La gran dificultad es por tanto considerar
la unidad de lo múltiple y la multiplicidad
de la unidad. Aquellos que ven la diver-
sidad delas culturas tienden a ignorar la
unidad de la humanidad; aquellos que ven
la unidad de la humanidad tienden a des-
cartar la diversidad de las culturas.
Edgar Morin, L’identité humaine
El grupo de procesos conocido como “globalización” o “internacionalización”, está construyendo una nueva situación sociolingüística,1 por lo menos para las áreas del planeta más avanzadas económicamente -y tecnológicamente-, que necesitamos explorar y entender completamente si queremos ser capaces de controlar sus efectos y manipular su desarrollo.
Las consecuencias lingüísticas de este fenómeno son causadas principalmente por el agudo incremento en la transnacionalización de las economías (con una tendencia hacia el libre mercado global y el establecimiento de grandes corporaciones por medio de fusiones y adquisiciones), y los avances en las tecnologías de la comunicación.
En el primer caso, vemos cómo la ampliación de las fronteras tradicionales de mercado genera la necesidad de aprender nuevas lenguas para facilitar las negociaciones con los nuevos proveedores y clientes potenciales. Asimismo, conforme las corporaciones multinacionales absorben a las firmas nacionales y en nuevos territorios se establecen fábricas pertenecientes a las primeras, surge la necesidad de que el personal (especialmente el altamente calificado y aquellos de posiciones gerenciales e intermedias) posea y conozca el uso cotidiano de lenguas diferentes a las de sus comunidades tradicionales. Entonces esta serie de factores económicos tiende a producir cambios en las competencias lingüísticas que se requieren profesionalmente y, por lo tanto, en el factor “lengua de trabajo” que, como sabemos, puede tener gran influencia, en contextos específicos, en la estabilidad o el abandono de lenguas de grupos humanos.
En el segundo caso -avances en las tecnologías de comunicación- el fenómeno Internet, particularmente en el “primer mundo”, ha permitido a la gente el acceso a larga distancia a los contenidos web y el contacto cotidiano con otros, rompiendo así los límites de la proximidad física. En nuestros días, una gran cantidad de gente se comunica electrónicamente con otras personas que viven a muchos kilómetros de distancia y cuya lengua materna puede ser cualquiera dentro de un rango de códigos diferentes. Además, los satélites de comunicaciones facilitan crecientemente la recepción de transmisiones producidas a grandes distancias del punto de recepción y, por lo tanto, en lenguas diferentes a las de la comunidad tradicional.
También estamos viendo algunas acciones, en gran medida en respuesta a estos cambios, en la organización política de importantes porciones de la humanidad, particularmente a escala continental. Así, en Europa se está produciendo una integración financiera, política y cultural. Este proceso requiere soluciones a los problemas causados por la creación de una gran área de fluida interrelación entre un gran número de grupos humanos hablantes de diferentes lenguas.
Por lo tanto, las áreas tradicionales de comunicación e interrelaciones humanas están experimentando un importante crecimiento. Hasta ahora, estas áreas habían garantizado la conservación de un cierto status quo histórico que, por lo menos para los grupos capaces de retener su autonomía política, había sido capaz de mantener a los individuos y a las sociedades en un cierto monolingüismo funcional.
La expansión en las áreas de interrelación humana (principalmente la económica y la tecnológica), está propiciando el importante fenómeno de la bilingualización o de la poliglotalización funcional de muchos individuos. Esto se debe a las exigencias lingüísticas de la nueva situación y al hecho de que más y más gente ve ventajas en poseer competencias lingüísticas múltiples. Una novedad de este proceso es que el conocimiento de otras lenguas o tener que usarlas con diferentes interlocutores o para distintas funciones (un problema que previamente afectaba sólo a los grupos de elite, minoritarios o a pequeños grupos lingüísticos) es ahora un fenómeno de todos los días para muchos individuos de grupos lingüísticos numerosos y de grupos lingüísticos mayoritarios dentro de sus Estados.
Este amplio contacto de lenguas y las necesidades políglotas de más y más miembros de grupos humanos que eran, hasta ahora, no minoritarios (en el sentido tradicional de la palabra), están generando sentimientos de amenaza cultural y reacciones defensivas experimentados previamente sólo por grupos habitualmente minorizados por medio de la integración política sin el reconocimiento político y público. Aunque estos sentimientos de inseguridad y amenaza lingüística pueden ser exagerados en la mayoría de los casos, el efecto de la globalización podría ser un punto de inicio de una revisión seria de los fundamentos de la organización lingüística de la humanidad en su totalidad. La lógica de sentirse amenazados no es exclusiva de los grupos políticamente subordinados; ahora que engloba a aquellos que están empezando a sufrir la (inter)dependencia de las economías, la tecnología y los medios masivos de comunicación, debería utilizarse para incrementar la comprensión de la situación clásica de la minorización por grupos más grandes, minorizadores. Bien podríamos estar en el umbral de una nueva era en la historia, donde la fraternidad lingüística y el entendimiento entre los diferentes grupos humanos puedan progresar y generar nuevos y más justos principios de organización política y lingüística que aquellos de por sí ya presentes.
Una cuestión extremadamente importante surgida a partir del creciente contacto y las interrelaciones es cómo los humanos podemos llegar a entendernos a pesar de los grupos lingüísticos de los que provenimos, ya que la escala normal de comunicación se está expandiendo de ser meramente estatal y regional a ser continental e incluso a escala planetaria. ¿No sería hora de que la humanidad comenzara a pensar sobre cómo resolver la cuestión de la comunicación entre las especies en su totalidad?
En la práctica, puesto que no hay estructuras efectivas para la organización política planetaria para discutir este problema general, cada individuo y organización resuelve sus necesidades comunicativas con el mundo externo de la manera que más le conviene. Debido a la importancia económica y tecnológica de los países anglohablantes y de su supremacía política a través de los dos últimos siglos, su lengua se considera capaz de resolver adecuadamente las necesidades de intercomunicación presentes y futuras de las sociedades contemporáneas; por lo tanto está siendo gradualmente adoptada por un mayor número de gente y organizaciones. El inglés es sin duda el idioma que con más frecuencia se aprende como segunda lengua, ya que se usa como código para las relaciones entre los diferentes grupos lingüísticos y el más habitual en la comunicación internacional, científica y comercial.
Este crecimiento exponencial en la competencia y el uso del inglés, que a veces es innecesario por esnobismo o como señal de “modernidad”, está causando una polarización igualmente peligrosa en muchas áreas: por una parte, hay grupos que se están uniendo contra la enseñanza y práctica de esta lengua debido a su condición de “lengua imperialista” (particularmente asociándola con la hegemonía norteamericana actual), mientras que por otra parte, hay elites que la están adoptando como su lengua habitual y dándola a sus hijos, pensando en las ventajas financieras y simbólicas que les redituará. Esto puede iniciar un proceso de cambio de lengua en ciertos estratos sociales, cuyo comportamiento podría ser copiado luego por grupos más grandes de la sociedad. Como sabemos, esto podría llevar a un abandono general progresivo del uso de la lengua propia de la comunidad.
