El 15 de agosto de este año la comunidad antropológica y lingüística sufrió una irreparable pérdida con el fallecimiento de Leonardo Manrique Castañeda. Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia desde principios de los años cincuenta; fundador de la Dirección de Lingüística en 1968 y formador de un sinnúmero de generaciones no sólo de lingüistas, sino de antropólogos físicos, arqueólogos, antropólogos sociales, historiadores, etnohistoriadores, etcétera.
El profesor Manrique -como todos le llamábamos- nació en la Ciudad de México, Distrito Federal, el 17 de agosto de 1934. Sus padres, la señora Teodosia Castañeda y del Pozo y don Luis E. Manrique Guillén -ambos profesores de profesión- fueron quienes le transmitieron su pasión por la docencia; así, el profesor Manrique se convirtió en maestro de primaria y normalista, posteriormente se desempeñó en todos los ámbitos educativos, destacando particularmente su labor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Siendo aún un niño surgió en él el interés por conocer y estudiar “las cosas que habían sido de los indios, los indios de ahora”, así que al terminar el magisterio en la Normal de Maestros, ingresó a la ENAH en 1955, en donde se impartían las carreras que tanto le habían fascinado.
Su interés mayor fue hacia la Arqueología, aunque le entusiasmó también la Lingüística y le atrajo la Antropología Física. La Etnología, a pesar de que le llamaba la atención, no fue de sus pasiones. La decisión fue difícil y optó por inscribirse y cursar al mismo tiempo las carreras de Arqueología y Lingüística.
Sus profesores le insistieron buscara la relación entre la Lingüística y la Etnología, y no entre la Arqueología y la Lingüística. Accedió a sus propuestas aunque sin renunciar a su propia convicción. Así, además de cursar las dos carreras inicialmente seleccionadas, se inscribió en algunos cursos de Etnología, pero sin quedarse sólo ahí -en su avidez de conocimiento-, en los breves espacios de tiempo libre tomaba algunas materias de Antropología Física.
Después de todos los ires y venires con las cuatro carreras, habiendo concluido todas ellas, el profesor Manrique se encontraba ante otra importante decisión en su vida: la presentación y defensa de una tesis. Su deseo de estudiar y trabajar con grupos indígenas actuales con la idea de contribuir a su mejoramiento fue lo que finalmente le ayudó a tomar la decisión y elaborar la tesis “Esbozo descriptivo del pame meridional de Jiliapan, Hidalgo”, con la que se convirtió profesionalmente en lingüista, con una amplia formación como antropólogo integral.
El profesor Manrique fue -como él mismo lo decía- “de los pocos lingüistas de título”, pero era y sigue siendo reconocido como uno de los antropólogos integrales de la antropología en México, sino es que el último.
En su formación profesional jugaron un papel importante las enseñanzas de sus maestros: Mauricio Swadesh, Juan Comas, Pedro Bosch-Gimpera, Roberto Weitlaner, Pablo Martínez del Río, Román Piña Chán, entre otros. Pero definitivamente, si él no hubiese aportado esa pasión por el conocimiento antropológico, no hubiésemos contado con el Manrique de explicación clara y extendida para sus alumnos, del comentario acertado y a veces polémico para sus colegas, de la disposición indeclinable y del profundo placer de transmitir sus conocimientos, lo mismo a colegas que alumnos o a cualquier persona interesada en esos temas.
En cada una de las etapas de su vida profesional, el profesor Manrique contribuyó al conocimiento antropológico y dejó huellas imborrables, como la creación de la Sección de Lingüística del Museo Nacional de Antropología en 1968, la que dos años después -a insistencia de él-, llegó a convertirse en el Departamento de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Durante los 20 años que permaneció al frente del Departamento de Lingüística siempre pugnó por hacerlo crecer tanto en espacio físico, como en personal, solicitando la creación de nuevas plazas para investigadores dedicados al estudio de las lenguas indígenas de México.
Su paso por la ENAH -de la que además de docente fue subdirector- dejó huellas importantes cuando participó activamente en la reformulación de los planes de estudio de las licenciaturas. Impartió cursos en todas las especialidades y en casi todas las generaciones después de su titulación.
En 1989 fue nombrado Coordinador Nacional de Investigación del Instituto Nacional de Antropología e Historia en donde su labor innovadora también dejó marcas indelebles como la creación de las primeras bases de datos conteniendo la información de todos los investigadores del INAH, para formular un Catálogo de Investigadores.
Su preocupación por transmitir el conocimiento se mantiene presente en los trabajos que ha publicado en todos los campos de la antropología: teorías acerca de la escritura glífica en estelas y códices, definición de Mesoamérica, filiación de las lenguas indígenas de México, etcétera. También se refleja en la edición del Atlas Lingüístico, en el que su pluma se manifiesta en la palabra sencilla y la explicación simple. Otro ejemplo lo tenemos en el libro que, en colaboración con su hija Jimena, editó sobre la Flora y fauna de México, para consulta de cualquier persona, aun los no especialistas.
El profesor Manrique fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor emérito del INAH.
Definitivamente, Leonardo Manrique Castañeda -el profesor Manrique- ha dejado en todos nosotros tantas enseñanzas y tantas obras que seguirá con nosotros por siempre.
Sobre la autora
Susana Cuevas Suarez
Dirección de Lingüística, INAH.