Durante el Porfiriato, para el imperio alemán México se había convertido en una zona primordial de inversión en el conjunto de sus intereses latinoamericanos, en proveedor de materias primas y en mercado de consumo industrial. Sus empréstitos contribuyeron a financiar los nuevos ferrocarriles mexicanos, sus buques transportaron diversos productos a México y los bancos alemanes establecidos en ese país ofrecieron créditos a la economía mexicana.1 Entre 1900 y 1910 el comercio mexicano-alemán se desarrolló positivamente, y México tuvo el cuarto lugar en la escala de países latinoamericanos económicamente más importantes para Alemania en esta época.2
Aunque no había una tasa de emigración a México comparable a la de Argentina, Brasil o Chile, algunos de los relativamente pocos alemanes ejercieron una influencia duradera en los ámbitos comercial y cultural: el Colegio Alemán en la ciudad de México se fundó en 18943 y esta institución recibió subvenciones de parte del gobierno alemán.4 Además, ya en 1898 se creó la Deutsche Zeitung von México, un periódico de gran importancia para los alemanes en Latinoamérica.5 Casas comerciales como Benecke y Cía. Desarrollaron una buena parte del comercio exterior mexicano, mientras otras invirtieron en la creciente industria: por ejemplo, en la pujante industria cervecera (Toluca) desde fines del siglo XIX, y en las plantaciones de café en el sureste del país, sobre todo en Chiapas.6 Ya con el nuevo siglo grandes empresas del sector de la construcción (Holzmann), la electricidad (Siemens, AEG) o la química (Bayer) fundaron representaciones directas en México,7 un país preferente para el imperialismo alemán en Latinoamérica.
Para el México del Porfiriato el imperio alemán tuvo una importancia cada vez mayor no solamente como fuente de capital, sino también y sobre todo por ser uno de sus principales mercados para los productos de exportación —en especial del café—, pero también de materias primas para la industria farmacéutica, de henequén y la madera. Más importante que en las exportaciones fue el papel de Alemania como proveedor de tecnología, principalmente maquinaria.8 Desde finales del siglo XIX el imperio alemán adquirió un creciente papel de poderoso contrapeso en la economía y la política del Porfiriato frente a la influencia inglesa y estadounidense. Asimismo, el régimen del presidente Díaz contrató varios académicos para la educación universitaria, y proyectó además la contratación de una de las famosas misiones militares de Alemania, si bien este proyecto no se realizó.9
Con el inicio de la Revolución de 1910 la diplomacia alemana desarrolló una intensa actividad en México, al grado de considerarse realmente como una “guerra secreta” que culminó en el notorio “telegrama Zimmermann” a Carranza. La estrategia del kaiser y sus ministros buscaba fomentar en secreto las tensiones existentes entre Estados Unidos y México, pero sin provocar problemas para Alemania y manteniendo la impresión de ser un amigo de todos, neutral y ajeno a los conflictos existentes.10 Al mismo tiempo hasta 1917 no dejaron de aumentar las actividades clandestinas de espionaje y sabotaje en contra de Estados Unidos por parte de los agentes alemanes en México. A principios de dicho año los alemanes volvieron a su actitud agresiva en la guerra con submarinos, e ignorando las graves consecuencias de sus acciones, el gobierno de Berlín envió el telegrama fatal en el que ofrecía una alianza militar contra Estados Unidos.
Como sabemos, ese telegrama —junto con otros acontecimientos— propició la entrada estadounidense en la Primera Guerra Mundial. Después Alemania intensificó en México sus acciones clandestinas contra el gobierno de Estados Unidos, pero sin mucho éxito. Y si bien la administración del presidente Carranza no aceptó la oferta de Zimmermann, utilizó los contactos con Alemania con el fin de aparentar independencia política.
La guerra vino a poner punto final a una época en que se estaban consolidando las relaciones económicas germano-mexicanas: si desde el inicio de la conflagración tanto el comercio como los enlaces para comunicaciones fueron entorpecidos por el bloqueo marítimo de los aliados, finalmente dichos flujos comerciales quedaron interrumpidos de modo definitivo. Por otra parte, con la puesta en práctica de las listas negras los intereses económicos alemanes estuvieron sometidos a fuertes presiones, ya que México fue el país latinoamericano con más empresas alemanas en la lista negra.
Las relaciones mexicano-germanas cambiarían radicalmente después de 1918, con el término de la guerra, el tratado de Versalles y los acontecimientos revolucionarios en la política interna de ambos países, sin descontar la crisis de la posguerra y los cambios ocurridos en los mercados internacionales. Tanto para México como para Alemania la Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias si no radicales, sí de efecto duradero en el ámbito político exterior e interior. Ambas sociedades debieron pasar una época de profundas crisis sociales y políticas, acompañadas de disturbios que impactaron fuertemente en muchos aspectos de la vida pública y fueron confrontadas con una pénétration pacifique de Estados Unidos.
¿Cómo quedaron pues configuradas las relaciones entre Alemania y México en el periodo que va del final de la guerra en 1918 a la crisis económica mundial que se extendió hasta 1933, un lapso en el que por primera vez se hicieron palpables diversos cambios de carácter duradero? ¿Qué papel jugó el intercambio comercial para ambos países? ¿Pudo el Reich, debilitado en el sector de capitales, reanudar las inversiones del periodo de preguerra? En vista de los cambios realizados en el poder y de la afiliación común a la Sociedad de las Naciones, ¿fueron puestas las relaciones políticas sobre una nueva base? ¿Qué función ejercieron los mexicanos de origen alemán y los alemanes del Reich residentes en México, respectivamente, en lo que concierne a las relaciones bilaterales? ¿Hasta qué punto fueron efectivas las iniciativas en política cultural y de prensa para las relaciones germano-mexicanas?
Quien busque respuestas a estas cuestiones en el campo de la historiografía quedará decepcionado. Por supuesto que existen estudios valiosos sobre la historia de las relaciones germano-mexicanas, entre ellos los de Brígida von Mentz et al., Jürgen Müller y León Bieber.11 No obstante, estos estudios han seleccionado un periodo concreto como objeto de investigación, por lo general, los años anteriores a 1914 o posteriores a 1933. Tan sólo en algunos casos excepcionales se tuvo en especial consideración la decisiva fase de transición comprendida entre 1918 y 1933;12 además, aspectos tan decisivos para las relaciones germano-mexicanas como la economía, la diplomacia, el comercio, la cultura y la política de la prensa no han sido tratados sistemáticamente, y por ello en este artículo se investigan por vez primera las relaciones germano-mexicanas entre 1918 y 1933.
Para analizar los campos ya mencionados de un modo conveniente en el marco general de las relaciones bilaterales, es fundamental deshacerse del “estrecho” punto de vista oficial que ofrece el Ministerio de Asuntos Exteriores, e introducir en el análisis los contactos no oficiales generados por debajo del plano gubernamental y que se intensificaron rápidamente gracias a las innovaciones tecnológicas en transportes y comunicaciones. De este modo será posible percibir actores que ya habían surgido antes de la guerra e influyeron de manera permanente en las relaciones entre ambas naciones.
A esto se unen los intereses germanos creados en la economía, cuyas asociaciones tenían como miembros a bancos, compañías navieras, empresas de construcción, compañías de seguros, industrias de exportación y numerosas casas comerciales de importancia. Junto a los fines estrictamente comerciales también tuvieron injerencia en actividades de carácter público, en el cultivo de relaciones informales y, principalmente, el cabildeo político en Berlín y la ciudad de México. 13 Las asociaciones de alemanes residentes en México y los mexicanos de origen alemán (a quienes de ahora en adelante llamaremos Auslandsdeutsche) vinieron a ejercer importantes funciones en calidad de intermediarios, sobre todo en el ámbito cultural y social. Estas corporaciones disponían de contactos más o menos estrechos con diversas organizaciones en Alemania, entre ellas el Verein für das Deutschtum im Ausland (VDA) [Club para la germanizad en el extranjero] y la Secretaría de las Cámaras de Comercio Alemanas en Latinoamérica (Gelateino). La Iglesia protestante ejerció también una gran influencia, a menudo financiando escuelas de habla alemana y proveyendo de religiosos que ejercieron como maestros.