Sin embargo, el nuevo contacto de lenguas se puede extender más allá del inglés (claramente, la lengua con la extensión L2 más amplia), particularmente en áreas no occidentales, a lenguas con hegemonía regional, dentro del contexto de los procesos de integración económica a esta escala. En África, por ejemplo, las lenguas como el suahili se estan extendiendo más allá de sus fronteras tradicionales; en Latinoamérica, el español está dando los últimos toques a su penetración en los grupos lingüísticos indígenas. El árabe también se está consolidando en una vasta área y fenómenos similares también podrían ocurrir en Asia. El contacto de lenguas, por lo tanto, va cada día en aumento entre los diferentes grupos humanos. El gran reto es cómo controlar este contacto y cómo organizar armónicamente la intercomunicación estatal, regional y planetaria sobre la base de la diversidad lingüística existente.
Más allá de estos cambios, el proceso actual de globalización también es parte de la desesperación económica y una misión para el progreso. Estas últimas situaciones están causando un incremento en el movimiento de grupos significativos de gente de un área lingüística a otra. Las potenciales consecuencias de dichos movimientos son significativas, dependiendo de las circunstancias, tanto para los inmigrantes como para las sociedades receptivas, particularmente si las segundas son grupos políticamente minorizados o si usan lenguas en áreas demográficas pequeñas. Algunos ecosistemas socioculturales, que eran de por sí inestables y que tenían un equilibrio deficiente antes de la llegada de los nuevos grupos de inmigrantes, pueden verse afectados por la evolución lingüística de los individuos desplazados. Los nuevos inmigrantes pueden pensar que deberían ajustar su comportamiento lingüístico hacia el grupo dominante o lengua mayoritaria, en lugar de ir hacia el código del grupo receptivo subordinado o al grupo con estatus de minoría en el Estado. Sobra decir que este comportamiento puede ayudar a incrementar la minorización demolingüística de este grupo y causar la tensión intergrupal.2
Sin embargo, también la migración puede causar el abandono y pérdida de un grado significativo de diversidad lingüística en los casos donde la vasta mayoría de sus miembros deja el territorio histórico y se integra individualmente a otras sociedades donde tiene pocas posibilidades de continuar usando su código de origen.
También hay, por lo tanto, una clara necesidad de que las autoridades públicas a todas escalas, desde lo planetario hasta lo local, se enfoquen en las necesidades contemporáneas y los problemas lingüísticos de la humanidad. Esta cuestión ya no es sólo de las “minorías” desdeñadas, sino de una especie culturalmente diversa que quiere vivir en armonía y solidaridad, enfrentando cualquier situación potencialmente problemática que pudiera surgir.
Diversidad e intercomunicación: enfocando el contacto
de lenguas utilizando la perspectiva de la “complejidad”
La cuestión más problemática planteada en la introducción anterior es cómo hacer compatibles dos hechos aparentemente contradictorios: la permanencia de la diversidad lingüística creada por la humanidad por medio de su diáspora por todo el mundo, y la necesidad de intercomunicación entre estos grupos de individuos lingüísticamente diversos en la nueva era –glocal–3 de reunificación positiva de las especies. Parece claro que deberíamos alejarnos de la visión dicotómica que nos forzaría a resolver la antinomia optando por un lado o por el otro de la ecuación. La humanidad es diversa lingüísticamente, y los grupos humanos entienden y apoyan la permanencia de esta diversidad. Estos mismos grupos humanos también advierten que están destinados a vivir juntos en solidaridad en este planeta llamado Tierra. El problema puede ser la manera en la que percibimos la realidad, y no la realidad misma. La dificultad estriba en el cambio conceptual y de pensamiento, y no en la noción de que sería imposible realizarlo.
La extraordinaria tendencia de los seres humanos a pensar en términos de dicotomías podría ser el origen del problema. En el pasado, y aun en nuestros días, esta tendencia a pensar en términos de dicotomías parece haber dominado el enfoque del contacto de lenguas, haciendo así imposible para todos los grupos involucrados vivir en un estado de tranquilidad más armónico. La vasta mayoría de los Estados parece encontrar imposible o muy difícil estructurarse políticamente de tal manera que permitan tanto la continuidad de la vida lingüística de sus grupos constituyentes como la intercomunicación necesaria entre estos grupos para la vida en común. La gran mayoría parece escoger una opción sobre la otra: o imponen una única lengua oficial para todos los grupos, sin reconocer la diversidad (y frecuentemente explícitamente contra ella), o se reconocen los grupos lingüísticos existentes pero el asunto de la intercomunicación no se resuelve satisfactoriamente. Es difícil creer que cualquiera de las opciones pueda tener un futuro en la era actual de la humanidad: en vista del crecimiento positivo de la conciencia democrática e igualitaria de los grupos humanos y la dignidad de cada uno de ellos, los grupos históricos, que hasta ahora han estado subordinados, no se van a quedar de brazos cruzados permitiendo que se introduzcan soluciones que les condenen a una existencia lingüística reducida cuando podría ser completa y normal. Además, no es sustentable una organización política y lingüística que no considera las mejores formas de intercomunicación entre sus componentes.
Por lo tanto, no hay alternativa sino explorar imaginativamente otras formas de organización política y lingüística que pudieran hacer compatibles los dos objetivos anteriores: conservar la diversidad lingüística y la dignidad de todos los grupos lingüísticos históricos, al mismo tiempo que se aseguran la intercomunicación fluida y un sentimiento de solidaridad entre nuestras especies.
Creo que podemos ser capaces de llegar a algún tipo de solución si exploramos las ideas originadas a partir de la perspectiva de la “complejidad”, que usa las contribuciones básicas de las aproximaciones cognitiva, sistémica, ecológica, caológica y holística. El autor que considero mejor provisto para conceptuar la “complejidad” en su aplicación a los asuntos humanos, es el antropólogo, sociólogo y pensador francés Edgar Morin. Es por medio de este paradigma que aprendemos a reconocer los límites de nuestras representaciones de la realidad y nos volvemos conscientes de la revisión de las categorías por medio de las cuales vemos el mundo y nuestra existencia.4 Nuestras representaciones están dominadas por conceptuaciones que vienen básicamente del mundo material y no de nuestro propio mundo mental. Las representaciones residen y se producen en el cerebro/mente, lo que no significa que las representaciones sean automáticamente conscientes ni que estén al tanto de dónde y cómo se producen.
