Sindicato, identidad y barrio: La Fama Montañesa 1940-1970

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Para citar este artículo

María Ana Portal
Departamento de Antropología,
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

Mario Camarena Ocampo
Dirección de Estudios Históricos, INAH.

El tema que guía este artículo es el barrio obrero. Tal curiosidad nos lleva a entender a los trabajadores fuera de la fábrica: en el ambiente de la casa, la calle, la iglesia, sus familias, sus relaciones de parentesco, sus normas de comportamiento, así como sus diversiones, son importantes elementos de cohesión para las características de la clase obrera. Así, hay que dejar claro que el mundo del barrio obrero y la cultura del mismo es incomprensible sin el entendimiento de su mundo fabril; el estudio de los trabajadores dentro de la fábrica y de sus organizaciones sindicales no son suficientes para explicar los elementos de identidad y cohesión de los trabajadores fuera de ella. De esta manera existe una identidad por ser trabajadores de una fábrica, pero también hay una por vivir en un mismo espacio; son dos identidades que se diferencian en términos del análisis pero que son parte de lo mismo.

En este trabajo hay una preocupación por una temática nueva en México, mas no en Europa: el barrio obrero. Nos interesa explicar cómo los trabajadores viven su espacio, construido por la fábrica pero delimitado por ellos, dándole un sentido humano al territorio de acuerdo con las relaciones sociales que se viven. El concepto de espacio no es meramente un lugar físico en el que se encuentran determinadas condiciones materiales, es un lugar en el que ocurren relaciones sociales y culturales que genera su propio sistema de símbolos, valores, creencias religiosas y aspiraciones con base en una memoria sobre su origen, generando un sentido de pertenencia en torno al espacio.

El barrio es el espacio apropiado y valorizado -simbólicamente- por un grupo de obreros, que genera un sentido de identidad,1 que marcan el territorio, definen los límites y fronteras del mismo. Pero esta apropiación no se da en abstracto sino de acuerdo con las características de los sujetos y sus relaciones sociales.

Así, el concepto de barrio obrero se va a definir con base en dos elementos: identidad y clase que determinan las características del espacio. El primero se refiere a los elementos socioculturales que cohesionan a los habitantes a través del parentesco y vida familiar, valores, costumbres y memoria histórica. Son elementos que generan un sentido de pertenencia de un grupo de personas en un espacio históricamente determinado.2 Esta identidad es definida por el carácter de clase que describe las relaciones de las personas en el tiempo, el modo en que adquieren conciencia, se separan, se unen, entran en conflicto y forman instituciones.

La clase es una categoría histórica en constante formación económica, cultural y política: es imposible dar prioridad teórica a un aspecto sobre otro. Lo que cambia, cuando hay transformaciones en las relaciones sociales de producción, es la experiencia de los hombres; esta experiencia es plasmada en forma clasista, en la vida social, en la conciencia, en los espacios para vivir, en la defensa de sus costumbres. Así, la apropiación de un espacio está dado en términos de clase que corresponde a unas características de la misma en un momento históricamente determinado.3 De esta manera, identidad y clase son dos elementos que marcan el carácter y límites del barrio obrero.

En el estudio del barrio obrero y sus características socioculturales, es necesario no perder de vista que forma parte de un ámbito espacial y sociocultural más amplio, como puede ser la ciudad y el mundo rural, con los que está en constante interacción. A su vez, la ciudad no puede ser estudiada sin tener en cuenta las pequeñas comunidades que la forman. Así, barrio, ciudad y campo son parte de un todo.4

Las preguntas que guían este ensayo son: ¿cuáles son los elementos de identidad que cohesionan a los trabajadores de un barrio obrero?, ¿cómo la identidad determina el territorio de los trabajadores? Éstas son las preguntas que guiaron la investigación del barrio obrero de La Fama Montañesa ubicado en la delegación Tlalpan del Distrito Federal.

El marco temporal cubre las décadas de 1940 a 1970. El barrio se caracterizó en esos años por gente a la que no le era extraña la vida fabril. Se conformó un grupo de trabajadores, al cual se denominó de “segunda generación”. Ellos habían nacido dentro del ambiente fabril, tuvieron en sus padres a los primeros operarios y se quedaron a merced de los fabricantes más por necesidad, que por gusto. Estos trabajadores heredaron, en cierto modo, la vida industrial y poco a poco acogieron el sentido capitalista, con su división del trabajo y la disciplina fabril. El salario fue el vínculo con las empresas; ante la carencia de otro medio, ellos y sus familias dependían básicamente del salario para sobrevivir, de tal modo que buscaron una permanencia laboral, lo cual se expresó en que habitaban las mismas casas o terrenos otorgados por el sindicato.

Estos trabajadores se adaptaron a la vida fabril y buscaron permanecer en las empresas y en las mismas viviendas. La manera como lo lograron fue a través de sus sindicatos, por lo que la historia de este grupo va a estar marcada por el sindicato que les posibilita la permanencia en la vivienda y en el trabajo. De esta manera, los obreros fueron dependiendo cada vez más de sus relaciones con el sindicato para ser parte del espacio obrero.

