Las mujeres han formado parte activa de la construcción histórica de México desde el periodo prehispánico. En todos los órdenes de la vida, su presencia ha dejado una huella indeleble que, hasta hace poco tiempo, la historiografía nacional solía brindarle muy escasa o nula atención.
Gracias a los trabajos de investigación surgidos en los últimos años, podemos ahora reconocer el papel fundacional que las mujeres han jugado en aspectos y momentos clave de la vida nacional. Inmersas en la llamada economía de mercado desde el periodo colonial, inteligencia y mano de obra femenina se descubren casi indispensables en las actividades artesanales, industriales, comerciales y financiera del periodo. Hasta aquí, constatamos igualmente que su presencia en los asuntos públicos no marchaban de la mano con su aportación económica y cultural, presencia acotada, fundamentalmente, por un discurso moral de orden religioso que les reservó el cuidado del hogar y la familia como única opción. En ese páramo sor Juana se erige como el frondoso jardín que lo llena todo.
El México independiente y las ideas liberales que le acompañaron desde el inicio, prometió abrir cauces inéditos de expresión femenina; sin embargo, la censura de Lucas Alamán al activismo político de doña Leona Vicario mostró, sin titubeos, que la cultura virreinal aún no terminaba. Fue hasta finales de la administración porfirista, cuando con la consolidación de la economía nacional la presencia femenina se fortaleció como sector productivo y reclamó mayor equidad social. La Revolución de 1910 como detonador político y la frontera norte como epicentro geográfico, impulsaron de manera definitiva la conciencia femenina hacia el reclamo de derechos políticos largamente postergados, entre los que destaca el derecho al sufragio. Maestras, farmacéuticas, obreras, parteras, enfermeras y costureras de voces y rostros anónimos, dieron forma a un primer feminismo. Hoy se sabe también de los esfuerzos individuales que aportaron en pro del reconocimiento femenino mujeres como Hermila Galindo, Leonor Villegas o Jovita Idar.
En todo ese periplo histórico, la condición femenina ha cruzado por situaciones límite que van más allá de su secular condición de rezago político; pobreza, marginación y prostitución son de suyo problemas irresueltos que han obligado al discurso feminista original a un cambio sustancial en su percepción de la condición femenina, que transita de las diferencias biológicas a un discurso de género más complejo, que asigna gran relieve a las diferencias sociales.
Documentar en el horizonte histórico los procesos que han llevado a la construcción de un discurso de género en México es una tarea que apenas inicia.
En el presente volumen de Dimensión Antropológica, un grupo de especialistas convocadas por la maestra Delia Salazar ofrece el resultado de sus recientes exploraciones y ensaya nuevas explicaciones en torno al problema.
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