Al finalizar la guerra los contactos de estos actores no oficiales fueron tomados en gran consideración en Alemania, pues la ofensiva diplomática estatal se vio de hecho paralizada por las obligaciones impuestas por el Tratado de Versalles, lo cual hacía imposible reanudar los niveles de actividad diplomática logrados durante el periodo anterior a 1914. En México estas agrupaciones jugaron también un papel importante en razón de sus buenos contactos con las élites del país. Sin embargo, para analizar las complejas relaciones e influencias en este campo es conveniente aplicar el teorema político-científico de la política trasnacional. Si bien las relaciones trasnacionales tienen lugar por debajo del plano gubernamental, repercuten en éste y constituyen una parte sustancial de las relaciones exteriores en general.14 El punto de partida es la tesis de que las relaciones germano-mexicanas entre 1918 y 1933 fueron dominadas esencialmente por grupos de la sociedad civil: los actores trasnacionales.
El siguiente periodo a investigar estará dividido en tres fases diferenciadas: una “reanudación” de 1918/19 hasta 1924/25; una etapa de intensificación de los contactos entre 1925 y 1929/30, y una fase a partir de 1930, eclipsada por la crisis económica mundial. Dentro de esta fragmentación el análisis será orientado hacia los puntos esenciales de carácter temático: economía, relaciones diplomáticas, papel de los Auslandsdeutsche, política de prensa y de orden cultural. El estudio se apoya en primer lugar en fuentes de archivo alemanas, principalmente el Archivo Político del Ministerio de Asuntos Exteriores (PAAA) y el Archivo Federal (BA); también fueron consultadas numerosas publicaciones, libros, periódicos y revistas que permiten obtener conclusiones sobre la percepción mutua.
Estancamiento y reconstrucción paulatina de las relaciones, 1918/19-1924
La neutralidad de México no permaneció invulnerable a los efectos derivados de la guerra vivida en la lejana Europa. De especial preocupación, desde el punto de vista mexicano, fue el auge político y económico alcanzado por Estados Unidos en América Latina, debido a la falta de competencia europea. Para Alemania, la Primera Guerra Mundial también supuso un profundo estancamiento económico, que continuó determinando su desarrollo años después de haberse firmado la paz. A pesar de que en lo sucesivo Alemania se mantuvo como parte del centro industrializado de la economía mundial, la hiperinflación, pero sobre todo las disposiciones económicas e indemnizaciones del Tratado de Versalles —que implicaron la pérdida de la flota mercante y grandes cantidades de capital extranjero, así como el pago de elevadas sumas destinadas a reparaciones—, crearon las condiciones básicas limitadas para la economía exterior alemana, y en especial en su compromiso fuera de Europa.15
No obstante dichas pérdidas y limitaciones, las perspectivas de la economía alemana en Latinoamérica después de 1918 no eran en comparación demasiado malas. Muchas casas comerciales de los Auslandsdeutsche, representaciones directas y bancos habían logrado superar los efectos de la guerra a pesar de la ofensiva económica de los aliados, recuperación que finalmente debía atribuirse a las buenas relaciones con la élite económica del país. A pesar de los efectos de las listas negras, al finalizar la guerra el estado de las inversiones alemanas se mantenía saludable. Debido a la caída de las inversiones en Brasil, México ocupó el tercer lugar como destino de capitales alemanes en América Latina, y estas inversiones de capital se mantuvieron como un factor fundamental en las relaciones germano-mexicanas. 16
Debe anotarse, con todo, que durante la guerra y después de ella se modificó el conjunto de las inversiones alemanas. Este cambio fue motivado, principalmente, por el embargo y venta de fondos extranjeros realizados por el gobierno alemán, los cuales debían aportar recursos para financiar la compra de productos alimenticios y materias primas.17 La solicitud de nuevos préstamos por parte del gobierno mexicano fue imposible a causa de la escasez de capital en Alemania en los años veinte; en consecuencia, Estados Unidos se convirtió en el proveedor más importante de capitales para ese país. 18
Pero ¿qué pasó con los antiguos empréstitos que estaban bajo la moratoria mexicana de 1914, decretada a causa del conflicto revolucionario? La suma total de estas inversiones era de 70 millones de pesos. En este asunto el gobierno alemán se vio obligado a alinearse con Estados Unidos, cuyo gobierno promovió en 1918 la creación del Comité Internacional de Banqueros en México bajo la conducción de Thomas Lamont, gerente del banco J.P. Morgan. A inicios de la década de 1920 se toleró un representante alemán en dicho comité, y con ello los acreedores alemanes formaron parte del convenio De la Huerta-Lamont de 1922.
Junto a la pérdida, o al menos la inseguridad de las inversiones indirectas, se contó también con pérdidas en el sector de inversiones directas. En algunos casos éstas fueron de carácter superficial, pero sólo en determinadas circunstancias, y siempre que las empresas alemanas se convirtiesen en mexicanas por la vía jurídica y cambiaran su nombre. Los motivos serían diferentes en función de cada caso, si bien la razón principal era el temor a la pérdida del capital por el embargo de los aliados, y frecuentemente para evitar el pago de deudas y reparaciones por parte del gobierno alemán. Otros motivos para el cambio de nacionalidad fueron la limitación de la protección diplomática por el gobierno alemán desde 1918, la esperanza de obtener ventajas a la hora de conseguir capital en los mercados internacionales, eludir la legislación fiscal alemana, y la necesidad de reaccionar frente a las crecientes medidas expropiatorias en México.
En comparación con otros sectores económicos, las sucursales bancarias alemanas en México tuvieron menos problemas frente a la transición de la economía de guerra a la de paz. La supervivencia de estos bancos fue un factor decisivo para reanudar las estrechas relaciones entre Alemania y México, pues gracias a los firmes lazos con las élites económicas y círculos oficiales en ambas naciones, así como a su participación en la mayoría de proyectos de inversión alemanes, los bancos pudieron ejercer una gran influencia como actores trasnacionales. Sin embargo, en estos primeros años de posguerra, al no haber adquisición de préstamos gubernamentales, se perdió el tipo de transacción financiera más importante que hasta ahora habían realizado los bancos extranjeros. Junto a la hiperinflación alemana se hicieron extremadamente palpables las oscilaciones en el precio de las monedas y las materias primas internacionales, lo cual determinaría los resultados que iban a darse en los negocios.19 No debe extrañar entonces que debido a la escasez de capitales los alemanes no pudieran integrarse en la creciente industria petrolera mexicana, dominada por los intereses de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Por tanto, los puntos de enlace más importantes para reanudar las relaciones económicas entre Alemania y México fueron, junto con los bancos, las numerosas compañías comerciales germano-mexicanas. A pesar de los nocivos efectos del bloqueo de los aliados y las secuelas de las guerras revolucionarias, un número considerable de dichas empresas comerciales pudieron superar la crisis de la guerra, aun cuando fue prácticamente imposible realizar nuevas inversiones en tal periodo. En este sentido México fue un caso excepcional, puesto que otros países latinoamericanos, como Argentina, resultaron muy atractivos para los capitales alemanes que buscaban escapar de la hiperinflación en esos años. La razón de mayor peso era la inestabilidad política, y debido básicamente a ese factor la suma total de inversiones alemanes en México se estancó después de la guerra.
Un objetivo preferente de la política exterior de la joven República de Weimar (1918-1919) fue asegurar el abastecimiento de materias primas y alimentos. No obstante la pérdida de la flota mercante alemana, que según el artículo 244 del Tratado de Versalles fue entregada como pago de indemnizaciones de guerra, la línea marítima Hapag reinició sus servicios a México a partir de 1920. Sin embargo, este país no jugó un papel importante como proveedor de Alemania —lo contrario de Argentina, por ejemplo— y sólo 0.2 por ciento de las importaciones alemanas vinieron de este país. Productos como el café, henequén, plantas de arroz, etcétera, continuaron llegando a Alemania, pero su valor era mucho más bajo que antes de la guerra; el caucho mexicano fue reemplazado por importaciones de Asia, y únicamente las importaciones de petróleo crecieron marcadamente en este periodo.20
En la composición de las exportaciones alemanas a México no hubo grandes cambios, y la maquinaria y el papel se mantuvieron como los productos más importantes, en tanto aumentaba el valor de las exportaciones de productos químicos. En realidad las exportaciones alemanas se recuperaron bastante rápido, pues de siete millones de pesos en 1920 crecieron a 42 millones en 1922, año en que —según la estadística mexicana— el valor era más alto que en 1913. Si bien el llamado dumping monetario permitió al empresariado germano invertir con un marco de bajo curso, dio lugar a quejas sobre métodos poco honrados de inversión; sin embargo, debido a la hiperinflación imparable dichas ventas de bienes disminuye ron a 19 millones de pesos en 1923. En general, la balanza comercial con México era muy positiva para Alemania —es decir, el valor de las exportaciones alemanas a México era mucho más alto que el de las exportaciones mexicanas a Alemania—. Estos índices comerciales permitieron que dicho país europeo ocupara en 1923 el tercer lugar en las importaciones mexicanas, superando incluso a los franceses.