La vida de los trabajadores durante esos años transcurría en los diferentes espacios del barrio: casas, calles, kiosco, cantinas, río y el manantial de Las Fuentes Brotantes. Todos estos espacios eran propiedad de la fábrica, hasta que en 1941, pasaron al control del Sindicato de Obreros y Campesinos de La Fama Montañesa, por lo que dichos espacios se consideraron desde entonces como espacios colectivos, sin que quedaran claras las fronteras entre lo colectivo y lo privado, entre la casa y la calle.

Las casas del barrio estaban habitadas por los obreros y sus familias pero eran propiedad del sindicato, incluso, podían ser despojados de ellas en el momento que el sindicato o la colectividad lo dispusieran, como fue el caso en el conflicto intersindical suscitado entre 1939 a 1941. Esta falta de fronteras se refleja en los servicios, las tornas de agua, los lavaderos y los espacios de diversión que eran colectivos, pues tenían la característica de que habían sido puestos por la fábrica y el sindicato, y no por el gobierno, para el uso de los trabajadores. En el transcurso de las décadas de 1941 a 1970, el espacio del barrio se caracterizó por ser de tipo corporativo en donde un grupo de personas organizadas a través del comité ejecutivo del sindicato impuso su interés sin tomar e cuenta al conjunto de los trabajadores. Fue una organización en donde no se concebía una oposición dentro del barrio, tampoco la participación de diferentes corrientes dentro de la organización. Fue un sindicato que ejercía el control sobre el ámbito del orden social buscando la armonía entre trabajadores y empresarios.5

El barrio, fábrica y sindicato

El barrio obrero nació como parte de la fábrica textil La Fama Montañesa. Fundada en 1831, fue la primera en el valle de México en el casco de un molino de trigo que pertenecía a la hacienda del Arenal. La fábrica fue parte de la hacienda y se encontraba rodeada por pueblos campesinos: Santa Úrsula Xitla, San Pedro Mártir, San Miguel Ajusco; y cerca del pueblo de Tlalpam. La Fama fue una fábrica enclavada en un ámbito rural, que necesitaba para su funcionamiento de una gran cantidad de agua, de ahí su cercanía a las Fuentes Brotantes, que marcaron la vida del barrio.6

La fábrica no desplazó al campo sino que creció sobre él, retomando sus formas de trabajo y de vivienda. La configuración fabril de fines del siglo XIX y principios del XX estaba integrada por la producción, la vivienda, el comercio, la religión y la educación.7 Fue un barrio fabril.

Esta fábrica, ofrecía una vía de reproducción de los capitales, donde se obtenían altos rendimientos en la productividad del trabajo. Asimismo generaba un orden social privatizado con base en el control, la protección y la coerción de los trabajadores y sus familias. También constituía un sistema formativo al inculcar a los trabajadores lo que sería el sistema de fábrica y el ritmo de trabajo industrial. Por añadidura, contribuía a atacar los supuestos males de la época: el alcoholismo, la prostitución y la ociosidad.

Fue un sistema fabril utilizado en la mayoría de las factorías textiles de México. En ese tiempo los industriales generaron un sistema de dominación paternalista que significaba proteger, controlar y hacer las veces de padre y de empresario. Así, la fábrica se convirtió en un gran barrio controlado por los empresarios.

La fábrica y el barrio formaron una unidad que se conservó toda su vida, ya fuese porque nunca dejó de ser pueblo o porque conservó el carácter de barrio, incluso cuando fue absorbido por la ciudad, este barrio, siempre conservó un tinte fabril-agrario. Éste fue cincelado por la fábrica; los horarios, la recreación, las relaciones sociales y la vivienda estaban determinados por la empresa, la cual implementó una forma de dominación paternalista basada en los acuerdos personales. También tuvo un matiz agrario ya que la fuerza de trabajo siguió conservando su relación con el campo: poseía tierras y conservaba una cultura campesina y religiosa. Estas características marcan la diferencia con otras áreas con perfecta claridad.

Los años veinte fueron tiempos de efervescencia política en el medio obrero. Los trabajadores de La Fama Montañesa no fueron la excepción. De este modo se organizaron y dieron vida a su organización, el Sindicato de Obreros y Campesinos de La Fama Montañesa; a veces coexistían -aunque no pacíficamente- varias organizaciones de distinta índole política, deportiva, religiosa y agraria, todas éstas se agrupaban en torno a los obreros para defender sus intereses. Los trabajadores habían hecho acto de presencia en la vida política de la región a través de sus múltiples organizaciones.

Entre esta variedad de agrupaciones, los obreros encabezaron luchas importantes en la época. No en vano habían luchado desde hacía años y habían ganado experiencia a punta de golpes. Las condiciones de vida y trabajo heredadas del Porfiriato fueron el primer punto a atacar. Después de lograr algunas reivindicaciones económicas: disminución de la jornada de trabajo, mejores condiciones de trabajo y permanecía en el mismo, las organizaciones buscaron objetivos de carácter político que les permitieran fortalecerse, participaron en la conquista de los contratos colectivos, el reconocimiento de los sindicatos únicos, la sindicalización obligatoria como prerrequisito para poder obtener el trabajo y la cláusula de exclusión. Asimismo pelearon por ganar espacios en el ámbito de los municipios, estados y gobierno federal.

