aleaciones con base en este metal.
Tanto el local que había venido albergando hasta entonces la fundición de la Casa de Moneda, como la imponente sala en que se producía el ácido sulfúrico para el apartado de los metales, quedaron reducidos a simples bodegas. La adopción de nuevos métodos y técnicas en la fundición, así como la adaptación de las viejas máquinas de tecnología de vapor a la fuerza eléctrica, dieron como resultado un alto nivel de productividad a la Casa de Moneda durante las dos primeras décadas del siglo XX, es decir, desde las postrimerías del régimen de Porfirio Díaz, durante el periodo armado de la Revolución, hasta los primeros regímenes revolucionarios.
En 1931, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público decidió que sus Talleres de Impresión de Estampillas y Valores (TIEV) se anexaran a la Casa de Moneda y funcionaran bajo la misma dirección, para lo cual se tomaron medidas inmediatas. La principal consistió en derribar la casa que ostentaba el número 23 de la calle del Apartado, que era ocupada por el conserje y parte de la servidumbre de la Casa de Moneda, para aprovechar el terreno en la construcción de una amplia nave destinada a albergar a los TIEV.
Inconforme con la medida, el director de la Casa, ingeniero Francisco Valdés, argumentaba que se presentarían complicaciones de índole técnica, pero sobre todo “de carácter social”. Por tal motivo presentó a la Secretaría su renuncia, la cual no le fue aceptada y poco tiempo después la orden de anexión fue revocada, manteniéndose los talleres de impresión y la ceca como establecimientos independientes.
El resultado fue una nueva y última ampliación del complejo, en la que se agregó una extensión considerable a la sala de amonedación, donde se ubicaron dos baterías de laminación de desbaste, una de laminación intermedia, dos de laminación de ajuste y dos líneas de corte de cospel, entre otros equipos.
A la reorganización de los espacios en amonedación se sumó el traslado de las fundiciones a la hasta entonces semi ociosa vieja fábrica de ácido sulfúrico. Los locales dejados por las fundiciones fueron equipados como talleres (mecánico, eléctrico, herrería, alfarería, plomería y carpintería). Las fotografías que forman esta selección ilustran justamente el proceso de reorganización de los espacios con motivo de la fallida fusión de la ceca con los TIEV.
La configuración resultante de las áreas fabriles se conservó básicamente igual hasta el momento del cese de la producción en 1992, cuando se decidió destinar el inmueble a albergar el Museo Numismático Nacional. A partir de 1970, la Casa de Moneda tuvo una planta industrial moderna en la Calzada Legaria, que se suprimió en 1999, y en 1983 se inauguró la planta de San Luis Potosí, donde ahora se concentran las operaciones industriales de la Casa de Moneda de México.
Consideramos que estas imágenes son de gran importancia, ya que ilustran un periodo de nuestra historia institucional en la que, merced al trabajo de los monederos mexicanos, nuestra ceca había alcanzado un nivel de eficiencia que, pese a la obsolescencia de los equipos, no sólo garantizaba a la nación una autosuficiencia plena en cuanto a la acuñación de moneda, sino que menos de dos décadas después permitió acuñar moneda para otros países.
A continuación se presenta cada una de las fotos seleccionadas, acompañadas con sus respectivas descripciones como pie de imagen. Con excepción de la identificada con el número 8, de la que sólo existe un contacto, en todos los demás casos se conservan en el Museo los negativos originales en soporte de cristal.
Sobre el autor
Salvador García Lima
Museo Numismático Nacional.