Al inicio de su Hablemos purépecha. Wantee juchari anapu*, bellamente editado por Carlos Paredes Martínez en la colección Kw’anískuyarhani (de nuestro Grupo Kwanis de Estudiosos del Pueblo Purépecha), Claudine Chamoreau puso como epígrafe un texto escrito en 1870 por el lingüista Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera en su Gramática de la lengua tarasca:
Cada día se hace más urgente la necesidad de recoger los restos de estos idiomas antiguos, pues van desapareciendo insensiblemente. […]
Sacados los indios del estado de minoría en que los tenían las leyes españolas y reconocidos como ciudadanos por la Constitución Mexicana, sus juicios, sus negocios, se forman en español y una sabia política completará la destrucción de tantos idiomas extranjeros en su misma nación, causando inconvenientes graves y sin ventaja alguna para el buen gobierno de los pueblos.
Ésta, pues, es la época precisa para recoger los restos de unos y conservar el todo de otros idiomas, para que no tengan la suerte de muchos que han desaparecido totalmente.
Bien leída, se advierte la extrema actualidad de esta exigencia formulada hace 140 años, y que Claudine Chamoreau tomó como objetivo fundamental de su trabajo, en tanto lingüista, como estudiosa de la lengua purépecha. Ésta sigue siendo la época precisa para emprender la tarea.
Ya desde la publicación en 2003, en lengua francesa, de Parlons purepecha, primera versión, o más bien el núcleo de Hablemos purépecha, así como en artículos anteriores, Chamoreau había advertido el hecho estadístico y social básico que muestra que el purépecha, hoy aún hablado por miles de personas en Michoacán, está viviendo un acaso irreversible proceso de extinción y también de empobrecimiento. Chamoreau emprendió entonces la tarea de rescatar de la manera más amplia y profunda posible la lengua purépecha antes de su desaparición.
Al mismo tiempo, sin embargo, el libro Hablemos purépecha. Wantee juchari anapu es un llamado que abre la posibilidad para su rescate efectivo como lengua viva. Ya Parlons purépecha había hecho este llamado, pero a un público mucho más limitado, el francés y académico, apareciendo en una serie de manuales de todas las lenguas del mundo, con limitaciones de tamaño y diseño (en la colección titulada Parlons). Antes Claudine Chamoreau había realizado trabajos dirigidos también a un público restringido, el de los lingüistas profesionales, en su voluminosa tesis de doctorado, de 1998, en su Grammaire du purépecha parlé sur les îles du lac de Pátzcuaro, de 2000, que resume la tesis, así como en su descripción de El purépecha de Jarácuaro, de 2003. Pero sólo ahora que Parlons purépecha se hizo Hablemos purépecha, la búsqueda del rescate científico —aunado a la búsqueda de un rescate efectivo, al invitar a hablar el purépecha— se vuelve radical y muy ambiciosa.
Chamoreau no pretende la preservación de una lengua purépecha pura, idealizada y vaga, que se impondría con autoritarismo académico (con normas ortográficas y gramaticales) a los jóvenes purépechas que lo hablan cada vez menos en casa, pero que se les enseña en las escuelas y los proyectos indigenistas. Como bien lo atestigua Chamoreau, estos proyectos revelan la huella de una variedad del purépecha que se impone sobre las variedades locales, mismas que se van perdiendo; como en la agricultura, la introducción de una nueva variedad de maíz puede desplazar a las variedades locales.
De allí la ambición del gran proyecto de trabajo de Chamoreau. La versión original francesa de Parlons purépecha no solamente se tradujo y corrigió en la versión Hablemos purépecha, sino que se aumentó sustancialmente, en detalle, amplitud y se añadieron capítulos nuevos, considerando la ampliación del público (mexicano y purépecha); asimismo, se integró la riqueza de las contribuciones especializadas de Chamoreau. Pero sobre todo, entre 2003 y 2009, Hablemos purépecha se enriqueció al emprender el estudio de las variedades dialectales —fonéticas, léxicas, morfológicas y sintácticas— de la lengua purépecha; investigación que aun estando en proceso, redimensionó y dotó de coherencia heurística al conjunto del proyecto de preservación de la lengua purépecha.