Estas conquistas no sólo servirían para la lucha contra el capital, sino que se usarían también para lograr la hegemonía dentro de las organizaciones y de los espacios de trabajo y, en los años cuarenta, en el espacio de la delegación al convertirse en una de las fuerzas más importantes de la región.

El avance y la combatividad de los obreros textiles no fue fruto del azar. La rama textil en los años cuarenta continuó siendo de primera importancia; agrupaba, en efecto, a grandes contingentes de obreros, se trabajaba con métodos similares, se aplicaban sistemas de coerción y control semejantes. En suma, tenía por lo general un mismo origen: el modelo industrial paternalista.

DA31501Plano de la fábrica La Fama Montañesa en 1916 que comprende la unidad de producción, casas, iglesia y tienda del Colectivo de Fuentes Brotantes.

En este contexto de fortalecimiento de la organización obrera en el ámbito regional, se creó un re acomodo de las distintas fuerzas políticas y sociales para establecer un nuevo equilibrio a favor del gobierno local. En este proceso los trabajadores no sólo jugaron el papel de protagonistas, sino que se convirtieron en la arena donde se definieron muchos de los conflictos. Los problemas entre el gobierno y los empresarios repercutieron en el área de las relaciones laborales; la hegemonía política local se definió sobre todo por la influencia de las distintas facciones en el medio obrero. Las pugnas entre el poder central y el regional muchas veces se expresaron como conflictos entre distintas facciones del movimiento obrero: la CROM y la CTM. Los trabajadores no sólo participaron en luchas contra el capital sino que se vieron involucrados en múltiples conflictos. Se podría decir que en algunas ocasiones, tanto el gobierno -local y central- como la burguesía resolvían sus conflictos a costa de la vida de los trabajadores.

Así, para 1941 nos encontramos con un sindicato que heredó la lógica paternalista y que le ganó terreno y compartió el poder con la fábrica en el proceso productivo. La empresa se dedicaba exclusivamente a la producción, mientras que el sindicato se encargaba de las contrataciones y los ascensos, por lo que se convirtió en un mediador entre el patrón y los obreros. Afuera de la fábrica promovía las festividades y las diversiones, de igual manera fue el responsable de dar las viviendas y servicios; asimismo se encargó de otorgar las tierras para el cultivo. A grandes rasgos se puede caracterizar como un tránsito de un orden social privatizado al corporativismo sindical, es decir, de un orden dado por el capital -en el que buscaba que hubiera una mayor producción- a uno en el que los líderes sindicales eran los que decidían sobre la vida de los trabajadores, buscando la armonía entre el capital y el trabajo sin que los trabajadores intervinieran en estas decisiones. Son dos sistemas de dominación con diferentes características pero con un mismo fin: hacer funcionar la estructura industrial.

Este sindicato se convirtió en propietario de las tierras de cultivo del barrio de La Fama. La empresa le dio en propiedad al sindicato las tierras que eran de su propiedad como pago de sus deudas con éste, parte de las cuales fueron convertidas en vivienda para los trabajadores. El protocolo notarial de este otorgamiento dice:

La testamentaría Martino entregó a la “Unión Sindical”, aparte de las casas enumeradas en la cláusula anterior, una extensión del terreno que tiene embargado, para que de este terreno se proporcionen lotes a los trabajadores miembros de la “Unión Sindicalista” (sic) que ésta designe, en extensión superficie que los mismos miembros de dicha “Unión” acuerden y hasta donde alcancen dichos terrenos.8

Esta situación le generó un gran poder al sindicato, ya que era el encargado de regular la vivienda y los terrenos del barrio. A este respecto Sofía comenta:

El sindicato era el que designaba a quién se le daba espacio, una casa para vivir […] Crea el Barrio Chino el sindicato, pues […] es que Dionisio Sánchez […]. Eso era un campo donde vivían todos los que están, este, que les dieron ahí en el Barrio Chino, fueron como unas 20 familias las que vivían ahí y las hicieron caber en un solo predio, en un solo terreno.9

Originalmente las viviendas de los trabajadores -conocidas como el “Barrio Chino”- estaban a un costado de la fábrica en terrenos de su propiedad, en donde actualmente está un centro comercial, pero cuando la empresa requirió este terreno al sindicato, las familias que habitaban este espacio fueron trasladadas al que ocupan actualmente, también denominado Barrio Chino (ver plano). Este fue planificado, creado y otorgado a los trabajadores por el sindicato en donde no sólo se preocuparon por la vivienda sino por la iglesia, la escuela y los servicios, y de una u otra forma el sindicato se convirtió en la autoridad.

El poder del sindicato llegó a situaciones extremas: aquellos que no estaban de acuerdo con él o habían sido sus enemigos, perdían su trabajo y eran despojados de sus viviendas. Muchos de los trabajadores que habían luchado por adherirse a la CTM en el conflicto de 1939-1941, resultaron perdedores por lo que fueron despedidos y despojados de sus casas.

