Al finalizar el siglo XVI, las principales lenguas indígenas de la Nueva España (náhuatl, otomí, purhépecha, zapoteca, mixteca, maya, etcétera) habían sido ya objeto de profundos análisis gramaticales y léxicos, por lo que se puede hablar de una verdadera floresta de trabajos lingüísticos y filológicos resultado de esa aventura. No carece de razón el historiador José Gutiérrez Casillas al sostener: “Las lenguas indígenas son el primer capítulo en donde sobresalen los escritores de la Nueva España”.
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