El relato de esta historia y de su impacto en la vida cotidiana es el tema del libro de Emma Yanes, Los días del vapor. El reto historiográfico está a la altura del riesgo asumido por una historiadora inconforme con la simpleza acurrucada en la descripción prolija de hechos y el recuerdo frío de las estadísticas. Emma Yanes no cayó en la trampa de participar del optimismo del progreso decimonónico -o el de los movimientos contestatarios- repitiendo sus vocabularios a manera de dibujo correcto de la verdad histórica, vocabularios hoy poco atractivos para el lector: en su libro no fatiga con largos pormenores de evoluciones tecnológicas, ni con enlistados de números probatorios de eficiencias, crecimientos, costos y quiebras.
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CRISTAL BRUÑIDO
La aparición del primer coche impulsado con motor de gasolina fue un acto inusitado de expectación urbana. Hasta entonces, el transporte humano se había realizado por sus propios medios, por la tracción animal, o en el mejor de los casos –a partir del siglo XVIII– utilizando la energía de vapor. Pero el principio del siglo XX trajo consigo la renovación de la vida cotidiana, cuyo eje fue el motor de combustión interna.
En este artículo planteo la necesidad de reconsiderar la antropología visual como una forma totalmente distinta y experimental de trabajar con la representación cultural. Un método que encarna una profunda transformación del destino y las perspectivas de la práctica antropológica, ya que no parte de la distancia y la supuesta pero dudosa objetividad científica, sino de la cercanía y el diálogo intercultural provocado por el etnógrafo a través de la cámara.
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