Y así nos fuimos pasando la vida, pero luego vino la huelga y los obreros se dividieron, se dividieron todos, siendo tan amigos y todo eso, ya después había muchas rencillas, en ese lapso de los cuatro años que duró la huelga, hubo hasta muertos, de los bandos, ora si que se apasionaban por el partido que tenían. Pero casi todos fueron del otro lado, del lado contrario a mi papá. Mi papá fue líder de uno, de un partido [CTM] y Dionisio Sánchez fue del otro [CROM], pero fue una cosa muy fea, porque acabó con la unidad de todos los obreros y cuando se volvió a echar a andar la fábrica, todos los leales que eran de Dionisio Sánchez, fueron beneficiados, y los chaqueteros del bando contrario poco a poco los fue sacando [Dionisio] de la fábrica y e sus casas; él trajo mucha gente de Puebla a trabajar y les dio casas.10

Así, La Fama se convirtió en un barrio donde vivían obreros sindicalizados. Sofía, hija de un trabajador, nos dice:

Nuestros padres trabajaban aquí, mi papá y mi mamá, las familias de mi mamá, las familias de mi papá y todos los del barrio; el barrio era obrero y todos trabajaban -hombres y mujeres-, y luego ya empezaban a meter a sus hijos chiquitos a empezar a limpiar telares los días sábados”.11

Ser del sindicato y ser obrero de La Fama Montañesa eran dos elementos que marcaron la pertenencia al barrio. Son los obreros y el sindicato quienes imponían las fronteras con los otros y marcaban sus espacios de socialización, en estos lugares se manifestaban su cotidianidad, su identidad, su modo de ser y de expresarse; su particular concepción de la vida se expresaba en aquellos rincones y recovecos del barrio que la gente se apropiaba. Las pulquerías, las ferias, la plaza, la esquina son los lugares donde los obreros se reunían para comentar los sucesos cotidianos, escuchar música, comer, beber. Ahí se desenvolvían ritos y encuentros; los trabajadores creaban una identidad territorial. Reconstruir el espacio nos permite adentrarnos en la atmósfera, las imágenes y las conductas de la época a partir de las personas que lo vivieron. Visto así, el espacio está lleno de significados que atraen nuestra atención, pues es un lugar donde se cobijan los actores que viven y piensan de distinta manera que los habitantes de los pueblos aledaños, a la par que se identifican como grupo.

El barrio y el territorio

En la entrada principal de la fábrica se encontraba la parte central del barrio, ésta estaba formada por la plazuela empedrada que tenía una fuente con una cabeza de león que arrojaba agua de las Fuentes Brotantes, un kiosco, la escuela Cuauhtémoc y el local sindical.12 Éste fue el lugar de reunión de los trabajadores: se congregaban al entrar y salir de trabajar y durante las convivencias y festividades.

El barrio, aunque es una unidad ante los ojos extranjeros, en su interior se encuentra diferenciado en pequeños vecindarios de acuerdo con el origen, el más antiguo es el de Camisetas que se inició a principios del siglo XX. En la década de los años cuarenta el sindicato creó el Barrio Chino, en la década de los cincuenta, La Lonja empezó a ser poblada por hijos y trabajadores; para principios de la década de los setenta, una parte de la colonia Hidalgo fue urbanizada por los trabajadores, al igual que La Cañada.

Para los habitantes del barrio, el manantial de las Fuentes Brotantes tuvo una gran importancia, ya que daba origen a una gran cantidad de arroyos y canales, y uno de ellos le daba vida a la fábrica al mover sus máquinas. “Agua del manantial” no es una simple expresión, sino que sintetiza el significado que el agua tiene para los habitantes del barrio, es una parte central en su identidad:

El agua de las fuentes corre por todos lados, tan es así, que después de regar la huerta de manzanas, se derramaba por la calle de Ayuntamiento pasando con mucho fluidez frente a nuestro patio. Había mucha agua, era muy sabrosa y de nosotros.13
¡No hija, yo por el agua no me voy a ninguna parte! [risas], porque aquí tomo toda el agua que quiero, ¡tan sabrosa!, ¡y luego volteo para todas partes y hay agua, me voy a lavar y disfruto de la lavada!; porque ¡cómo disfrutábamos de lavar ¿eh?! Venía el agua con tanta fuerza, que echábamos las sábanas o lo que laváramos así, [risas] y como que el agua se la llevaba y ya nomás las jalábamos. Como mi papá nos traía piedras de cantera, pues nuestros lavaderos eran bien grandotes; ¡disfrutábamos mucho de estar viviendo ahí junto al agua [pero] esta situación creó conflicto con otros pueblos!14

Aparte de los vecindarios y el manantial, la gente del barrio sentía como suya la cañada (actualmente el Parque Nacional Fuentes Brotantes) por ser parte central en la vida de la fábrica para su funcionamiento. El manantial era frecuentado por los niños y por los jovencitos: unos jugaban en el río y los otros, al establecer parejas, buscaban alejarse de los ojos de los curiosos y la concertación de matrimonios. También fue un lugar que dio origen a un sinnúmero de leyendas como las apariciones del Charro Negro, de la Llorona y otros personajes. La manera en que la gente concibió su espacio fue como un lugar en donde los trabajadores de la fábrica y sus familias podían caminar sin ningún problema. “El barrio era de puros conocidos”.