En el campo de las relaciones diplomáticas posteriores a 1918, ambos países defendían el derecho de igualdad internacional y la puesta en marcha de un sistema económico con tal característica. A partir de la recién creada Sociedad de las Naciones, el papel de México —aunque en 1919 todavía no era miembro debido a la oposición de Inglaterra y Estados Unidos— se revalorizó dentro del sistema internacional y logró, dentro de lo posible, una cooperación de nuevo cuño que tenía como eje una política de solidaridad con Alemania. De hecho, las relaciones diplomáticas germano-mexicanas en estos años han sido caracterizadas por los observadores como complicadas, en tanto habían estado bajo la influencia de las relaciones de ambos países con Estados Unidos.
Debido a la delicada situación internacional en que se mantuvo Alemania después de la guerra, las relaciones con Estados Unidos entre 1918 y 1919 jugaron un papel vital, pues por un lado se requerían los capitales estadounidenses para reconstruir la economía, y por otro se estaba a la expectativa de la ayuda yanqui en las arduas negociaciones realizadas en París con miras a la paz futura. Como precondición para las negociaciones bilaterales, el gobierno de Woodrow Wilson demandó retirar de inmediato a Heinrich von Eckhardt, ministro alemán en México y coordinador central del sabotaje y espionaje durante la guerra. Aun cuando Alemania cumplió sin retraso esta demanda,21 sus esperanzas en torno a la ayuda estadounidense fueron en vano y el Tratado de Versalles resultó una pesadilla para los intereses nacionales.22 Aun así, para el gobierno alemán las relaciones con Estados Unidos fueron de mayor relevancia que las mantenidas con México, como evidencia un memorándum del Ministerio de Relaciones Exteriores de octubre de 1919, en el cual se instruye a los representantes alemanes en México para “… evitar todo aquello que pudiese suscitar la desconfianza de Estados Unidos hacia la honradez… de Alemania”.23
Una prueba de esta nueva política de cautela en las relaciones con México fue el reconocimiento del gobierno de Álvaro Obregón. Inmediatamente después de la caída de Carranza, en mayo de 1920, algunos diplomáticos alemanes en México quedaron desconcertados debido a la estrecha relación personal, e incluso de amistad, que mantuvieron con el jefe político coahuilense. Sin embargo, el presidente interino Adolfo De la Huerta trató de ganar reconocimiento internacional enviando un ministro a Berlín, y el gobierno alemán no quería recibir oficialmente a este representante para no provocar a Estados Unidos, cuyo gobierno se había negado a reconocer al régimen de De la Huerta. Al final el gobierno de Berlín se plegó a la actitud de Washington en este asunto tan sensible y re estableció las relaciones oficiales con México sólo después de los tratados de Bucareli en 1923.24
Con las relaciones diplomáticas tan cautas los Auslandsdeutsche fueron vistos por la opinión pública alemana como pilares activos de la política exterior desde el punto de vista político-económico, cultural y de prestigio; incluso, a juicio de algunos entusiastas, debieron ser el sustituto informal de las colonias perdidas. A pesar de que se percibieron con cierta preocupación corrientes nacionalistas entre sus filas, parecieron darse aquí los mejores presupuestos para una influencia de tipo informal,25 y con ello los Auslandsdeutsche se convirtieron en portadores potenciales de relaciones internacionales. Según la interpretación de la época, fue necesario mantener esa compenetración con la lengua y la cultura alemanas, la llama da nacionalidad de esos Auslandsdeutsche, y fue así como al mismo tiempo se convirtieron en un grupo que serviría de objetivo para llevar a cabo una política de difusión de la germanidad (Deutschtum), en la que participaban diversas asociaciones alemanas en México, principalmente organizaciones no estatales como la ya mencionada VDA y representantes de la iglesia, sobre todo pastores protestantes.26
El número de alemanes residentes en Latinoamérica, después de la Primera Guerra Mundial, quedó supeditado a grandes cambios ante la ola migratoria del Reich, que sobrepasó con mucho la dimensión cuantitativa del siglo XIX, 27 aun cuando hacia México —según estadísticas alemanas— emigraran sólo cerca de dos mil personas entre 1920 y 1923. Aunque estas cifras no son exactas, sirven para mostrar la tendencia; sin embargo, cuando se les compara con la enorme emigración con destino a Argentina y Brasil, puede verse que en el primer caso se trataba de un movimiento migratorio muy débil.28 Esta particularidad migratoria hacia México contradecía los optimistas pronósticos de la inmediata posguerra,29 por sus pequeñas cifras debidas quizá a muy diversos motivos, entre ellos las noticias sobre la continua inestabilidad política en México.
Aun cuando la emigración no condujo a un aumento esencial en las cifras de alemanes del Reich y descendientes de alemanes en México, su número e influencia fue lo bastante importante como para repercutir en las relaciones entre ambas naciones. La llamada Asociación de Ciudadanos del Reich en México (Verband Deutscher Reichsangehöriger in México, VDRM), fundada en 1915 para unificar distintas organizaciones de raíz alemana existentes en el país, así como para proteger a los ciudadanos de ese país de los efectos de la Revolución mexicana y de la Primera Guerra Mundial, continuó siendo la organización más importante: en 1920 contaba con 400 miembros, equivalente a una novena parte de los ciudadanos alemanes que entonces vivía en México, y como asociación mantuvo estrechas relaciones con los diplomáticos alemanes y el gobierno de Berlín.
Otra institución importante en este sentido fue el Colegio Alemán fundado en México —especialmente los del Distrito Federal y de Puebla—, pues entre 1913 y 1930 su número de estudiantes aumentó de 381 a 890.30 La escuela abierta en la capital fue el Colegio Alemán más grande en toda América Latina, y en 1918 recibió el privilegio de certificar los exámenes del bachillerato alemán por primera vez. 31 Aun cuando no había un compromiso formal con organismos oficiales del Reich, ya que se trataba de una escuela privada, sí existía una vía informal y semioficial para una posible influencia que el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio del Interior procuraron mantener como parte de las metas de la política educativa alemana, junto con la iglesia y la asociación de maestros alemanes en el extranjero.
A pesar de la cooperación en política educativa entre organizaciones alemanas en el extranjero y representantes del Reich, no pasó desapercibido el cambio radical que sufrió la postura de muchos alemanes y Auslandsdeutsche a raíz del desenlace de la guerra y la posterior revolución alemana. La imagen idealizada del país natal fue inevitablemente comparada con el supuestamente brillante pasado imperial, por lo que algunos pretendieron su restauración. Esta postura monárquica y anti-republicana encontró en México gran difusión, ya que los grupos radicales dominaban dentro de la VDRM e influyeron en la opinión expresada por el periódico Deutsche Zeitung von Mexiko. Pero al otro lado del espectro político algunos alemanes liberales fundaron en 1919 la asociación Nueva Alemania (Neue-Deutschland), que trabajó en favor de la República de Weimar. No obstante que ello provocó muchas confrontaciones entre ambos grupos de alemanes, para la política exterior del Reich fue este un factor importante, ya que los Auslandsdeutsche debían ejercer, como ya se dijo, la importante función de puente para el fomento de las relaciones con México.
El gran valor de las medidas culturales y la política de prensa, como complemento de los instrumentos tradicionales en materia de economía y relaciones exteriores, se manifestó durante el conflicto armado de 1914 en la guerra de propaganda para ganar a la opinión pública en los estados neutrales. Fue así como se ofreció al imperio alemán, vencido y limitado en su campo de acción por el Tratado de Versalles, una libertad relativa en el ámbito de la política exterior. Es decir, con base en la expansión propagandística de los bienes culturales y la influencia de la prensa local, se pretendía mejorar la imagen de Alemania, con miras a preparar el camino hacia una regeneración económica. Tal estrategia estaba dirigida a un sector de la clase alta mexicana, del que surgieron en parte impulsos orientados a lograr una sólida relación cultural con la República de Weimar. Con esto se anunciaba un elemento moderno de reciprocidad, más por otra parte debía llegarse a los Auslandsdeutsche que jugaban un papel decisivo como intermediarios.
