Siempre hay algo nuevo que decir de los historiadores que recogieron en el siglo XVI la vida y el espíritu de un pueblo. Es el caso del presente libro, el cual nos acerca, con una nueva perspectiva, a la obra de fray Diego Durán. Pilar Máynez, lingüista de formación e historiadora por devoción, ha hecho una nueva lectura de la Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme del niño sevillano, que llegó a vivir a Tezcoco y que después fue uno de los más brillantes historiadores del siglo XVI.
En su estudio, Pilar Máynez nos abre una nueva visión de la Historia de Durán, una forma diferentes de abordar la cosmovisión y la interacción de lo divino en lo humano entre los pueblos nahuas del México antiguo. Esta nueva forma ha sido lograda gracias a la lingüística, disciplina que desde el siglo XIX se levantó con fuerza insospechada, y que en nuestra centuria ha revolucionado el campo de las humanidades. Desde su condición de lingüista, la autora ha hecho un análisis de los vocablos nahuas para valorar el esfuerzo que fray Diego Durán realizó con el objeto de guardar la memoria de un pueblo, y darla a conocer a los lectores de otra lengua y otra cultura, la española. Como ella dice, cada voz de las lenguas amerindias, en este caso del náhuatl, “amplió y mudó el sistema lingüístico de la lengua dominante y enriqueció su realidad”.
Durán es presentado en este trabajo, originalmente la tesis doctoral de la autora, como uno de los máximos responsables de un proceso de transculturación lingüística que se llevó a cabo en el siglo XVI, proceso de enorme interés para historiadores, filólogos, y, desde luego, lingüistas. Es un tema conocido para ella, pues lo ha estudiado en otro de los grandes historiadores del México antiguo, el más grande quizá, fray Bernardino de Sahagún. Su tesis de maestría abordó precisamente el estudio de la transculturación lingüística, tomando como testimonio los vocablos nahuas que fray Bernardino incluyó en la parte en castellano de su versión final de la Historia general de las cosas de Nueva España, es decir, del Códice Florentino. Como ahora, eligió préstamos relativos al mundo de lo divino, concretamente de la religión y la magia. El análisis de los préstamos como vehículos de transculturación lingüística y cultural la llevó a valorar en toda su dimensión el logro del franciscano en su empresa “de definir y traducir conceptos específicos del mundo mexicano”.
Son cuatro los capítulos que integran la obra que comento, seguidos por un índice extenso de vocablos nahuas presentados con su definición completa, incluido el contexto en el que aparecen. El primer capítulo es una síntesis sobre la vida y la obra de fray Diego Durán, enmarcada en los acontecimientos novohispanos, pero también en un escenario amplio en el que entran los personajes europeos que en mayor o menor medida tuvieron que ver con el mundo americano: los reyes españoles, los humanistas, los teóricos del derecho, los reformadores religiosos y los frailes defensores de los naturales americanos. La autora analiza los motivos que impulsaron a Durán a escribir su crónica, y los fundamentos en los que se apoyó para edificarla: códices, informantes, frailes y hasta relatos en náhuatl en escritura alfabética realizada por espontáneos cronistas, como la famosa Crónica X, y desde luego sus propias vivencias en un mundo que guardaba su lengua y mucho de su cultura. En realidad lo que ella hace es introducir al lector en el contenido de la Historia de Durán para mostrar la profundidad con que el dominico supo captar el pasado de los pueblos nahuas.
Los tres capítulos siguientes constituyen la parte principal de la investigación. En ellos se hace el análisis de los préstamos léxicos nahuas y su significado para la historia y la filología. Varios son los temas de importancia que la autora desarrolla a lo largo de estos tres capítulos, y que vale la pena comentar.
En primer lugar, el de la relación lengua-cultura, tema crucial para su trabajo y, en cierta manera, cimiento para sustentarlo, ya que los préstamos léxicos nahuas presentes en la obra de Durán son, para la autora, huellas de una aportación cultural. Con el objeto de ahondar en este tema, Pilar Máynez se adentra en el pensamiento de los que han teorizado sobre la relación entre el lenguaje y la visión del mundo. Parte de Johann Herder y Guillermo de Humboldt para llegar a los creadores del relativismo lingüístico, Edward Sapir y Benjamin Lee Whorf; y aún va más allá y analiza el tema en autores de nuestros días, como Chomsky y otros estructuralistas. Para la autora importa mucho precisar esta relación, y llega a afirmar -cosa que hay que destacar- que “si en algún momento lenguaje y sociedad no logran corresponderse, no sucede así en el léxico, que siempre refleja los usos y requerimientos semióticos de una sociedad”.