Las calles en el barrio, estrechas y torcidas -a diferencia de las de las típicas ciudades hispanoamericanas, amplias y derechas- eran asimétricas y ofrecían un aspecto desordenado a lo cual se aunaba que eran de tierra y piedra, no tenían alumbrado, ni banquetas, tampoco drenaje y sobre ellas circulaban los trabajadores. Esta situación empeoraba, debido a las frecuentes lluvias y al poco mantenimiento que tenían. En 1970 el barrio de La Fama tenía el 70 por ciento de sus calles sin pavimentar; en el de La Lonja ninguna estaba pavimentada, al igual que la colonia Hidalgo,15 sin embargo, había dos calles que se encontraban en buenas condiciones: la calle de Trabajo y la de La Fama, pues por ellas circulaban los camiones que llevaban y sacaban la materia prima a la fábrica.16 La calle más concurrida por los trabajadores, es la de la Unión esquina con la del Trabajo donde se encuentra la pulquería “Me siento firpo”, lugar donde se entretejen las alianzas dentro del barrio.17

Las casas otorgadas por el sindicato crecieron sin ninguna planeación urbana. La vivienda era de adobe, cada casa tenía 120 metros cuadrados, con la intención de tener un espacio para la cría de animales como guajolotes, gallinas, puercos, etcétera; contaban sólo con una cocina con estufa de petróleo, un cuarto y una letrina en el patio; para la década de los años sesenta se empezaron a construir baños con regadera en el interior de las casas. Había bastantes cuartos redondos; es decir, en una sola habitación vivía toda la familia,18 lo cual frecuentemente significaba hacinamiento: hasta diez personas podían compartir una sola habitación.19

La luz eléctrica y el agua eran colectivos, además de ser provistos por la fábrica y el sindicato. En aquella época las casas carecían de toma de agua individual; solo habían ocho tomas de agua colectiva en todo el barrio.20

Casas y barrio eran de los obreros sindicalizados, donde no hay una clara separación entre lo privado y lo colectivo: la casa, los servicios y el barrio no tenían una frontera definida. Como mencioné, las casas, aunque estaban habitadas por una familia obrera no eran de su propiedad; el propietario era el sindicato, y a los trabajadores se les otorgaba la casa en su calidad de obreros y miembros del sindicato.

Un espacio que no puede dejarse de lado es la Capilla del Calvario y la de la fábrica, allí eran los espacios donde se llevaban a cabo las fiestas religiosas. Las principales fiestas religiosas eran la de la Purísima Concepción, de la Virgen de Guadalupe y la Semana Santa.

Lazos familiares

El barrio fue un concepto territorial creado por sus habitantes, ahí se vivía, se trabajaba, se tenían diversiones y devociones: era un territorio humanizado que ayudó a reproducir los elementos de identidad de un grupo de personas. El barrio es un lugar circunscrito: cada persona se identificó en relación con sus vecinos que detentaban el oficio de ser obreros y por tener comportamientos culturales homogéneos.21

Los obreros eran parte de un grupo, con fuertes lazos de unión entre ellos; cotidianamente se reproducían desde el momento en que cada mañana se iban a trabajar a la fábrica. Al mismo tiempo vivían en un mismo espacio otorgado por el sindicato.

En el barrio las relaciones se nutrían de la familia y el parentesco. El contacto diario propiciaba el florecimiento de relaciones personales entre el conjunto de los habitantes del barrio. Las familias de los trabajadores se veían todos los días y sus hijos jugaban en los patios, calles y en Fuentes Brotantes. Por lo demás compartían un peculiar modo de vida por ser trabajadores textiles y por tener lazos familiares, de parentesco y de paisanaje que permeaban las relaciones de clase.22 De esta manera, son un grupo de personas que se relacionan entre sí. El espacio adquiere su calidad de barrio debido a que los hombres y mujeres habitan e interactúan ahí.

Dentro del barrio, la estructura familiar tendía hacia la familia extensa, que residía bajo un mismo techo, aunque hay unas familias nucleares que tenían su propio techo. La corresidencia tiene que verse dentro del ciclo de desarrollo familiar. En general, los hijos casados vivían dentro de la unidad doméstica hasta que podían independizarse, es decir, hasta que obtenían un ingreso que les permitía comprar un pedazo de tierra para construir su casa. El acceso a la tierra para habitación estaba dado por la relación que se tenía con el sindicato o con otros grupos de poder (comisariados ejidales, como es el caso de la colonia Miguel Hidalgo) que les permitían poder apropiarse de un pedazo de terreno para vivir.

La importancia del ciclo familiar residió en dos puntos: en primer lugar, el desenvolvimiento de este ciclo definió la manera en que los miembros se incorporaron como fuerza de trabajo a la fábrica. Los hijos lo hacían generalmente a la edad que las condiciones físicas les permitían llevar a cabo determinada actividad, mientras que las hijas desde que tenían la posibilidad de realizar una actividad la realizaban para el beneficio de la familia. Así, cuando los hijos obtenían un ingreso, pasaba -en la mayoría de los casos-, de modo casi íntegro a la economía de la familia.

