Evitar la difusión de textos prohibidos era una de las tareas centrales de la Inquisición, y en particular la de un grupo específico de sus miembros: los calificadores. Ellos eran los especialistas en doctrina religiosa, mayormente en teología, y como tales les estaba cometida la tarea de delatar los textos sospechosos de contener ideas contrarias a la doctrina religiosa y política, y evaluar los contenidos de los escritos confiscados y las declaraciones de los procesados. La acción del calificador era, pues, esencial dentro del sistema censorio del Santo Oficio.
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