Cuando el 3 de septiembre de 1758 el rey José I fue objeto de un intento de asesinato -del que algunos jesuitas fueron acusados de inductores y cómplices-, la ofensiva cobró un nuevo y definitivo impulso cuya consecuencia más inmediata sería la expulsión de la Orden de todos los dominios portugueses en 1759. La noticia del intento de regicidio, los procesos inquisitoriales de los jesuitas y, finalmente, la condena a muerte del padre Gabriel Malagrida en un auto de fe produjeron un gran impacto en toda Europa, coyuntura que los detractores de la Compañía aprovecharon para socavar el prestigio del Instituto. Oeiras había creado en Lisboa uno de los más importantes centros de producción de propaganda contra la Orden jesuita. Aquí trabajaban numerosos panfletistas y libelistas que recibían un subsidio de la monarquía portuguesa y tenían a su disposición abundantes medios humanos y materiales. En estas oficinas se imprimía cualquier material que pudiera ser utilizado contra los jesuitas para, posteriormente, repartirlo por el continente a través de las embajadas portuguesas.
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