En segundo lugar, el desenvolvimiento del ciclo familiar mostró cómo éste regulaba el acceso a la tierra para vivienda. Una pareja de recién casados pasaba a formar parte de la estructura familiar como estrategia para poder resolver el problema del ingreso; se trataba de no romper con la familia extensa y de esta manera tener acceso a la vivienda, en donde se iban construyendo más habitaciones para las nuevas familias que se formaban. Así nos encontramos con una serie de casas cuyos habitantes pertenecieron a una sola familia. En este lugar, cada familia nuclear tuvo su propio piso o pequeños cuartos dentro del terreno familiar; situación que se fue complicando al paso de varias generaciones ya que se iba dando un saturación del espacio de la vivienda por la cantidad de personas que habitaban.

La estructura y el ciclo familiar muestran que en esta comunidad, la familia fue la unidad de producción y reproducción. Este dato fue central en la experiencia de los habitantes del barrio, ya que su visión del mundo y su estrategia de vida, tenían como referencia constante la unidad familiar.

Los lazos familiares eran un elemento central en la estructuración de las relaciones sociales del barrio La Fama Montañesa, porque a través de ellos se tenía acceso al trabajo, al aprendizaje, a los ascensos laborales; fueron un elemento central en la seguridad laboral, en el acceso a la vivienda y en momentos de crisis fue fundamental para la sobrevivencia, integró grupos de poder político y formó alianzas dentro y fuera del barrio. Así, el término “lazos familiares” supone un grupo de personas que tenían lazos consanguíneos o rituales reforzados por un sistema de valores, creencias, actitudes y costumbres que los identificó entre sí.23

Los trabajadores solían compartir con sus parientes su casa y, en no pocas ocasiones, les ayudaban a encontrar trabajo. La mayoría de los trabajadores se incorporaron a las empresas por una recomendación o presentación de su padre, padrino o compadre ante el sindicato, jefe de departamento o administrador, de lo contrario no se podía ingresar y mucho menos obtener una casa.

Mi papá siempre decía que acá eran las colonias; porque mi papá vivió cuando era chico, en la “número uno”, que vendría dando donde está la fuente de Aurrerá, ahí estaba la casa donde ellos vivieron, nomás que se cambiaron de ahí porque espantaban mucho a uno de sus hermanos, entonces fue cuando él pidió la casa de La Fama y se la dieron y esta casa la pidió mi mamá, porque ellas se vinieron de Guadalajara en 1920 y entonces dice que una paisana de ella se llamaba María, no me acuerdo ahorita su apellido, pero ella se casó con un muchacho de por aquí, que su mamá tenía propiedades allí en San Fernando, se llamaba Toña la mamá, porque mi mamá cuando se casó con mi papá, la llevó a vivir allá con mi abuelita, le dijo mira Nata, yo me voy a cambiar dice, voy a dejar mi casa, porque mi suegra quiere que me vaya para allá, ya me hizo una casa, pero pídela y como mi papá en ese entonces estaba muy bien en la fábrica, se la pidió al administrador, le dijo sí, puedes agarrar esa casa y por mi mamá tenemos esta casa y la de la Fama por mi papá; pero mi papá la pidió y se la dejó a mi abuelita y entonces él verdad, mi mamá y mi papá vivieron aquí.24

Al igual que en otras fábricas, en La Fama el portero decía: “aquí trabaja pura familia”. La identidad familiar estaba expresada por el parentesco, por los vínculos de la sangre y por un mismo origen social y geográfico; de esta manera el grupo social se encontraba unido por un pasado común que les otorgaba una identidad.

La lógica de los lazos familiares se reproducía en el trabajo fabril, es decir, así como se manifiesta la solidaridad dando hospedaje a un pariente en la casa, así también, se buscaba extender esa solidaridad familiar al trabajo.

Asimismo, el lenguaje que denota el parentesco se reproduce en la vida cotidiana de la fábrica, de tal manera que los compañeros de trabajo que son amigos se llamen entre sí “carnal”, que es una clara referencia al hermano carnal o a llamar “padrino” a aquel que los acompaña en una primera experiencia, tal como padrino de máquinas nuevas, de ingreso, de la primera raya, etcétera.25 Así, los lazos familiares fueron el eje rector de las relaciones de clase, se adaptaron a las nuevas condiciones permitiendo a los trabajadores reproducir sus relaciones sociales y marcando los límites del barrio.

En el barrio de La Fama se tejían complejas relaciones personales. El barrio no era socialmente homogéneo, pues convivían diversos grupos de acuerdo con el tipo de familia, oficio o posición sindical. Si dentro de las casas las relaciones familiares cohesionaban a los individuos, fuera de ellas los lazos familiares y el ser obrero cumplían esta función que les permitía una convivencia armónica.

En ocasiones el compadrazgo (parentesco ritual) ligaba a los individuos sin nexo consanguíneo alguno y les daba acceso a la fábrica; se les enseñaba algunas mañas dentro del trabajo, se trasmitían así algunas normas de comportamiento y del cómo podían adquirir algún espacio para vivir o para cultivar. El paisanaje fue un factor importante para ingresar en la empresa.