En 1919 esta nueva política todavía se encontraba impregnada por la propaganda bélica. En principio la actividad principal consistía en la búsqueda de influencia en la prensa y la difusión de propaganda alemana en español, mas poco a poco se hizo evidente la importancia de desarrollar una política cultural propia, que dejase de lado los métodos propagandísticos propios de los tiempos de guerra. Una base importante para las nuevas relaciones culturales fue la actividad desarrollada por científicos alemanes en México; por ejemplo, en agosto de 1918 se fundó en Munich una Sociedad Germano-Mexicana (Deutsch-Mexikanische Gesellschaft),32 y con base en la tradición de Eduard Georg Seler académicos como Walter Lehmann, Konrad Theodor Preuss y Leonhard Schultze-Jena desarrollaron un trabajo intenso en torno a las investigaciones sobre el México antiguo.33
En el sector de política cultural hubo una fuerte competencia entre Francia y Alemania en relación con América Latina, lo cual naturalmente incluyó a México. En ese periodo Alemania carecía de los recursos necesarios para emular a los franceses, quienes establecieron en la ciudad de México una sucursal de la Universidad de París, sin embargo, quedaba el recurso de enviar intelectuales alemanes de conocido prestigio a México, además de establecer contactos entre la CROM y los sindicatos obreros más importantes de Alemania. Por su parte, el presidente Obregón demostró una voluntad de ampliar las relaciones científicas entre ambos países que se puso de manifiesto en septiembre de 1923, durante la estadía de un grupo de astrónomos alemanes interesados en estudiar el eclipse solar observado en México. Asimismo, José Vasconcelos, ministro de Educación, nombró al economista marxista Alfons Goldschmidt para impartir una cátedra en la Universidad Nacional. 34 Por todo lo anterior, en principio no parecía necesario institucionalizar o llevar a cabo una ampliación planificada de las relaciones político-culturales.
Pero justo después de la guerra, las relaciones político-culturales pasaron a segundo término ante los intentos de Alemania para influir en la opinión pública de México, sobre todo a través de los Auslandsdeutsche y mediante una política de prensa organizada. En ello tomó parte activa la Deutsche Zeitung von Mexiko, portavoz de los Auslandsdeutsche y defensora de una postura decididamente anti-republicana en cuestiones de política interior alemana.
La política de prensa jugó un papel determinante en el intento por mejorar la imagen de Alemania en México y los esfuerzos se concentraron especialmente en establecer un servicio de noticias alemán, ya que la prensa mexicana dependía de las agencias internacionales Havas, United Press y Associated Press. El departamento de prensa del Reich en Berlín se esforzó en la creación de un servicio de noticias oficial, que debía dirigirse en primera instancia a la prensa local, mas para dar ese paso estaba obligado a depender de la iniciativa de los Auslandsdeutsche. El mecanismo consistió en colaborar con la Asociación de Ciudadanos Alemanes y su “Servicio de Propaganda”, la que procedió a insertar artículos prefabricados en la prensa mexicana. A partir de ahí se desarrolló, entre 1919 y 1923, una verdadera agencia alemana de noticias —la Agencia Düms, así llamada por su fundador Carl Düms—, que recibió subvenciones de Berlín y se estableció con un servicio de noticias llamado Servicio Atlas. Aunque muy pequeño en comparación con los grandes consorcios estadounidenses, el servicio informativo ofreció noticias en castellano sobre Alemania, tratando así de mejorar la imagen del país en México.35
La fase de reconstrucción de las relaciones germano-mexicanas, tras la interrupción causada por la guerra, estuvo marcada por los efectos de dicho conflicto armado y el Tratado de Versalles. El interés en la reconstrucción diplomática, y sobre todo en el intercambio económico, no se habían interrumpido gracias al mantenimiento de grandes inversiones de capital en México y a la importancia del mercado alemán para los productos mexicanos. Sin embargo, los grandes impedimentos no pasaron desapercibidos: por una parte Alemania había perdido inversiones, mientras que por otra el intercambio comercial no había evolucionado tal como se había previsto y tampoco se cumplieron las esperanzas puestas en los Auslandsdeutsche. Las cifras de emigrantes a México mantuvieron su rango, y la postura anti-republicana de muchos Auslandsdeutsche representaba una verdadera carga; en consecuencia, a pesar de todos los esfuerzos se vivía una fase de estancamiento.
La intensificación de las relaciones, 1924-1929/30
Entre 1924 y 1925 hubo en Alemania una serie de cambios profundos que significaron avances, tanto en los terrenos económico y social como en los ámbitos de política interior y exterior. Esta mejoría estuvo relacionada directamente con la superación de la inflación a través del llamado Plan Dawes y los créditos estadounidenses. En cambio, México permaneció inestable debido al surgimiento de la guerra cristera (1926-29) que ensombreció la presidencia de Plutarco Elías Calles; sin embargo, bajo su mandato hubo también una política de reforma social y económica que influyó en las relaciones entre ambos países.
Ya hemos señalado que durante este periodo las inversiones alemanas en México sufrieron una disminución sensible, en comparación con la observada en otros países de América Latina. Según estadísticas alemanas, en 1929 hubo solamente 75 millones de dólares estadounidenses invertido en este país —mucho menos que antes de la guerra—. Por eso las inversiones existentes ganaron una importancia cada vez mayor y en este periodo aumentó particularmente el nivel de inversiones de alemanes radicados en México, pues invirtieron en la industria de alimentos al participar en la creación de nuevas cervecerías. Además, en esta fase de recuperación económica algunas grandes empresas multinacionales compitieron exitosamente en las convocatorias estatales, como en el caso de la construcción de nuevas plantas eléctricas o de industria portuaria; otras, como Siemens o AEG, fundaron nuevas representaciones directas en México a fines de la década de los años veinte.
El comercio entre ambos países adquirió una nueva base con la estabilización del marco y la suspensión de los controles aplicados al comercio exterior alemán. Es un hecho que durante varios años Alemania ocupó el segundo lugar —después de Estados Unidos— como socio comercial, lo cual pudo apreciarse especialmente en el ramo de las exportaciones mexicanas; en ese sentido, debe señalarse que no fue el petróleo, sino el café, el principal promotor de este desarrollo positivo, al grado de que la balanza comercial se mostró continuamente positiva para México en estos años. Por otro lado, el petróleo mexicano —de suma importancia hasta 1924— perdió su preponderancia en el intercambio con Alemania debido a dos factores centrales: la lucha del gobierno mexicano contra las compañías petroleras estadounidenses, y la competencia venezolana. En este contexto, el auge del comercio del café mostraba una palpable recuperación económica en Alemania, ya que hacia mediados de los años veinte se vivió en ese país una creciente demanda por el grano, considerado un lujo todavía durante la crisis de la posguerra; asimismo, también creció la importancia del plomo, el cinc y el henequén.
En las importaciones desde Alemania dominaron productos como maquinaria, artículos de ferretería, productos químicos y electrónicos. México fue un mercado particularmente importante para la industria química alemana, en tanto el sector de la electricidad no fue tan exitoso como había sido antes de la guerra. El principal motivo para explicar este poco éxito, en comparación con el periodo anterior, fue la competencia internacional. La comparación a escala internacional muestra que la posición de Esta dos Unidos —como primer socio comercial de México— empezó a consolidarse desde finales de los años veinte. Dicha tendencia se intensificó a través del aumento de la demanda mexicana de artículos industriales como el automóvil, rubro en que los productores estadounidenses disfrutaban de amplias ventajas competitivas.
¿Cómo se desarrollaron las relaciones bilaterales? Para el Reich la estabilización económica trajo consigo una relajación en política exterior, y por ello en Berlín se volvió a mirar otra vez hacia Latinoamérica para desarrollar nuevos conceptos. Mediante una política de prestigio se trató de fomentar sobre todo la relación económica, lo cual se debió al predominio de Estados Unidos en el hemisferio occidental y las cargas de la política comercial. La revisión de documentos relativos a las relaciones amistosas entre México y el Reich permite confirmar que el objetivo del presidente Calles era lograr un contrapeso frente a la influencia estadounidense. Desde la perspectiva alemana, México era un socio importante en las relaciones internacionales, en las que Berlín jugaba ahora un papel menor. Paradójicamente, sin embargo, entre 1923 y 1924 se desplegaron las primeras tensiones entre los dos países debido a un asunto bilateral. En la rebelión protagonizada por De la Huerta en 1923, los rebeldes tuvieron contactos con Hamburgo y organizaron sus materiales bélicos en dicha ciudad, y el oficial mexicano Arnoldo Krumm-Heller, de ascendencia alemana, era la persona clave en este negocio clandestino. En los primeros meses de 1924 se formó incluso un “gobierno mexicano en el exilio” en Alemania, bajo la dirección de un ominoso Kart Stetzer. El Ministerio de Relaciones Exteriores en Berlín trató dar caza a los conspiradores, aunque no fue tarea fácil, pero finalmente Krumm-Heller fue arrestado en España.36
Con todo, este problema no ensombreció las relaciones entre ambos países por mucho tiempo; al contrario, cuando el presidente Plutarco Elías Calles visitó Alemania en el verano de 1924, fue el punto culminante para la consolidación de las relaciones diplomáticas. Desde el punto de vista de una política de prestigio, los viajes de cortesía de barcos de guerra alemanes y personalidades destacadas se convirtieron en un factor importante durante la segunda mitad de los años veinte. Aunque los rebeldes trataron de crear una imagen negativa de Calles tachándolo de “bolchevique”, para la opinión pública alemana —fuertemente influida por el gobierno— el presidente mexicano era un político de acusadas simpatías germánicas y muy bien visto, por ello la recepción fue casi entusiasta.37 En respuesta —un par de meses más tarde—, el primer buque de guerra alemán que cruzaba aguas latinoamericanas, después de la guerra, ancló en varios puertos de México como parte de esa política de prestigio.
