Un sueño, los voladores de Papantla y los nudos fractales constituyen algunas de las imágenes incitantes con las que comienza el libro de Gabriela Coronado. En este arranque, hay innovación y también la explicación del modelo que le permite analizar el fenómeno de la identidad, la resistencia y del diálogo interétnico. La obra resulta novedosa y aporta nuevas miradas de nuestra realidad social porque se encuentra anclada en los dos extremos que históricamente han hecho posible el avance de las ciencias sociales: la imaginación y las ciencias duras.
Las herramientas utilizadas son multidisciplinarias pues, recurre tanto al psicoanálisis como a la semiótica, a la teoría de conjuntos, a la historia y a la etnografía. Todo este conjunto de conceptos, teorías e interpretaciones le permiten a la autora rendir cuenta de una realidad abigarrada y compleja. Su análisis e interpretación de la localidad de Cuetzalan, en la Sierra Norte de Puebla, tanto en el contexto nacional como en relación dialéctica con la construcción de la identidad nacional, resulta novedoso porque recurre a elementos simbólicos y gráficos de explicación que ayudan a visualizar e imaginar lo no tangible de la realidad mexicana.
El libro arranca con un sueño que evoca la autora. Y ésta es la clave, justificación y guía de los nuevos caminos analíticos que desarrolla a lo largo de los diferentes capítulos. Cosa poco común, pues estamos acostumbrados a la asepsia de la academia, a no involucrarnos, de tal forma que nos podríamos preguntar: ¿cómo es posible que un sueño haya sido la clave para construir el modelo en el que se sustenta la investigación?
El sueño podría parecer una provocación o un simple recurso literario. Yo en lo personal celebro romper con los esquemas tradicionales con los que se suele escribir un libro de historia o de antropología, pero en este caso aunque sí se trata de una forma original y literaria de iniciar el libro, también hay que destacar lo excepcional que resulta el que la escritora comience por “desvestirse” y contar la parte subjetiva con la que arrancó su investigación. Y aun, lo más interesante es que el relato del sueño no sólo nos incita a seguir leyendo lo que va a suceder, sino que permite adentrarnos con otros ojos a su investigación. De modo que el sueño es un recurso elocuente, y además su análisis le permite construir una investigación sólidamente aferrada en diversas teorías y metodologías.
¿Por qué un sueño? Porque Gabriela lo que quiere mostrarnos es que en toda manifestación cultural, aun cuando sea de carácter individual, ésta nos permite detectar trazos de la interacción social. De modo que el análisis de los elementos presentes en el sueño, le consienten enseñar y demostrarnos que éstos constituyen la serie de imágenes y de saberes que ella ha aprendido e interiorizado, como miembro de la sociedad mexicana. Pero hay un elemento que hace más complejo el análisis, pues como nos lo muestra la autora, los individuos no reproducen mecánicamente y de manera lineal la cultura que han interiorizado, por el contrario, la actualizan, la trasforman y constantemente la confrontan con los otros individuos miembros de su cultura o de otras diferentes. Así es como se establece el diálogo intercultural; nuevamente es la autora desde dentro y desde fuera: desde México, su país natal y desde afuera, Australia, el lugar donde escribió este libro.
En esta investigación, que además fue presentada como tesis de doctorado, trata del diálogo interétnico que existe entre los diferentes grupos que cohabitan en México. Se refiere al diálogo entre los pueblos indios, identificados éstos como grupos étnicamente diferenciados, al igual que el grupo mestizo, al que ella también identifica como un grupo étnico. Es éste el objetivo de su investigación: mostrar cómo el continuo diálogo interétnico que se presenta en nuestro país es fundamental para el proceso de construcción de la cultura e identidad mexicana.
De este modo, la autora analiza las diferentes manifestaciones culturales como textos culturales y para ello desarrolla un principio metodológico al que llama “análisis socio narrativo” que ella misma define como: “aproximación a los significados sociales (ideologías) considerando que éstos están expresados en historias (representaciones de acciones, sentimientos y visiones del mundo) que son ejecutadas por medios diversos (de comportamiento, visuales y verbales) por diferentes actores en espacios relacionados con realidades sociales específicas” (p. 18).