La convivencia cotidiana a través de la vecindad, creaba nexos más fuertes y en muchas ocasiones era reforzada por uniones matrimoniales entre algunos de los miembros. La señora Virginia relata: “Cuando tenía 20 años y trabajaba en la fábrica, me casé con Miguel Hernández Chávez que era obrero también, y no dejé el trabajo y él tampoco”.26

Era común que las personas se casaran con gente del mismo barrio porque los externos eran mal vistos tanto por los familiares como por la gente del barrio, y cuando llegaban a visitar a las muchachas en la mayoría de los casos eran retados a darse de golpes o les aventaban piedras. Doña Sofía Rojas nos platica: “Desde la parte alta los veíamos venir y al pasar les aventábamos piedras, casi siempre les atinábamos”.27

Es por eso que cuando las muchachas llegaban a tener algún novio que no era del barrio, lo tenían que ver en otro lugar y a escondidas, y en los pocos casos que optaron por vivir juntos se tenían que robar a la muchacha porque no contaban con el consentimiento de los padres.

Las entrevistas sugieren unas relaciones endogámicas que estaban dadas por ser obrero de la fábrica: casi todos son hijos de obreros que se casan con otros hijos de obreros.

En el barrio de La Fama son muy unidos, eso también quería decir [que] las muchachas de La Fama [eran] para los muchachos de La Fama. Era una ley que imperaba ahí en la colonia ¿no?: que cualquier desconocido que subía, enseguida bajaba por los piedrazos que le acomodaban. Sí [risas] entonces nosotras como dicen nos queríamos pasar de listas, de llevar novios o enamorados de otro lado, no podíamos porque, no los dejaban subir. Yo me acuerdo que una vez me llevaron una serenata e iban dos con guitarra, pero no me cantaron más que una canción, porque a la segunda que quisieron interpretar nomás se oyeron los piedrazos y amanecieron los pedazos de guitarra al otro día; así que a nadie le quedaron ganas. Así que cuando teníamos un galán de otro lado, pus’ lo veíamos lejos de La Fama.28

De esa manera, las familias se relacionaban unas con otras, a través del matrimonio reproduciendo las relaciones de clase.

Así, los lazos familiares jugaron un papel central en la integración política al barrio. En este caso nos encontramos con un grupo poderoso, que compitió y subordinó a sus coterráneos; el grupo tomó la forma de una gran familia, generalmente ostentando un mismo apellido. Hermanos, tíos y primos, sobre todo, formaban las huestes detrás de un hombre fuerte. Lo importante de esta integración política y social es que trascendió, por un lado, con los fines de las unidades domésticas y por el otro, las líneas que separaban a ricos y pobres. El parentesco ritual se convertía en un elemento central para ligar y hacer alianzas familiares que posibilitaban la solidaridad entre los miembros del mismo barrio.

Los lazos familiares en el mundo de los trabajadores adquirieron vigor por normas socioculturales, las cuales fueron un factor importante para la identidad del barrio. Estas normas correspondían a la mentalidad obrera, con la que habían vivido y nacido. En parte, las pautas de comportamiento social en el barrio fueron marcadas por el trabajo en la fábrica, quien marcaba los tiempos del barrio: jornada de trabajo, días de descanso, hora de la comida, del sueño, diversiones, juegos, etcétera. Asimismo, la fábrica impuso incluso devociones al reconocer un santo patrono, alrededor del cual hay festividades y convivencia.

Es la fábrica la que determinó la estructura física del barrio y sus sitios de socialización: el centro con su plaza, las calles, los campos deportivos, la capilla, el local sindical, las viviendas. Pero no hay que olvidar que la fábrica La Fama estaba enclavada en los años cuarenta en un medio rural por lo que la religiosidad era parte central de esa mentalidad obrera. El catolicismo constituyó la base de la visión del mundo de estos obreros: el carácter y la calidad de su vida, sus conceptos morales y estéticos. Así, cada individuo interpretaba sus creencias, organizando su conducta en función de los conceptos católicos del bien y del mal, estableciendo así una congruencia entre el imaginario religioso y sus acciones, manifestándose en las fiestas religiosas, las peregrinaciones y las mandas, por mencionar las más importantes.

Junto con esta religiosidad convivía la superstición como una parte muy viva entre los habitantes de La Fama. La creencia en las apariciones de la Llorona, el diablo, los duendes, las brujas y otros personajes aún hoy día está presente, pero tales apariciones se ligan al mal comportamiento de quienes los ven; es decir, se relacionan con un alejamiento de los valores morales prevalecientes en la comunidad, tales como la embriaguez, la infidelidad, la pereza, las relaciones prematrimoniales, etcétera., De igual modo, las supersticiones se aplican a espacios y horas determinados: estar de noche en un lugar conocido como La Piedra Encantada-, del cual se dice que aparecen duendes y una carroza que lleva a los trasnochadores a un lugar desconocido del que no se regresa- o pasar a deshora cerca de donde corre el agua, pues puede aparecerse la Llorona, generalmente se relacionaba con los borrachos.

Los lazos familiares, la vecindad y los valores socioculturales establecieron las obligaciones y solidaridades dentro del barrio. La ayuda podía ser material: los trabajadores solían socorrerse entre sí en caso de accidentes; pedían a o a los tenderos en tiempos de desempleo o los familiares ayudaban a su pariente a conseguir trabajo en los momentos de huelga. Vecinos y parientes sufragaban los gastos de las casas que compartían en el barrio. La ayuda mutua también suponía imponderables por ejemplo, consolar a la familia del vecino cuando había muertes o negar información a la policía cuando alguien del barrio se hallaba en problemas o ahuyentar a los novios extraños al barrio. Esta ayuda mutua se ofrecía a parientes y a todos los que compartían el espacio físico del barrio generándose acciones de reciprocidad y de ayuda mutua. Los elementos de identidad que se han descrito no proveerán únicamente del ámbito laboral sino del barrio y de la familia.

