Ignacio Guzmán Betancourt (1948-2003)

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El pasado 25 de septiembre, la Lingüística mexicana perdió a uno de sus más reconocidos investigadores, Ignacio Guzmán Betancourt. Estudioso de mirada muy amplia, publicó trabajos de índole variada dentro de la Lingüística y abrió camino en una nueva senda, la de ahondar en las ideas lingüísticas de los autores mexicanos, desde el siglo XVI hasta nuestros días.

Nacido en Villa Unión, Sinaloa, el 18 de enero de 1948, cursó la escuela primaria en su ciudad natal. En 1962 se trasladó a Mazatlán donde se formó como bachiller, y, al recibir este grado, se instaló en la Ciudad de México en 1967. En la capital ingresó a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la ENAH, donde cursó la carrera de Lingüística y el 7 de diciembre de 1974 obtuvo la maestría con la tesis “Fonología y morfología del náhuatl de Santa Catarina, Morelos”.

En 1974 fue nombrado Investigador Titular “C” de la Dirección de Lingüística del INAH. Entre 1974 y 1976 siguió los cursos de doctorado en Lingüística Hispánica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1976 recibió una beca del Gobierno de Francia para seguir estudios de doctorado en la Universidad de Estrasburgo.

Durante estos primeros años de vida académica, se preparó como estudioso del náhuatl moderno e hizo trabajo de campo sobre esta lengua en el Estado de México, Jalisco, Colima y Morelos. Tuvo como asesores a los profesores Roberto Escalante, Leonardo Manrique Castañeda, Otto Schumann y Jorge A. Suárez; además comenzó a impartir clases en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, primero como profesor de Lingüística general, y poco después, de Lingüística Indoeuropea y Geografía lingüística.

En 1976 partió para Estrasburgo a cursar el doctorado y el 30 de junio de 1980 defendió su tesis titulada “Evolution semantique des termes designant la parentée dans les langues romanes. Étude de semantique diachronique estructurale”. La tesis obtuvo la mención de Très bien. En Estrasburgo tuvo la oportunidad de tratar de cerca a figuras de la Lingüística universal como Eugenio Coseriu, Kurt Baldinger y Georges Straka, quien le dirigió la tesis. Y algo muy importante, allí consolidó unos intereses lingüísticos, podríamos decir universales, al entrar de lleno en la Lingüística románica y en nuevas lenguas, como francés, italiano y alsaciano principalmente.

De regreso a México, en 1980, se reincorporó a su puesto de Investigador Titular “C” en la Dirección de Lingüística del INAH, en el Museo Nacional de Antropología. Un año antes había publicado su tesis de maestría con el título de “Gramática del náhuatl de Santa Catarina, Morelos”, hecho que culminaba una etapa de su vida. A partir de 1980, sus intereses académicos cristalizaron en una nueva línea de investigación, y, sin olvidar el náhuatl y el otomí, sus dos amores mesoamericanos, emprendió la tarea de ahondar en el estudio de las ideas lingüísticas. En este mismo año, Ignacio tomó a su cargo un nuevo proyecto al que tituló “Historia de las ideas lingüísticas en México”. En rigor, el nuevo proyecto era nuevo también en el panorama lingüístico del país.

Desde el principio acometió la nueva tarea con entusiasmo y creatividad, desde una perspectiva muy abierta a otras disciplinas del conocimiento, como la filología, la historia, la antropología, la literatura, la psicología y la historia de las religiones. Los frutos de este proyecto forman una parte sustantiva de su currículum. Entre varios títulos se pueden recordar Dialecto: una noción lingüística desafortunada, publicado en 1981 y enriquecido en 1983, y Primeros empleos de la palabra lingüística, de 1993. Gustaba partir de algo muy concreto para llegar a lo universal. Es importante destacar que este proyecto fue el germen de un seminario que se formó en el año 2001 con cuatro investigadores de la Dirección de Lingüística, dos de la UNAM y dos de la ENAH.

A lo largo de 23 años, el proyecto de Ignacio dio muchos frutos que hoy podemos conocer en más de media docena de libros y más de 60 artículos publicados en revistas especializadas y de divulgación. Los frutos son variados: ideas lingüísticas concretas, etimologías, estudios de toponimias, biografías. A esto hay que añadir prólogos, traducciones de libros del inglés y francés y ediciones de gramáticas como la de Antonio del Rincón, y de grandes crónicas como la de Andrés Pérez de Ribas. Por si esto fuera poco ha dejado impresas un considerable número de Memorias de congresos y de simposios conmemorativos de instituciones académicas.

Ignacio Guzmán Betancour, a lo largo de su vida, recibió muchos reconocimientos; además de la beca del Gobierno de Francia, fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1986; invitado especial en congresos como plenarista; cronista de Chimalhuacán-Chalco, comunidad a la que dedicó varios estudios. Fue miembro fundador y presidente de la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística en el año 2000.

En octubre de 2003 estaba prevista su elección como miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, galardón que él estimaba mucho. Los colegas y amigos esperábamos su restablecimiento para que pudiera llegar con salud a la silla de académico, sin embargo la fortuna no le ayudó…, pero el reconocimiento está ahí como broche final de una vida entregada al estudio de la creación lingüística.

Sobre la autora
Ascensión Hernández de León-Portillas
Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.

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