Las representaciones que han dominado -y siguen dominando- el pensamiento occidental (que después se extendió a muchas otras partes del mundo) se basan en las propiedades de elementos materiales, físicos, usando la lógica aristotélica, fundada sobre el principio de identidad y de exclusión del tercero.5 Por ejemplo, si un lugar es ocupado por algo, no puede ser ocupado por nada más. Esta visión, cuando se aplica automáticamente al campo de las relaciones humanas (como es frecuentemente el caso), significa que si un Estado o un grupo ya posee una lengua, no puede poseer otra. En segundo lugar, si los individuos se ven a sí mismos como pertenecientes a una “identidad”, no pueden considerarse miembros de ninguna otra. Éste no es necesariamente el caso en el mundo sociocognitivo mental. Un individuo puede saber varias lenguas, distribuir su uso y formar parte de diferentes categorías de identidad, dentro de las sociedades humanas. La lógica de la complejidad, entonces, “escapa, en sus puntos más fundamentales, a la lógica binaria del ‘todo o nada'”.6 Esta visión de las cosas, con más categorías del “tipo-agua” o flexibles, en lugar de las de “tipo-roca” o rígidas,7 puede, por lo tanto, promover la reformulación de las situaciones, resultando en nuevas posibilidades que se necesitan explorar -junto con las dificultades que esto seguramente traerá consigo- con imaginación, creatividad y rigor.
Lo más probable es que el mundo y las sociedades serían mucho más simples si hubiera sólo una lengua o identidad. Esto sin duda les gustaría a quienes apoyan el pensamiento simplista y simplificador -que probablemente seríamos todos si pudiéramos. Sin embargo, el hecho es que nuestro mundo, nuestras sociedades y nuestros individuos no son simples; por el contrario, podemos de hecho ser altamente complejos. Para ayudar a la comprensión de estos fenómenos no simples, Morin pretende desarrollar el paradigma de la complejidad.
El pensamiento complejo se entiende como
…la unión de la simplicidad y la complejidad; es la unión de los procesos de la simplificación, que son la selección, la jerarquización, la separación y la reducción, con otros contraprocesos de comunicación y de articulación de lo que esté disociado y diferenciado; y evita tener que elegir entre la alternativa del pensamiento reduccionista, que sólo ve elementos, y el pensamiento globalista, que ve sólo la totalidad.8
Creo que estos postulados por la reforma del pensamiento deberían ser el cimiento de los esfuerzos para concebir los principios que trasciendan las dicotomías tradicionales de la organización lingüística de la humanidad. Ahora debemos pensar en términos de “y”, en lugar de “o”. Después de años de pensar en términos de “o”, ahora necesitamos explorar la organización lingüística de la humanidad en términos de “y”, es decir, desde el punto de vista de la complejidad -sin excluir ningún objetivo. Debemos preguntarnos acerca de cómo exactamente podemos hacer ambos posibles: el mantenimiento y desarrollo de las diversas lenguas y, al mismo tiempo, la intercomunicación necesaria.
Sin embargo, como Morin mismo dice, la “complejidad” es una palabra problema y no una palabra solución: “la complejidad para mí es un reto, no la respuesta. Estoy buscando una manera de pensar por medio de la complicación (esto es, por medio del sinnúmero de interretroacciones), por medio de la incertidumbre y por medio de las contradicciones”.9 Dado que “cualquier objetivo que alcancemos nos llevará por un nuevo camino, y que cualquier solución dará origen a un nuevo problema”,10 ahora necesitamos poner nuestra imaginación crítica y nuestra creatividad intelectual en acción usando esta nueva perspectiva, para diseñar el futuro, aceptando posiciones inicialmente contradictorias y resolviendo cómo podemos darles cabida a todas juntas de la mejor y más práctica manera. El reto, por lo tanto, reside en hacer el esfuerzo “de no sacrificar el todo por una parte, o una parte por el todo, sino más bien entender el difícil problema de la organización”.11
Contacto de lenguas, equilibrio y cambio
Cuando enfocamos la cuestión del lenguaje, parecería mucho más sencillo pensar en términos de “y” (y no de “o”) en la competencia individual. Muchos de nosotros tenemos la experiencia de saber -y usar- más de una lengua. Por lo tanto estamos conscientes de que el fenómeno es posible, con ciertos costos como los préstamos o mezclas entre los códigos que dominamos; éstos, en cualquier caso, no son muy importantes y no se oponen a la posibilidad del poliglotismo personal. La perspectiva de la complejidad se vuelve problemática, como sabemos, en las escalas de grupo y socio-políticas. Existe la creencia ampliamente extendida en ciertas áreas geoculturales de que el bilingüismo social generalizado normalmente -o aun inevitablemente- lleva a un proceso de cambio de lenguaje, i.e. la lengua “débil” gradualmente pierde funciones mientras que la lengua “fuerte” adquiere funciones y el proceso termina con el abandono del propio código del grupo, i.e., la extinción de la lengua.
Aunque la historia revela un número de casos de esta naturaleza que parecen corroborar la aseveración anterior, la evolución no siempre es así. Como Norbert Elias dice, puede ser que lo que necesitemos hacer es al mismo tiempo “investigar la naturaleza de este rango de posibles transformaciones y la configuración de factores responsables del hecho de que, de todas las posibilidades, sólo ésta se materializa”.12 En otras palabras, necesitamos saber con precisión por qué la situación se desarrolla de ésta y no de otra manera (como el mantenimiento de la lengua, por ejemplo). Una vez que tenemos una idea clara de los factores y mecanismos, entonces debemos descubrir si es que podemos intervenir en estos casos para prevenir que sean afectados por el cambio, asegurándonos que las lenguas recesivas se mantengan y progresen. Necesitamos identificar urgentemente las variables y la dinámica del proceso de cambio y crear modelos que nos permitan diseñar posibilidades eficaces para intervenir en diferentes tipos de situaciones, distintas etapas de desarrollo y en los diversos contextos en que pueden ocurrir.
Uno de los posibles caminos para explorar el proceso en donde el cambio se desarrolla a partir del bilingüismo masivo puede ser explorar los casos donde éste no es el caso. La situación que Ferguson llamó “diglosia” puede ser inicialmente utilizada para tratar de iluminar el problema. ¿Cómo es que, a pesar de considerables distancias interlingüísticas (como en los casos suizo-alemán o griego) y una clara distribución de funciones “altas” y “bajas”, estas últimas no se abandonan de una generación a otra en favor de las funciones “altas”? ¿No es precisamente esto lo que pasa en muchos casos de cambio de lengua? ¿Cómo estas situaciones que son tan similares superficialmente, desde el punto de vista del cambio de lengua, pueden desarrollarse de maneras tan crucialmente diferentes? ¿Qué tal si el bilingüismo masivo fuera condición necesaria pero no condición suficiente para explicar el desarrollo hacia el abandono intergeneracional de variedades propias? ¿Qué tal si, como dijo Norbert Elias, “cuando tratamos el problema de la necesidad de evoluciones sociales, tenemos que distinguir claramente y concisamente entre el postulado de B necesariamente tiene que seguir a A y el de A necesariamente tiene que preceder a B“?13
¿Qué es entonces lo que hace parecer estables a situaciones con distribución jerarquizada de funciones entre variedades lingüísticas estructuralmente distantes, en algunos casos, mientras que en otros las variedades utilizadas en comunicaciones individualizadas tienden a ser abandonadas y remplazadas por comunicaciones institucionalizadas?14 ¿Qué factores determinarían eventualmente estos resultados -diglosia con estabilidad variable (usando el concepto de Ferguson) versus cambio? En lugar de enfocarnos en divergencias estructurales basadas en lenguaje estrictamente, probablemente deberemos enfocarnos en las representaciones socio-cognitivas de los hablantes de las variedades lingüísticas en cuestión y, en segundo lugar, en los contextos en que se producen y mantienen estas últimas. Aclaremos que aquí no estamos discutiendo por qué se adopta una variedad dada, sino más bien por qué se abandona otra.