Para proceder a este análisis socio narrativo, Gabriela recoge distintas perspectivas analíticas: la etnografía crítica de Clifford Geertz y James Clifford, la semiótica social de Hodges y Krees, y el análisis crítico del discurso de Bakhtin y Teresa Carbó. Hay un elemento más que la autora utiliza y que su uso es novedoso en las ciencias sociales: la noción de fractalidad. Desde el punto de vista de las formas geométricas, éste se refiere a las figuras que son irregulares en su totalidad, y que además tiene el mismo grado de irregularidad en sus escalas. Así, un objeto fractal es aquel en el que sus partes son de forma aproximada a la del conjunto que forman parte. Retomando esto, la autora aplica el concepto a la realidad social que observa y entonces razona lo siguiente:
… considero a la estructura sociopolítica mexicana en su conjunto conformada por partes estructuradas en diferentes niveles autosimilares. Estos niveles fractales se interconectan y entre ellos circulan los flujos de significado reproduciendo en los diferentes niveles estructuras ideológicas semejantes, de modo que el todo se encuentra representado en las partes… De este modo la comprensión del conjunto ideológico generado y reproducido en cada nivel fractal, requiere un movimiento recurrente entre los diferentes niveles, entre lo macro y lo micro, lo nacional y lo local, lo colectivo y lo individual (pp. 21-22).
Hay quizá, desde mi punto de vista, un elemento adicional que complementa el análisis de Gabriela Coronado y que si bien no se encuentra de manera explícita, sí se observa en las referencias bibliográficas y está presente en el momento de construir su modelo fractal y que la acompaña a lo largo de su análisis. Este elemento se refiere a las aportaciones de Guillermo Bonfil respecto del análisis de la identidad nacional y del diálogo interétnico. A lo largo de la investigación podemos observar cómo el análisis socio narrativo utilizado por ella nos remite al diálogo que se da entre la matriz cultural indígena y la matriz cultural mestiza, pues Gabriela misma dice que hay que proporcionar elementos que nos permitan reconocer la parte india de nuestra identidad mestiza, y con ello construir identidades inclusivas y no excluyentes y fragmentadas.
El concepto de fractalidad -proveniente en su origen de las ciencias duras-, es lo que condujo a la autora a pasar de un estudio de caso en Cuetzalan a una disertación que aborda la rebelión zapatista y la construcción de la indianidad en el discurso hegemónico de la nación. Al ampliar su campo de acción, tuvo que trabajar con dos herramientas fundamentales: la etnografía y el análisis histórico. En el caso de la etnografía, se trata sobre todo de recuperar la descripción etnográfica como el material con el que se realiza el análisis socio narrativo, de ver la realidad como algo ininteligible en donde el intercambio de significados no es algo aparente ni mecánico. Así la descripción etnográfica es la herramienta que le permite capturar la circulación de significados para posteriormente analizar el trayecto que sigue en la estructura fractal propuesta.
El análisis histórico, por su parte, se vuelve un elemento complementario de lo anterior. Entonces analiza la dimensión temporal de lo fractal, por tanto su parte dinámica y cambiante. Así la autora se centra en recuperar las distintas versiones de la historia y no sólo la versión hegemónica. Con ello, puede desentrañar la construcción ideológica de las historias (en plural), que los distintos actores tienen y que les permiten legitimar sus prácticas de acuerdo con las circunstancias y las diferentes coyunturas.
En el uso de conceptos como flujo de significados y de construcciones ideológicas, la noción de diálogo es fundamental. En este caso, Gabriela Coronado retorna el sentido que Bakhtin da a esta noción y lo expresa de esta manera:
… el diálogo relaciona diferentes aspectos de la vida social, conectando recíprocamente distintos niveles de la organización en un continuo movimiento desde el tope en los niveles más altos (nacionales), hasta la base donde se presentan las interacciones de mayor proximidad (comunales e individuales) (p. 33).
Al tener presente este desplazamiento dialógico en diferentes niveles, se pueden comprender determinadas acciones y toma de decisiones, que asidas de manera aislada resultarían ininteligibles o ilógicas. Ella misma lo señala de esta manera: “si tomamos aisladamente los eventos interactivos, nunca serán claras las razones profundas de las acciones sociales y, por lo tanto un motivo puede ser malinterpretado” (p. 33).
