Ciertamente, uno de los rasgos distintivos del periodo inmediatamente posterior a aquel 14 de julio parisino de 1789, como señala François Furet en la cita inicial, se cifra en el apasionado y combativo debate que se dio en los círculos intelectuales franceses en torno a las estructuras y formas políticas de gobierno que debía adquirir ese emergente Estado-nación. Casi siempre bajo la égida del naturalismo de Locke y el pensamiento rousseauniano -de hecho este último la forma cada vez más fuerte de la ideología liberal de nuevo cuño-, dicho debate fue adquiriendo altura al ritmo vertiginoso que marcaron los acontecimientos. Como se sabe, fueron varias las etapas cruciales por las que transitó el proceso revolucionario francés, pero muy probablemente sean el periodo del Terror y la monarquía napoleónica los que más generosamente dotaron de materiales a los franceses para la discusión política. Así, igualmente se puede considerar a Pierre-Paul Royer-Collard, Benjamín Constant y François Guizot como los ideólogos relevantes de esos periodos.
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