Primero, a diferencia de las situaciones descritas por Ferguson, con respecto al contexto político del fenómeno de cambio de lenguaje, los poderes políticos en cuestión, con frecuencia esperan el resultado del abandono de lengua. En muchos casos, desde la misma puesta en marcha del proceso de diseminación masiva de la lengua del Estado (que la mayoría de la población experimenta primero cuando la aprende a leer y a escribir), el objetivo explícito no es sólo transmitir una lengua general de intercomunicación, sino también eliminar cualquier otro sistema de comunicación lingüística que difiera del modelo usado por el poder central político supremo. En vista de esta circunstancia de subordinación y dependencia, la población (mientras adquiere mayor competencia en la recientemente adquirida lengua del Estado) puede elegir transferir esta lengua a sus hijos como una variedad básica de socialización, i.e., como variedad nativa, terminando así la transferencia intergeneracional de la vernácula propia del grupo. Ya que la comunidad valora formar parte del comportamiento del que nos ocupamos, el cambio en las pautas habituales necesitará una justificación y legitimación ideológica y práctica clara. Aquí se puede usar el discurso patriótico de una “lengua nacional”, que promueve la noción de una única lengua general para todos los ciudadanos. Gradualmente, por lo tanto, como parte del proceso de la diseminación asimétrica entre los grupos sociales y geográficos, esta “lengua nacional” se adoptará por una variedad de comunicaciones institucionalizadas; entonces se transferirá a las comunicaciones individualizadas por una generación que ya tiene competencia en la lengua. Esta generación le transferirá la lengua como hablante nativa a la siguiente, que no estará del todo familiarizada con la antigua vernácula y hará de esta variedad, que recibiera como estándar formal (adaptada convenientemente a las funciones coloquiales), su propia lengua habitual.
Por el contrario, la distribución diglósica de las funciones normalmente involucra la coexistencia de variedades que se perciben como si fueran parte de la misma “lengua”. Esto es particularmente claro en los casos del griego y árabe históricos. Cualquiera que se use, las dos variedades siempre se han visto como irrefutablemente “árabe” o “griego”. El estándar no tiende a causar conflictos de identidad étnica.
Como dijimos, las variedades están en distribución complementaria: la variedad estándar nunca se usa en una situación oral informal, la comunicación individualizada y las vernáculas nunca se usan en forma escrita y raramente en discurso muy formal. El estándar oficial se aprende conscientemente de generación en generación en las escuelas, mientras que las variedades vernáculas se usan en los ambientes coloquial y doméstico y son las primeras variedades que los individuos adquieren. En teoría, entonces no habría espacio para el conflicto etnolingüístico, ya que las variedades no simbolizan este tipo de oposición. Por lo tanto, el contraste entre las variedades no parece ofrecer a los hablantes una representación negativa que lleve a abandonar las vernáculas a favor de la estándar en la comunicación coloquial informal. De hecho, parece que sucede lo opuesto.
Entonces, la razón básica para la relativa estabilidad en estos casos de distribución diglósica reside en la dimensión política y cognitiva: ninguno de los casos que normalmente se analizan son situaciones de subordinación política, como las comunidades minorizadas. La percepción de dependencia, con sus matices negativos, y como resultado la autodenigración con la adopción de elementos culturales extraños como la principal referencia de comportamiento y valores, no necesitan ocurrir. Por lo tanto parece obvio que lo que causa el cambio intergeneracional no son los hechos simples de la bilinguación y la distribución asimétrica de funciones, sino más bien el contexto político y económico en el que ocurren la bilinguación y los significados y representaciones que los protagonistas asocian a él.15
En muchos casos, el origen del problema reside en estas representaciones significativas de la situación y, específicamente, en las evaluaciones y expectativas de cada variedad lingüística en cuestión. El equilibrio funcional que permitiría la reproducción intergeneracional de la situación se colapsa si los individuos llegan a la conclusión de que, al final, sus hijos se beneficiarían más de la transferencia de su L2, más que de su L1, porque ven más ventajas en la L2 (frecuentemente vinculadas a los aspectos socioeconómicos y al prestigio político y cultural). Cuando el prestigio formal abierto tiene más importancia que el prestigio “cubierto” -como ha sido llamado por algunos autores- los individuos pueden decidir cambiar el idioma de sus hijos. Necesitamos, por lo tanto, buscar en el contexto -el ecosistema sociopolítico y económico- los factores que pueden haber llevado a esta decisión de abandonar la transferencia intergeneracional de la lengua histórica del grupo.
Desde ciertos enfoques, puede parecer que los factores socioeconómicos influyen fuertemente en este abandono, particularmente con respecto a las expectativas de utilidad como lengua de trabajo y, sobre todo, con respecto a la naturaleza positiva de la entrada de la lengua en el proceso general de “modernización”. Estos factores contrastan con los factores negativos asociados con la lengua tradicional, considerada como variedad ligada al pasado -un periodo premoderno que se necesita trascender-. Sin embargo, también hay ejemplos importantes de comunidades de economías subdesarrolladas que se han modernizado completamente sin perder su lengua; todo lo contrario, ésta se ha promovido, codificado y registrado como lengua apropiada y presente funcionalmente en todas las comunicaciones de una sociedad contemporánea avanzada. Por lo tanto, los aspectos económicos por sí solos pueden a veces explicar el deseo y la preocupación de los individuos de conocer las lenguas más útiles en estos casos, pero les es más difícil explicar el abandono de la lengua del grupo. En todo caso, este fenómeno ocurre en un contexto de minorización más amplio (especialmente en el ámbito político), que lleva a la comunidad a perder las estructuras propias que podrían guiar el proceso de modernización desde sus propios puntos de vista y favorecer sus intereses en lugar de los del grupo políticamente dominante. (La otra variable importante para explicar el abandono es la mezcla demolingüística, donde los movimientos migratorios significativos, particularmente del o los grupos políticamente dominantes, causan que la variedad alóctona gane terreno, aun en la comunicación diaria interpersonal, mientras que la lengua nativa pierde hablantes y funciones.)