Así, la identidad nacional, compuesta de una ideología y una cultura común, se conforma seleccionando significados del conjunto y se distribuye desde el centro a lo largo de los siglos. Sin embargo, esta identidad se construye recíprocamente, es decir: “los significados que fluyen entre diferentes nudos fractales pasan a lo largo de todos los niveles en un continuo diálogo múltiple y multidireccional, invirtiendo de este modo la estructura jerárquica y permitiendo el efecto de los niveles más bajos en los niveles superiores de la estructura.” (pp. 35-36). Esto fue lo que condujo a la autora a analizar de manera diferenciada cómo se ha construido la identidad mexicana y la identidad india, que si bien se han construido en el constante diálogo entre la matriz cultural mesoamericana y la matriz cultural española, se diferencian por tener un intercambio interétnico definido como una relación de dominación-subordinación.
Sin embargo, esta relación de dominación de la identidad mexicana sobre la india no excluye la influencia mutua. A través del análisis socio narrativo se observa cómo la construcción de la identidad india a su vez ha intervenido en la transformación de la identidad mexicana. Esta postura constituye una visión dialéctica de la historia y un ejemplo contemporáneo muy claro de percibir en la rebelión zapatista. Gabriela la retoma y analiza para explicar las particularidades de esta rebelión y cómo ésta contribuyó a poner a los pueblos indios dentro de la nación mexicana y no como elementos separados de la sociedad. Al tiempo que creó las condiciones para que otros sectores de la sociedad se identificaran con ellos y con los significados que ellos manejaron durante su movilización.
Así, a lo largo del libro se va construyendo el modelo fractal propuesto por la autora. Se va armando minuciosamente por medio del análisis de cada uno de los flujos significativos, de tal forma que vemos cómo un grupo social particular, los nahuas de Cuetzalan, se convierten en la base de ese modelo. Asimismo se advierte el desarrollo del diálogo interétnico en todos sus niveles: comunal, municipal, estatal y federal. Otra cualidad del libro es la diversidad de actores que participan en este diálogo: los propios nahuas, los mestizos de los poderes locales, otros pueblos indios, el movimiento zapatista, el gobierno federal y otros más.
También es necesario reconocer y dar crédito al detallado trabajo etnográfico que contiene el libro. Éste constituye otra riqueza más de la investigación, pues la reconstrucción etnográfica consiste en una “descripción densa” de la que nos habla Clifford Geertz. En este caso, analiza profundamente todos los aspectos de la vida de Cuetzalan, además del diálogo que se da constantemente entre la matriz cultural india y la mestiza. El turismo, el comercio, la religión, los rituales, las fiestas, la producción, las relaciones de género, los medios de comunicación y los modelos de salud constituyen manifestaciones culturales analizadas en el libro, y a las que recurre Gabriela para mostrarnos la forma en que el diálogo interétnico va intercambiando y trasformando los flujos de significados.
En este último aspecto se aborda un punto de suma importancia para la sociedad mexicana, referido a la creatividad del diálogo interétnico. Es decir, a la capacidad que este intercambio dialéctico de significados tiene para la construcción de una cultura y una ideología común que permite a todos los involucrados una convivencia armónica. Se trata pues, de una propuesta constructiva en la que Gabriela nos propone construir identidades inclusivas y no exclusivas, tomando en cuenta todas las voces que conforman este diálogo. Plantea rescatar la voz negada de la identidad india que constantemente ha entrado en diálogo con la sociedad mexicana, esa voz que se ha hecho escuchar en la rebelión zapatista y que ha declarado: ¡Nunca más un México sin nosotros!
Sin lugar a dudas la autora hace aportes metodológicos importantes para la comprensión del diálogo interétnico, tanto en su recorrido horizontal como vertical, para seguir su juego geométrico. Sin embargo, se abre una interrogante: ¿cómo y de qué manera se puede construir el “nosotros” de todos los grupos étnicos a los que se les ha negado la voz por centurias? Nos deja dos tareas: someter su modelo a otras regiones de México, y trabajar sobre la instrumentación de su propuesta de construir una identidad mexicana sobre la base de incluir a los diferentes grupos étnicos en un nuevo proyecto de nación.
Sobre la autora
Leticia Reyna Aoyama
Dirección de Estudios Históricos, INAH.