Sin embargo, en Washington este entusiasmo provocó serias críticas: las relaciones entre Estados Unidos y Calles se tornaron tensas y la amabilidad alemana mostrada hacia el llamado “enemigo” de los yanquis se interpretó como una ofensa para los vecinos del norte. Dadas las circunstancias, la diplomacia alemana consideró de mayor relevancia no provocar a Estados Unidos, que fortalecer las relaciones con México.
Como socio menor de Estados Unidos, Alemania participó en las comisiones de indemnización para los daños causados a sus connacionales durante la Revolución mexicana, en las que 139 alemanes demandaron unos siete millones de pesos. Después de un arduo proceso de negociaciones recibieron sólo medio millón en 1930, y el pago de esta suma se retrasó demasiado. Una constelación semejante surgió cuando fue publicada la ley mexicana de diciembre de 1925, sobre la propiedad del suelo. Si bien estaba pensada para contener a los propietarios estadounidenses, el gobierno alemán temió repercusiones negativas para las plantaciones cafetaleras alemanas en el sur de México.
Las relaciones germano-mexicanas entraron en una severa crisis durante la guerra cristera debido a presiones de la sociedad civil y de actores trasnacionales, puesto que la iglesia católica alemana fue parte de un movimiento global en favor de los cristeros, mientras los católicos laicos organizaron manifestaciones de solidaridad en varias ciudades alemanas y se pusieron en contacto con la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa en México. Hubo un intercambio de oradores que se tradujo en la publicación de libros y folletines que ofrecían su versión sobre la situación en México.
Cabe aclarar, por cierto, que esta no era la opinión de todos los sectores alemanes: el gobierno, por ejemplo, estuvo más interesado en mantener buenas relaciones con la administración de Calles e instruyó a la prensa oficial para que cubriera el asunto desde una perspectiva favorable al gobierno mexicano; sin embargo, cuando las manifestaciones de los católicos alemanes se intensificaron, la diplomacia mexicana protestó en Berlín y la situación se mantuvo tensa hasta 1929.38
Un aspecto importante de las relaciones bilaterales a escala de gobierno era la política comercial. En 1925 el gobierno de Calles rescindió el tratado comercial con Alemania vigente desde 1882, acción enmarcada dentro de una política de reconfiguración general de las relaciones comerciales con el extranjero, pues el gobierno mexicano quería más derechos especiales en su comercio con los países vecinos; para Alemania, en cambio, las cláusulas que más le favorecían eran punto no negociable, y en este proceso de agrias controversias económicas y políticas de complicado consenso, ambas partes buscaron evitar que fuesen motivo de un conflicto serio para las relaciones germano-mexicanas. Quizá por ello las relaciones comerciales continuaron sin un tratado formal hasta los años treinta.39
Con la estabilización de la situación en Alemania y la normalización de las relaciones en política externa después de 1925, pudo sosegarse por el momento la discusión en torno a los Auslandsdeutsche en Latinoamérica. Esto hay que atribuirlo también al retroceso de las cifras de emigrantes entre 1924 y 1929, pues en dicho periodo sólo unos dos mil alemanes emigraron a México.
El Colegio Alemán continuó siendo una institución central para los esfuerzos por conservar el Deutschtum, la “germanidad”, de los emigrantes y otros alemanes radicados en México. Aunque fue incorporado al sistema educativo nacional en 1927 —con todo y que la prohibición de enseñanza religiosa era válida también para esta institución—, no hubo cambios drásticos en su esquema de funcionamiento porque el colegio continuó gozando de buena reputación entre las élites mexicanas. De hecho tan nutrido era el número de mexicanos que enviaban a sus hijos a dicha escuela, que la natural socialización entre estudiantes alemanes y mexicanos fue vista por los responsables de la política cultural alemana como un riesgo para la conservación del “carácter alemán” de la escuela.40 Para los defensores de la política activa del Deutschtum se trataba de contrarrestar las tendencias de adaptación; sin embargo, para su frustración, la paulatina desgermanización de esta escuela no pudo ser con tenida, tanto por los variados intereses de los grupos de Auslandsdeutsche como por la tendencia nacionalista en la política educativa mexicana.
Igualmente estériles fueron los calculados intentos por parte de funcionarios oficiales para influir políticamente entre los Auslandsdeutschey persuadirlos de asumir una postura más positiva frente a la República de Weimar. La derecha monárquica continuaba dominando en el debate público y resultaba claro que el objetivo de estas agrupaciones era reinstaurar la monarquía. Por ejemplo, en asuntos de política educativa y cultural, los representantes oficiales del Reich siguieron dependiendo de la voluntad de cooperación financiera y organizativa de estos círculos. A su vez, los Auslandsdeutsche que simpatizaban con la república alemana fundaron una Asociación de Republicanos Alemanes en México en 1926, sucesora de la asociación Nueva Alemania. Aunque aglutinaba apenas una minoría, dicha organización logró consolidarse como institución importante en pro de la democracia alemana. Consecuentemente, en los años siguientes hubo arduas luchas entre los alemanes reaccionarios y republicanos. El retroceso hacia la derecha en el Reich después del cambio de gobierno en enero de 1925, y la elección de Paul von Hindenburg como su presidente en abril, influyeron en gran medida para que la situación se volviese problemática para los republicanos. La existencia de este grupo mostró por lo menos que en México aún había simpatizantes alemanes del sistema republicano.
La consolidación financiera del Reich, lograda tras la estabilización de la moneda, se dejó ver especialmente en el fomento de las relaciones culturales y la política de prensa con México. El ambiente para una iniciativa de política cultural era en ese momento preciso muy favorable, en tanto el presidente Calles estaba muy interesado en esta línea de cooperación. El símbolo más emblemático de tal política de concurrencia fue quizá el donativo de la llamada “biblioteca mexicana” a Alemania —compilada por el joven geógrafo Hermann Hagen durante una estadía en México como invitado oficial de Calles—, una biblioteca que hoy en día forma parte del Instituto Ibero-Americano de Berlín.41
En la segunda mitad de los años veinte surgieron, como una nueva esfera de las relaciones académicas entre Alemania y México, los primeros intentos de un programa de intercambio de estudiantes. Este esfuerzo inédito de política cultural se asemejaba a una especie de calle de un solo sentido, pues en primer término se intentaba que los estudiantes mexicanos realizaran estudios en Alemania.42 El ensayo, sin embargo, no fue del todo exitoso y la matrícula de estudiantes mexicanos en Alemania siguió mostrando números bajos, toda vez que las instituciones francesas continuaron siendo los destinos académicos de preferencia en Europa.
Otro aspecto de la política cultural estaba relacionado con el impulso que pretendía darse a la distribución de libros alemanes en México. Dicho intento debió también enfrentar varios obstáculos, entre ellos la poca difusión que tenía en México el conocimiento de la lengua alemana, y el elevado precio de los libros tras la estabilización del marco alemán.43 Más exitosas resultaron las actividades realizadas por la sede mexicana de la llamada Editora Internacional, fundada en 1922 para la distribución de traducciones de libros alemanes clásicos, científicos y de divulgación.
En estos años continuó la exitosa actividad de la Agencia Düms en México, que no dejaba de recibir subvenciones del gobierno alemán. El trabajo de la agencia de prensa fue trascendente porque sirvió de contrapeso al periódico más importante de los alemanes residentes en México, cuyo contenido era acentuadamente antirrepublicano, y gracias a dicha agencia el gobierno alemán estuvo provisto de cuando menos un portavoz de la nueva Alemania republicana. Este servicio de prensa se modernizó a fines de la década de los veinte, debido a la introducción de nuevas tecnologías de comunicación trasatlántica. Gracias a estos avances tecnológicos en 1929 los presidentes Portes Gil —ex ministro mexicano en Alemania— e Hindeburg intercambiaron saludos por medio del nuevo servicio inalámbrico.