La absorción del barrio por la ciudad

Esta visión obrera del mundo empezó a desmoronarse a mediados de la década de los años sesenta, por las transformaciones del mundo corporativo del sindicato, los cambios tecnológicos, la incorporación de fuerza de trabajo de personas que vivían fuera del barrio, la expansión del mismo y de la delegación. Poco a poco el barrio rompió su aislamiento desde su seno, incidiendo sobre los canales de socialización y de identidad de la gente del barrio.

En la actualidad, los habitantes de La Fama Montañesa sostienen el concepto de espacio colectivo, controlado por las organizaciones del barrio, frente al concepto de la delegación de Tlalpan, quien lo concibe como espacio público, controlado por el gobierno del Distrito Federal. La Ciudad de México se extendió pretendiendo devorar al barrio, el cual ha vivido los últimos 40 años resistiéndose a ello, la única forma que han encontrado para lograrlo es conservando su identidad mediante la defensa de sus lugares de convivencia colectiva, como la plazuela y la fábrica, y el rescate de su pasado.

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Citas

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  2. José Carlos Aguado y María Ana Portal, Identidad ideología y ritual, 1992. []
  3. E. P. Thompson, “Folclor, Antropología e Historia Social”, en Historia Social y Antropología, 1997, p. 78. []
  4. Oscar Lewis, Cinco familias, 1956, p. 21. []
  5. Jorge Durant, Los obreros de Río Grande, 1986, pp. 20-21. []
  6. Catalina Rodríguez Lazcano y Fernando Rodríguez, Tlalpan, 1984, p.16; Verena Radkau, “U Fama” y la vida. Una fábrica y sus obreras, 1984, pp. 25-,50; Justa Hernández Farfán, “Mi vida corno obrera”, en Relatos obreros mexicanos, t. 1, 1984, pp. 11-25. []
  7. Mario Camarena Ocampo, Jornaleros, tejedores y obreros: historia social de los trabajadores textiles de San Ángel (1850-1930), 2001, pp. 15-24; E.P. Thompson, La formación histórica de la clase obrera, 1997. []
  8. Archivo General de Notarías del Distrito Federal, escritura núm. 25909, vol. 219″, f. 221. []
  9. Entrevista realizada a Sofía Rojas, hija de extrabajador por el Colectivo Fuentes Brotantes, junio de 2001. []
  10. Idem. []
  11. Idem. []
  12. Antonio Espinosa Hernández, “Mi Barrio es un Barrio viejo y Famoso”, en Sábado… Distrito Federal II, 1992, p. 113. []
  13. Idem. []
  14. Entrevista realizada a Sofía Rojas por el Colectivo Fuentes Brotantes, junio de 2001. []
  15. Enrique Marroquí, “Informe sobre su trabajo pastoral en el Barrio de La Fama Montañesa”, México, mecanoescrito inédito, 1976. []
  16. Ibidem, P. 60. []
  17. Este nombre lo tomó la pulquería porque había un boxeador argentino que se llamaba Luis Ángel Firpo, el Toro Salvaje de las pampas que tenía un fuerte pegue, que podía sacar del ring a aquel que ese lo conectara. Una vez peleó en Estados Unidos y como son los gringos de ventajosos dejó a Dempsey colgado de la cuerda; a partir de ahí se les decía a los que asistían a la pulquería que salían sintiéndose firpos. []
  18. Entrevista realizada a Sofía Rojas por el Colectivo Fuentes Brotantes, 7 de junio de 2001. []
  19. Gerardo Necoechea García, op. cit. []
  20. Enrique Marroquí, op. cit. []
  21. Arlette Farge, op. cit., pp. 19-20. []
  22. Lief Adleson, “clase y comunidad: los estibadores de Tampico 1890-1911”, en Seminario de Movimiento Obrero y Revolución Mexicana, Comunidad, cultura y vida social: ensayos sobre Información de la clase obrera, 1991, pp. 299-311. []
  23. Mario Camarena Ocampo e Hilda Iparraguirre, “La familia artesanal: del taller a la fábrica”, en Cuicuilco. Miradas sobre la familia, vol. 4, núm. 9, enero-abril de 1997, p. 19. []
  24. Entrevista realizada a Sofía Rojas por el Colectivo Fuentes Brotantes, 7 de junio de 2001. []
  25. Gorge M. Foster, Tzintzuntzan. Los campesinos mexicanos en un mundo en cambio, 1967, p. 81; Mario Camarena Ocampo, “Disciplina e indisciplina: los obreros textiles del valle de México en los años veinte”, en Historias, núm. 7, oct-dic. 1984, pp. 3-14. []
  26. Entrevista realizada a Virginia Olvera por el Colectivo Fuentes Brotantes, abril de 2001. []
  27. Entrevista realizada a Sofía Rojas por el Colectivo Fuentes Brotantes, junio-de 2001. []
  28. Idem. []

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