Nuevos principios para una nueva era histórica
La acción política y las representaciones y discursos sobre la diversidad de lenguas, la integración política y la intercomunicación son, por lo tanto, primordiales. Uno de los primeros aspectos que necesitamos estudiar con las autoridades mundiales es cómo superar, por medio del discurso, las dicotomías que nos restringen y, como dijimos, promover la búsqueda de nuevos principios y maneras de enfocar las situaciones de contacto de lenguas. Con respecto a los criterios tradicionales para la organización del plurilingüismo, por ejemplo, creo que puede ser necesario mirar más allá de los principios de “territorialidad” y “personalidad” para las situaciones más complejas que lo requieran. A pesar de las obvias ventajas, ambos principios tienden a presuponer que los individuos son monolingües y no pueden, en principio, resolver el problema de la intercomunicación. ¿Cómo pueden los principios como estos, entonces, resolver en la práctica la construcción de un espacio socio-cultural europeo? ¿Cómo nos vamos a entender, dejando de lado las simples instituciones formales con múltiples sistemas de traducción, si queremos todos permanecer funcionalmente monolingües? ¿Cómo sería posible la aplicación de un principio de “personalidad” para tantas lenguas en tan amplio espacio? Tal vez deberíamos buscar la respuesta en otra parte.
Sugiero por lo tanto que la búsqueda se enfoque en el estudio de la aplicación del principio llamado “subsidiaridad” (ya existente en la nomenclatura europea) en el campo de la comunicación lingüística. Podríamos adaptar este principio político y administrativo al principio de política de lenguaje que, hablando generalmente, establezca el criterio de que “lo que puede hacer una lengua ‘local’, no debe hacer una lengua ‘global'”. Esto es, permitiríamos -y promoveríamos- el conocimiento masivo efectivo de otras lenguas, dándole preeminencia funcional, cuando sea posible, a la lengua de cada grupo lingüístico históricamente construido. Las así llamadas lenguas “extranjeras” se usarían para el contacto externo (que se incrementaría), pero las funciones locales de todos los días se adjudicarían claramente a las lenguas propias de cada grupo lingüístico.
La reservación de funciones para las lenguas “locales” de cada grupo debe ser clara y transparente para prevenir que la poliglotalización existente lleve al abandono del código con un espectro comunicativo menor. Así, además de los principios de poliglotalización y subsidiaridad, necesitamos incorporar el principio de funciones “específicas” o “exclusivas” para las lenguas “locales”, que podrían verse subyugadas por las lenguas más grandes. Evidentemente habría un núcleo de fuertes e importantes funciones reservadas para ser desempeñadas habitualmente por la lengua del grupo y no por alguna otra. Las funciones exclusivas del código del grupo no se deberían limitar a la comunicación oral informal; más bien, tendrían que incorporar el máximo posible de funciones escritas formales para asegurar que las representaciones y evaluaciones de los individuos no favorecieran las otras lenguas de grupos externos. Esto involucraría, en palabras de la lingüista de Québec, Angéline Martel, la creación de un tipo de “diglosia positiva”. Me inclino a pensar que este tipo de éxito es posible, no sólo por los casos como los de Ferguson mencionados antes o por otros casos africanos de situaciones multilingües, sino también por situaciones tales como la de Luxemburgo. Las lenguas de este pequeño Estado europeo se organizan alrededor de cierto tipo de distribución funcional que permite la continua poliglotalización de los individuos y un claro mantenimiento de la lengua del grupo.16
Correlativamente con la poliglotalización, la subsidiaridad y las funciones exclusivas, las autoridades políticas a todas escalas deberían supervisar la prevención de la tendencia que bien podría darse -el abuso de las lenguas mayores. Para que este equilibrio ecológico que necesitamos construir sea exitoso, las lenguas mayores no deben desear ocupar más que el espacio y las funciones a que tienen derecho, por medio del aprovechamiento de la poliglotalización masiva de los individuos. No pueden invadir de forma abusiva las áreas locales y dejar el uso de las lenguas de grupo sin posibilidades o con severas desventajas, en funciones que son muy importantes para evaluar las lenguas, como aquellas normalmente dominadas por estos grandes códigos. Se debe establecer algún tipo de regulación general basada en los principios de subsidiaridad y respeto por la dignidad y la estabilidad de todos los grupos lingüísticos generados a lo largo de la historia. Sin organizaciones internacionales con jurisdicción sobre estos asuntos, podría ser muy difícil mantener un equilibrio adecuado y justo. La responsabilidad de las organizaciones planetarias actuales -y aquellas con gran necesidad de creación- es extremadamente importante y decisiva.
Promover la efectiva poliglotación de los individuos también implica tomar nuevas decisiones que se deben estudiar y debatir, tanto como la necesidad de investigar y de la imaginación efectiva en los métodos y estrategias para la enseñanza de segundas lenguas. Una de las primeras decisiones que se deben tomar es cuál idioma o idiomas se necesitan aprender como segunda lengua, dicha decisión obviamente depende de las lenguas que adoptemos a diferentes escalas de comunicación -general o planetaria, regional o continental y local. Como todos sabemos, muchos países y organizaciones internacionales ya han tomado decisiones sobre este aspecto que claramente tienden a favorecer al inglés, aunque frecuentemente en conjunción con otros códigos. No creo que este aspecto deba pasar sin cuestionamiento para simplemente convertirse en un hecho inevitable e irreversible que irracionalmente se alimenta de la hegemonía norteamericana contemporánea. La humanidad en su totalidad debe preguntarse lo que quiere hacer en lo comunicativo. ¿Qué es lo mejor para nosotros? ¿Continuar extendiendo el conocimiento de la lengua de un grupo humano específico (lo que asimétricamente favorece a aquellos con esta lengua como su L1) o enfocarse en una lengua de intercomunicación que no sea la L1 de ningún grupo humano? ¿Qué es mejor para la permanencia de la diversidad lingüística? ¿Continuar aprendiendo la lengua de un grupo o de una serie de grupos que son hegemónicos en este momento en la historia, o pensar en adoptar para toda la humanidad una nueva lengua que no le pertenezca a nadie? Mucha gente puede pensar que estas preguntas ya se han respondido de facto por la realidad. Sin embargo, sinceramente creo que nuestra especie no puede adoptar una decisión de esta importancia a menos que las organizaciones que nos representan y los ciudadanos mismos debatan, deliberen y evalúen y finalmente den su veredicto sobre esta cuestión.