Hubo incluso proyectos para incluir a México en un nuevo servicio de aviación interamericano, organizado por la aerolínea colombo-alemana SCADTA; no obstante este proyecto, junto con otros menos espectaculares, estuvo destinado al fracaso por la oposición estadounidense, que no toleró actividades alemanas en su área de interés especial.44
Entre 1924 y 1929 las relaciones se intensificaron como resultado de la recuperación económica. En Alemania esta fase fue posible debido al arribo de créditos estadounidenses, los cuales propiciaron, de paso, un incremento hasta entonces inédito de la influencia yanqui en los círculos políticos y culturales. La política exterior alemana sacó provecho del mayor espacio comercial que se dio tras la distensión en Europa y en ultramar. Las relaciones económicas bilaterales, cuyas bases eran las inversiones alemanas en México todavía existentes y el interés mexicano en el mercado alemán, se vieron fortalecidas. Ambas partes organizaron actividades especiales paralelas a las visitas de grandes personalidades, visitas con las que se alimentaba la tradicional amistad entre los dos países, una tendencia patente en la ampliación de las actividades culturales y en la prensa.
A la sombra de la crisis mundial, 1930-1933
El relativo florecimiento de las relaciones germano-mexicanas tuvo corta vida, pues la crisis económica mundial implicó una abrupta interrupción. Los efectos de la crisis vividos entre 1930 y 1933 llegaron a tal grado, que se desmoronaron tanto el equilibrio socioeconómico y político interno como las estructuras en la política y la economía externa. La República de Weimar estaba encaminada a su final desde septiembre de 1930, con la disolución del sistema parlamentario y, al mismo tiempo, el ascenso del Partido Nacionalsocialista (NSDAP) de Adolfo Hitler.
En un balance para 1934, presentado por la revista Der Deutsche Ökonomist, se calculó la suma de las inversiones alemanas en México en 315 millones de reichsmark. Si se toman como base los cálculos de los años veinte, significa que el monto del capital alemán apenas había sufrido modificación alguna, lo cual podía atribuirse a la reinversión de ganancias. 45 Ya en su fase inicial la crisis económica mundial condujo a restricciones en el intercambio comercial entre los países europeos y de ultramar, restricciones que actuaron también en el comercio germano-mexicano. Mediante tendencias autárquicas en la política económica exterior, dicha evolución fue aún más estimulada. Según estadísticas alemanas, el intercambio comercial entre Alemania y México entre 1929 y 1933 se redujo de 164 millones de reichsmark a 47 millones, es decir, 71 por ciento. Pero comparado con la caída del comercio alemán con otros países latinoamericanos, la situación comercial con México podía considerarse incluso favorable.
Las exportaciones alemanas no cayeron tan dramáticamente como en otros casos latinoamericanos, y en comparación con los grandes competidores comerciales el porcentaje alemán en las importaciones mexicanas aumentó durante la crisis. A pesar de los crecientes recargos arancelarios mexicanos en productos como papel y juguetes, al no introducirse el control de divisas en el trato comercial —asunto que complicó el comercio con muchos otros países del continente— se dio la precondición del relativo éxito alemán. En cambio, las exportaciones mexicanas a Alemania se redujeron drásticamente, y si bien el café y el petróleo mantuvieron su papel central en el comercio exterior, la demanda de estos productos en Alemania disminuyó debido a la crisis.
Presionados por una situación de inestabilidad económica, muchos países gradualmente dejaron de lado la cláusula de nación más favorecida en su política exterior. A esto se añadió el inconveniente de que la política alemana centró su atención en la zona del sureste europeo, naciones con las que firmó acuerdos bilaterales y de contratos de preferencia enfilados a construir una economía autárquica centroeuropea de grandes espacios. Con todo, puede afirmarse que la crisis económica mundial no perturbó demasiado las relaciones comerciales entre México y Alemania, pues en general no hubo repercusiones en el ramo político. Esto significa una gran diferencia en las relaciones con muchos otros países latinoamericanos, donde los problemas derivados del control de divisas, recargos arancelarios y asignación del contingente de importación, provocó fuertes tensiones en las relaciones bilaterales.
Aunque después de 1928 la estadística alemana no registra ningún emigrante a México, los alemanes residentes crearon problemas a causa de su radicalización política. Después de una tranquilidad pasajera en el periodo 1924-29, la agitación anti-republicana adquirió una nueva dimensión debido a la creciente difusión de la ideología nacionalsocialista. En las publicaciones de los alemanes de derecha se reproducía ampliamente esta ideología antidemocrático-nacionalista. El nuevo pensamiento nacional-socialista estuvo impregnado por el pensamiento estatal antiliberal, el mito del Führer [líder] y, unida a ello, la esperanza de un nuevo resurgir de Alemania en un “tercer imperio”, así como por la noción central de Volk [pueblo], de especial importancia para los Auslandsdeutsche. Estos componentes encontraron también posibilidades de expansión mediante el activismo político desarrollado por los pastores protestantes, los profesores en las escuelas de habla alemana y el periódico conservador Deutsche Zeitung von Mexiko.
Las fuerzas antidemocráticas entre los alemanes eran un movimiento heterogéneo, pero encontraron un factor aglutinante en su actitud de rechazo a la república y sus símbolos. Sin embargo, no tardaron en surgir diferencias con el ascenso del NSDAP en Alemania, que experimentó un primer momento culminante en las elecciones al Reichstag de septiembre de 1930. Las condiciones básicas que favorecían a este partido, además de la inestable situación política, fueron los graves conflictos sociales motivados por la crisis económica, el aumento del desempleo y la inseguridad; factores que, por extensión, afectaban también a muchos Auslandsdeutsche en México.
Aunque la tendencia del NSDAP de organizarse en masas aumentó antes de 1933, esta táctica no se había extendido de un modo planificado a los Auslandsdeutsche; sin embargo, se tiene noticia del surgimiento en Latinoamérica de algunas agrupaciones nacionalsocialistas a través de los llamados Parteigenossen [camaradas del partido].46 En mayo de 1931 se creó una “Delegación de asuntos extranjeros del NSDAP” con sede en Hamburgo, de la que surgió posteriormente la Auslandsorganisation [Organización para el extranjero]. Ese mismo año se fundó el primer grupo del Partido Nacionalsocialista en México, y un año después ya contaba con 68 integrantes.
La crisis económica mundial ocasionó el desmoronamiento de muchos procesos bilaterales, aun cuando en el sector cultural y periodístico se dio por lo menos una congelación de las medidas iniciadas en los años veinte. La política de la germanidad quedó ensombrecida por la radicalización de los alemanes en México, ante el ascenso del nacionalsocialismo; sin embargo, el fomento de las escuelas de habla alemana, a pesar de los pocos fondos, permaneció como tema prioritario en la política exterior alemana. Las escuelas continuaron siendo el fundamento vital para fomentar la germanidad, lo cual se vio muy claramente en el papel que jugaron en todos los llamamientos al ahorro, que se acumulaban en Alemania con la agudización de la crisis.
A pesar de la fundación del Instituto Iberoamericano en Berlín en enero de 1930, que debía servir como centro de coordinación alemán, la interrupción en las relaciones culturales entre Alemania y México se hacía sentir aún más que en el sector educativo, además de que la crisis económica mundial ensombreció el interés en la política cultural por ambas partes. El fondo cultural del Ministerio de Asuntos Exteriores se redujo continuamente desde 1930 y se apelaba a un ahorro cada vez mayor.47
Resumen
El interés fundamental y recíproco entre México y Alemania no se había modificado básicamente desde el final de la Primera Guerra Mundial. En 1918 ambos países enfrentaban una crisis política y económica que determinaría de modo decisivo la marcha del desarrollo para los próximos quince años. Este periodo, marcado por cambios sociales profundos, motivó la reformulación obligada de las políticas nacionales en ambos países; por una parte los reclamos en cuestiones de política interior, y por otra la experiencia de nuevas relaciones de dependencia en política exterior.
Al igual que antes de la guerra, los factores económicos formaron el armazón de las relaciones bilaterales. Aun cuando las representaciones directas de consorcios industriales alemanes habían reanudado paulatinamente su compromiso en los años veinte, el desarrollo de las inversiones durante la República de Weimar no alcanzó el crecimiento dinámico logrado bajo el imperio. En especial quedó suprimida la participación en préstamos estatales, que antes de la guerra habían supuesto una parte esencial de la exportación de capital alemán a México.