Durante una primera fase del trabajo de Chamoreau, su investigación se concentró en el purépecha hablado en la cuenca del lago de Pátzcuaro, particularmente el de la ex-isla de Xarácuaro (en su tesis de doctorado, en su libro Description du tarasque parlé, en su libro sobre el purépecha de Xarácuaro, en Parlons purepecha, y en gran cantidad de artículos). Parlons purépecha rindió homenaje en su portada a doña Celia Tapia (la informante de Chamoreau en Xarácuaro) con una bella pintura de ella con su rebozo azul. Realizó a ella muchas entrevistas que le dieron el material para sus rigurosos estudios. Ahora después de seis años de trabajo, Chamoreau agradece a hablantes de la lengua purépecha de muchas regiones y pueblos michoacanos, con los que mantuvo largas conversaciones, registradas y analizadas minuciosamente. En su mayor, parte, por cierto, son mujeres. Escribe Claudine en los “Reconocimientos”:
Sin los hablantes de la lengua purépecha con quienes trabajo, la investigación en la cual se basa este libro nunca hubiera podido existir. Sin que esta lista sea exhaustiva, quiero agradecer en particular a Celia Tapia (de Jarácuaro), Agustina Rafael (de Ihuatzio), Evaristo Téllez (de Cuanajo) y Agustín Téllez (de Tiríndaro) que compartieron y siguen compartiendo su conocimiento de la lengua. También quiero agradecer a Aureliano Soto y José Guadalupe Bravo (de Angahuan), Esperanza Jiménez (de Arantepacua), María Elena Reyes (de Cocucho), Francisco Remigio (de Cochuchucho), María Feliciano y Griselda (de Comachuén), Burila Martínez (de Ocumicho), Miguel Reynoso Campos y Pascual Campos (de Pacanda), Valentín Vellejo (de San Andrés Tziróndaro), Alicia Dimas y Máximo Sosa (de Santiago Azajo), Erandi y Arelli Bravo Chávez e Irma Chávez Cristóbal (de Tanaco), Rosalina Mateo Cayetano (de Tarécuato), Cleotilde Huape (de Teremendo), José Luis León (de Urandén), Elizabeth Araiza y Emelia
(de Zipiajo).
Estos reconocimientos nos dan claramente a entender el método y la ambición del trabajo de Chamoreau, que abarca el estudio de la mayor cantidad de variedades dialectales de la lengua (Chamoreau considera incorrecto referirse a “variantes” dialectales, y prefiere hablar de variedades). Para ella, conservar la lengua purépecha, en dramático proceso de desaparición, equivale a describirla de la manera más amplia, completa y precisa posible tal como se habla realmente. Y la lengua purépecha es realmente hablada por una gran cantidad de purépechas en una gran cantidad de épocas, regiones, pueblos, familias, situaciones, por personas de variadas edades, género, educación, cultura, etcétera.
Me da orgullo haber sugerido a Claudine, junto con Rebeca Barriga, cuando participé en 2004 en la presentación de Parlons purépecha en el auditorio del IFAL (Instituto Francés de América Latina), que hiciera un capítulo sobre la historia de los estudios del purépecha. Chamoreau escribió este capítulo, muy completo y preciso, que repasa a los estudiosos de la lengua purépecha desde fray Maturino Gilberti en el siglo XVI, hasta los nuevos investigadores mexicanos, extranjeros y purépechas de fines del siglo XX y comienzos del XXI. Pero al hacer esta historia de los estudiosos de la lengua purépecha, Chamoreau no se interesa demasiado por su estructura, sus teorías y contexto académico, social o cultural, sino que más bien los evalúa en función de su aportación concreta al conocimiento de la lengua. Esta exigencia lleva a Chamoreau a ser igualmente atenta a los aportes de cada estudio, así como a sus carencias, lagunas, errores, matices, que como Gilberti, en su Arte de la lengua de Michuacan, publicada en 1558, omite la retrofleja ‘rh’ (que sí describe fray Juan Baptista de Lagunas), pero sí refiere “la retroflexión del sonido africado ‘ts’ delante de la vocal central ‘ï’”.
Debe advertirse que al comentar el Arte de Gilberti, Chamoreau prudentemente no menciona la influencia de Antonio de Nebrija, y más bien destaca en términos generales la conformidad con el modelo de la lengua latina, que fluctúa con un análisis más específico de lo propio de la michoacana.