Los países e individuos anglohablantes claramente se benefician de la situación actual y, dependiendo de las condiciones, el desarrollo social puede llevar a crecientes cantidades de individuos a imitar a los anglohablantes nativos y, como dijimos antes, adoptar el inglés como su lengua habitual y como la L1 de sus hijos. En este momento, un producto en inglés -aun si no es sólo local sino localista- es inmediatamente un producto “internacional”, mientras que el mismo producto en otra lengua tiene una circulación restringida. Evidentemente, si se adoptara un código neutral que no es la L1 de ningún grupo, la gente se inclinaría menos a ver el código de intercomunicación como una L1, garantizando aún más el nivel de conservación de la diversidad lingüística histórica. Esto también haría más iguales a los humanos en términos de sus competencias de lenguas iniciales, ya que todos tendrían que aprender la lengua neutra. Además, como vimos en las diglosias de Ferguson, la distribución complementaria contribuye a la conservación: la variedad formal no se usa habitualmente en la comunicación diaria y por lo tanto raramente se convierte en L1.
Sin embargo, puede que aquí enfrentemos problemas como la distancia lingüística entre las lenguas de cada grupo y la estructura de la lengua de intercomunicación que finalmente se adopte. ¿Cómo podemos crear un código neutral que fuera igual para todos? Tal vez la cuestión no es tan fácil de resolver (como hemos visto en la India, por ejemplo), y los debates entre los diferentes grupos lingüísticos pueden hacer imposible alcanzar algún día el punto de adoptar un código neutral. En ese caso, la continuidad y expansión del inglés estaría garantizada, por lo menos hasta que algún otro poder en el futuro decidiera retar a esa lengua y tratar de imponer la suya.
Si la solución que prevaleciera fuera la continuidad del uso internacional de una lengua perteneciente a un grupo humano existente, creo que entonces necesitaríamos pensar en introducir contrapesos claros, no sólo con respecto a una regulación clara y al establecimiento de una autoridad responsable de supervisar el uso abusivo, sino también con respecto a “impuestos” de uso; los recursos obtenidos de esta manera podrían luego utilizarse para beneficiar lenguas con mayores dificultades. La exportación del conocimiento del inglés y el hecho de que los productos escritos en esa lengua pueden abarcar una parte significativa del mercado mundial provee gran cantidad de beneficios financieros a este grupo de países, particularmente a Gran Bretaña y Estados Unidos. Compartir estos beneficios y regresarlos a otros grupos lingüísticos no es una idea tan descabellada para imaginar que se convierta en realidad en el futuro inmediato al mismo tiempo que avanza la integración planetaria.
Prioridades inmediatas para el mantenimiento
general de la diversidad lingüística
Sin dejar de lado la reflexión y la acción que se requieren para manipular el futuro de la comunicación lingüística de la humanidad, necesitamos concentrarnos en problemas más inmediatos y tratar de actuar en coordinación con las escalas más pequeñas que son, por el momento, con más frecuencia decisivas. Se requiere de la acción internacional de grupo tanto de las organizaciones en común de la humanidad, como de las autoridades públicas más locales. Éstas deben hacer del conocimiento completo de la gente la crisis de la diversidad lingüística y emprender acciones en cada nivel de gobierno para cambiar las condiciones inadecuadas actuales. Sin embargo, aunque podemos conceptuar el fenómeno del contacto de lenguas como una unidad, las situaciones y fases de desarrollo de los diferentes casos pueden ser muy distintos y, así, requerir diversos tipos de acciones. Actualmente encontramos contacto que abarca desde la lengua de un grupo importante (i.e. con expansión demográfica sólida, desarrollado económicamente, con soberanía política completa) que usa el inglés como interlengua científica y técnica, hasta el de un grupo con pocos individuos económica y políticamente minoritario, en constante contacto con la lengua del grupo dominante en todos estos aspectos. Es evidente que el problema de la diversidad se agrava mientras nos aproximamos a la parte baja de este continuo de situaciones, es decir, casos con la subordinación máxima en lo político, económico, demográfico, educativo, en los medios masivos y hasta en lo ideológico. Uno de los aspectos más urgentes que se necesita estudiar y resolver es, por lo tanto, saber exactamente qué políticas aplicar en las diversas situaciones en todo el planeta.
Para ejemplificar y como estudio provisional, necesitamos por lo menos distinguir entre las siguientes situaciones (combinando variables como volumen demográfico del grupo, nivel de subordinación política, nivel de desarrollo económico, contacto diario con otros grupos y representaciones de la situación):17
a) Grupos demográficamente muy pequeños que están subordinados políticamente, subdesarrollados en términos económicos, con cierta autorrepresentación negativa y que están mezclados socialmente con otro u otros grupos con poder relativo mayor o que son más grandes en números absolutos.
b) Grupos muy pequeños, subordinados políticamente que no están o están muy poco mezclados en su territorio social coloquial.
c) Grupos muy pequeños que no están o están muy poco mezclados en su territorio social coloquial, con un cierto grado de autonomía política y reconocimiento público y oficial de su lengua.
d) Grupos pequeños o medianos con un cierto grado de autonomía política y reconocimiento público y oficial de su lengua, pero que tienen una coexistencia diaria intensa con otro grupo o grupos que también tienen reconocimiento oficial.
e) Grupos medianos políticamente independientes.
f) Grupos más grandes políticamente independientes.
g) Grupos grandes políticamente independientes a escala continental o supracontinental.
Estas situaciones “estructurales” también se pueden encontrar en diversas etapas de desarrollo, caracterizadas por los diferentes ámbitos de la población que usan y tienen competencia en la lengua dentro del grupo mismo, y por las diferentes representaciones del valor y utilidad de este código. Dada la naturaleza dinámica de esta situación, se requiere diferente acción política dependiendo de la fase de cada grupo, particularmente en claros casos de cambio de lengua ya en proceso. La intervención en un caso donde sólo un cuarto de la población habitualmente usa el código diferirá de la utilizada en una situación donde tres cuartas partes usan la lengua. De manera similar, un intento por cambiar el comportamiento lingüístico de los grupos con representaciones positivas sobre su lengua requerirá, por lo menos al inicio, un tipo diferente de acción que una situación de un grupo en el que la mayoría asocia de manera negativa a su propia lengua.
Idealmente, ya deberíamos haber llegado a un acuerdo teórico sobre la acción más eficaz en cada tipo de situación. Para dejar atrás el estudio de la discusión y teorización de los valores de la diversidad y ponerlos en práctica, necesitaríamos ser capaces de tomar una firme decisión sobre cuáles son las políticas que se requieren en determinado tipo de situación, fase de desarrollo y contexto histórico. Creo que ésta es la cuestión importante que guiará nuestra investigación, actividad creativa y pláticas científicas durante los próximos años. Necesitamos urgentemente comprender por completo los mecanismos de los procesos y construir modelos de acción para cada tipo de problema.