Conforme crecían las inversiones de capitales estadounidenses en México, las inversiones alemanas adquirían una importancia secundaria. No obstante, para el impulso de la economía exterior de Alemania éstas eran de importancia considerable, toda vez que a causa de la guerra y del Tratado de Versalles había perdido una gran parte de su capital en el extranjero. En materia de comercio y navegación las relaciones alemanas con México se desarrollaron de manera mucho más favorable que con otros países latinoamericanos.
En el plano oficial las relaciones no sufrieron irrupciones graves, pues la neutralidad mexicana formó una relación bilateral sobre la base de una amistad tradicional. También llegaron a darse relaciones informales que llegaron a ser muy importantes, cuyos portadores fueron los mismos alemanes residentes en México, quienes hicieron palpable su influencia como actores trasnacionales en todos los ámbitos de la política cultural y económica. Aunque su número no aumentó después de la guerra, la comunidad ya existente logró consolidarse gracias a la creación de organizaciones como la Asociación de Ciudadanos del Reich, que disfrutaba de buenas relaciones con el gobierno alemán, incluidas las instituciones trasnacionales.
Uno de los puntos más importantes del trabajo desarrollado por los alemanes en el exterior fue el intento de mantener la llamada Deutschtum o germanidad, y por ello el fomento de las escuelas de habla alemana estuvo entre sus prioridades. No obstante, dicha actividad se vio obstaculizada y orilló a sus promotores a hacer recortes de carácter cualitativo cuando el gobierno mexicano instauró una política de nacionalización del sistema educativo, adaptando los colegios extranjeros a los planes de estudio nacionales, y con ello a una asimilación al entorno mexicano. Un segundo factor de riesgo surgió de la postura anti-republicana de muchos alemanes, expresada en la creciente radicalización y rechazo de la República de Weimar, que culminó finalmente en la creación de un grupo nacionalsocialista. Esto perjudicó la imagen de la República de Weimar en México y fue la piedra angular para graves problemas en las relaciones bilaterales.
Sin embargo, había otras esferas de la relación en las que se debía, y se quería, echar mano de los contactos alemanes, sobre todo en las relaciones de política cultural y periodística, donde las iniciativas de los alemanes en México y otros grupos portadores trasnacionales alcanzaron una importancia esencial. El objetivo de sus esfuerzos estaba centrado en influir sobre el modo en que se percibía la imagen alemana o mexicana en el país respectivo —por ello la política exterior alemana tuvo que esforzarse especialmente tras las deformaciones causadas por la propaganda bélica—, e indirectamente en el fomento de los intereses económicos. En la percepción de algunos contemporáneos la política cultural y periodística fue vista como mecanismo de fomento de la exportación, pero las medidas quedaron eclipsadas por la falta de dinero.
Las relaciones de Alemania y México entre 1918 y 1933 muestran factores de continuidad y cambio, a través de los cuales esta fase queda incluida en un periodo mayor, que comprende de 1880 a 1945, aun cuando se le reconoce un carácter propio. Al igual que antes de 1918 y después de 1933, los aspectos más importantes de las relaciones continuaron siendo los intereses económicos —que ambas partes compartieron por motivos diferentes—; el interés en mantener el Deutschtum —que en las obsesiones alemanas jugaba un papel importante—, y el papel de Alemania como contrapeso a la influencia de otras potencias, un factor importante para la política exterior mexicana.
Es factible que para la mentalidad retrógrada de algunos contemporáneos alemanes, México hubiese podido asumir el papel de una colonia informal sustitutiva en potencia. No obstante, por diversos motivos ya no se pudo pensar en una política de carácter imperialista, puesto que el sistema internacional, en el que ambos países estaban envueltos, se había modificado radicalmente después de la Primera Guerra Mundial. Por otra parte, el desarrollo de la política interior de cada país repercutió en las relaciones bilaterales. Un factor adicional fue el ascenso de Estados Unidos como indiscutible poder hegemónico, dado que en la segunda mitad de los años veinte su influencia económica y cultural se acrecentó en dimensiones desconocidas hasta entonces; en consecuencia, las intrigas de intereses de las grandes potencias dejaron de ser posibles a causa de esta hegemonía. Finalmente, la crisis económica mundial se convirtió también en una línea divisoria en política exterior que fortaleció la tendencia a la autarquía y a la disolución de vínculos internacionales.
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Sobre el autor
Stefan Rinke
Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad Libre de Berlín.
Agradecimientos
Quisiera agradecer la hospitalidad de los colegas y estudiantes en el Colegio de México, CIESAS, Dirección de Estudios Históricos-INAH, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y Universidad Iberoamericana. Las discusiones con ellos contribuyeron enormemente a mi conocimiento de la historia de las relaciones entre México y Alemania.
Citas
- Véase Thomas Baecker, Die deutsche Mexikopolitik, 1913/1914, 1971, pp. 72-76. [↩]
- La base fue el tratado de amistad y comercio con la cláusula de la nación más favorecida de 1882. Heinz Horstmann, Handelsverträge und Meistbegünstigung, 1916, pp. 15, 17, 21-22. Para el desarrollo del comercio bilateral, véase Friedrich Katz, The Secret War in Mexico: Europe, the United States and the Mexican Revolution, 1981, pp. 59-62. [↩]
- Para este y muchos otros temas sobre el papel de los alemanes en México, ver Silke Nagel, Ausländer in Mexiko: Die Kolonien der deutschen und US-amerikanischen Einwanderer in der mexikanischen Hauptstadt, 1890-1942, 2005. [↩]
- El colegio era una de las escuelas alemanas más privilegiadas en Latinoamérica; véa se Franz Schmidt, “Grundlinien der geschichtlichen Entwicklung der deutschen Bildungsarbeit im Auslande”, 2005, en Silke Nagel, Ausländer in Me xiko: Die Kolonien der deutschen und US-amerikanischen Einwanderer in der mexikanischen Hauptstadt, 1890-1942, 2005, y Otto Boelitz, Aus deutscher Bildungsarbeit im Auslande, 1927, vol. 1, pp. 22-30. [↩]
- Marianne Oeste de Bopp, “Die deutsche Presse in Mexiko-Entwicklung und gegenwärtiger Stand der deutsch-mexikanischen Zeitungen und Zeitschriften”, en Lateinamerika Studien, núm. 19, 1985, pp. 95-106. [↩]
- Brígida von Mentz, “Empresas y empresarios alemanes en México, 1821-1945”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 25, 1988, pp. 1-18. [↩]
- Gerhart Jacob-Wendler, Deutsche Elektroindustrie in Lateinamerika, 1890-1914, 1982, passim. [↩]
- Ragnhild Fiebig-von Hase, Lateinamerika als Konfl iktherd der deutsch-amerikanischen Beziehun gen, 1890-1903: Vom Beginn der Panamerikapolitik bis zur Venezuelakrise von 1902/03, 1986, vol. 1, pp. 148-177. [↩]
- Warren Schiff, “German Military Penetration into Mexico during the late Díaz Period”, en Hispanic American Historical Review, vol. 39, núm. 4, 1959, pp. 568-579. [↩]
- Friedrich Katz, op. cit., pp. 62-91; Jobst H. Floto, Die Beziehungen Deutschlands zu Venezuela 1933 bis 1958, pp. 10-11; Ragnnhild Fiebig-von Hase, op. cit., pp. 68-80; Brígida von Mentz, op. cit., pp. 20; Robert F. Smith, The United States and Revolutionary Nationalism in Mexico, 1916-1932, 1972. [↩]