Sentada esta premisa de índole teórica, Pilar Máynez entra de lleno a examinar el fenómeno de la infiltración léxica del náhuatl en el español del siglo XVI, y en concreto en la obra de Durán. Teniendo en cuenta las guías para la clasificación de datos culturales utilizados por los antropólogos, así como el sistema de estratificación de hiperónimos e hipónimos de los estructuralistas, la autora distribuye en seis paradigmas sus 361 términos nahuas correspondientes a religión y magia. De esta manera cada voz náhuatl queda “sistematizada […] de acuerdo con los semas o rasgos distintivos, incluidos en las definiciones que proporciona el propio fray Diego Durán”. Este doble método antropológico-lingüístico ofrece al lector un acercamiento en el que queda completo el valor de cada término, lo cual facilita la comprensión del universo de lo divino en la vida del hombre náhuatl.
Otro aspecto del trabajo digno de ser resaltado es el contenido del cuarto capítulo. En él la autora desmenuza los procedimientos de que se valió Durán para explicar la significación de cada uno de los vocablos nahuas que acoge en su Historia. Para el historiador, las reflexiones contenidas en este capítulo son de gran valor pues muestran los mecanismos lingüísticos que el dominico creó para hacer comprensible la cultura náhuatl a los lectores novohispanos y, en general, a todo hablante de la lengua española. Estos mecanismos, que la autora encuadra en tres categorías y en varias subcategorías, nos muestran a un Durán interesado no tanto en traducir, cuanto en incorporar los nahuatlismos al castellano con el objeto de explicarlos y, de esta forma, introducirlos bien en los lectores de otra cultura. Posiblemente él estuvo consciente de que ésta era la manera de penetrar en la cosmovisión náhuatl, en muchos casos para reprobar los ritos y creencias, pero en otros para exaltar preceptos morales que coincidían con la moral cristiana.
El propósito de Durán de servir a los misioneros no se cumplió, señala la autora, ya que la obra no se imprimió sino hasta el siglo pasado. Pero cabe pensar que si este propósito no se cumplió, el trabajo del dominico sobrepasó esta primera intención evangelizadora. Como en el caso de Olmos, Sahagún y Mendieta, la profunda información que Durán proporciona acerca de la vida material y espiritual de los pueblos nahuas es, después de siglos, fuente de valor inestimable. Pocos como él pudieron profundizar en otra cultura, no sólo porque la vivió desde niño -llegó a Texcoco de cinco o seis años-, sino también porque estaba dotado de sensibilidad para admirar lo que no era suyo. El resultado fue su Historia de las Indias de Nueva España e islas de la tierra firme, una de las grandes síntesis históricas del siglo XVI.
Antes de terminar, me referiré a dos cuestiones de orden metodológico que Pilar Máynez señala. La primera, la necesidad de hacer una edición lo más apegada posible al manuscrito original, para leer las páginas tal y como Durán las escribió. Yo añadiría que en esta futura edición sería muy deseable que el editor tuviera en cuenta la triple perspectiva histórico-lingüístico-antropológica aportada por Pilar Máynez en este libro. Pero mientras esto sucede, podemos leer las ediciones existentes con la seguridad de que lo haremos con otros ojos después de haber leído el libro aquí reseñado.
La segunda cuestión se refiere a la compilación del material léxico relativo a la magia y la religión mexicas. Los 361 vocablos estudiados en este libro, junto con los 742 del Códice Florentino que, como ya dije, analizó Pilar Máynez en su tesis de maestría, constituyen un corpus de valor inestimable para historiadores, lingüistas y filólogos. En total son 1103 términos referentes al mundo espiritual náhuatl, pequeño pero valioso diccionario de vocablos que no se encuentran en el Vocabulario grande de Molina.
Para concluir diré con la autora que “la inserción de estos términos no sólo amplió y mudó el sistema lingüístico de la lengua dominante; pero también alteró y enriqueció su forma de concebir la realidad”. Este enriquecimiento de la realidad que Durán logró hace ya más de cuatro siglos es lo que Pilar Máynez analiza y transmite en su libro desde una triple mirada histórica, lingüística y antropológica.
Sobre la autora
Ascensión Hernández de León Portilla
Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.
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