Su conocimiento profundo y amplio de la lengua purépecha enriquece y le da un toque distintivo al análisis historiográfico de Chamoreau. Lo que le interesa es tomar a cada uno de estos estudios, desde el siglo XVI hasta el presente, como fuentes, informes, que ayudarán a ampliar y precisar la descripción de las variedades habladas y que han sido habladas de la lengua purépecha. Por ello Chamoreau siempre inquiere qué variedad del purépecha está describiendo cada estudio —la de Tzintzuntzan, la de la Cuenca, la de la Sierra, la de Tarécuato, la de Angahuan, la de Xarácuaro, entre otras—, y en qué época y circunstancia. De esta manera, reprocha al Diccionario de la lengua phorhépecha de Pablo Velásquez Gallardo que oscile en su ortografía y que no precise de qué pueblo tomó cada voz que registró. A Paul Friedrich lo reconviene por dar sus ejemplos de formaciones verbales siempre en infinitivo, sin presentar oraciones concretas, tomadas de contextos concretos y que remitan a éstos.
El capítulo que más creció en Hablemos purépecha es el dedicado a las variedades dialectales de la lengua purépecha. Rescata los aportes y las limitaciones y errores de los estudios anteriores sobre el tema, y presenta los resultados provisionales de esta gran investigación en proceso. Un resultado es que no parece definirse una dialectología clara de zonas o regiones, lo cual caracteriza a varias otras lenguas amerindias, y que más bien parece haber una dialectología de pueblos, como lo pensó David Chávez. Y aun dentro de los pueblos hay variedades, según las familias, las personas, las edades, y también las circunstancias, más o menos formales y reverenciales, o informales. (Adviértase que Chamoreau no utiliza mucho el concepto de “idiolecto” para caracterizar esta situación, que no describe bien el concepto de “dialecto”, pues no se advierte una regionalización clara. Más bien prefiere comentar que la investigación dialectológica aún está en proceso.)
A lo largo de todo el libro, tanto en sus partes históricas y sociales, como en los capítulos propiamente gramaticales, Chamoreau va dando siempre ejemplos de las maneras de decir las cosas en purépecha, de las diferentes maneras de decirlas, en diferentes lugares y situaciones.
La presentación más rica posible de la lengua purépecha que ambiciona Chamoreau la llevó también a grabar un disco (realizado por Marcos Ramírez Hernández) con el “léxico” purépecha- español, de la A a la Y; asimismo se proporcionan algunos relatos, leído en purépecha por una voz masculina (de Rolando Hernández Domínguez) y en español por una voz femenina (de Carolina Angüis Rodríguez), ambas igualmente bellas.
No sólo la investigación de campo de Chamoreau es particularmente rica y amplia, sino que su formación como lingüista es muy rigurosa. Esto le permite prescindir de tecnicismos innecesarios y de signos fonéticos especializados, de manera que presenta las descripciones en forma muy clara y didáctica, lo cual resulta útil para los que buscan hablar el purépecha o entender su funcionamiento. Chamoreau siempre explica los conceptos que requiere utilizar, o al utilizarlos en contextos claros los deja explicados. Al mismo tiempo que enseña purépecha, enseña lingüística (que es el modo más riguroso, amplio y completo de estudiar las lenguas). De esta manera sienta las bases para la elaboración de otras buenas descripciones de las variedades de la lengua purépecha realmente hablada (así como de otras lenguas) y abre la posibilidad de realizar la tarea necesariamente colectiva de su rescate. Nuevamente, muchas gracias, Claudine.
Sobre el autor
Rodrigo Martínez Baracs
Dirección de Estudios Históricos, INAH. Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística.
Citas
*Una primera versión de la reseña a esta obra se leyó el sábado 27 de febrero de 2010 en la presentación de Hablemos purépecha. Wantee juchari anapu de Claudine Chamoreau, en la Feria del Libro del Palacio de Minería, junto con Rebeca Barriga Villanueva, Sue Meneses Eternod y la autora. El miércoles 12 de mayo de 2004, en el Auditorio del IFAL, participé en la presentación de Parlons purepecha. Une langue du Mexique, primera versión o núcleo de Hablemos purépecha; la reseña se publicó en esta misma revista Dimensión Antropológica, en el número 34, correspondiente a mayo-agosto de 2005, pp. 200-205.