- Además de las investigaciones de Friedrich Katz y Silke Nagel, ya citadas, véase Brígida von Mentz et al., Los empresarios alemanes, el tercer Reich y la oposición de derecha a Cárdenas, 1988; Jürgen Müller, Nationalsozialismus in Lateinamerika: die Auslandsorganisation der NSDAP in Argentinien, Brasilien, Chile und Mexiko, 1931-1945, 1997; Friedrich E. Schuler, Mexico between Hitler and Roosevelt: Mexican Foreign Relations in the Age of Lázaro Cárdenas, 1934-1940, 1998, y León E. Bieber (coord.), Las relaciones germano-mexicanas: desde el aporte de los hermanos Humboldt hasta el presente, 2001. [↩]
- Stefan Rinke, Der letzte freie Kontinent: Deutsche Lateinamerikapolitik im Zeichen transnationaler Beziehungen, 1918-1933, 1996. [↩]
- Sobre el papel de las cámaras de comercio, véase Wahrhold Drascher, “Die deutschen Handelskammern in Südamerika”, en Der Auslanddeutsche, núm. 7, 1924, pp. 702-704. [↩]
- Véase, por ejemplo, Robert O. Keohane y Joseph S. Nye Jr. (eds.), Transnationa Relations and World Politics, 1973; Walter L. Bühl, Transnationale Politik: Internationale Beziehungen zwischen Hegemonie und Interdependenz, 1978; Stefan Rinke, “From Informal Imperialism to Transnational Relations: Prole gomena to a Study of German Policy towards Latin America, 1918-1933”, en Itinerario, vol. 19, núm. 2, 1995, pp. 112-124. [↩]
- Un buen resumen en torno al desarrollo alemán se ofrece en Diezmar Petzina, Die deitsche Wirtschaft in der Zwischenkriegszeit, 1977, pp. 75-88. [↩]
- George F.W. Young, “German Capital Investment in Latin America in World War I”, en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, núm. 25, 1988, p. 239. [↩]
- “Gesetz vom 1. März 1919”, en Reichs-Gesetzblatt, 1919, p. 264. [↩]
- Joseph Tulchin, The Aftermath of War: World War I and US Policy toward Latin America, 1971, pp. 170-180. [↩]
- Para los tipos de negocios más importantes véase Fritz Benfey, Die neuere Entwicklung des deutschen Auslandsbankwesen, 1924-1925, 1925, pp. 21-26, 161 y 206-209. Sobre la importancia de Londres y Nueva York para los bancos alemanes en el extranjero ver Ludwig Lange, Expansion und volkswirtschaftliche Bedeutung deutscher Überseebanken, 1926, pp. 25-26 y 32. [↩]
- Eduard Lehmann, “Der Außenhandel Mexikos in der Nachkriegszeit mit besonderer Berücksichtigung der Handelsbeziehungen zu Deutschland”, 1927. [↩]
- Acerca de la salida de Eckardt véase Politische Archiv des Auswärtigen Amts (PAAA) [Archivo Político del Ministerio de Asuntos Exteriores], 16917, Legación alemana a Auswärtiges Amt (AA)[Ministerio de Relaciones Exteriores], Bern, 22/XI/1918; ibidem, AA a Legación, Bern, 22/XI/1918. [↩]
- Peter Krüger, Die Außenpolitik der Republik von Weimar, 1985, p. 51. [↩]
- PAAA, 16911, memorándum del 13/X/1919. En este asunto se trató de un proyecto de exportación de armamento hacia México. Para la política alemana frente a México en 1919/20, véase Friedrich Katz, op. cit., pp. 540-549. [↩]
- PAAA, 79598, ministro plenipotenciario Adolf Graf von Montgelas a AA, México, 16/ X/1920; ibidem, AA a Legación México, 22/I/ 1921; idem, AA a Legación México, 6/VIII/ 1921. Para la actitud de Estados Unidos véase Chargé d’Affaires George T. Summerlin a Se cretary of State, en Foreign Relations of the United States, vol. 119, 1921, t. 2, pp. 427-428 y 436. [↩]
- Ver Siegfried Benignus, Deutsche Kraft in Südamerika: Historisch-wirtschaftliche Studie von der Konquista bis zur Gegenwart, 1917, p. 37; Karl E. Thalheim, Das deutsche Auswanderungsproblem in der Nachkriegszeit, 1926, pp. 126-128; Hartmut Bickelmann, Deutsche Überseeauswanderung in der Weimarer Zeit, 1980, pp. 62-68. [↩]
- Sobre la evidencia teológica y la difusión de la ideología del Deutschtum por medio de diversas organizaciones protestantes, véase R. Wick, “Die Gefahr der Entdeutschtung unserer Gemein den in Südamerika”, en Die evangelische Diaspora, núm. 9, 1927, p. 56; Kohlsdorf, “Die deutsch-evangelische Kirche in Chile”, en Die evangelische Diaspora, núm. 4, 1922, pp. 70-74. [↩]
- Stefan Rinke, op. cit., 1996, pp. 293-296. [↩]
- Die Bewegung der Bevölkerung in den Jahren 1925 bis 1927, en Statistik des Deutschen Reiches, vol. 360, 1930, p. 229; Hartmut Bickelmann, op. cit., pp. 143 y 149. [↩]
- Incluso se había enviado un experto para la emigración a México inmediatamente después de la guerra, véase Stefan Rinke, op. cit., 1996, p. 297. [↩]
- PAAA, 79972, Reiswitz, memorándum del 12/I/ 1932, anexo 2. [↩]
- Fritz Luckau, “Die Deutsche Schule in Mexiko”, en Die deutsche Schule im Auslande, núm. 17, 1925, pp. 3-4. [↩]
- Véase, por ejemplo, Deutsch-Mexikanische Gesellschaft (coord.), Deutsch-mexikanische Rundschau: Zeitschrzur Förderung d. kulturellen u. wirtschaftl. Beziehungen zwischen Deutschland u. Mexiko, 1919, 1923. [↩]
- Berthold Riese, “Indianische Kulturen Mexikos und Zentralamerikas”, en Wilhelm Stegmann (coord.), Deutsche Iberoameri kaforschung in den Jahren 1930-1980: Forschungsberichte ausgwählter Fachgebiete, 1987, pp. 137-140. [↩]
- PAAA, 79646, Legación a AA, México, 15/12/1924. [↩]
- Ibidem, 122149, Carl Düms a división de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores, México, 11/X/ 1919. [↩]
- Ibidem, legajos 79598 y 79599. [↩]
- Jürgen Buchenau, “Plutarco Elías Calles y su admiración por Alemania”, en Boletín/Fideicomiso Archivo Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, núm. 51, 2006, pp. 1-32. [↩]
- Los materiales para este tema poco estudiado se encuentran en el legajo 79640 del PAAA; véase también, desde la perspectiva de los católicos, José Echeverría, Der Kampf gegen die katholische Kirche in Mexiko in den letzten 13 Jahren, 1927. [↩]
- Memorándum del AA del 28/X/1929, en Akten zur deutschen auswärtigen Politik, 1992, pp. 169-170. [↩]
- Hermann Bayer, “Propagandat[atigkeit und Überfremdung der deutschen Auslandss-chule”, 1928, en Die deutsche Schule im Auslande, núm. 20, p. 133. [↩]
- PAAA, 79646, Hagen a AA, Berlín, 4/VII/1927; Hermann B. Hagen, “Die Mexiko-Bücherei”, en Ibero-Amerikanisches Archiv, núm. 4, 1930/31, pp. 19-29. [↩]
- Véase Fritz Wertheimer, “Auslanddeutsche Studierende an deutschen Hoch schulen”, en Michael Doeberl et al. (coord.), Das Akademische Deuts chland, vol. 3, 1930, pp. 519-521. [↩]
- Sobre la inauguración véase PAAA, 64484, Gast a Terdenge, Aachen, 29/XI/1926; Deutsche Zeitung für Chile, 13/X/1926). Para el precio de los libros: Carlos Keller, “Das deutsche Buch in Chile”, en Der Auslanddeutsche, núm. 12, 1929, pp. 284-285. Por ejemplo, la obra de Oswald Spengler La decadencia de occidente costaba en Chile entre 100 y 120 pesos, es decir 50 por ciento más que en Alemania. La traducción española, que se podía adquirir por 60 pesos, fue la que trajo un claro aumento de las ventas; PAAA, 65139, Roh al AA, Valparaíso, 10/IV/1924. [↩]
- Stefan Rinke, “Amalgamarse al alma de Colombia: SCADTA y los principios de la aviación en Colombia, 1919-1940”, en Innovar: Revista de Ciencias Administrativas y Sociales, núm. 10, 1997, pp. 7-30. [↩]
- Deutsche Auslandsguthaben in Lateinamerika, en Der Deutsche Öko nomist, 1934, p. 684. [↩]
- Uno de los primeros grupos latinoamericanos del NSDAP surgió en 1929 con la propaganda del camarada del partido Bruno Fricke en la colonia Villarica en Paraguay; véase Hans-Adolf Jacobsen, “Die Gründung der Auslandsabteilung der NSDAP (1931-1933) “, en Ernst Schulin (ed.), Gedenkschrift Martin Göhring: Studien zur europäischen Geschichte, 1968, pp. 353-368. [↩]
- Sobre el papel del Instituto Iberoamericano en Berlín, ver Hans-Joachim Bock, “Das Ibero-Amerikanische Institut”, en Jahrbuch der Stiftung Preußischer Kul turbesitz, 1962, pp. 324- 345. Acerca del programa de ahorro véase Kurt Düwell, Deutschlands auswär tige Kulturpolitik, 1918-1932, 1976, pp. 99-100; PAAA, 76922, Curtius, circular del 2/1/1930. [↩]