Es de crucial importancia que las organizaciones, como la UNESCO (o aun la ONU), incrementen la conciencia de los problemas actuales de diversidad lingüística, particularmente por el impacto que sus decisiones pudieran tener en las autoridades continentales y, particularmente, en las autoridades públicas estatales. De hecho, sin una clara política mundial (que incluya la aceptación y diseminación de las perspectivas ideológicas adecuadas y la provisión de la ayuda económica necesaria) será muy difícil la situación actual que los gobiernos de muchos de los países que están sufriendo crisis lingüísticas vean la necesidad o la oportunidad de intervenir. Como sus grupos de elite han sido educados con ideología de estilo europeo, tienden a aplicar a sus países esquemas que la historia ha juzgado incorrectos y que ahora están siendo revisados en Europa. Además, debido a la falta de recursos para realizar las políticas de bilinguación asimétrica en una lengua europea, estos países provocan un cambio vertiginoso de lengua entre las elites a favor de la lengua extranjera (frecuentemente la de la antigua metrópoli). Además, también impiden la participación democrática de la mayoría de la población porque ésta nunca alcanza un nivel de competencia en la lengua oficial y esto causa un nivel extremadamente alto de desamparo legal.
En vista de lo anterior, no es para nada extraño que los padres que son capaces, decidan abandonar su propia lengua y comunicarse con sus hijos en la lengua oficial. Por lo tanto, en lugar de promover la codificación en las lenguas nativas, la alfabetización inmediata de las poblaciones y el uso de estos códigos por servidores públicos y organizaciones estatales (dejando el bilingüismo o multilingüismo de los individuos para más tarde), estos gobiernos reproducen una obsoleta visión de Estado-nación y, al hacerlo, perpetúan el control del Estado por las clases dominantes, ya que la falta de conocimiento de la lengua oficial niega a la mayoría de la población el acceso a las posiciones más importantes de gobierno y del servicio público. El mecanismo es, por lo tanto, perverso y puede causar una imagen de rechazo del propio código y una exagerada valoración de la lengua oficial en cuestión. Una política inversa de multilingüismo permitiría que los diferentes grupos lingüísticos participaran en la vida democrática y la dignificación, utilidad y, como consecuencia, el mantenimiento de los propios códigos, independientemente del bilingüismo o poliglotalización de la población en las lenguas de intercomunicación que requieran. Sin embargo, la línea ideológica presentada prevalece en la mayoría de los Estados africanos y en los territorios del Pacífico y, si bien con diferencias significativas, en ciertas partes de Sudamérica y en otras partes del mundo.
Las organizaciones internacionales deben informar a los países de lo justo y necesario que es basar su organización lingüística en la perspectiva de la complejidad y subsidiaridad, dentro del marco de un nuevo tipo de ética. Este nuevo tipo de ética debe basarse en una visión ecológica18 de las situaciones sociolingüísticas en cuanto a que debería enfocarse no sólo en el ámbito estándar y oficial, sino también en la serie de factores que determinan la situación y su evolución. Así, podemos buscar acciones de compensación y de equilibrio que favorezcan a los grupos lingüísticos proporcionalmente más débiles. Como postula el pensamiento complejo, cada ser vivo y cada elemento deben insertarse en su contexto, ser vistos dinámicamente y en términos de su ecosistema, desde el punto de vista de la auto-eco-causalidad y la auto-eco-organización.19 En lugar de buscar la igualdad, por lo tanto, deberemos buscar la justicia para garantizar un ecosistema sociocultural que favorezca la estabilidad y la diversidad lingüística. Al mismo tiempo que la conceptuación tradicional en términos de “derechos”, las funciones de compensación se deben introducir en los casos que lo requieran; esta conceptuación es mucho más amplia y más apropiada para resolver los problemas de contacto de lenguas, particularmente donde existe gran asimetría entre los grupos.
Síntesis y conclusión: algunos principios y valores para la
paz y la justicia lingüística en todo el planeta
Para sintetizar y ayudar a redondear la discusión y la reflexión, repetiré algunos de los principios sobre la organización lingüística de la humanidad, desarrollados a lo largo de este ensayo y que he tratado en investigaciones anteriores.20
1. Las ideologías y los paisajes conceptuales que necesitamos para pensar el problema deben considerar la hasta ahora existente experiencia sociolingüística, si es que vamos a evitar una organización lingüística del planeta basada en una estructura jerárquica y asimétrica entre la lengua o lenguas de intercomunicación y los códigos restantes. La existencia igualitaria debe basarse en la correcta distribución de funciones, usando el principio de “subsidiaridad”, que también introduce la norma de que todo lo que puede hacerse con lenguas locales, no debe desempeñarlo un código más general de intercomunicación. La idea principal sería la de protección adecuada de los espacios ecosistémicos propios de cada lengua.
2. Una de las guías para aplicar el primer principio debe ser que teniendo suficiente competencia en un código de intercomunicación no anula el derecho o la necesidad de las comunidades lingüísticas humanas de usar sus códigos completamente y en el máximo de funciones locales posibles. La aplicación indiscriminada del “principio de competencia” siempre favorecerá al código que se comparte más generalmente (el de intercomunicación), que podría apoderarse de las funciones de las otras lenguas, poniendo en peligro su existencia y, por lo mismo, activando conflictos innecesarios difíciles de resolver.
3. Ya que los seres humanos representan la realidad llegando a conclusiones que no dependen directamente de la realidad, sino más bien de configuraciones narrativas e interpretativas creadas por los mismos humanos, además de las instrucciones prácticas para la organización de la comunicación lingüística, las autoridades públicas deben diseminar una ideología que claramente favorezca la diversidad y la igualdad lingüística. Por lo tanto, necesitan promover la dignidad propia de los grupos lingüísticos marginados y desplazar representaciones populares ampliamente extendidas como la ideología de la “superioridad lingüística” o los fenómenos como los de autopercepción de inferioridad frente a “grupos o lenguas de referencia” externos considerados como los modelos a los que hay que asimilarse.
4. Se debería dar preferencia a las metodologías para desarrollar la competencia comunicativa en el código de intercomunicación para asegurar un nivel suficientemente alto para las diversas generaciones de los individuos que adquirirán esta lengua. Deberíamos también asegurar que los resultados inadecuados no lleven a los padres (que puedan hacerlo) a usar el código de intercomunicación como la L1 de sus hijos, en lugar de la variedad nativa del grupo. Evidentemente, el desarrollo del conocimiento práctico de la lengua o lenguas de las interrelaciones no debería perjudicar el desarrollo y uso de las lenguas locales.
5. Se debería dar igual atención al estudio de casos donde un grupo lingüístico tiene contacto social frecuente con un considerable número de individuos cuya L1 es un código de intercomunicación, ya que es altamente posible que la tendencia predominante será usar la última como norma habitual; esto tendría repercusiones potenciales en la reproducción intergeneracional de la otra lengua si las poblaciones se integraran socialmente. En estos casos, el mecanismo de matrimonios mixtos puede reducir en forma considerable e involuntaria el índice de transferencia generacional de los códigos locales si la población no está consciente de que la diversidad lingüística no se está promoviendo dentro de la unidad doméstica misma por medio del principio de “un padre = una lengua”, en los casos donde esto es posible y necesario.
Por lo tanto, enfrentamos una tarea fascinante de investigación y organización que requiere considerable imaginación. Necesitamos urgentemente organizarnos para informar, persuadir y convencer a los jefes de las organizaciones mundiales, de los gobiernos estatales y de otras organizaciones públicas de que estudien cómo se pueden aplicar estos principios y cómo ponerlos en práctica. Asimismo, es al mismo tiempo urgente y necesario realizar investigación a profundidad sobre los diferentes aspectos (políticos, legales, pedagógicos, filosóficos, socioeconómicos, etcétera) involucrados, desde el punto de vista de la complejidad ecológica, manteniendo en mente que, como dice Morin, “la acción política misma, más que el conocimiento complejo, depende de la estrategia, del arte”.21
La extensión de las perspectivas de la complejidad y su aplicación a muy diversos campos es una de las actuales necesidades del planeta entero. Puede que sea necesario reubicar este pensamiento reconstruido en el contexto más amplio de una crisis de la civilización que nos lleva a repensar las visiones fragmentarias y reduccionistas del mundo a favor de representaciones que están más cercanas a la realidad de los hechos y valores humanos basados en la visión ecológica, de sustentabilidad y de fraternidad universal. El físico Fritjot Capra sostiene que el cambio en el pensamiento no es suficiente: nuestros valores también deben cambiar. Tanto las maneras de pensar como los valores deben combinar en igual medida las tendencias de autoafirmación e integración, que son, como dice Capra, básicas en todos los sistemas vivos. “Ninguno de ellos es intrínsecamente bueno o malo. Lo que es bueno o saludable es un equilibrio dinámico; lo que es malo o insano es la inestabilidad -sobre enfatizar una tendencia y descuidar la otra”.22 Capra sugiere, por lo tanto, ocuparse complementariamente de las columnas de la tabla siguiente, para rectificar, particularmente en la cultura occidental, la predominancia del pensamiento y los valores agresivos (o de autoafirmación) a expensas de los integrativos:
Este cambio de paradigma parece urgente porque es claramente coherente con los problemas principales de las sociedades modernas. Ahora que también empezamos a conocernos mejor genéticamente y que estamos seguros (si es que no estábamos convencidos) que los humanos somos una especie única y que el genoma de otras especies es tan diferente, tal vez ahora podemos entrar en otra era planetaria con más solidaridad entre los diversos grupos culturales y con las otras especies con las que compartimos la biosfera. Biológica y lingüísticamente, como Edward O. Wilson dice, “pronto tendremos que mirar profundamente dentro de nosotros y decidir en qué queremos convertirnos”.23
Bibliografía
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Wilson, Edward O., Consilience. The Unity of Knowledge, Londres, Abacus, 1999, p. 309.
Sobre el autor
Albert Bastardas Boada
Centro Universitario de Sociolingüística y Comunicación (CUSC), y Departamento de Lingüística General de la Universidad de Barcelona. albert@fil.ub.es. Traducción del inglés al español: David Galaviz, ENAH-INAH.
Citas
- Texto del discurso dictado en el Congreso Mundial sobre Políticas Lingüísticas (Barcelona, 16-20 de abril, 2002). En parte, es una edición de ideas y perspectivas sobre las que he estado escribiendo en años recientes. [↩]
- Ver Albert Bastardas Boada, “Llengua i noves migracions. Les experiènces canadenques i la situació a Catalunya”, en Revista de llengua i dret, 2002 (en prensa). [↩]
- En el original en inglés, el autor utiliza el mismo neologismo. [↩]
- “Nuestras ideas no son reflejo de lo que es real, sino más bien traducciones de lo que es real”, Edgar Morin, Science avec conscience, 1992, p. 242. [↩]
- Edgar Morin, op. cit., p. 282. Ver también: Edward De Bono, Manual de la sabiduría, 1998 (traducción española de Textbook of Wisdom, Nueva York, Pengüin, 1996), especialmente pp. 146-157 y, del mismo autor, New Thinking for the New Millenium, 2000, sobre la necesidad de cambiar nuestra manera de pensar. [↩]
- E. Morin, op. cit., p. 282. [↩]
- Ver Edward De Bono, Water logic, 1994. [↩]
- E. Morin, Introduction à la pensée complexe, 1990, p. 135. [↩]
- Ibidem, p. 134. [↩]
- E. Morin, Terre-Patrie, 1993, p. 201. [↩]
- Edgar Morin, op. cit., 1992, p. 43. [↩]
- Norbert Elias, Sociología fundamental, 1970, p. 197 (traducción española de Was is Sociologie?). [↩]
- Ibidem, p. 197. [↩]
- Utilizando la terminología de J. C. Corbeil. [↩]
- Ver Albert Bastardas Boada, “Substitution linguistique versus diglossie dans la perspective de la planétarisation”, en Bouchard, G. y Y. Lamonde (dir.), La nation dans tous ses états. Le Québec en comparaison, 1997, pp. 111-129. Ver en catalán, “Mateniment diglòssic i substituciò lingüística: notes per una continuïtat de la linguodiversitat”, en Homenatge a Jesús Tuson, 1999, pp. 26-32. También están disponibles versiones en línea en francés y catalán en DiversCité Langues, http://teluq.uquebec.ca/diverscite, vol. II (1997). [↩]
- La posibilidad de una distribución funcional de lenguas no jerarquizada también podría ser una solución interesante y apropiada para casos con dos (¿o más?) grupos lingüísticos que son más o menos iguales en números donde fuera difícil ponerse de acuerdo sobre qué lengua se debería beneficiar del principio de subsidiaridad en favor de la lengua local. La especialización funcional no asimétrica puede implicar que cada grupo sepa y use la lengua del otro, lo que también puede ayudar a equilibrar la situación y resolver el potencial conflicto en este tipo de contexto. [↩]
- La combinación rigurosa de variables produciría categorías, permitiéndonos ampliar la categorización. [↩]
- Ver Albert Bastardas Boada (ed.), Diversitat/s, Llengües, espècies i ecologies, Barcelona, Empúries, 2002 (en prensa), y también “Transdisciplinary explorations for a socioecology of languages: From biological to linguistic diversity”, en Estudios de Sociolingüística, 3:1, junio, 2002. [↩]
- E. Morin, op. cit., 1992, pp. 114, 186 y 296. Ver también Albert Bastardas, Ecologia des llengües. Medi, contacte, i dinàmica sociolingüística, 1996. [↩]
- Ver nota núm. 15 y Albert Bastardas Boada, “De la ‘normalizació’ a la ‘diversitat’ lingüística: cap a un enfocament global del contacte des llengües”, en Revista de llengua i dret, núm. 34, 2000, pp. 151-168. [↩]
- E. Morin, op. cit., 1992, p. 307. [↩]
- Fritjof Capra, The Web of Life. Hammersmith, 1997, pp. 9-10. [↩]
- Edward O. Wilson, Consilience. The Unity of Knowledge, 1999, p. 309. [↩]